martes, septiembre 28, 2010

Si yo voy a la huelga, ¿vendrá ella a mí?

Resulta que por fin, tras más de dos años esperando a que alguien realizara un acto en contra de la crisis, ha llegado el tan esperado día: la huelga general del 29-S. Los sindicatos e Internet se han aliado frente al gobierno, la prensa, la oposición y los analistas políticos; los primeros la reivindican mientras los segundos la denuestan. ¿Y a mí que me parece todo esto? Pues a mí me aburre y además me ocurre como casi siempre, que me siento de lado.

Recopilemos. Los sindicatos convocaron a principios de verano una huelga general para, según ellos, protestar contra una reforma laboral que creían injusta y favorable a los empresarios y de paso, protestar contra la crisis y contra los verdaderos creadores de esta. De acuerdo con todo.

Recientemente, según se acercaba la fecha, resulta que la mayor parte de la prensa ha acusado a los sindicatos de seguirle el juego al Gobierno durante los dos años de crisis, y de planear una huelga ahora que ya está todo hecho para, simplemente salvar los muebles. Y con esto también estoy de acuerdo, a pesar de que sea el mismo argumento que Esperanza Aguirre esté empleando para “demostrar” la inutilidad de los sindicatos y promover leyes que los anulen, muy a la americana ella. Y yo aquí en medio, sintiéndome culpable por coincidir en mi posición frente a la huelga con la señora Aguirre a pesar de que nuestras argumentaciones e intenciones sean bien distintas. Una vez más, aquí no importa lo que nosotros pensemos, sino dónde estamos haciendo bulto porque al igual que ocurre con las elecciones, aquí nadie quiere tu apoyo o tu acuerdo, sólo quieren tu voto. O a favor o en contra de los sindicatos, o a favor o en contra del PP, y siempre en contra del Gobierno.

Pero Internet se resiste. Las revoluciones del s.XXI se hacen en Facebook le pese a quien le pese, y en las últimas dos semanas la cantidad de correos que se han movido por la red promoviendo acudir a la manifestación ha sido más que generosa. De entre estos cientos de correos y artículos comento el que escribió Ignacio Escolar. Argumenta el ex-director de Público cuatro razones para acudir a la manifestación, a ser: a) que no cree en el abaratamiento del despido como receta para solucionar la crisis financiera mundial, b) que se niega a asumir que el fracaso del neoliberalismo se solucione con más neoliberalismo (se repite), c) que aunque no está encantado con los sindicatos, sigue pensando que son necesarios y quiere apoyarlos y d) que teme que la huelga no va a funcionar, pero que tiene debilidad por las causas perdidas (toma ya). En resumen: Escolar, como la mayoría, propone acudir a la huelga para protestar por la reforma laboral y para dar su apoyo a los sindicatos. Y yo respondo.


La reforma laboral, impuesta por las grandes financieras mundiales a toda la Unión Europea (si no apruebas esta reforma, destrozamos tus fondos en la bolsa y hundimos tu economía), es una vergüenza. No por la reforma en sí misma, puesto que el abaratamiento de los despidos no es tan criminal como lo pintan (¿o acaso la gente quiere jubilarse con un despido?) y la prolongación de la edad de jubilación es inevitable, a tenor de lo que propugnan las pirámides de población. Lo verdaderamente vergonzoso es que, muy a pesar de lo que Obama dijo, sólo uno de los hombres que creó la crisis ha pagado por ella: Maddoff. El resto no sólo han quedado impunes, sino que le sacaron dinero a los gobiernos el año pasado para pagar sus cuentas a pesar de que siguieron dando beneficios, y se han negado en redondo a cambiar las reglas del juego. Señores, el crecimiento (económico o no) infinito es una falacia, va contra las leyes de la termodinámica, las burbujas especulativas deberían servir para meter a ciertas personas en la cárcel y nada más, y el capitalismo radical en el que estamos atrapados está sumiendo a Europa en un proceso de Latinoamericanización que da miedo (clases altas en barriadas con vigilancia privada y alambre de espino, y clases bajas en barriadas a secas. La clase media no la busquéis). Que lea a Galeano quien se quiera asustar más aún.

Pues bien, ¿qué puede hacer el Gobierno en todo esto? Nada. ¿Y los sindicatos? Más bien poco. ¿Significa esto que simplemente hay que rendirse y dejar la vida pasar? No, pero la respuesta de una huelga general a nivel nacional (por no hablar del bochorno asturiano) no sirve de nada. Una convocatoria a nivel europeo, con una unión sindical trans-europea hubiese sido apetecible, pero no esto.

