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jueves, mayo 29, 2014

Golfo de Morbihan

Saliendo de Nantes y poniendo rumbo al noroeste, a unos 120km llegamos a la ciudad de Vannes, una de las principales del departamento de Morbihan, en la región celta francesa de la Bretaña. Es la principal ciudad de la zona del Golfo de Morbihan, orgullo de los bretones.

El plan de viaje es sencillo: tres días para conocer esta bahía prácticamente cerrada y salpicada de islas, cuya apertura al mar es de apenas 1km y sin embargo en coche distan más de 70km entre los dos puntos. Nos han prometido que aquí encontraríamos pueblos bonitos, pescado y marisco y unos paisajes increíbles. Nadie nos ha prometido que va a hacer buen tiempo, pero a estas alturas tampoco lo esperábamos.

domingo, febrero 09, 2014

Nantes 8: Hotel City

La azafata me despertó cuando el avión ya había tomado tierra, se diría que ni siquiera habíamos volado. Sin embargo yo volví de un sitio muy lejano cuando ella comenzó a hablarme en susurros. Abandoné una penumbra lejana a medida que empezaba a procesar sus palabras:

- Sr. Cocodrilo, ya hemos llegado, puede levantarse. No se olvide de desabrocharse el cinturón antes de salir.

Así que me desperecé, turbado por un sueño difuso… una avioneta, una explosión, una playa y un rayo verde… Y me uní al resto de pasajeros que hacían cola para salir. Una vez fuera del avión me di cuenta que era de noche. ¿Cuánto tiempo había pasado en el avión? Si yo había llegado al aeropuerto a las 9 de la mañana, ¿hasta dónde habíamos volado para que ya fuera de noche? Mientras caminábamos hasta el edificio más cercano de aquel aeródromo desconocido para mí, sin carteles que indicaran dónde estábamos, una nueva azafata salió a esperarnos.

- Transparence les da la bienvenida. Esperemos que hayan tenido un viaje agradable. Tienen trabajo por delante y Transparence desea de ustedes que den su 100%. De todas formas, ahora les llevaremos a cada uno a su hotel para que puedan reposar. Allí recibirán nuevas instrucciones.

Cinco taxis nos esperaban a la salida de aquel aeródromo, uno para cada uno de nosotros, así que diligentemente y sin mediar palabra alguna, cada uno se metió en uno distinto. Una luna opaca me impidió hablar con el conductor. Una vez en el hotel, me dijeron que el restaurante estaba cerrado pero que me podía comer algo en el bar, que no cerraba. Les pedí que me subieran un sándwich (sólo tenían croque monsieur, pero acepté igualmente) a la habitación y cogí el ascensor. En el hilo musical sonaba una canción familiar:

“You get mistaken for strangers by your own friends
When you pass them at night under the silvery, silvery Citibank lights”

jueves, noviembre 15, 2012

Boñigas y cardamomo parte I: Delhi

Aterrizamos el día 29 en el Indira Gandhi International Airport. Largo, larguísimo, metros de alfombra rodante, cientos de personas. Acero bruñido y pantallas digitales, pero también saris, motocarros, smog y una muchedumbre que te asalta a la salida, reclamando tu atención. Estábamos sobre aviso. Welcome to India - Námaste.
Llamaremos a nuestro guía Yogui, un nombre perfectamente válido y que además es el suyo; el conductor permanecerá anónimo el resto del viaje. Nos sueltan en el hotel Oberoi de Nueva Delhi, la ciudad de los Británicos. Hartos de la inmundicia, la lluvia y el agobio de Calcuta decidieron recrear un pequeño trocito de su añorada Albion, al menos de la imagen de la misma que tenían. Hoy en día los guiris que se van a Canarias se conforman con pubs donde ver partidos del Manchester United y comer fish and chips, quien los ha visto y quien los ve... Ochenta años tras su inauguración y sesenta y pico tras convertirse en capital de la India independiente, Nueva Delhi  sigue siendo una excepción de avenidas de anchas aceras, edificios coloniales y jardines amplios en un país de más de mil millones de personas.
A la entrada del hotel nos comprueban los bajos del coche con un espejo. Los guardas nos hacen un saludo militar antes de cruzar la valla que nos separa del exterior que no se antoja, a primera vista, tan terrible. Mientras esperamos a registrarnos desplegamos todo nuestro poderío hispano, y pronto los sofás tapizados y los cojines coloridos se hayan cubiertos por un bazar de maletas, mochilas, Kalenji, Quechua y mortajas de nuestros cuerpos maltrechos. Llevamos 19 horas de viaje, 2 comidas de avión, una escala en Amman, una película de Pixar y otra de Marvel, un andaluz borracho y dos alemanas insoportables, y un Indio bebedor de whisky a quien tuve que escribir la documentación de entrada del país. Mientras esperamos nuestro turno nos vamos durmiendo y el resto del hotel despierta para encontrare que han sido invadidos por zarrapastrosos con peineta y prima de riesgo.

The Oberoi

 Vestíbulo de el Oberoi
Parte de una cadena y con diferencia el hotel más lujoso que vamos a catar en este viaje, la fachada no promete revelar más que el típico hotel-mamotreto de Benidorm; sin embargo hay un señor con levita y simpático gorro a la entrada cuya única función parece ser saludarnos. Otras personas tienen otros trabajos igualmente peregrinos: subir maletas -imposible negarse y llevarlas tú-, ver como un arco detector de metales inevitablemente pita y sonreírte mientras insiste en que pases sin hacer ninguna comprobación adicional, repartir periódicos desde un pequeño mostrador... a ese señor nos dirigimos en modo Paco Martínez Soria, hasta que nos indica con una media sonrisa que son los otros tres larguísimos mostradores llenos de personal donde uno se registra. Jaque mate, este no es nuestro mundo.
El vestíbulo huele a perfume, abundan los cuencos de agua en los que flotan pétalos de rosa. Hay dos piscinas y nos rodea una vegetación frondosa y oscura. Cuando subios a la habitación finalmente comprendemos la expresión "Vivir como un maharajá". Eso sí, Internet de pago y a precio de rubí. Me siento como en casa. Desde luego hemos avanzado desde aquel motel de carretera en Cuenca, el politeísmo nos sienta bien.

