Allá por 2013, miles de lectores compraron el libro ignorantes de la trampa que se había preparado. Todas las señales apuntaban en una misma dirección. El Babelia y otras publicaciones literarias y culturales lo recomendaban, las escasas emisiones de radio y televisión que hablan de libros se hacían eco, las librerías lo ponían en primera fila, Alfaguara lo consideraba su publicación extranjera de la temporada, en Francia le habían concedido premios serios (el premio Goncourt de jóvenes escritores y el premio de novela de la Academia francesa) y la portada del libro mostraba un cuadro de Hopper taaaan evocador… De poco sirvió que algunas publicaciones como el ABC advirtieran de la trampa, o que la blogosfera (en 2013 todavía existía la palabra blogosfera) avisara. La verdad sobre el caso Harry Quebert engañó a miles de lectores indefensos.
Millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Rumores acerca de una cifra exorbitante pagada por Penguin para hacerse con los derechos y distribuirla en el mercado sajón. Comparaciones con Nabokov y Roth. Todo esto hace que las expectativas suban muy alto. Sobra decir que tras subir tan alto, la caída duele.
Pero, ¿si todo esto pasó en 2013 por qué, entonces, escribir sobre este tema ahora?
El comentario que hizo el Sr.
cocodrilo hace unos días me ha hecho reflexionar. Cuando escribí el post sobre
las carta de Artur Mas y Felipe González, estaba bastante frustrado. Desde aquí
sigo mucho la actualidad en España, y tengo la sensación de que por allí se
sigue en la dinámica del enfrentamiento constante, el `y tu más`; en fin, las
dos Españas, por suerte sin los garrotes.
He decidido empezar a tratar la
política desde una perspectiva más científica. Como decía el presidente en `The West Wing`, show me numbers!
Está claro que hay decisiones políticas que son difíciles de justificar o
analizar desde una perspectiva científica; sin embargo, otras son claramente
defendibles con una hoja de Excel, un par de gráficas y un poco de lógica.
Hoy quiero volver a uno de los temas
que más me preocupan: el nacionalismo. Como ya he dicho que quiero referirme únicamente a datos, voy a hacer simplemente un breve comentario sobre la
financiación de los diferentes territorios en España; mejor dicho, de los ciudadanos que
viven en ellos. Empiezo con un ejemplo muy sencillo.
Imaginemos una España en el año 2100.
Solamente hay 2 comunidades autónomas, Asturias y Foriatonia. Las dos tienen la
misma población, 100 millones de personas. Todos los habitantes de Asturias
ganan lo mismo, 90.000 euros al año. Todos los de Foriatonia ganan lo mismo,
110.000 euros al año. Cada habitante paga un 10% de impuestos. Esto quiere
decir que el estado recauda un total de 9000 euros por habitante en Asturias, y
11000 en Foriatonia. Los únicos servicios que hay que proporcionar, sanidad y
educación, cuestan en las dos comunidades 10.000 euros por habitante/año. Pues
bien, parece claro que cada habitante de Foriatonia financia con 1000 euros de
sus impuestos la sanidad y la educación de cada habitante de Asturias. No me
resulta difícil imaginar, tras unos pocos años, al Frente Popular de Foriatonia
(antiguo Frente Foriatón Popular) preguntándose por qué razón tienen sus
ciudadanos que financiar a los de Asturias.
Ahora algunos datos reales.
Evidentemente este es un asunto muy
complejo, con muchos cálculos, matices, etc. Pero si miráis el gráfico veréis
que las cosas, sin tener un doctorado en macroeconomía, parece que tienen
cierta lógica. Hay básicamente una recta con pendiente negativa sobre la que
vienen a caer las distintas comunidades. Las que tienen renta per
cápita por debajo de la media (100), tienen saldo fiscal positivo (reciben más
de lo que aportan), y viceversa. Para hablar con propiedad, hay que hablar de lo que pasa con los
ciudadanos: los que tienen más, pagan más, y financian los servicios de los que
tienen menos. Esto es la redistribución de la renta que se supone pretenden los impuestos.
Hay dos puntos, que corresponden al País
Vasco y Navarra, que resultan ligeramente anómalos. Tienen renta per cápita
bastante por encima de la media, y sin embargo su saldo fiscal resulta positivo, o cercano a 0. Esto es debido al Concierto, según el cual recaudan todos sus
impuestos, y luego pagan al estado la parte que le deben (cupo). Cómo se
calcula este cupo es un asunto ciertamente polémico. Lo podéis leer en el informe que cito al final, de donde he sacado el gráfico.
Sin entrar en los valores exactos,
que seguramente admiten mucha discusión (habrá gente que diga que estos en particular están mal calculados, que si el mío es 5% y el tuyo es el 2%, etc.), los resultados son bastante lógicos como ya he dicho. Por otro lado, hay muchas fuentes que podéis consultar que vienen a decir que País Vasco y Navarra no contribuyen a la ´hucha común´. Creo que esto es también bastante lógico, ya que no sé que incentivos tendrían sus gobernantes para tomar decisiones contraproducentes para los habitantes de su región, teniendo elección como es el caso. Pero a lo que voy: creo que esto ilustra uno de los problemas de fondo tanto del régimen autonómico como de los nacionalismos en España. Parece que es fácil convencer a la gente que vive en
territorios ricos (gente que tiene renta por encima de la media) de que no es
justo que su dinero vaya a financiar otros territorios más pobres (donde viven
ciudadanos con menos renta). Es un argumento ciertamente legítimo, pero quizá
demasiado impopular como para exponerlo desnudo, tal y como realmente es.
Fuente: LA FINANCIACIÓN TERRITORIAL EN ESPAÑA: SITUACIÓN
ACTUAL Y PROPUESTAS DE REFORMA (informe preparado para la Confederación
Española de Organizaciones Empresariales por Angel de la Fuente, Instituto de
Análisis Económico (CSIC))