También nos animaba Escolar a proteger a los sindicatos. ¿A qué sindicatos? ¿A los que no vinieron a visitarnos nunca a la Universidad? ¿A los que me miraban con desprecio y miedo cuando trabajaba en Producción porque yo era mando y no operario? ¿A los que no me han venido a conocer en dos años en este trabajo, y sólo se han pasado por mi planta para hacer fotocopias, hasta hace dos días que nos han pedido cooperación? Los sindicatos tienen un problema con los universitarios, y nosotros lo tenemos con nosotros mismos.

Siempre cuento la misma historia pero no por ello deja de ser menos ilustrativa. Tanto mi padre como yo estudiamos Ingeniería Industrial (y el ejemplo de los ingenieros bien podrá extenderse a cualquier otra carrera), pero con treinta años de diferencia. Cuando el terminó y llegó a su primera empresa, era el único ingeniero que había allí. No sólo eso, sino que era de los pocos que sabía leer y escribir correctamente, ya que la mayoría de los cerca de cien trabajadores habían abandonado los estudios a temprana edad para ponerse a trabajar, obligaciones de la época. Mi padre ayudaba a algunos compañeros a hacer la declaración de la renta. Eso explica quizás, por qué mi padre y su generación pronto alcanzaron puestos directivos.

Cuando yo llegué a mi primer trabajo, en una empresa de quinientas personas había cerca de setenta ingenieros, ¡pero es que la mitad de los empleados eran universitarios!. En mi actual empresa, trabajo en el departamento de Ingeniería, donde más de sesenta personas tenemos esa titulación sólo en mi planta, y trabajo en un polígono con muchos edificios, con muchas plantas. Que alguien todavía piense que esa palabra, Ingeniero (cambiadla por universitario, si queréis), tiene el mismo valor ahora que hace treinta años es que no ha entendido nada. Las carreras universitarias, por fuerza (por oferta y demanda), están devaluadas y hoy en día, se puede afirmar que somos los nuevos curritos. Los de antes le daban al martillo y nosotros a la tecla, pero tenemos las mismas oportunidades de llegar a ser directivos que las que los operarios buenos y avispados de hace treinta años. ¿Por qué entonces los sindicatos se niegan a vernos como lo que somos? ¿Por qué nos siguen despreciando? ¿Acaso no ven la cantidad de afiliados que están perdiendo?

Quizás dentro de quince años me arrepienta y eche de menos a los sindicatos (igual que a los colegios profesionales), pero hay ciertas instituciones que no pueden seguir funcionando con su estructura anacrónica, y que conste que no pienso que no sean necesarios, todo lo contrario. Aún queda mucho trabajo por hacer…

jueves, septiembre 23, 2010

Friends 2.0

- ¿Te acuerdas de lo bien que lo pasábamos hace unos años? Antes de tener casarnos y tener hijos y separarnos cada uno en su dirección. Me acuerdo a menudo de aquella época. Recuerdo a los amigos, las amigas, esos ligues ocasionales, las chicas que nos plantaron, las que no nos podíamos quitar de encima y no nos gustaban, esas anécdotas legendarias que forjan nuestra amistad y que basta con rememorarlas, aunque hayan pasado años, para volver a sentirnos como entonces, cuando éramos jóvenes y habíamos terminado los estudios y empezábamos a trabajar, en trabajos de verdad, y se nos abrían las puertas al mundo de los adultos y estábamos excitados aunque también temerosos. Éramos inmortales. Menos mal que siempre nos teníamos los unos a los otros, y nos veíamos (todos los días) en aquel mítico bar –por cierto, ¿qué habrá sido de aquel mítico bar?- y tomábamos cervezas o cafés o lo que fuera hasta que se hiciera tarde, y entonces nos íbamos a casa de uno (casi siempre la misma) para cenar unas pizzas o llamar a un chino y seguir con lo nuestro, que era hablar de la vida y contarnos nuestras experiencias y compartirlas y confrontarlas y vivir más experiencias juntos y divertirnos. Y luego estaba ella. Sobre todo estaba ella. Desde el primer día que la conocí y durante todos aquellos años mi vida orbitó a su alrededor. Ella hizo que mi historia mereciera la pena.
- ¡Qué tiempos aquellos! Oye, ¿sabes una cosa? Deberíamos contar nuestra historia, que todo el mundo la sepa. Deberíamos hacer una serie de televisión y forrarnos. La gente se troncharía con nuestras anécdotas.
- ¡Qué buena idea! Oye, ya tengo un nombre para la serie: Friends.
- Mmm… no está mal, ¿pero qué te parece esta otra? Como conocí a vuestra madre.

