domingo, enero 26, 2014

Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, de Philip K. Dick

Sigo con la racha de novelas de K. Dick. Uno debe confiar en su suerte y cuando viene una racha buena no hay que dejarla pasar. Que dure. Sin embargo, Fluyan mis lágrimas… resulta un tanto atípica ya que, de las que he leído hasta ahora, es con diferencia la más melancólica de todas. Es cierto que en todas sus historias hay algún personaje afligido al que la existencia le resulta difícil y pesada. La diferencia este caso es que creo que no hay personajes que no cumplan esta condición. Cada uno vive una situación diferente, pertenece a un distinto gremio y estrato social pero todos guardan un patrón común: su vida no es completa y viven condicionados por esa falta.

Por otra parte esto no deja de ser una novela de K. Dick, así que el decorado de fondo se consigue con coches voladores, drogas que alteran la percepción de la realidad, un estado policial que somete al ciudadano, objetos evocadores, casi místicos, a los que los personajes se atan y en los que depositan su amor por el mundo, etc. Aunque cada historia de Dick tenga lugar en un universo diferente, y a cada lectura tenemos que aprender unas normas nuevas, el código con el que están hechos, su esencia, es el mismo. La religión, el misticismo, es quizás el factor que más diferencia unos universos o historias de otros. En este caso, no está muy presente.


martes, enero 14, 2014

El hombre en el castillo, de Philip K. Dick

En 1961 Philip K. Dick seguramente no estaba tan lejos de la realidad como años después, lo que explica que escribiera novelas como esta, un tanto más “cercanas”. Los adjetivos “reales” y “posibles” los dejo de lado porque simplemente no pintan nada aquí, en un texto sobre K. Dick. Aunque esto no quiere decir que, a mi juicio, él sea uno de los escritores que mejor ha descrito nuestros días. La esquizofrenia y alienación que envuelven todo. El “no pienses, actúa; ¡pero sobretodo no pienses!” con el que nos bombardea constantemente la media, ese ruido de fondo que nos permite dejar que pasen los días sin reflexionar cómo, por qué y para qué hacemos lo que hacemos. Todo esto K. Dick lo comprende; lo comprendió hace cincuenta años y lo comprendía mejor que mucha gente que hoy sigue viva y sigue escribiendo sobre pobres mujeres indefensas, cenicientas de la vida, que esperan a que su príncipe azul –ahora rico archimillonario aficionado al BDSM- las destete. Vamos, que la he tomado con Grey como la habría podido tomar con cualquiera. Nada personal Grey. Tu sigue con tu cuero y tus azotainas y tu matrimonio, todo bastante sado la verdad. *** Fin de la digresión dentro de la digresión, la que va de Grey *** Creo que leo a Philip K. Dick porque él me entiende, y sus novelas me explican el mundo. Órdago. *** Fin de la primera digresión, la que explica por qué leo a K. Dick *** El hombre en el castillo, sin embargo, entra mucho más en el mundo de la ucronía que en el de la ciencia ficción. 


Hemos llegado a Marte, of course, hay drogas, religión, percepción de realidades alternativas, objetos sagrados que nos revelan verdades y personajes que de pronto se ven desposeídos de todo lo que tenían, y se dan cuenta de que vivían una mentira y se tienen que reconstruir a sí mismos partiendo de la premisa de que “todo aquello en lo que creías o no vale lo que pensabas, o no es lo que pensabas”. Vale, hasta ahí tenemos otra novela suya. Pero en esta, hay que reconocer que la premisa de partida mola bastante:

Los nazis ganaron la guerra.

viernes, enero 03, 2014

El francotirador paciente, de Arturo Pérez-Reverte

Para leer este post es indispensable hacer memoria. Dedicad 4 minutos y 21 segundos de vuestro tiempo a rememorar esto:



Y ahora podemos empezar. Aunque parezca mentira, algunas personas pueden acabar convirtiéndose en “Celibrities” de sí mismos. Esto pasa a menudo en la ficción (no hay más que ver las últimas de temporadas de Friends, en las que cada uno de los seis protagonistas se dedica a imitar a su propia versión de las cuatro primeras; ficción dentro de la ficción, un poco raro todo…) pero también les pasa a algunos personajes públicos que, a medida de que la media se hace una idea de su carácter, a cada aparición que sigue se espera un refuerzo de los estereotipos que los definen. O también, por qué no, nos ocurre a cada uno de nosotros cuando nos volvemos a reunir con nuestra pandilla de la infancia. Por mucho que tengamos 30 años y hayamos podido cambiar, en cada reunión los roles se mantienen y el gordo siempre será el gordo aunque corra maratones, el que se cagó una vez en segundo de EGB seguirá siendo “el_cacas”, el que ligaba en séptimo mantendrá su estatus de “dandy” y así hasta el infinito.