Llego tarde, lo sé, pero estas cosas pasan. Leer y comentar en 2013 por primera vez un tebeo de Miguel Ángel Martín y además hacerlo con uno de 2012, saltándose toda su bibliografía previa, es como decir ahora que la nocilla va a ser sepultada por la nutella, o que la game gear no tiene futuro, o que el blandiblu no durará más de un par de años. Llego tarde. ¿Y quién es Miguel Ángel Martín? Pues el que dibuja así:
Sus dibujos son Subterfuge, el sello español por excelencia del indie de los noventa; Austrialian Blonde, Doctor Explosion, Mercromina, Sexy Sadie… Aprenderse de memoria la revista Tipo todos los meses y pensar qué guay sería escuchar todos esos discos… Oye, ¿y por qué no te los bajas? Pues porque estoy en 1997, Napster todavía no existe e intercambiar canciones por mIRC con un módem de 33,6kb es una odisea. Ostias qué putada, ¿y entonces qué hacéis? Engañamos a nuestros padres para que nos dejen comprar un par de discos al mes, nos intercambiamos cd’s, grabamos todavía alguna casette, y pagamos 300ptas al chulo de la clase que tiene un grabador de cd’s de 4 velocidades para que nos lo grabe. ¿Retrofuturismo? Apenas, Miguel Ángel, pero me has mandado de una patada 15 años atrás. Has dibujado el Odd tracks out! de Sexy Sadie, si es que se puede dibujar un disco.
Motor Lab Monqi, publicada por Rey Lear, retoma la historia de Brian the Brain (The Brain, primera canción del It’s Beautiful, it’s love de Sexy Sadie…), después de la recopilación de La Cúpula de todas las aventuras del niño con el cerebro al aire que se publicaron en El Víbora. Copio y pego:
“Brian the Brain es una de las series más extensas de Martín; (…) está protagonizada por un niño que, debido al trabajo de su madre (sirve de "cobaya humana" en un laboratorio científico) nació con una mutación en la que su cerebro está visible a simple vista, lo que le impide llevar una vida normal (cualquier golpe en la cabeza puede ser fatal en su caso), y que también le proporciona una inteligencia por encima de la media y ciertas habilidades telepáticas y telequinéticas. (…) El cómic tiene un tono marcadamente deprimente (los finales tristes, o incluso trágicos, están a la orden del día). Las historietas se centran en la vida cotidiana del chaval, que tiene buen corazón, con sus compañeros de clase (…) que lo discriminan y se burlan de él, o se acercan a él solamente por interés, y él solamente entabla verdadera amistad con otros chavales que también tienen defectos físicos o enfermedades diversas (y buena parte de los cuales tienen tendencia a acabar muertos por causas diversas).”
En esta continuación Brian se enfrenta, sin el apoyo de su madre fallecida, a la adolescencia y claro, los cambios que se producen en su cuerpo no pueden ser normales. El chaval hace migas con el mono Monqi y una chica llamada Sinan. Ambos inquilinos también del Biolab, uno por animal de laboratorio y otra por ser una niña muñón, sin brazos ni piernas, con la que van a probar nuevas prótesis biónicas. En el camino se les cruzan un niño que masacra con su uzi a medio instituto, un café con vistas a una arena de destruction derby para coches voladores, y una sociedad que se muestra lejana e inaccesible para el pobre Brian por diversas barreras, propias (físicas y no tanto) y ajenas.
Así que tenemos un tebeo de 145 páginas de violencia, sexo, alienación y mundo ultra-tecnificado… Vaya, vaya, así que la historia destila ciberpunk a chorros… Efectivamente amigos, volvemos a los noventa. ¡Ponedle naves espaciales y nos salimos de la tabla!
En cuanto al dibujo, venga piropos. Los característicos personajes de Miguel Ángel Martín, esos cabezones con los ojos demasiado alargados y separados, son inconfundibles. Por lo demás, blanco y negro, trazo sencillo, decorados escasos y un dominio de la perspectiva que da envidia.
Por mucho que nos lo digan y que lo podamos comprobar nosotros mismos, no deja de sorprender que el tebeo patrio tenga este nivel. ¡Sólo se puede pedir que nos sigan contando la historia de Brian the Brain!
No hay comentarios:
Publicar un comentario