Y así se escribe esta historia.



Más o menos esa debió de ser la conversación que tuvieron los dos guionistas de la serie antes de empezar a poner por escrito capítulos y capítulos basados tanto en sus propias experiencias como en la serie predecesora: Friends. Muchas similitudes hay entre ambas, siendo la principal (al menos en la primera y segunda temporadas que están echando ahora en Neox, ya que en EEUU van ya por la sexta) la relación amorosa Ted - Robin, análoga a la Ross – Rachel de toda la vida. Que si él se enamora de ella a primera vista (y en el primer capítulo), que si ella no le corresponde al principio y se trae novios y él se pone de los nervios, hasta que llega un momento en que lo supera y se liga a otra, y entonces ella se da cuenta de que lo ama así que cataliza la ruptura de la relación, pero entonces él hace alguna capullada y no se juntan del todo hasta unos cuántos capítulos más tarde, y mientras tanto ambos tratan de ligar para dar celos al otro. Al final a uno le queda la sensación de que ligar en Nueva York es extremademente fácil, lo que dudo sea cierto, pero lo que se dice conseguir a la chica que quieres (y ella te corresponde) es más duro que el copón.

También han copiado algunas escenas, como por ejemplo aquella en la que uno de los personajes (Lilly ahora, Joey entonces) hace sus pinitos en el teatro, y los amigos la tienen que ir a ver a una sala muy pequeña y la obra es un desastre. Pues bien, hasta la sala era la misma. No se ha molestado ni en cambiar de escenario.

Eso sí, Cómo conocí a vuestra madre guarda una ventaja sustancial con respecto a Friends, y es que el reparto de roles está más ajustado. Para empezar han prescindido de Phoebe, que aunque era personaje gracioso no encajaba para nada con el resto del reparto (¿quién se creía que se podía llevar bien con aquel grupo de pijitos neoyorkinos?). Luego tienen más personajes verídicos, es decir, de esos con los que uno se puede identificar. Friends tenía tres personajes así: Ross (el panoli que quiere chica, con el que se identificaba cualquier tío incapaz de ligar a pesar de que Ross, en contra de sus quejas, ligaba bastante), Mónica (la chica responsable, que se preocupaba por todos sus amigos y era de alguna manera el eje central del grupo) y Rachel (la niña guapa que descubría el mundo adulto). Y por otro lado tenía tres personajes absurdos, con los que nadie se podía comparar pero que encajaban mejor en escenas cómicas: Chandler, Joey y la ya mencionada Phoebe.

En Como conocí a vuestra madre a estos tres personajes absurdos los han sustituido por uno: Barney. Lo mejor de la serie. Da igual que que nadie se pueda identificar con él, porque carga con casi la mitad de los chistes, los más divertidos. El que fuera Un médico precoz en sus años púberes (guiño al diario que escribía al terminar cada capítulo incluido), ahora es un fucker de tomo y lomo. Sus Suit up!, Awesome, Legendary, Waddaup! etc. justifian cada capítulo. El resto de personajes, son todos más o menos creíbles: Ted (el Ross de la serie), Robin (la Rachel) y Marshall y Lilly, esa pareja con la que todas las parejas que rondamos la treintena y habitamos en occidente nos podemos identificar.



Será por el paso de los años y la diferencia de perspectiva, o será porque tengo la misma edad que el prota y me ha dado por identificarme con ellos, pero si en algo esta serie gana a la anterior, es en que los personajes y las situaciones son más adultas, más cínicas si se quiere (aunque todo se ha vuelto demasiado cínico hoy en día, y hasta del cinismo se cansa uno). Por adultas me refiero a más ácidas, un poco más inteligentes (tampoco dramaticemos). En definitiva, Como conocí a vuestra madre adapta mejor esa estrategia del monólogo de la stand-up comedy que tan de moda se puso hace quince años de tratar de enganchar al público narrando anécdotas mundanas por las que todos hemos pasado, pero raramente confesamos o comentamos entre nosotros, por lo que esa exhibición pública de un hecho secretamente compartido por todos llama al desahogo, y el desahogo llama a la risa (y la risa llama al bien, mi joven padawan…).