De templos y monumentos

Estuvimos sólo un día en la ciudad, y pudimos visitar poco de vieja Delhi y algo más de la ciudad británica. Nueva Delhi tiene el mismo aire capitolino y algo impersonal de Washington. Hoy es festivo y las familias salen a ver algunos de los monumentos que abundan en esta parte de la ciudad. A los españoles no suele vérsenos en estos lugares y eventos. ¿Son los indios más nacionalistas/patrioteros/víctimas de la propaganda? ¿O son, simplemente, muchísimos más? Visitamos la puerta de la India, los palacios del presidente y de los ministerios, la zona de las embajadas y un bonito y sencillo monumento en el lugar donde fue cremado Gandhi.
Mansión del presidente de la India

Puerta de la India

Raj Ghat, memorial de Ghandi


Para completar la ajetreada jornada visitamos tres templos también. El hinduista no es como lo esperábamos: es colorido, alegre, poco solemne y no estaría fuera de lugar en Port Aventura. Los hindúes tienden a llenarlo todo de capillas, capillitas e ídolos. Tras diez minutos me pierdo en la sopa de nombres y renuncio a entender si está dedicado a algún Dios en concreto o si hay algun tipo de organización o jerarquía. A la gente no parece importarle: llegan, tocan la campana a la entrada de la puerta, dejan flores o dulces, echan una moneda, musitan algo, se arrodillan, o tocan el dintel de la puerta... y se van a otra cosa, a otra capilla, a otro dios. No tenemos fotos del interior preñado de esvásticas.
Cris en el templo hinduísta de Laxminarayan

Siguiente parada: el templo Sij de Gurdwara Bangla Sahib. Los miembros de esta religión son una minoría, pero han alcanzado una visibilidad y relevancia social importante. Determinadas características no hacen sino reforzar la identidad Sij y la sensación de pertenencia a una comunidad, cosa difícil en una sociedad generalmente permisiva y permeable, donde todo se mezcla y Budha acaba siendo el octavo avatar del dios Vishnú en la tierra. Los Sij se distinguen por llevar siempre barba y turbante (nunca se cortan ni muestran el pelo), una daga y una pulsera de acero. El aspecto es generalmente serio, fiero incluso. Sus templos van sobrados de oro, aunque ninguno alcanza el nivel del templo de Amritsar. Los templos son llevados por voluntarios, y tienen la curiosa costumbre de la cocina comunal: los fieles se reunen, cocinan juntos y comen juntos, un ritual que recuerda que -al menos en principio- no creen en clases ni castas. Aunque no compro, gracias, al menos escucho su interesante oferta, y pruebo su comida de las manos de un señor muy mayor y dudosa higiene.
Gurdwara Bangla Sahib

En la cocina económica Sij

En la ciudad vieja tuvimos un primer contacto con el ajetreo, el tráfico y las callejas que son tipicas de las ciudades indias. Para muestra, un botón: el bazar de los ladrones, donde según nuestro guía se puede recuperar lo que te "desaparece" en el mismo día. Observad el preciso cableado típico de la zona. La foto está tomada desde lo alto de la mezquita.
Ademas de robado y apaleado, electrocutado

La mezquita de Delhi (Jama Masjid) es la más grande de la India. Aún así no resulta especialmente impresionante en comparación con otras más masivas o hermosas pero nos dio para inaugurar el contador de anécdotas. Poco después de ponerle a Cris un precioso paño de flores en la mejor escuela señora de Cai bajando a la playa, comenzó a tener peticiones de fotos. Niños, niñas, adolescentes: todos querían una foto con Cris, se quedaban mirando sin reparo alguno o directamente sacaban el móvil y disparaban,  con una chocante y divertida falta de disimulo. ¿Hay una actriz de Bollywood de aspecto semejante? ¿En doscientos años nunca pisó la India una inglesa que fuera, a la vez, blancurria y de pelo oscuro? ¿La precisa combinación de rasgos de Cris hizo que los indios mojen las bragas, sin importar edad, género o condición? Misterios que nunca se resolverán.
Cris, desi superstar

Finalmente nos arrastraron hasta un conjunto arquitectónico a las -estimo- afueras de la ciudad. Para esas horas caminábamos ya como zombis y nos quedábamos dormidos en los rincones. Logramos rescatar dos neuronas y tres gotas de adrenalina para asombrarnos ante el minarete Qutb, que domina el complejo de ruinas y construcciones del mismo nombre. Fue construido por los primeros gobernantes musulmanes de Delhi y resulta imponente, bello y muy distinto a los minaretes a los que estamos habituados. Caminamos entre los templos, primero hinduistas, reconvertidos en musulmanes y hoy simple monumento, y vimos la grabación de una escena de una película de Delhiwood. Día completo, día cansado: no recuerdo el regreso al hotel ni quedarme dormido, pero lo agradecí a buen seguro.
Fijaos en el tamaño de las hormiguitas al pie del minarete


domingo, agosto 19, 2012

VBelgicamanía Bonus Track: Cervezas Belgas

Por todos es sabido el daño que el alcohol puede provocar en una sociedad (sólo puedo entristecerme al recordar cómo era Irlanda antes del descubrimiento del whisky) pero, ¿sabemos cómo era Bélgica realmente antes de la llegada de la cerveza? Pues no. Me temo que no hay textos ni dibujos al respecto; no existe legado alguno que permita especular sobre las condiciones de vida que se alcanzaron en la otrora próspera región europea. Si acaso, lo único a lo que podemos recurrir son reconstrucciones hipotéticas como esta, pero quién sabe cuánto hay de real en ellas y cuánto de imaginario... Solo Dios, y él no está para estas cosas.

Así pues, no nos queda otro remedio que conformarnos con la cruda realidad, la Bélgica actual; un lugar desolador, un país gris, atrapado en una realidad de la que no puede escapar. A los belgas no les queda otro remedio que tratar de olvidar, buscar la evasión, soñar con tiempos mejores... En otras palabras, nos les queda otro remedio que ponerse morados de cerveza. He aquí algunos ejemplos.



Maredous Blond, Cerveza de Abadía (tostada), 6%. Es Cerveza de Abadía tostada suave. Las cervezas de abadía se realizan de acuerdo a recetas y procesos empleados en las abadías, pero de forma industrial. Un clásico.


Belle-Vue, lambic de cereza, 4,2%. Las lambic son cervezas de trigo (y también cebada) elaboradas en la región de Bruselas. Poseen una fermentación especial, debido a la presencia de cierta levadura en el aire de la región de Bruselas. Tienen un sabor relativamente ácido, y parecido al vino. Es típico fermentar este tipo de cervezas con frutas (y otros productos dulces), para obtener cervezas con sabores a frambuesa, melocotón, caramelo o cereza, como la que probamos. Una curiosidad, pero absolutamente prescindible.


La Chouffe, rubia (blond ale), 8%. Cerveza rubia, uno de los tipos más típicos de Bélgica junto con las pilsner, pero con menos gas. En concreto, La Chouffe, a parte de tener un gnomo como logotipo, está especiada con cilantro. (Promete más de lo que es, pero no está mal).


De Koninck, tostada 5,2%. De color ambar, es una de las cervezas por excelencia de la ciudad de Amberes. Más fuertes que las pilsner habituales (como la mayoría de las consumidas en España), las cervezas tostadas son conocidas por su típico sabor "a cereales". De Koninck, es de tipo "top-fermented", lo que implica que se fermente en contacto con el aire, y a temperaturas medias (20ºC). Este método de fermentación es más antiguo que el actual y más habitual "bottom-fermented" (a temperaturas de alrededor de 8ºC y casi en ausencia de contacto con el aire externo). Buena.


