sábado, mayo 21, 2011

Aquellos hombres locos

Acabo de terminar de ver las cuatro temporadas grabadas hasta ahora de Mad Men, la serie creada por Matthew Weiner (guionista de Los Soprano) para la AMC. Dentro del boom de series de televisión de los últimos diez años, se la considera como una de esas series “serias” –es decir, un drama-, al lado de los mencionados Soprano o The Wire, y lejos de otras series de suspense como Perdidos, Fringe o Prison Break, o cómicas como Big Bang Theory, Cómo conocí a vuestra madre o Weeds. A trece capítulos por temporada, esto hace cerca de 40 horas de Mad Men, y puedo decir que no le sobra ni una.

El argumento, de primeras, no resulta especialmente atractivo: La serie transcurre en una agencia de publicidad de Madison Avenue en los años sesenta, época convulsa en los EEUU, con los abuelos contando batallas de La II Guerra Mundial, la Guerra Fría en directo en los televisores y los niños preparándose –aún sin saberlo- para ir a Vietnam. Esta época también vio el nacimiento de la sociedad de consumo, y qué mejor balcón para asomarse a estos años que una agencia de publicidad que gestiona míticas campañas de marketing. Algunas de las campañas son reales y otras se inspiran en ellas (aunque la agencia no lo es), pero curiosamente todas las empresas que acuden a la agencia de Sterling Cooper son empresas actuales… buen marketing para empezar, ¿no?



Hablando de anuncios, la propia serie es un gran anuncio de sí misma (y aquí empiezan los atractivos). Muebles bar en cada escena, locales oscuros con atmósferas de humo, barrios residenciales donde siempre hace sol y la ropa siempre está bien planchada. Una época dorada, el sueño americano en cada casa y la cocacola fría en la nevera. Todos los personajes fuman, ellos y ellas, todos son guapos y lo que es más difícil: elegantes. Todos queremos estar en Mad Men, y ese es uno de los ganchos de cualquier serie que se precie (quién no quería estar en el Oceanic 815 –y sobrevivir, claro está-, y quién no querría tener a Mónica y a Rachel como vecinas…). La serie hace buena la frase de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Si añoramos la época dorada del cine, ¿por qué no volver a ella? Bogart, Bacall, Hayworth, Stewart… los galanes del cine y las mujeres fatales nunca han estado de más, pero eso sí, los diálogos han de estar actualizados. Son diálogos de los 60 pero escritos en el s.XXI, y aquí tenemos otro punto a favor. Los diálogos son un lujo. Todos los frases tienen frases lapidarias, pensamientos arrolladores, pero manteniendo cada uno su propia voz. “Mad Men quotes” devuelve 4 millones de entradas en Google. Esta gente no escribe guiones de televisión, escriben literatura.

The reason you haven't felt it is because it doesn't exist. What you call love was invented by guys like me to sell nylons. You're born alone and you die alone and this world just drops a bunch of rules on top of you to make you forget those facts. But I never forget. I'm living like there's no tomorrow, because there isn't one.

La historia evoluciona sin prisa, y por ahora las ideas no se les han agotado. En ese sentido funciona como Cuéntame, cuya narración va cambiando porque los tiempos van cambiando (de telón de fondo tenemos a los Kennedy, Marylin, Vietnam, los hippies, Warhol…) Al principio de la serie, sólo somos capaces de ver gente que fuma y bebe todo el tiempo pero según se avanza, como si nos detuviéramos largo tiempo a mirar un bodegón, se adivinan las marcas del tiempo: El sueño americano está lleno de borrachos, úlceras, infartos y cáncer. También los tipos duros con traje y corbata se morían, y no sólo por disparos de mafiosos. Y también las rubias americana, felices en sus barrios residenciales, tenían que ir al psiquiatra porque la vida se les caía encima y no sabían que hacer con ella y tanto tequila las estaba mareando. Así que durante la primera temporada lo tenían fácil para hacer capítulos: bastaba con tirar de imaginario común. Hay un par de escenas de la primera temporada que casi la resumen: En la primera, una madre prepara los espaguetis de sus hijos. Mientras mueve la pasta para que la salsa de tomate se mezcle bien, usando cubiertos con las dos manos, sujeta el cigarrillo con la boca. Cae la ceniza y no hay mano que evite que caiga en la comida.

En la segunda, una familia está pasando una agradable tarde en un parque. Brilla el sol, cantan los pájaros, y ellos descansan su almuerzo, echados sobre un enorme mantel, mientras comentan lo bien que están, lo mucho que les sonríe la vida, y lo relajante que resulta pasar un día rodeados de naturaleza. Deciden irse, y los niños y el padre llevan las cosas al coche, la madre se queda atrás, mete toda la comida que ha sobrado en la cesta de mimbre y antes de irse sacude bien el mantel, dejando todos los restos de comida y envases vacíos en medio del parque. El coche pone rumbo casa y la cámara enfoca la puesta de sol.


Aunque hay una serie de personajes que permanecen durante las cuatro temporadas, y llegamos a conocer retazos de la vida de varios de ellos, la serie no es coral. El personaje principal es Don Draper y los demás son secundarios; la serie gira alrededor suyo, de su vida profesional y también de su vida personal. Es su historia aunque a veces para contárnosla se detenga en otras ajenas, que completan el relato. Basada ligeramente en un personaje real llamado Draper Daniels. Él llegó a ser el director creativo de la agencia de Leo Burnett, responsable entre otras campañas, de la mítica del Hombre Marlboro, pero esto es sólo un inútil apunte para iniciados. Don Draper ha conseguido convertirse en el nuevo ícono de la masculinidad, lo cual le da mucha publicidad a la serie, pero a la vez es un personaje muy complejo que da para varias temporadas, sin por ello dejar de ser coherente. Además a Don lo rodean toda clase de mujeres, Betty su exmujer, Peggy su protegida, sus diversas amantes o Joan, la explosiva jefa de secretarias, todo para ofrecernos un completo catálogo del sexo débil. La serie al final, como cualquier obra que se precie, nos habla de nosotros.

Don Draper (about teenagers): The truth is, they’re mourning for their childhood more than they’re anticipating their future, because they don’t know it yet, but they don’t want to die.

Pero sobre todo, la diferencia entre Mad Men y otras series como por ejemplo Perdidos, es que mientras la segunda vivía de la promesa de contar una buena historia en el siguiente capítulo, de esa promesa de la acción que está por llegar será la buena, Mad Men directamente la cuenta. No tiene prisa en narrar los acontecimiento pero tampoco se detiene en escenas banales (y si lo son, están llenas de detalles que hacen que merezcan la pena), no le concede importancia al final de cada episodio, en el sentido de que el punto álgido del argumento no llega al final y precisamente por eso tiene los mejores finales que he visto. La única música de fondo se escucha al cerrar cada uno, y acostumbran a ser canciones de la época que sirven de rúbrica emocional. Los guiones son sólidos, y aunque completos, no llegan a abrumar con excesivos personajes o demasiados acontecimientos, y así como en Perdidos siempre tenías ganas de ver el siguiente para ver si ocurría lo prometido o insinuado, con Mad Men uno quiere ver el siguiente capítulo simplemente para comprobar si es tan bueno como el anterior. Cuando hayáis visto un par de ellos, veréis a qué me refiero.

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