domingo, marzo 17, 2013

Ciudad abierta, de Teju Cole

Primera novela del escritor Teju Cole, estadounidense de origen nigeriano (nota mental: creo que es la primera novela que leo escrita por un negro, hablando de la piel se entiende…) ganadora de unos cuantos premios (entre ellos el PEN/Hemingway) y citada en todos los medios imaginables. Es decir, le están dando bombo al amigo Teju.

Brevemente, Ciudad abierta cuenta, en primera persona, los paseos que el joven Julius, estudiante de doctorado de psiquiatría en NY, se da por la ciudad. Interactúa poco con la gente y camina mucho. Observa bastante y los pocos encuentros que tiene, los analiza y saborea al máximo. Un taxista, un ex profesor suyo, un amigo profesor, un corredor de la maratón (volviendo a su casa el día de la propia maratón, no es que se dedique a eso 365 días al año el hombre)… Entran y salen de la vida de Julius con una facilidad pasmosa, y le sirven de contrapunto a su discurso. Lo que leemos son los pensamientos de Julius, una especie de diario en el que explica sus pensamientos, los encuentros y conversaciones que tiene con estos secundarios, y las conclusiones que saca de las mismas. Novela sin argumento, novela “de ideas”.


“Yo aprendí a su lado el arte de escuchar y adquirí la capacidad de deducir una historia de lo que se omitía.”


Así que seguimos al bueno de Julius por toda la ciudad, hasta donde sus pasos le lleven, y somos testigos de sus encuentros ocasionales y de sus divagaciones sobre los temas que le interesan: música clásica, literatura, fotografía, pintura… La cultura parece ser la única vía de escape segura para el protagonista. Sabe que siempre está ahí, incorrupta, y que no le va a defraudar. En cuanto a su vida personal, aunque en ningún momento da la sensación de sentirse incómodo o siquiera desdichado, la realidad es que Julius vive bastante absorbido por un trabajo del que habla poco (sólo cuenta anécdotas de ciertos pacientes que le interesan más allá de lo profesional), pierde el contacto con su ex novia católica y no tiene muchos amigos. Viaja sólo, acude a conciertos sólo, como en restaurantes sólo… Pero lo dicho, esto sólo es un hecho, no parece que al personaje le afecte en ningún momento. Al contrario, se diría que rehúye de un exceso de contacto con el resto de la gente.

“Tomé conciencia de lo fugaz que era el sentimiento de felicidad, de cuán endebles son sus bases: un restaurante cálido después de la lluvia, olor a comida y vino, conversación interesante, la tenue luz del día en la lustrada madera de cerezo de las mesas. Mover el ánimo de un estado a otros costaba tan poco esfuerzo como mover piezas de un tablero de ajedrez. Hasta tomar conciencia de ello en un momento de felicidad era mover una pieza y volverse un poco menos feliz.”

Y entonces, ¿dónde está la chicha? Pues la chicha consiste en la visión existencialista de la vida que tiene el personaje (tras sospechar que Camus estaba por ahí detrás del escenario, va y lo saca a escena en un momento dado del libro) y en cómo, sutilmente, sin que parezca la primera intención, la novela/el protagonista repasa un catálogo de lo más completo de los actos miserables que inundan la vida: la violencia contra los débiles (asaltos sexuales a mujeres, agresiones a niños, robos con agresión); la decadencia del cuerpo: vejez, enfermedad y posteriormente muerte; la guerra; los conflictos entre distintas religiones y razas.

“Mire, yo conozco esos casos, esos jóvenes que van por ahí tomándose el mundo como una ofensa personal. Es peligroso. Que alguien sienta que es el único que sufre es muy peligroso. Semejante grado de resentimiento es una receta para tener problemas. Nuestra sociedad se ha abierto a gente como él, pero una vez que vienen sólo se les oye quejarse. ¿Qué sentido tiene mudarse a un sitio sólo para probar lo diferente que es usted? ¿Y por qué esa sociedad va a recibirlo contenta? Pero si vive tanto como yo, ya verá que en el mundo hay una variedad inaudita de dificultades. Es complicado para todos.”