Hoegaarden, cerveza de trigo, 4,9%. Es una de las cervezas belgas más exportadas y conocidas. Las cervezas de trigo son más suaves que las de cebada (en realidad, suelen mezclar trigo y cebada). Esta en concreto tiene que beberse muy fría, y su sabor a cítrico hace que parezca casi un refresco (está especiada con piel de naranja y cilantro). Casi un refresco más que una cerveza, pero en verano entra bien...


Westmalle, cerveza trapista, 7%. Las cervezas trapistas son las que, en la actualidad, se siguen elaborando en monasterios por monjes, y según métodos tradicionales. Son monjes de clausura, lo que implica que sus fábricas (breweries) no se pueden visitar. En mi opinión, son las cervezas más ricas en sabores y aromas, el extremo opuesto de la Mahou y de la Cruzcampo del espectro cervecero.

Sólo hay 7 abadías trapistas en la actualidad (Chimay, Orval, Acher, Rochefort, Westmalle, Westvleteren y la Trappe -esta última es la única de todas que no es belga, sino holandesa). La receta de la doble, o "Dubble", originaria del monasterio de Westmalle (la de la foto), data de 185. También producen cervezas triples, que tienen alrededor de 10% de alc. y simples, que tienen alrededor de 6%. ¡Imprescindibles!


Stella Artois, pilsner, 5,2%. La cerveza pilsner es la más extendida del mundo, y la más reconocida. Cada país tiene sus propias marcas de cerveza pilsner, y sus procesos industriales permiten grandes tiradas y exportaciones a cualquier otro lugar del mundo. Si la cerveza es la bebida alcohólica más consumida en el mundo, esta es su bandera. Eso sí, eso no quiere decir que sea su mejor representante. Refrescan, entran como el agua si son servidas frías, y saben a gaseosa amarga si no se enfrían lo suficiente. Mejor servidas en barril que en botella, ya que el escanciado remueve el gas y les "da vida". Stella, es una de las marcas más consumidas del mundo. 


Y hasta aquí llega la VBelgicamanía, el mayor proyecto de investigación sobre Bélgica realizado en el s.XX. Esperemos que el trabajo aquí realizado permita dos cosas: que los belgas mejoren sus condiciones de vida y reorienten su maltrecha sociedad, y que cualquier lector que llegue hasta aquí pueda ahorrarse el viaje. Decid con nosotros: "Bélgica puede esperar".


martes, julio 31, 2012

Amberes

El nombre de Amberes (Antwerpen) parece tener origen en la leyenda del gigante Antigoon, que vivía cerca del río que bordea la ciudad, el Escalda. Este gigante cobraba un peaje a todos los navegantes del río, y a los que se negaban a pagar les cortaba la mano y la hundía en el río. Afortunadamente para los belgas, un joven llamado Brabo hizo lo mismo con la mano del gigante. La cortó y la tiró al río. En holandés, hand werpen, significa algo así como tira la mano. ¿Creéis que es cachondeo? Pues una estatua en la puerta del ayuntamiento lo atestigua.



Sin embargo, hay que reconocer que el gigante Antigoon era un poco cabroncete por su parte. Además de cortar las manos de los navegantes que rehusaban pagar, también se dedicaba a gastar bromas pesadas a los pobres habitantes de Amberes. Por ejemplo, los ambereños cuentan con la cabeza un tanto baja, que el gigante disfrutaba cometiendo ciertas humillaciones de carácter sexual, como la de zarandear su gigante (como todo su ser) miembro por encima de las cabezas ambereñas, a la vez que gritaba aquello de “Que me meo, ¡que me meo!”



Pero bueno, gigantes de leyenda a parte, centrémonos en la verdadera historia de Amberes, una historia que, como todas las historias belgas, está llena de oscurantismo, misterio, y españoles repartiendo estopa…



Empezando por el final, que sepáis que a los ambereños (y siempre según la fuente de sabiduría absoluta, la wikipedia), los llaman Sinjoren, en una clara referencia a los nobles españoles que allí habitaron a lo largo del siglo XVII, época de esplendor (o no) de nuestro Imperio español, un siglo después de que Carlos I y Felipe II forjaran un imperio en el que no se ponía el sol, y justo cuando el III, el IV y el II y todos sus secuaces se dedicaron a hacer lo que los españoles sabemos hacer mejor: holgazanear y vivir de las rentas (de ahí lo de época de esplendor de antes).



Pero los españoles no iban allí a trabajar, o a comerciar, o a nada parecido. Allí se iba a jugar, en el evento que sentó las bases de los juegos olímpicos modernos, la liga de fútbol, y la VBRL: “El juego de las Hermandades”.



Las reglas eran básicas: cada uno de los “señores” españoles que llegaba a Amberes, era asignado una Hermandad, o equipo. Todas ellas tenían su sede en la plaza central, y en lo alto de los edificios podían colocar figuras que representaran sus equipos. Ahí quedan para la eternidad Hermandades como la del Zorro, el Águila Culebrera, el Joven Pasmado, los Jordis (catalanes, habitualmente), los Ángeles Lectores, los Sabios del Hacha… muchas más me vienen a la memoria (Los Leones, Los Lanceros, Los Libreros, etc.) pero por supuesto, la Hermandad que más éxitos logró en su historia: Las Bolas Peludas.



¿Y en qué consistía el juego?



¿Acaso lo dudabais?




En tirar la mano de un belga al río.

lunes, julio 16, 2012

Gante

Gante (en neerlandés, Gent, en francés, Gand) ye la capital de Flandes Oriental, Bélxica.

Esta rexón tuvo habitada en tiempos de los celtes. Etimolóxicamente, el nome Gante vien de la pallabra celta gandaya, que fai referencia a la xente que l’habitaba.

Nel sieglu XVI foi dempués de París la ciudá medieval más grande d'Europa al norte de Los Alpes. Na hestoria yera una ciudá de rebelión y batalles. Anguaño ye la ciudá flamenca con mayor númberu de soldáus.

Empezar así un post puede parecer demasiado contundente, pero así están las cosas en Bélgica; la Uikipedia en su versión en asturianu, nos desvela esta cruda realidad.

Y es que Gante, si por algo es famosa en el mundo, es por su carácter belicista. Bien es cierto que el ejército belga, salvo las gloriosas incursiones africanas que ya mencionamos anteriormente del señor Leopoldo II, puede parecer a los ojos del mundo un ejército poco imponente, pero la realidad es bien distinta. Los belgas siempre han sido feroces combatientes, y la ciudad de Gante es la mayor escuela militar al aire libre del mundo. De hecho, toda la ciudad es una escuela militar. Nada más entrar en el caso antiguo, su lema nos aclara sus intenciones.



