Hace ya más de un año que llegué a Nantes, así que empiezo a repetir los eventos del calendario (quién sabe si llegarán a convertirse en tradiciones). La primera cita que repite ha sido el Festival de Cine Español de Nantes, que este año ha cumplido su vigesimocuarta edición.
El festival contaba esta vez con varias retrospectivas: mujeres directoras, Javier Cámara, el cine vasco y Jess Franco, que junto a las secciones oficiales de cortos y películas, centradas en los últimos estrenos, superaban la cifra de cuarenta películas en cartel. Pero uno no tiene todo el tiempo del mundo, así que debo conformarme con haber visto cuatro de las siete películas de la sección oficial. Que son:
15 años y un día, de Gracia Querejeta
Es la última película de esta conocida del cine patrio. La película narra la historia de Jon, un niño de 15 años que trae a su madre viuda (Maribel Verdú) de cabeza. Como ésta no puede con él, que es muy rebelde y muy malo, lo manda un verano al levante con su abuelo Max (Tito Valverde), que es muy estricto y muy serio y vive alejado de la familia desde que rompió con la abuela del niño. Lo siento mucho, pero hacía tiempo que no veía una película con personajes tan planos. Se cae constantemente en los tópicos (madre luchadora sin suerte en la vida, abuela dura e insolidaria con su propia hija, niño rebelde que vive enfrentado al mundo desde la muerte de su padre, y abuelo duro, eremita, intolerante con las rebeldías del chaval) pero sin demostrarlos. Nos tienen que decir unas cuantas veces en la película que el abuelo es muy estricto, pero la verdad es que el niño no hace más que mearle en la oreja. Y así podría seguir con el resto de personajes y con una historia un tanto ñoña sobre la adolescencia y el aprendizaje visto desde la perspectiva de alguien que hace mucho que no es adolescente, pero ha visto que los jóvenes de hoy en día chatean mucho por el móvil.
Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba
David Trueba y Javier Cámara, director y protagonista, vinieron hasta Nantes para presentar la cinta y escucharlos fue un placer. ¿Puede que esto haya influenciado la impresión que saqué de la película? Puede, pero el caso es que la historia del profesor de inglés obsesionado con John Lennon hasta el punto de coger el coche y cruzarse media España del 66 para llegar hasta Almería, donde el inglés rodaba una película, me ha parecido muy tierna. Viaje iniciático de los tres personajes principales, estereotipos de una España que quería cambios: el joven profesor apasionado por su trabajo y por los niños, el adolescente rebelde que se escapa de casa harto de las irracionales intransigencias de su padre y la joven que huye del internado de monjas en el que la humillan a diario para reencontrarse con su madre. Historia sencilla, sin pretensiones, pero que en el camino deja muchos detalles de una época que, tristemente, parece volver a estar en boga.
Todos queremos lo mejor para ella (Tots volem el millor per a ella), de Mar Coll
Segunda película de Mar Coll, cuya ópera prima “Tres días con la familia” ya me gustó mucho. Cine costumbrista. Slice of life. Tranche de vie. ¡Hala! ¿Y así la vendes bien? Pues sí, allá vamos sin miedo, y es que aunque en apariencia sea una historia corriente, en seguida nos damos cuenta que Geni, la protagonista del filme, no es un personaje cualquiera. Intenta rehacer su vida tras un accidente de coche que le ha dejado visibles secuelas físicas (una rodilla que no va muy bien) y también otras neurológicas que no lo son tanto, y condicionan su vida y su relación con el entorno de forma notoria. Muy centrada en las relaciones familiares (como ya ocurriera en Tres días…), la historia sirve de excusa para centrarse en las relaciones peculiares que se dan entre familiares, unidos por lazos profundos, pero que no hablan forzosamente el mismo idioma. Familias disfuncionales o familias normales, eso ya queda a gusto de cada uno…
Caníbal, de Manuel Martín Cuenca
Y la mejor para el final. Al ver que la cola para ver esta película a las diez de la noche no era muy larga, una amiga dijo “normal, con ese título, la gente no se querrá ir a la cama a tener pesadillas…” Pues nada más lejos de la realidad. Manuel Martín Cuenca se basa en un relato del escritor cubano Humberto Arenal, y se sirve de Antonio de la Torre y de Olimpia Melinte para contar una historia de amor, por mucho que el protagonista sea un caníbal desde el primer minuto de la película. La historia se aleja de la violencia y la sangre para centrarse en la evolución del protagonista a partir del encuentro con su nueva vecina. La escasez de diálogos se suple con unas actuaciones que transmiten y meten al espectador en la historia.
Acaba el festival y uno se queda con la agradable sensación de haber visto colas de gente y salas abarrotadas para ver cine español, ése que a veces denostamos en nuestro país y criticamos sin haberlo visto, hasta el punto de haber creado un “género” llamado “cine español”, que simplemente nos sirve como adjetivo justificativo decir que no nos interesa. Nada más lejos de la realidad. Este festival sirve para demostrar que, como en todos los países, en España se produce un cine de temática y estilo variado y como para gustos hay colores, no alcanzo a comprender que cada una de estas películas no pueda encontrar su público en casa.
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