Souvenirs de l’empire de l’atome, de Smolderen y Clerisse

Souvenires, recuerdos o memorias; todo puede ser, aunque las tres palabras tengan matices distintos y lo más probable es que si alguien se decide a traducirlo al español opte por el título de “Recuerdos del imperio del átomo”. Aún así, por el momento nadie se ha animado en España y en el país vecino Dargaud lo publicó en enero del año pasado. Yo lo descubrí en el festival Utopiales.

Como dije en su día, Souvenirs… es una historia retrofuturista, que toca la ciencia ficción y la fantasía, rodeándose de un recreación detallada y escrupulosa de los objetos de diseño de la década de los 50, momento en que transcurre la casi totalidad de la narración. Pero lo más sorprendente del relato es que el verdadero punto de partida es un hecho real. Esto nos divide la historia en dos partes: la primera, basada en esa historia real y la segunda, en la que la ficción toma su lugar.

El diván a reacción (The Jet-Propelled Couch)

En los números de diciembre de 1954 y enero de 1955, Harper’s Bazaar publica una historia escrita por el psiquiatra Robert M Lindner, titulada The Jet-Propelled Couch. En ella se narra la historia de un paciente bajo el nombre falso de Kirk Allen, joven investigador que trabajaba para el Gobierno Americano y que, aunque aún hoy en día se desconoce su identidad, pudo haber estado vinculado al Proyecto Manhattan. Este hombre sufría la alucinación de que pasaba una parte de su vida en otro planeta.

Hijo único de un militar estricto y una madre desinteresada en su cuidado, pasó su infancia en la Polinesia. Allí, una institutriz lo inició en el sexo de forma violenta a los once años. Ávido lector, devoraba novelas de ciencia ficción y su deseo por aislarse del mundo real lo llevó al extremo de identificarse con el personaje de las novelas. Creyó leer su propia biografía y creó nuevas aventuras del personaje que creía “recordar” como realmente vividas. Sin embargo, eso no le impidió avanzar en los estudios, graduarse en la universidad en EEUU y convertirse en un científico. Finalmente, descubrió que podía llegar “a convertirse” en el propio Kirk a voluntad y explorar ese mundo de fantasía en tiempo real.

El tebeo se desvincula de la verdadera historia en cuanto a los verdaderos orígenes de su patología, a la explicación de por qué el paciente era incapaz de disociar lo real de lo imaginado y la verdadera conclusión de la historia. Para eso hay que leerse las dos partes de la historia, altamente recomendable.

El triunfo de Zelbub, homenaje a Spirou y conclusión de la historia

Nos separamos de la realidad en el momento en el que Gibbons Zelbub lee la historia de Paul (nombre del protagonista en el tebeo) y decide reclutarlo para sus propios intereses junto a otro numeroso grupo de científicos. El megalómano Zelbub los reúne y somete a hipnosis con el fin de crear los diseños del futuro. Así es. Los productos de consumo de los cincuenta, época revolucionaria en el diseño, fueron creados por científicos hipnotizados. Y de entre todos ellos, Paul es uno de los más destacados y preciados para Zelbub. Su acceso a su mundo imaginario, el cual él había llegado a recrear con un asombroso nivel de detalle, le permite tener acceso a productos que controlan la energía atómica y a innovaciones sorprendentes, todo ello dentro de su imaginación. Y claro, el villano Zelbub, como todos los villanos, tiene serios problemas de control de su megalomanía, lo que puede llevarle a tomarse demasiado en serio toda esta historia.

En general el tebeo se puede leer desde dos puntos de vista. El primero siguiendo el argumento ya relatado y el segundo como una serie de homenajes a las creaciones de la época de oro de la ciencia ficción y el diseño, que van desde Flash Gordon hasta Spirou pasando por la Nouvelle Vague del cine francés. Zelbub no deja de ser un trasunto de Zorglub, uno de los archienemigos de Spirou y Fantasio. Algunas secuencias recuerdan sospechosamente a Metrópolis, de Fritz Lang a Alphaville, de Godard y a El año pasado en Marienbad, de Resnais. Dalí también sale, y muchos más. Pero para seguir hablando de homenajes hay que pasar a la parte gráfica.

Alex Clerisse tiene un estilo particular de dibujar, cercano a los dibujos animados de la época dorada del cartoon americano. Un trazo sencillo que esconde un buen uso de la perspectiva y sobre todo de los colores. Y luego están los detalles. El diseño de los objetos que aparecen en la historia está cuidadosamente seleccionado para recrear la época de la manera más fiel posible. Casas, coches, objetos cotidianos… Hasta el tapizado de las cortinas corresponde a un diseño de la época. Un trabajo envidiable.

¿Qué nos queda? Pues un tebeo que se lee con ganas pero tiene poco fondo. La historia de partida es muy interesante, y la apuesta del tebeo de transformarla en un homenaje a la ciencia ficción de la época no tiene por qué ser mala, pero diría que la resolución es un poco floja (hasta el punto de que el artículo real resulta más interesante). Sé que caigo en el tópico si digo que no es la primera vez que me pasa esto con un tebeo francés, pero no puedo evitar tener la sensación de que, en general, la industria francesa produce historias mucho más potentes gráfica que narrativamente. No obstante, Souvenirs de l’empire de l’atome, compensa ya sólo por el descubrimiento del personaje de Kirk Allen y por un dibujo detallado y adictivo.