Hagamos un poco de historia. Hasta el año 1500 de nuestra Era, Gante había sido otra ciudad comercial más del corazón de Europa, con una predominante exportación de ovejas a Gales (pero eso es otra historia que contaremos en otro momento…). ¿Y qué ocurrió aquel año? Pues nada más y nada menos que el nacimiento del mayor y más glorioso monarca del mundo Occidental, uno de los pocos que intentó conseguir la unión de los pueblos de todo el globo terráqueo en pos de un bien común, rey de reyes, emperador de emperadores y además, español (nacido en Gante, pero español). Hablamos claro está, de Don Carlos por la gracia de Dios Rey de Romanos Emperador Semper Augusto. Por la mesma gracia Rey es de Castilla, de Leon, de Aragon, de las dos Sicilias, de Ierusalen, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorcas, de Sevilla, de Cerdeña, de Cordova, de Corcega, de Murcia, de Jaen, de los Algarbes, de Algezira, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de las Indias islas y tierra firme del Mar Oceano, Conde es de Barcelona, señor es de Vizcaya e de Molina, Duque es de Atenas e de Neopatria, Condes de Ruysellon e de Cerdenia, Marques es de Oristan e de Gorciano, Archiduque es de Austria, Duque es de Borgoña de Bravante (¡respirad!).

El joven Carlos (Carlitos, para su madre Juana “la Loca”), instruido y preparado desde temprana edad para asumir la totalidad de los cargos que poseía, tomó pronto conciencia de la importancia que tener un buen ejército (o varios) iba a tener en el devenir de su vida. Así que fue allí, en Gante, donde a los 14 años pronunció su famosa frase “donde me den a un belga muerto, ¡que me quiten a un belga vivo!”, y de esta forma definió la profesión de millones de ganteses desde entonces hasta nuestros días: guerreros.



Una bandera en lo alto de la catedral se lo recuerda a diario. “Wolke Sieben” significa literalmente “Guerra Siete”, lema que hace referencia a la convicción de los belgas de que una guerra se gana combatiendo siete días a la semana. Esta gente no descansa.

Gante es un monumento a guerras pasadas y a guerras futuras. Es la Esparta de Centro Europa, y los niños desde bien pequeños son allí entrenados en el arte de la guerra (de Sun Tzu). Las trampas se suceden calle tras calle; la ciudad es una prueba constante, y sólo los más fuertes conseguirán sobrevivir, hacerse adultos, y luchar por su patria en los más diversos frentes. Como sobrio ejemplo del duro entrenamiento al que son sometidos los belgas ganteses desde su más tierna infancia, sirva esta foto de un grupo de “Gekozen Niet“ o “No Elegidos” (así es como llaman los belgas a sus descartes).



Un niño manco, otro cojo, y una pobre disminuida que osó mirar dentro de un cañón. Nuestro propio pudor nos impide publicar la foto que sacamos un instante después, una vez el cañón se hubo disparado. Terrible, pero los ganteses son así. No gastan dinero en “Gekozen Niet”, los eliminan, pues sólo eliminando a los menos fuertes conseguirán mejorar la manada. Esta es su filosofía.

¿Y por qué –os preguntaréis- después de todo el visible esfuerzo que hacen los belgas para crear unas fuerzas de combate de élite, jamás hemos oído hablar del temible ejército belga? Bueno, aunque podríamos debatir largo y tendido sobre esta suposición, y probablemente rebatirla, hay algunos aspectos de la estrategia belga que nos obligan a dar por cierta, aunque sea parcialmente, esta hipótesis. Sirva como por ejemplo esta otra imagen:



Vamos a ver, ¿quién coño construye un castillo en medio del casco viejo, a ras de suelo? Los belgas, quién si no.

miércoles, julio 04, 2012

¡Brujas!

Eso exclamó su descubridor, el español Juan Luis Vives, al pisar por primera vez esta “encantadora” villa belga. No importó lo mucho que le hubieran avisado antes. El aventurero español no se amedrantó, y si Colón nos descubrió un continente entero, este bravo hombre se atrevió a descubrir uno de los lugares más sombríos de Europa. Nada más sentir el olor en los alrededores fue consciente del mal al que se enfrentaba y fue allí, en 1522, donde pronunció su famosa frase: “Aquí huele a bruja”.

Durante siglos, Brujas ha sido eso, un lugar de refugio para las brujas. Desde que el cristianismo formó parte del poder establecido del viejo continente, se emprendió una encomiable lucha por librarnos de las más variadas magas de lo oscuro que poblaban estas nuestras tierras. Al encontrar una y si había suerte, la quemaban en la plaza del pueblo más cercano, pero este tradicional ritual no siempre se podía llevar a cabo. En los casos más duros, cuando las brujas eran poderosas de verdad, estas no se quemaban, eran inmunes a las llamas -lo que no es de extrañar, dado que una verdadera bruja procede del infierno, ¿cómo pensaban quemarla con aquello que les dio origen?- al contrario, estas brujas se volvían cada vez más fuertes.

¿Qué se hacía en estos casos? Pues no fue hasta el Concilio de Trento (entre 1545 y 1563) y gracias al legado de Juan Luis Vives que se pudo tomar una decisión clara y unánime (antes simplemente las echaban de comer a los cerdos). El procedimiento establecido fue claro: Una vez se conseguía atrapar a la bruja, se optó por transportarla hasta esta región de los países bajos que ya era famosa por su alta densidad de población de brujas, hasta unos dos kilómetros aproximadamente antes de llegar al centro de la villa. Una vez allí, se la dejaba en libertad. Se decidió que allí podrían vivir en paz, alejadas del resto de la civilización. No había otro remedio. No se puede acabar con una bruja de este nivel así como así.

¿Cómo consiguieron que las brujas no se escaparan de su lugar de castigo? Pues fue gracias a Tomás Moro, que desarrolló un ingenioso sistema que permitió aprisionar a criaturas que antes nadie había podido apresar. Alrededor de Brujas se crearon unos canales (de los cuáles hoy en día todavía quedan restos) que rodeaban completamente la ciudad. Estos canales, se llenaron con agua bendita. Así, las brujas, incapaces de nadar en agua bendita como bien es sabido, no podían escapar de la villa. También se tuvieron que quitar todas las escobas de la ciudad (para evitar que salieran volando), lo que obligó desde entonces a que toda la ciudad se limpiara con bayetas y de rodillas.

Las consecuencias de estas medidas duran hasta nuestros días, pues es bien sabido que Brujas sigue siendo la ciudad de Europa (si no del mundo) que más brujas aloja, amén de una de las más limpias. ¿Hacen falta pruebas? Ahí van:


Provocan accidentes de aviones.


Veneran satánicos objetos de dudosa veracidad, a la vez que piden dinero por ello.


Tratan de encandilar al inocente turista con dulces absolutamente heréticos, en varios tamaños, formas, colores y sabores.

Como veis, Brujas es un curioso lugar, probablemente único en el mundo. Una especie de reserva natural en la que las legendarias y diabólicas brujas conviven con otros ciudadanos de corte más cristiano, y con curiosos turistas que, como nosotros, ávidos por conocer a estas criaturas de fantasía, son capaces de perder el miedo y acercarse a alguna de ellas porque sí, amigos, las brujas de Brujas se pueden ver, oler y tocar (aunque yo no me atreví). No sólo eso, sino que además deambulan tranquilamente por las calles, con aparente indiferencia y calma, como si no supiéramos todos que son brujas; como si fueran simples ciudadanas de una villa llamada Brujas.


jueves, junio 21, 2012

VBelgicamanía

Los alemanes los ignoran, en Holanda los repudian y los franceses se mofan de ellos. ¿Suficiente? No lo creo. Esto es el VB, ellos son Bélgica y les tenemos manía. ¡¡Llega la VBelgicamanía!!