Pero bueno, ¿quién coño quiere leerse algo así? Para responder a eso hay que recurrir a la concusión de Woody Allen al final de Annie Hall: “La vida está llena de soledad, miseria, sufrimiento, tristeza y, sin embargo, se acaba demasiado deprisa.” Y es queno hay mucho más que hacer que vivir la vida, no es que podamos elegir entre el monopoly y el cluedo, ni siquiera podemos empezar otra partida si esta nos ha salido mal. Es un pensamiento que siempre está ahí, y aunque es cierto que no es una carta que podamos jugar siempre (sino esto sería insufrible), no deja estar ahí presente, de forma perpetua.
“Salvar un bebé por instinto, un poco de felicidad; pasar un rato con ruandeses, los que habían sobrevivido, un poco de tristeza; la idea de nuestro anonimato último, un poco más de tristeza; deseo sexual colmado sin complicaciones, un poco más de felicidad; y así, sucesivamente, un pensamiento se encadenaba con otro. Qué pequeña me parecía la condición humana, sujeta a esa lucha constante por modular el medio interno, a ese incontrolado movimiento de nube. Como era de prever, la mente también apuntó este juicio y le asignó un lugar: un poco de tristeza.”
¡Atención, spoiler!

Corro el riesgo de reventar la novela a los que todavía no la hayan leído, así que si tenéis esa intención, saltaros esta parte final. A los que sigáis leyendo, hay un punto de la novela que, aunque muy ligado al argumento, merece ser contado. Quizás porque es la punzada que transforma el relato de una divagación continua, en algo más. Hacia el final de la novela, uno de los secundarios, la hermana de un amigo de la infancia del protagonista con la que “casualmente” se ha reencontrado en NY le hace una confesión: él había abusado de ella cuando tenían quince años. No lo denunció sencillamente porque no tenía sentido, nadie iba a creer que él, tan buen chaval, tan bien educado y tan amigo de su hermano, había siquiera imaginado hacer algo así. Pero ella no lo olvida, eso la ha traumatizado durante toda su vida, y el hecho de que él actúe como si no recordara nada en absoluto la ahoga aún más. Él, por su parte, ni responde.

Ahora bien, ¿qué hay de cierto en todo esto? Nosotros no sabemos lo que ocurrió (ni en su infancia ni durante la confesión de ella) sino lo que Julius nos cuenta. ¿Es verdad? ¿Abusó de ella? Él no responde. Esto nos obligaría a replantear toda la historia… Un encuentro fortuito que tuvo con una mujer en Bruselas en otro capítulo, ¿ocurrió tal y como él lo relata? ¿No sería diferente? El hecho de que este punto quede sin resolver, en el aire, que el protagonista ni se justifique ni lo aclare, y por lo tanto quede la puerta abierta a reinterpretar todo la historia es, probablemente, lo más acertado de la misma. Si alguien lo ha leído, agradezco segundas opiniones…

¡OK, fin del spoiler!
“Uno tiene que ponerse una meta, y debe encontrar una forma de cumplirla exactamente, sea lanzarse en paracaídas o desde un acantilado, sea sentarse una hora y quedarse completamente inmóvil, y por supuesto que la forma de cumplirla ha de tener su belleza.”
Sexo: Poquito. Un polvo y de refilón.
Naves Espaciales: Nada... ni la Estación Espacial Internacional es nombrada.

domingo, marzo 10, 2013

Nantes 1: L’arrivée

Llegamos al aeropuerto de Nantes y, en contra de los que nos habían advertido, el cielo está azul y no se observa ni una sola nube. Nuestras maletas aparecen las primeras en la cinta transportadora y justo al salir del edificio de la terminal, un amable taxista nos pregunta que si somos de fuera y que adónde queremos ir.

Hacemos el check-in en el hotel, me entregan una carta que había llegado a mi nombre y tras tomar un par de sándwiches en el bar, nos retiramos a descansar a la habitación. La carta contiene unas amistosas palabras de bienvenida de Soizic, un listado de los pisos candidatos que han encontrado para nosotros y que vamos a ver al día siguiente, una tarjeta con las señas de Soizic que tiene escrito en el reverso “A las 9:00 os recogeremos en vuestro hotel” y una tarjeta con la dirección de su página web y mi usuario y contraseña. Enciendo mi ordenador, me conecto a la wifi del hotel y tecleo en el navegador el nombre de la empresa Transparence. Como Google no encuentra nada relacionado, tecleo directamente la dirección de la página:

https://www.transparence-groupe.eu

Accedo a mi perfil personal que tal y como esperaba, recoge todos los datos que Soizic había confesado tener sobre mi pareja y sobre mí. Además, se recoge la información de los pisos incluida en la carta. Reviso el correo y apago el ordenador. Toca descansar.