El caso es que por ahora los guionistas del diálogo aquel del inicio consiguen crear historias divertidas de personajes creíbles en situaciones absurdas. Así empezó Friends, hasta que decayó y se convirtió en una serie de personajes absurdos en situaciones simplemente estúpidas, con lo que perdió esa gracia “inteligente” y pasó al chiste torpe y manido. Esperemos sigan entreteniéndome por las tardes con la primera fórmula por una buena temporada.

viernes, septiembre 17, 2010

F1-2010. VII

Avanza el mundial de manera inexorable, y llegamos al punto en que la temporada europea finaliza. Todavía quedan cinco carreras por disputarse, y todo está por decidir, pero si algo sabemos ya es que hacía tiempo que no teníamos a tres equipos en liza por el título, y esto siempre es bueno. Honrosas intervenciones de Kubica y Rosberg aparte, los Webber, Hamilton y Alonso, y Button, Vettel y Massa en menor medida (bueno, este último lo pongo aquí porque me sobra en los otros grupos) son los candidatos a ganar un título que echaba de menos tener tantos pretendientes a la vez.



Como además las actuaciones de todos ellos están siendo un tanto irregulares, parece que no se van a aclarar los títulos hasta la última carrera. Al menos tenemos entretenimiento para otros dos meses.


Bélgica
Tras la calificación del sábado, pintaban bien las cosas para los Red Bull, con Webber en pole y Vettel cuarto. Detrás iban los McLaren (Hamilton 2º, Button 5º), y los Ferrari calificaron con Massa sexto y con Alonso 10º, debido a que apostó por los reglajes de mojado y no llovió. Poco les duró a los del toro la alegría.

En la salida las cosas se pusieron de cara para McLaren, y tras la primera curva aparecieron primero y tercero; en la siguiente vuelta Button arrebató la segunda plaza a Kubica. Al cumplirse la primera vuelta empezó a llover, lo que provocó un choque entre Barrichello y Alonso que acabó con la carrera del brasileño pero no con la del asturiano, que aprovechó para entrar a boxes y poner intermedios. Mal le salió la estrategia, puesto que los comisarios, acojonados al ver a tantos coches en pista con gomas de seco, sacaron el safety car. Como la lluvia duró sólo dos vueltas, nadie más tuvo que entrar a poner intermedios, y los que lo hicieron en la primera vuelta tuvieron que volver a los secos: arruinaron la carrera ya de por sí difícil de Alonso.


Por delante Button hacía tapón y Hamilton se escapaba, hasta que Vettel se cabreó y optó por no frenar, con lo que se llevó por delante a Button, que abandonó inmediatamente (el alemán todavía se arrastró por el circuito durante algunas vueltas). Mientras tanto por delante las distancias se espaciaban, y las paradas para cambiar neumáticos no cambiaron nada. Ni siquiera un safety car provocado por Alonso al pisar una raya blanca cuando había vuelto la lluvia.

Al final Hamilton ganó y Webber, principal rival en la lucha por el mundial, que minimizó el impacto de su mala salida remontando hasta el segundo. Muchos puntos metieron estos dos a Alonso, Vettel y Button.


Italia
Si todas las carreras fueran como esta, la Fórmula Uno habría dejado de ser hace tiempo un espectáculo de masas. Parece que en Ferrari no mintieron cuando nos dijeron que iban a seguir evolucionando el coche, y en SU Gran Premio lo demostraron. Calificaron muy bien ambos ferraris, y sólo Button (¿?) pudo ponerse en medio. En McLaren Hamilton rechazó el F-duct y el vigente campeón optó por montarlo. Ahora ya sabemos quién se equivocó.

En la salida el inglés arrancó mucho mejor que el español y le superó, pero además Massa también salió mejor que Alonso. Es imposible demostrarlo, y a esas velocidades resulta difícil creer que nadie pueda levantar el pie, pero a mí me dio la impresión de que el brasileño podría haber superado al asturiano y no quiso. Imaginaciones mías, supongo.



Llegamos a la primera chicane y aquí ocurre el primer hecho clave de la carrera: Hamilton se obceca y se mete por donde no hay hueco. Conclusión: su rueda delantera derecha se toca con la trasera izquierda de Massa y su dirección se rompe. Fuera de carrera y traspiés importante de cara al mundial. Si quieres ser campeón, tienes que ser más regular (que se lo digan a Alonso).