Está en nuestro ADN, era el destino, it was written in the stars. El lema del VB lo dice tajante: “Contubernio judeo-masónico de gentuza para decir chorradas y ser crueles con animales... y los belgas.” Cumplimos 6 años, nos vamos haciendo mayores y no podemos negarlo, el tiempo pasa y nos cambia. Una nueva imagen, un nuevo lema y una nueva actitud tienen que llegar al blog, pero había una misión que teníamos que realizar antes. Si Frodo viajó al monte del destino enfrentándose así a su inevitable destino, ¿cómo podíamos nosotros ignorar la llamada? Un ojo sin párpado domina toda Europa, y allí fuimos. 4 días para visitar el país. ¿Objetivos? Saldar cuentas con el destino, conocer al enemigo, realizar un viaje de ocio y plasmarlo todo para que la posteridad no olvide. Nuestros hijos se lo merecen, debemos ahorrarles el trauma: no vayáis a Bélgica, que ya hemos ido nosotros. ¿La prueba? Aquí y ahora. Empieza la VBelgicamanía.


Como siempre, se empieza con la introducción. ¿Qué es Bélgica? Algo muy oscuro. Su bandera tricolor lo indica. El negro, la concha de los mejillones. El amarillo, las patatas fritas que completan el plato nacional junto a los mejillones. Y el rojo, la cerveza de cerezas. Con este panorama de bienvenida, ¿qué se puede esperar?

Bélgica (con perdón) es un país pequeño, pero lleno de belgas. 11 millones dice la wikipedia, pero uno nunca puede estar seguro de eso. Que no son franceses está claro pero, ¿son holandeses quizás? ¿luxemburgueses? Algunos incluso parecen alemanes. Y si uno mira dentro de su alma... oscuridad, todo oscuridad. Pues esperad, que os lo pongo aún peor: la mitad de arriba quieren ser holandeses (flamencos) y a la mitad de abajo les gustaría pasar por franceses (valones). Luego, en la esquinita derecha del mapa, hay unos pocos que sueñan con ser alemanes. Vacío se quedó el país, como los alrededores del monte del destino (todo encaja).

En su propia Historia, Bélgica tarda en aparecer como tal, y menos mal... Vivieron siempre a la sombra de Holanda, Países Bajos, Flandes... llámese como se quiera. Alcanzaron al independencia en 1830 tras la Revolución Belga (sólo el nombre ya invita a la risa) y , ¿a qué se dedicaron? Pues a ir al Congo a masacrar negritos como Dios mandó. Después, se pasaron casi 2 años sin gobierno, y ahora ya viven en paz. Hoy en día tienen un desempleo del 7,3%, lo que explica por qué no se han clasificado para la Eurocopa 2012.

Bélgica reclama, como todos los países europeos, que en su momento de máximo esplendor fue la meca del mundo. ¿Y cuándo dicen los belgas que les tocó? Bueno, primero hay que matizar que según ellos mismos fueron la mayor potencia mundial... en artes. Así es, la pintura flamenca del s. XV marcó tendencia. Básicamente partían la pana gente como van Eyck, Memling, El Bosco, Brueghel, que se dedicaban al arte sacro bueno. Cordero incluido:


Para seguir hablando de Bélgica, hay un concepto importante que hay que aclarar: los franceses (aquí repartimos para todos), tienen la facultad de fagocitar todo lo que les cae cerca. Celebran las victorias de Federer como si fueran propias pero claro, nadie les cree. Todos sabemos que el bueno de RF es más suizo que un reloj de cuco bañado en chocolate. Sin embargo, con un país como Bélgica los franceses lo tienen mucho más fácil. Así, sabiendo que nadie va a creer a los belgas cuando reclamen su autoría sobre algo, los franceses se han apoderado de las más variadas glorias belgas. A saber:

- Las patatas fritas. Las “french fries” no son tan francesas como parecen. Plato nacional belga, a joderse.
- Tintín. Hergé fue, a parte de dibujante de tebeos, fascista y belga. Dos atributos que cualquiera querría ocultar. Igualmente ha pasado con otros tantos tebeos belgas como Lucky Luke, Los Pitufos o Spirou y Fantasio. Todos belgas, ¡válgame dios!
- Eddie Merckx. Era (y es) belga. Ganó 5 tours y los franceses no lo repudiaron como a Armstrong y a Contador, porque tenían la esperanza de que se nacionalizara galo, pero lleva ya muchos años dándoles largas.
- Jean-Claude van Damme. No en serio. Jean-Claude van Damme es el actor belga más famoso de la historia (WTF!).

Y aquí acaba la lista de belgas ilustres, todos sórdidos y todos fagocitados por Francia. Le añadimos a Leopoldo II, que se pasó la vida destrozando congoleños, y así se completa el retrato de un país.

Por cierto, son el corazón de Europa, y no lo digo porque en Bruselas estén los principales órganos burocráticos (me resisto a decir “de gobierno”) de la UE. Lo digo porque los tratados comerciales del Benelux, la CECA (Comunidad del Carbón y del Hacer) y demás intentos previos de hacer una unión europea en el s. XX tienen su origen en esta pequeña comunidad del noroeste europeo. Corred insensatos, ha llegado la VBelgicamanía.

viernes, diciembre 23, 2011

Virtua Verona



Dos hombres entran en un bar, debe ser invierno porque los dos llevan abrigo, bufanda y guantes. El camarero les indica con un gesto de la mano y un idioma ajeno (probablemente italiano) que se pueden sentar en cualquier mesa libre. Todas las mesas del bar excepto una están libres. Habla uno.

- ¿Te apetece un cocktail?
- Sí, por qué no.
- Aquí es muy normal tomarse uno a la hora del aperitivo. Pruébalo. Pediré dos americanos. ¿Lo has probado? Pues es esto.
- Camarero, pónganos dos americanos.
- Bueno, ¿qué tal por aquí? Verona no tiene mala pinta, ¿eh?
- Pues ya ves, no está nada mal, a la ciudad me refiero. Es bonita y eso, el aire decadente, los antiguos palacios, las calles peatonales, el río…
- Sí, sí, no está mal. ¿Te apetece que demos un paseo y te enseño la ciudad?
- Nah, déjalo, mejor nos quedamos aquí, me lo cuentas, y de paso te pides otros dos cocktails de esos.
- OK. ¡Camarero!




- Pues esto es Verona. Un poco fría para mi gusto, pero las plazas, llenas de puestos de los mercados de Navidad tienen su encanto. Ahí están las calles llenas de tiendas de marca, las plazas con antiguos palacios, el río, el castillo, y la arena...
- ¿La arena? Eso tiene buena pinta
- Sí, sí. Mira si quieres te hago una foto con ella. Además ahora le han puesto una estrella navideña muy bonita.
- ¿Desde aquí se puede? Está bien, ¡tira foto!




