Un pobre viejo
caminando por el arcen de una autovía en una ciudad cualquiera del medio oeste americano. Así comienza Nebraska: un anciano padre de familia medio demente, consumido por años de alcoholismo, tiene
de repente una última ilusión: viajar a Lincoln, Nebraska, a recoger un premio de un millón
de dólares. El hecho de que sea, lógicamente, el típico engaño publicitario, no
entra en la maltrecha cabeza de Woody, cuyo mayor deseo es utilizar el dinero
para comprar una camioneta (pese a que ya no puede conducir) y un compresor de
aire (que reemplace al que prestó hace 40 años a un amigo y que nunca recuperó).
Su hijo, atrapado en una vida miserable que incluye un trabajo mediocre y una
novia con sobrepeso que, además, le ha dejado por su incapacidad para comprometerse, decide hacer una locura y llevar a su padre a Lincoln a recoger su inexistente premio. Detrás de la decisión se encuentran sus propias ganas de escapar de su triste
realidad aunque sea por unos días; pero también comienza a vislumbrarse la necesidad de pasar tiempo con un padre que no parece conocer, y con el
que puede no quedarle mucho tiempo. De camino se detienen en
Hawthorne, el pueblo de Woody y de su mujer, en el que se conocieron y vivieron
su juventud.
Rodada en blanco
y negro, es visualmente única. Los planos, los paisajes del medio oeste, todo adquiere una belleza sobrecogedora. Aderezada con mucho humor, que no duda en hacer
cruel uso de la demencia de Woody, la película no es un road trip como algunos
la han definido de manera lamentablemente simplista. Poco a poco se van
desvelando aspectos de la vida de Woody, dando forma y sentido no solo a su
pasado si no también a su presente, ante la mirada cada vez más comprensiva de
su hijo. Aparecen quizá algunas claves para entender su relación con su familia, y, sobre todo, los sentimientos que tiene hacia sus hijos pese a no saber o poder comunicarlos.
Una película preciosa,
muy humana, emocionante, que deja que el espectador descubra por si mismo, sin
trampas ni empujones, la relación entre un padre, a primera vista ausente y
alcoholizado, con su familia. En una época en
la que parece que lo efectista se adueña del séptimo arte (para mal desgraciadamente, a mi entender), Nebraska es un soplo de cine fresco. Una opinión
muy personal: la mejor película que he visto en mucho tiempo (espero que no pierda mucho con el doblaje). Ah, y una banda
sonora excepcional de Mark Orton.
2 comentarios:
Conocida es por todos la especial sensibilidad del crítico, así que cuando este resalta la humanidad de la cinta, uno no puede sino correr a verla.
Celebro de dejara los titubeantes inicios de "Pi", en los que no se sabía si la película le había gustado, la detestaba, o había hecho la crítica sin tan siquiera verla...
pd: Quiero dejar claro que he realizado este comentario sin que mediara presión alguna. De nadie. Y menos del autor del post.
Presiones aparte, ayer fuimos al cine (a ver un desastre de comedia de Dany Boon. Por dios, cuando alguien os hable del sentido del humor de los franceses poneros a cubierto) y pusieron el tráiler de Nebraska. Nos gustó.
Por info, es del director de Sideways (Entre copas).
Tomo nota de la recomendación del autor y su rehén.
Publicar un comentario