Cuarenta y pico tediosas vueltas después llegamos al punto crítico número dos: En la parada en boxes Fernando consigue superar a Button, al que había sido incapaz de superar en pista. Una vuelta más pudo rodar el asturiano antes de cambiar ruedas, lo suficiente para recuperar el segundo que perdía (parece ser que el trabajo de los mecánicos también fue de vital importancia).

Terminó la carrera con Alonso, Button y Massa en el podio, seguidos de Vettel, Rosberg y un triste Webber que no aprovechó la oportunidad que le brindó Hamilton de distanciarse en el mundial.


Con la temporada entrando ya en su parte final aún está todo por decidir; y eso es bueno. Lo malo viene cuando analizamos la situación y comprobamos que nadie está haciendo méritos notables para ser campeón del mundo, y es que entre la descoordinación de los Red Bull, la falta de garra de Button y el exceso de Hamilton, la panfilería (neologismo) de Massa y la irregularidad de Alonso, a ver quién es el que se atreve a nombrar a un favorito.

A estas alturas los equipos ya deberían tener elegidos a sus candidatos, pero la clasificación está tan apretada que difícil lo van a tener. Si por ejemplo Hamilton vuelve a hacer otra pifia como en Monza, Button fácilmente podría darle alcance, complicando así la elección del equipo. En Red Bull pasa otro tanto, y Vettel todavía no se ha rendido. Los únicos que sabemos que lo tienen claro son los Ferrari, y con lo poco que queda de campeonato tener esa decisión hecha es una ventaja enorme. Veremos si compensa.






En la Virtua Bartolo Racing League las cosas siguen igual. Bueno, no tanto. Ahora ya no sólo el Grand Mächaka nos pinta la cara al resto; también el Alambique lo hace. El alambique ha ganado en las tres última carreras, a pesar de haber ganado en solitario sólo la primera (en la segunda, Bélgica, empató con el Grand Mächaka y en Monza, empataron además con el Caesar-Titanlux GP y el F1 Niki Lauda).

Al menos sí que está emocionante saber quién se hará con la segunda y tercera plaza, y es que hay cinco equipos en la lucha. Para el Force Srcocodrilo y el Noreñaaa Multigearic, los rumores indican que ambos equipos ya están desarrollando el chasis de la siguiente temporada.

sábado, septiembre 11, 2010

10 cosas que no hay que perderse en Berlín.

Puede que ni yo sea Iggy ni mi compadre David, de la misma forma que nuestras compañeras no eran ácido y coca por más que yo me empeñara. No obstante, la ciudad sí que era la misma y nos cautivó tanto como a ellos dos allá por el 73. De nuestra visita no volvemos con un puñado de discos memorables bajo el brazo y diez años de nuestra vida perdidos por las drogas, pero sí que lo hacemos con un puñado de recuerdos memorables y diez recomendaciones que todos deberíais disfrutar en esta vida.

Currywurst
Todo viaje que se precie ha de incluir buena gastronomía, y por buena gastronomía qué mejor que disfrutar del último reducto de comida rápida que nos quedaba por conocer en Europa: el Currywurst. Esencialmente consiste en una salchicha de cedo frita (y refrita), ahogada en Ketchup y sazonada con especias, a destacar curry y pimentón, más o menos. Pues bien, en Berlín hay un puesto vendiendo currywursts en cada esquina. Nuestro favorito y más cercano a nuestro piso, el Currywurst 36, se ganó un sitio en nuestros corazones desde la primera noche. Y vio él que era bueno.


Max und Moritz
En la segunda noche del viaje dimos con nuestros huesos en este restaurante alejado de cualquier tránsito turístico tras una caminata eterna. Menos mal que la cerveza de trigo, el codillo, las salchichas, la col y demás componentes básicos de la gastronomía alemana nos restablecieron el ánimo. El restaurante, muy asequible de precio, tenía dos plantas y aunque nos alojaron en la de arriba (que tenía menos ambiente), descubrimos la biblioteca que allí tenían; y es que nada mejor que una buena novela en alemán para bajar la comida. Supongo que la luz de las velas hizo que aquel momento fuese más evocador aún. Y vio él que era bueno.