- Eh, ¿quieres otra copa? ¿Si? ¡Camarero, dos americanos!
- En fin, lo que te decía, si lo piensas bien, hay tres tipos de amistades:
     - Las amistades de la infancia, que son aquellas que se alimentan únicamente de experiencias comunes vividas en la infancia.
     - Las amistades circunstanciales, que son las que vamos teniendo a lo largo de la vida, en distintas etapas, y que se deben a unos intereses comunes (el trabajo, un cierto deporte, unas clases…)
     - Las amistades “de toda la vida”, que se deben a la suma de las dos anteriores; se basan en una infancia común, pero se siguen alimentando con nuevas experiencias a lo largo de los años. ¿No te parece?
- Sí, por qué no…
- Camarero, otros dos americanos.

Aparece el camarero con una bandeja de queso y salami.

- Aquí les traigo sus dos americanos y el variado de formaggi y salumi que han pedido.
- ¿Eso hemos pedido?
- Mmm... sí... ¿por qué no?

- Bueno pues lo que te iba diciendo. Todo esto de las amistades para toda la vida se basan en el generador de anécdotas. Si con los años, no se van generando nuevas anécdotas, una relación corre el riesgo irrevocable de caer en las amistades de la infancia, o del pasado si se quiere.
- Ya, puede ser. Eh, toma. He pedido otros dos americanos de la que fui al baño. Sí, puede que tengas razón. Pero entonces, ¿qué anécdota crees que hemos creado en esta ocasión?
- Buena pregunta... pide otros dos americanos y deja que lo piense.

La última copa se la toman en silencio. Descansan un rato hasta que uno de los dos retoma la palabra.

- Oye, que me tengo que volver. A mi casa, digo.
- Ya, yo también.
- Creo que se ha terminado la Virtua Verona.
- ¿Si? ¿Tan pronto?
- Eso parece, llevamos tres días sentados en este bar. Siento como si hubiera visto Verona, Bolonia, como si hubiera entrado en la arena y hubiera subido a la torre; tengo la sensación de haber estado en un montón de bares y de haber hablado durante tres días seguidos sin parar, pero la realidad es esta, ni nos hemos movido de este bar, ni hemos dejado de pedir americanos. Creo que me duele la barriga.
- Así es la vida, qué se le va a hacer. Uno no se da cuenta de haber empezado algo cuando ya se ha terminado, pero así es la vida. De todas formas esto no tiene por qué estar mal. Ahí quedarán los recuerdos. Llámalo como quieras. Llámalo Virtua Warszawa, o Virtua Berlinale, o Virtua Verona. El caso es que lo escribas con /b/. Eso es todo lo que cuenta.
- Amén.

Apuran la copa, se ponen las bufandas, los abrigos y los guantes y salen del bar tres días después de haber entrado. Una vez fuera, la cámara por fin enfoca a los dos hombres.



Viva la vita, baby.

martes, noviembre 01, 2011

Parque Nacional de Monfragüe

Con los años, las intensas jornadas laborales y las vacaciones restringidas, uno se ve obligado a asumir un rol que nunca pensó iba a tomar y que siempre menospreció. "¿Cómo puede alguien caer en eso?" nos preguntábamos hace no muchos años, y ahora sin embargo tenemos que bajar la cabeza cada vez que alguien nombra a este detestado gremio por vernos reflejados en el parcialmente. La letra escarlata de nuestro tiempo. Me refiero, como no, a los domingueros.

Los domingueros, ya se sabe, viajan en coche, llevan la tortilla en un tupper y la abuela en un rincón. Tienen coca-cola para todos y siempre fría; sombrilla por si acaban en la playa y manta para hacer pic-nic por si llegan al campo. La barbacoa, el radio-casette y las sillas plegables con estampados a rayas vienen de serie. ¿Cómo transportan todo esto? ¿Alguien ha visto alguna vez a alguna familia de domingueros llegar o irse de algún sitio, o por el contrario parece que siempre estuvieran allí? Lo siento, no me pagan para comprender estas cosas, y la investigación requiriría muchos madrugones en el día del señor.

Así que llegado el puente de Todos los Santos, olé, y teniendo pocas ganas de montarnos en un Ryanair hacia una capital europea llena de domingueros "erasmus", tiramos de manual: Carretera adelante.

Desde donde vivimos, tirando en línea recta y no avanzando menos de una hora ni más de tres, la ficha sólo podía caer en una región, desconocida para mí; en mi mente, una mezcla de Todos los Santos y Jamón, jamón. En la realidad, llámase Extremadura.


Pero bueno, os ahorraré el resto del relato, y me centraré en la pequeña sorpresa que guarda el Tajo, un poco por debajo de Plasencia y antes de entrar en la meseta: El Parque Nacional de Monfragüe.

Es un parque pequeño si lo comparamos con Picos de Europa o Doñana y joven, hasta 2007 no accedió a la calificación de Parque Nacional. Es un ejemplo de fauna y flora mediterránea, en el que abundan los alcornoques, quejigos y encinas y presume de dar cobijo a una gran población de rapaces, y de las poco abundantes en la Península Ibérica cigüeñas negras.

Uno no es un experto en estos temas y no está preparado para sacar fotos de animales en libertad, principalmente porque raramente se los ve a menos que se vayan buscando. No es que los animales en libertad frecuenten las carreteras y los centros de visitantes, precismente. La sorpresa en esta visita fue la facilidad y cercanía con que pudimos contemplar algunos de estos animales. Para empezar, una cigüeña negra nos sobrevoló un par de veces a media docena metros por encima nuestro, pero nos pilló tan de sorpresa que no hubo oportunidad de sacarle foto alguna.

Después, la población de buitres leonados del parque casi alcanza los cien ejemplares, y sus nidos están al alcance de una foto sacada con un móvil. Llegando al cerro donde están ubicadas las ruinas del Castillo de Monfragüe, en un enclave que resulta el mejor mirador del parque, nos paramos casi una hora en una pared cercana para contemplar a los buitres que aterrizaban y despegaban. Los teníamos a escasos diez metros, y el silbido que hacían las alas contra el viento era exactamente igual (aunque en menor intensidad, obviamente) que el de los aviones. Llegaban planeando y a dos palmos de chocar contra la pared recogían las alas para frenar en seco y posaban sus enormes garras en la roca. La foto es mala, y su color de camuflaje no ayuda a verlas bien, pero las teníamos tan cerca...


Y por último, pudimos ver ciervos. Ya por la mañana nos sorprendimos cuando nos salió un cervatillo a la carretera, delante del coche. Se le veía desorientado y trataba de salirse del camino remontando la ladera, pero era tan empinada que se resbalaba y volvía a la carretera. Así le tuvimos que acompañar una buena tirada hasta que por fin dio con el camino de huída.