***

Desayunamos en abundancia y volvemos a la habitación del hotel para prepararnos cuando llaman desde la recepción; diez minutos antes de lo convenido, nos esperan en el recibidor del hotel.

La sala solamente está ocupada por la recepcionista del hotel y una chica de unos treinta años. Viste ropa cómoda y lleva el pelo recogido en una cola de caballo. Nos mira nada más entrar en el hall y de las que nos dirigimos a ella se levanta y a su vez se nos aproxima.

- Buenos días, ¿Sr. Cocodrilo? -me pregunta sonriente.
- Efectivamente. Buenos días. ¿Soizic?
- No, lo siento, me temo que ella no ha podido venir hoy. Pero no se preocupen, estoy totalmente al corriente de su perfil y del tipo de piso que buscan y tengo preparada toda la visita. Confíen en mí. Mi nombre es Ekaterina, pero pueden llamarme Kate. -inclina la cabeza hacia la derecha y sonríe como si salir a pasear con nosotros en la lluvia fuera el mejor plan que jamás pudiera imaginar.

Nos subimos al coche y de la que arranca suena un disco de Dominique A. Por la expresión de mi cara se debe deducir que lo reconozco.

- ¿Le gusta, Sr. Cocodrilo? Pensé que lo conocerían -y nos sonríe de una forma tan dulce que un escalofrío me recorre toda la espalda.

Kate conduce como si hubieran cortado todas las calles de la ciudad para nosotros, y uno pensaría que así es. En todas las vueltas que damos alrededor del centro de la ciudad apenas nos encontramos tráfico, y tampoco los semáforos parecen poner oposición a nuestro avance. Esto nos permite ver en escasas cuatro horas nada menos que ocho pisos. Todos ellos similares, todos ellos tal y como habíamos deseado: soleados, con terraza, suelo de parqué, dos dormitorios, situados en calles tranquilas, con vistas a zonas ajardinadas; resultará difícil decidirnos. Entre cada visita, Kate nos va presentando la ciudad y nos va indicando los sitios que más nos puedan interesar: cines en VO, salas de conciertos, mercados de comida fresca, piscinas municipales, médicos de todo tipo. Finalmente, nos propone hacer una breve parada para invitarnos a comer (por supuesto, corre a cargo de su empresa, nos indica).


Sentados cómodamente en una de las mesas de la lujosa La cigale, Kate sigue llevando el ritmo de la conversación y nos hace un breve repaso de todo lo que hemos visto hasta el momento. A los postres, nos anuncia que tiene una pequeña sorpresa preparada para nosotros. Aguanta el tiempo lo suficiente como para que la intriga se dibuje en nuestras caras y continúa:

- Veréis -a estas alturas del día ya nos tutea -nos queda un último piso que ver, que no está en la lista. En principio está en un edificio un poco antiguo, y puede que no se ajuste a la idea que teníais antes de venir, pero nos entró la oferta a última hora y nos decidimos a incluirlo en las visitas aunque no tuviéramos tiempo de consultároslo. Espero que no os parezca mal. Además, está muy bien de precio. -nos mira divertida esperando nuestra respuesta.
- Por supuesto Kate, no nos importa en absoluto visitarlo. -digo tras un breve intercambio de miradas mi pareja. -“¡Bien! Ya veréis, os encantará” añade ella, y coge el último macaron del plato que nos habían servido.

***

Nos encontramos frente a un edificio de esos típicos de París, con cuatro plantas más un ático abuhardillado, ventanas altas, solemnes, de piedra arenisca y techo gris oscuro, metálico. No abundan mucho por Nantes. Entramos y subimos al tercer piso en un antiguo ascensor de madera, de esos que por puertas tienen unas rejillas que hay descorrer para poder salir. Seguimos por un pasillo estrecho enmoquetado hasta el piso 311 y entramos.