White Trash Fast Food
La recomendación de pasarnos por este restaurante, entre gótico y rockabilly, la traíamos desde España. El decorado kitsch y recargado, la música en directo (que no pudimos disfrutar de lo lejos que estábamos) y la carta repleta de paridas no pudieron ni hacer sombra a la hamburguesa que nos zampamos. Es la primera vez en mi vida que tengo que comer una de estas con cuchillo y tenedor. Y vio él que era bueno.


Café am Neuen See & Tiergarten

El Tiergarten es el parquet urbano más grande de Berlín, un antiguo coto de caza de la realeza, creo. Pues en una esquina, al lado de un lago, dimos con este romántico rincón. Como era de noche, hileras de bombillas iluminaban las mesas alargadas en las que los berlineses y algunos turistas disfrutaban de lo de siempre, sus cervezas y sus currywursts. El lago, un embarcadero y unas pocas barcas completaban la escena, enmarcada por los árboles que te permitían olvidar que estabas en medio de una ciudad. Cuando al tercer día de estar en una ciudad das con un rincón así, resulta inevitable venirse arriba y pensar que, en cierto modo, la ciudad empieza a pertenecerte. Y aún así, él vio que era bueno.

Kreuzberg Oriental (y el Arena)
No es que yo sea un fan de la vida nocturna, pero una cosa no quita la otra: para una vez que estábamos en Berlín teníamos que echar un vistazo a esa supuesta fiesta non-stop que se corren los berlineses. ¿Y qué ocurrió? Pues en agua no dimos, pero tampoco hundimos el barco. Seguimos las recomendaciones hasta llegar al Arena, una especie de complejo del ocio nocturno, que consiste en una serie de bares, pubs y discotecas emplazados en unos antiguos hangares en la ribera del río Spree. Si PITII lo hubiera visto, ya tendríamos nuevo emplazamiento para la Semana Negra. El caso es que allí tomamos nuestras cervezas, disfrutamos con sonrisas lelas de la tibia felicidad que reporta el moverse con éxito por una ciudad nueva, y cuando íbamos a volvernos a casa ocurrió el milagro: antes de llegar a la parada del metro dimos con una caja de hormigón dentro de la cual sonaba una de los Kings of Leon a todo trapo. La siguiente vez que miré el reloj eran cerca de las seis de la mañana y por primera vez en mucho tiempo volvía a casa con el sol despuntando. Así que obviamente, él vio que era bueno.

Las embajadas nórdicas
Cambio de tercio, que ya vale de ocio y salchichas. Berlín es una ciudad joven, de arquitectura joven. Los bombardeos del final de la guerra, ironías de la vida, han permitido a la capital alemana convertirse en una galería de arquitectura al aire libre: todos los arquitectos de renombre del s. XX han construido algo allí, y podéis subrayar el todos sin miedo. Como uno vive con una que sabe del tema, pues se anima y aprende y disfruta y se interesa, pero para no dar la paliza, dejaré constancia del edificio que sin duda más me sorprendió.


Resulta que los cinco países nórdicos, decidieron construir sus embajadas juntas. Respetaron sobre el plano la misma situación que tienen en un mapa, y construyeron cada edificio con materiales representativos de cada país. Por fuera, una malla de cobre las envuelve a todas ellas, dando la apariencia de homogeneidad. Análisis arquitectónicos aparte, pocas veces un edificio me ha resultado tan claro a la hora de leer sus mensajes, dos principalmente. El primero es un mensaje de unidad: si visitas a uno, tienes que visitar a los demás, van todos a una, y a nivel financiero es un mensaje muy potente. El segundo es más bonito si cabe: una llamada al visitante. Por fuera los cinco países parecen uno solo, indistinguibles, un mismo edificio. Pero al entrar, uno descubre que son bien distintos, así que habrá que visitarlos para comprobarlo. Y como no, él vio que era bueno.

Mauer Market
Los domingos son iguales en todos los países de Europa, así que preguntamos qué mercadillo teníamos que ver, y nos enviaron a este. La ropa, la comida, los hippies y las pulseras no se diferencian de las de ningún otro mercadillo, pero este nos deparaba una sorpresa: un karaoke al aire libre. En una especie de auditorio donde esperaban más de quinientas personas, los temerarios cantantes salían al escenario a dar lo mejor que de sí. El ambiente festivo y el agradecido público hacían que uno no se quisiera marchar de allí. Él estaba allí, y vio que era bueno.