Más adelante a punto de dar por terminado el día y volvernos a casa, nos acercamos a un par de presas que forman sendos embalses en el Tajo y en su afluente, el Tiétar. Los gustos de cada uno son personales e intransferibles, y uno tiene debilidad por grandes construcciones en sitios inhóspitos o de difícil acceso. Ya se sabe, centrales nucleares semi abandonadas, presas en medio de páramos desiertos, faros en el fin del mundo y cosas parecidas. Así que aparcamos el coche, caminos hacia la presa, y cuando quisimos darnos la vuelta para emprender el camino de vuelta a casa, nos sentimos observados.


Resulta absurdamente potente la capacidad que un bicho de estos tiene para aguantarle la mirada a uno, o lo que sea que estuviera haciendo sin apenas moverse, mirando en nuestra dirección, salvo por un compulsivo agitamiento de una oreja. Así pues, cansados del desafío al que nos estaba sometiendo el animal, y deduciendo que, aunque no podía hablar, de alguna forma trataba de comunicarnos que lo que el quería era pasar por donde estábamos nosotros, decidimos echarnos a un lado del camino.

Mientras tanto, escuchábamos ocasionales berridos que yo creía que procedían del otro lado de la presa y mi compañera opinaba que venían de detrás de la loma, como por detrás del cervatillo.


La criatura de las fotos tuvo que pasar a escasos cinco metros nuestros, y ni me atreví a intentar hacer la foto. Se acercó poco a poco, al principio como disimulando, bajando la cabeza, parándose a olisquear algún matorral, y según pasaba a nuestra altura, sin quitarnos los ojos de encima, se arrancó a trotar hasta pasar de nuestra posición y avanzar unos pocos metros más hasta reunirse con... con su madre y sus tres hermanos.

Mientras nosotros nos quedamos absortos viendo al pobre cervatillo, su madre llevaba llamándole esos cinco minutos que tuvo que aguantar nuestra mirada, y a ella la teníamos la mitad de cerca que a él y ni nos enteramos. Después la madre siguió mirándonos un buen rato, y a pesar de lo inexpresivos que resultan los ciervos, a nosotros nos quedó claro que estaba mentando a toda nuestra familia y a parte de la vuestra, por si acaso.

Luego entramos en el absurdo. Volvimos al coche felices con nuestra experiencia, sintiéndonos unos privilegiados, elegidos por Dios para disfrutar de un momento tan intenso de hermanamiento con la naturaleza, hasta que a la vuelta de la carretera nos encontramos con una docena de coches y una treintena de personas, con sus cámaras con teleobjetivos de medio metro y su trípodes como torres de electricidad, y ciervos por todas partes. A ambos lados de la carretera, comiendo hierbajos y pasando olímpicamente de la gente que les hacía fotos a cinco metros, y pasando también de los coches y de su ruido. Al otro lado del río se veía todavía a la familia que estuvimos a punto de partir, y yo juraría que la madre nos seguía mirando, incluso juraría que todavía hoy sigue pensando en nosotros o en lo que sea que creyó que éramos... pero claro, parece ser que ir a Monfragüe en plena Berrea y cruzarse con ciervos no es un privilegio divino, sino más bien una tradicional costumbre dominguera.

sábado, septiembre 11, 2010

10 cosas que no hay que perderse en Berlín.

Puede que ni yo sea Iggy ni mi compadre David, de la misma forma que nuestras compañeras no eran ácido y coca por más que yo me empeñara. No obstante, la ciudad sí que era la misma y nos cautivó tanto como a ellos dos allá por el 73. De nuestra visita no volvemos con un puñado de discos memorables bajo el brazo y diez años de nuestra vida perdidos por las drogas, pero sí que lo hacemos con un puñado de recuerdos memorables y diez recomendaciones que todos deberíais disfrutar en esta vida.

Currywurst
Todo viaje que se precie ha de incluir buena gastronomía, y por buena gastronomía qué mejor que disfrutar del último reducto de comida rápida que nos quedaba por conocer en Europa: el Currywurst. Esencialmente consiste en una salchicha de cedo frita (y refrita), ahogada en Ketchup y sazonada con especias, a destacar curry y pimentón, más o menos. Pues bien, en Berlín hay un puesto vendiendo currywursts en cada esquina. Nuestro favorito y más cercano a nuestro piso, el Currywurst 36, se ganó un sitio en nuestros corazones desde la primera noche. Y vio él que era bueno.


Max und Moritz
En la segunda noche del viaje dimos con nuestros huesos en este restaurante alejado de cualquier tránsito turístico tras una caminata eterna. Menos mal que la cerveza de trigo, el codillo, las salchichas, la col y demás componentes básicos de la gastronomía alemana nos restablecieron el ánimo. El restaurante, muy asequible de precio, tenía dos plantas y aunque nos alojaron en la de arriba (que tenía menos ambiente), descubrimos la biblioteca que allí tenían; y es que nada mejor que una buena novela en alemán para bajar la comida. Supongo que la luz de las velas hizo que aquel momento fuese más evocador aún. Y vio él que era bueno.

White Trash Fast Food
La recomendación de pasarnos por este restaurante, entre gótico y rockabilly, la traíamos desde España. El decorado kitsch y recargado, la música en directo (que no pudimos disfrutar de lo lejos que estábamos) y la carta repleta de paridas no pudieron ni hacer sombra a la hamburguesa que nos zampamos. Es la primera vez en mi vida que tengo que comer una de estas con cuchillo y tenedor. Y vio él que era bueno.


Café am Neuen See & Tiergarten

El Tiergarten es el parquet urbano más grande de Berlín, un antiguo coto de caza de la realeza, creo. Pues en una esquina, al lado de un lago, dimos con este romántico rincón. Como era de noche, hileras de bombillas iluminaban las mesas alargadas en las que los berlineses y algunos turistas disfrutaban de lo de siempre, sus cervezas y sus currywursts. El lago, un embarcadero y unas pocas barcas completaban la escena, enmarcada por los árboles que te permitían olvidar que estabas en medio de una ciudad. Cuando al tercer día de estar en una ciudad das con un rincón así, resulta inevitable venirse arriba y pensar que, en cierto modo, la ciudad empieza a pertenecerte. Y aún así, él vio que era bueno.

Kreuzberg Oriental (y el Arena)
No es que yo sea un fan de la vida nocturna, pero una cosa no quita la otra: para una vez que estábamos en Berlín teníamos que echar un vistazo a esa supuesta fiesta non-stop que se corren los berlineses. ¿Y qué ocurrió? Pues en agua no dimos, pero tampoco hundimos el barco. Seguimos las recomendaciones hasta llegar al Arena, una especie de complejo del ocio nocturno, que consiste en una serie de bares, pubs y discotecas emplazados en unos antiguos hangares en la ribera del río Spree. Si PITII lo hubiera visto, ya tendríamos nuevo emplazamiento para la Semana Negra. El caso es que allí tomamos nuestras cervezas, disfrutamos con sonrisas lelas de la tibia felicidad que reporta el moverse con éxito por una ciudad nueva, y cuando íbamos a volvernos a casa ocurrió el milagro: antes de llegar a la parada del metro dimos con una caja de hormigón dentro de la cual sonaba una de los Kings of Leon a todo trapo. La siguiente vez que miré el reloj eran cerca de las seis de la mañana y por primera vez en mucho tiempo volvía a casa con el sol despuntando. Así que obviamente, él vio que era bueno.