Los techos del piso están a unos tres metros de alto, hay tres dormitorios, salón, dos baños y una cocina unidos por un extraño pasillo serpenteante. Armarios empotrados casi en cada rincón y, sorprendentemente, una cocina totalmente nueva y equipada. Por lo demás, el único mueble que tiene la casa es una lámpara de araña en el salón. Al darnos la vuelta tras observar la calle desde la terraza, nos encontramos con una vieja señora en medio de la habitación. Damos un respingo y ella se ríe divertidamente y saluda a Kate.

- ¡Hola cielo!
- ¿Qué tal señora Castevet? ¿Cómo se encuentra?

La conversación se desarrolla de forma que aprendemos que estamos viendo este piso gracias a que la señora Castevet ha avisado directamente a Kate, a quien conoce desde hace años por ser amiga de sus abuelos. Nos explica que el edificio, aunque viejo, está en muy buenas condiciones porque el casero se preocupa mucho por ellos a pesar de lo bajo que les mantiene el alquiler. “Seguro que se trae negocios sucios…” nos dice, y se ríe divertida de su propia ocurrencia. Resulta que el edificio pertenece por completo a la misma y desconocida persona y curiosamente, todos los inquilinos trabajan o han trabajado en Transparence. En nuestro caso, me explica Kate en un momento que la amable señora Castevet está enseñando no sé qué a mi pareja, estarían dispuestos a hacer una excepción debido a nuestra estabilidad económica.

- ¿Para que la necesitan, si el alquiler está tan bajo? -digo con ironía, pero a Kate parece no divertirle y me mira con gesto extrañado. No me responde.
- Bueno, está claro que no tenemos mucha elección, nos has traído a un candidato ganador. -añado, para intentar cambiar la expresión de Kate. Y lo consigo. Me pone una mano en el hombro y me dice:
- Me alegro. Es una decisión excelente.

***

Ya en el hotel, descansando y poniendo nuestras impresiones en común, mi pareja me relata la extraña conversación que tuvo con la entrañable señora Castevet. Ella se quejaba de que quizás el piso era demasiado grande para nosotros por tener tres dormitorios. La señora Castevet le quitó importancia en seguida y añadió “además, ¿no tenéis niños?” y ante la respuesta negativa de mi pareja añadió:

- Bueno, no pasa nada. Este es un buen sitio para tenerlos. Como en el edificio somos todos gente ya mayor, no hay niños pequeños que correteen por los pasillos y se les echa de menos. No te preocupes, os cuidaremos bien. Os ayudaremos en todo lo que os haga falta.

Que la señora Castevet se frotara las manos de forma nerviosa de la que le dijo eso, no ayudó a que mi pareja sintiera un ya familiar escalofría recorriéndole la espalda.

sábado, marzo 02, 2013

Sr. Chinarro - Enhorabuena a los cuatro

Vuelve a la carga el Sr. Chinarro con su disco número 14, el quinto consecutivo publicado con Mushroom Pillow. Este se titula Enhorabuena a los cuatro (un juego de palabras sobre una felicitación a una pareja y a sus respectivos amantes).

Por ahora sólo tiene una escucha, pero me parece que sigue la estela de los dos últimos, Presidente y ¡Menos Samba!: Poca instrumentación, muy sencilla, y el peso de las canciones en las letras, con su humor socarrón, sus críticas al poder y a la sociedad, y sus amoríos.

Parece que le siguen dando cierta coba comercial, y para este disco en la promo están haciendo gala de que han colaborado Annie B. Sweet, Guille Mostaza y Pau de La Habitación Roja entre otros.

Antonio Luque, por su parte, a través de entrevistas que le están haciendo en los medios, viene a decir algo así del disco:
"Quería reflejar el fracaso de la idea del amor romántico como el principio del fracaso en la sociedad en su conjunto. El fracaso comienza individualmente, se expande entre las relaciones más próximas y acabamos fracasando como país... La crisis de la sociedad va en paralelo a la crisis de la pareja y de la idea del amor... Porque ahora las relaciones entre hombres y mujeres son también competiciones a ver quién gana. Si por lo menos se practicara el amor libre y nos lo pasásemos bien, pero es que nos la seguimos cogiendo con papel de fumar."



Parece que por aquí saben cómo suena. Habrá que escucharlo un poco más.