Museo Judío
La ciudad está llena de marcas que recuerdan el Holocausto judío y esta es una de las más destacables. El museo acoge una exposición más que prescindible que cuenta la historia de los judíos alemanes desde los primeros asentamientos hasta nuestros días. A mi juicio consiste en una especie de justificación de su presencia en Alemania, queriendo aclarar que siempre han formado parte de ella. Pero entonces, ¿por qué hacer una exposición aparte?


Sin embargo el edificio, dedicado al Holocausto, es uno de los monumentos más impactantes. Plantea al visitante tres ejes, tres pasillos o caminos que recorrer. El de la Continuidad, que conduce a la exposición, el del Holocausto, que conduce a una sala fría y vacía, como una celda pero con el techo a más de veinte metros de altura y con una sola entrada de aire y luz en lo alto. La sensación de agobio y desasosiego no se puede comparar con un campo de concentración, pero el recurso es muy evocador. El tercer eje es del Exilio, y conduce a un jardín de bloques de hormigón oblicuos, coronados por olivos. Como el suelo tampoco es plano, el visitante se marea y desorienta en este jardín, lo que se supone imita a la desorientación que sentían los judíos que consiguieron escapar, y llegaron a países ajenos sin conocer el idioma, sin dinero y muchas veces sin familia. Creo que no exagero al decir que la visita además de interesante, es sobrecogedora. Él también vio que era bueno.

Las cicatrices
La ciudad entera está llena de marcas que impiden que se olvide su pasado. Por Berlín han pasado casi todos los grandes acontecimientos históricos del s. XX, y la ciudad se ha consagrado a mantenerlos, por el bien de todos y para que nadie olvide. El muro, la guerra, el nazismo, el holocausto, el telón de acero… supongo que los berlineses habrán optado por hacerse insensibles ante tanta marca, ya que de lo contrario la vida allí debe ser agotadora, obligado uno a recordar todos los días los mayores horrores que ha cometido el hombre. Sin embargo para el visitante, la ciudad entera supone un viaje más que enriquecedor. Visitas como la del Reichtag, por la que los visitantes nos paseamos por la cúpula por encima de los políticos, ideada así para que ellos nunca olviden a quién sirven, quién tienen por encima, le hacen pensar a uno que no todo está perdido, que todavía somos capaces de aprender de nuestros errores. Y él no piensa distinto, también vio que era bueno.

Jacobo
Y llegamos ya al final del recuerdo de nuestro viaje, recordando el principio. ¿Quién era él? ¿Por qué nos siguió durante todo el viaje y por qué era necesario para nosotros obtener su aprobación para cada paso que dábamos en esa ciudad? Lo ignoro, pero su presencia nunca nos abandonó ni nos abandonará.

Dijo llamarse Jacobo, y se presentó ante nosotros como un guía turístico de esos que están al lado de la Puerta de Brandenburgo esperando a juntar a un nutrido grupo de españoles para dar vueltas por toda la ciudad narrando su historia. Es algo que puede ocurrir. A veces se presenta como pescador y otras lo hace como guía turístico, pero su barba y su piel inmaculada no daban lugar a confusión, por mucho que su jersey a rayas despistara.

Jacobo nos guió el primer día durante cuatro o cinco horas por todo Berlín, y nos enseñó la ciudad, nos contó su historia, nos habló de sus personajes y nos habló de nosotros mismos también. En las palabras de Jacobo todos encontramos ese descanso buscado. Al final de la visita no nos queríamos despedir de él, así que le pedimos que llenara nuestro mapa de Berlín de recomendaciones, en clara simetría con el ruego de que llenara nuestros corazones de esperanza y alegría, de fuerza y coraje para seguir el camino. Y él nos ayudó. Nos reconfortó con sus palabras, nos calmó con su sonrisa y nos guió con su mano. Cuando él dijo “adiós” y se montó en su moto, nosotros quedamos libres.

Tres días después resucitó en la Biblia y tres días después resucitó en Berlín. Se nos apareció en medio del Mauer Market, paseando entre la gente como si él fuera uno más, así de humilde es él. Nos preguntó qué tal lo estábamos pasando pero lo hizo en vano, pues ya bien sabía él cómo nos sentíamos. Volvió a sonreír, asintió con la cabeza y se despidió. Se dio media vuelta y se perdió entre la multitud, porque así debe ser, así está escrito. Y nosotros vimos que era bueno.