Las embajadas nórdicas
Cambio de tercio, que ya vale de ocio y salchichas. Berlín es una ciudad joven, de arquitectura joven. Los bombardeos del final de la guerra, ironías de la vida, han permitido a la capital alemana convertirse en una galería de arquitectura al aire libre: todos los arquitectos de renombre del s. XX han construido algo allí, y podéis subrayar el todos sin miedo. Como uno vive con una que sabe del tema, pues se anima y aprende y disfruta y se interesa, pero para no dar la paliza, dejaré constancia del edificio que sin duda más me sorprendió.


Resulta que los cinco países nórdicos, decidieron construir sus embajadas juntas. Respetaron sobre el plano la misma situación que tienen en un mapa, y construyeron cada edificio con materiales representativos de cada país. Por fuera, una malla de cobre las envuelve a todas ellas, dando la apariencia de homogeneidad. Análisis arquitectónicos aparte, pocas veces un edificio me ha resultado tan claro a la hora de leer sus mensajes, dos principalmente. El primero es un mensaje de unidad: si visitas a uno, tienes que visitar a los demás, van todos a una, y a nivel financiero es un mensaje muy potente. El segundo es más bonito si cabe: una llamada al visitante. Por fuera los cinco países parecen uno solo, indistinguibles, un mismo edificio. Pero al entrar, uno descubre que son bien distintos, así que habrá que visitarlos para comprobarlo. Y como no, él vio que era bueno.

Mauer Market
Los domingos son iguales en todos los países de Europa, así que preguntamos qué mercadillo teníamos que ver, y nos enviaron a este. La ropa, la comida, los hippies y las pulseras no se diferencian de las de ningún otro mercadillo, pero este nos deparaba una sorpresa: un karaoke al aire libre. En una especie de auditorio donde esperaban más de quinientas personas, los temerarios cantantes salían al escenario a dar lo mejor que de sí. El ambiente festivo y el agradecido público hacían que uno no se quisiera marchar de allí. Él estaba allí, y vio que era bueno.

Museo Judío
La ciudad está llena de marcas que recuerdan el Holocausto judío y esta es una de las más destacables. El museo acoge una exposición más que prescindible que cuenta la historia de los judíos alemanes desde los primeros asentamientos hasta nuestros días. A mi juicio consiste en una especie de justificación de su presencia en Alemania, queriendo aclarar que siempre han formado parte de ella. Pero entonces, ¿por qué hacer una exposición aparte?


Sin embargo el edificio, dedicado al Holocausto, es uno de los monumentos más impactantes. Plantea al visitante tres ejes, tres pasillos o caminos que recorrer. El de la Continuidad, que conduce a la exposición, el del Holocausto, que conduce a una sala fría y vacía, como una celda pero con el techo a más de veinte metros de altura y con una sola entrada de aire y luz en lo alto. La sensación de agobio y desasosiego no se puede comparar con un campo de concentración, pero el recurso es muy evocador. El tercer eje es del Exilio, y conduce a un jardín de bloques de hormigón oblicuos, coronados por olivos. Como el suelo tampoco es plano, el visitante se marea y desorienta en este jardín, lo que se supone imita a la desorientación que sentían los judíos que consiguieron escapar, y llegaron a países ajenos sin conocer el idioma, sin dinero y muchas veces sin familia. Creo que no exagero al decir que la visita además de interesante, es sobrecogedora. Él también vio que era bueno.

Las cicatrices
La ciudad entera está llena de marcas que impiden que se olvide su pasado. Por Berlín han pasado casi todos los grandes acontecimientos históricos del s. XX, y la ciudad se ha consagrado a mantenerlos, por el bien de todos y para que nadie olvide. El muro, la guerra, el nazismo, el holocausto, el telón de acero… supongo que los berlineses habrán optado por hacerse insensibles ante tanta marca, ya que de lo contrario la vida allí debe ser agotadora, obligado uno a recordar todos los días los mayores horrores que ha cometido el hombre. Sin embargo para el visitante, la ciudad entera supone un viaje más que enriquecedor. Visitas como la del Reichtag, por la que los visitantes nos paseamos por la cúpula por encima de los políticos, ideada así para que ellos nunca olviden a quién sirven, quién tienen por encima, le hacen pensar a uno que no todo está perdido, que todavía somos capaces de aprender de nuestros errores. Y él no piensa distinto, también vio que era bueno.

Jacobo
Y llegamos ya al final del recuerdo de nuestro viaje, recordando el principio. ¿Quién era él? ¿Por qué nos siguió durante todo el viaje y por qué era necesario para nosotros obtener su aprobación para cada paso que dábamos en esa ciudad? Lo ignoro, pero su presencia nunca nos abandonó ni nos abandonará.

Dijo llamarse Jacobo, y se presentó ante nosotros como un guía turístico de esos que están al lado de la Puerta de Brandenburgo esperando a juntar a un nutrido grupo de españoles para dar vueltas por toda la ciudad narrando su historia. Es algo que puede ocurrir. A veces se presenta como pescador y otras lo hace como guía turístico, pero su barba y su piel inmaculada no daban lugar a confusión, por mucho que su jersey a rayas despistara.

Jacobo nos guió el primer día durante cuatro o cinco horas por todo Berlín, y nos enseñó la ciudad, nos contó su historia, nos habló de sus personajes y nos habló de nosotros mismos también. En las palabras de Jacobo todos encontramos ese descanso buscado. Al final de la visita no nos queríamos despedir de él, así que le pedimos que llenara nuestro mapa de Berlín de recomendaciones, en clara simetría con el ruego de que llenara nuestros corazones de esperanza y alegría, de fuerza y coraje para seguir el camino. Y él nos ayudó. Nos reconfortó con sus palabras, nos calmó con su sonrisa y nos guió con su mano. Cuando él dijo “adiós” y se montó en su moto, nosotros quedamos libres.

Tres días después resucitó en la Biblia y tres días después resucitó en Berlín. Se nos apareció en medio del Mauer Market, paseando entre la gente como si él fuera uno más, así de humilde es él. Nos preguntó qué tal lo estábamos pasando pero lo hizo en vano, pues ya bien sabía él cómo nos sentíamos. Volvió a sonreír, asintió con la cabeza y se despidió. Se dio media vuelta y se perdió entre la multitud, porque así debe ser, así está escrito. Y nosotros vimos que era bueno.

martes, marzo 16, 2010

Elige tu propia aventura. Vacaciones en la Sierra de Cazorla II

9: Sigues las indicaciones que os han dado para coger el atajo “bueno pero peligroso”, y éste resulta ser una pista de tierra de tres metros de ancho, con un primer tramo de subida y otro segundo de bajada, tras culminar un pequeño puerto, siempre protegidos por un denso pinar. Os habían prometido que las lluvias recientes habían causado estragos en la pista pero no es así. Tales son las condiciones de la pista, que al rato os encontráis con una enorme berlina alemana aparcada en medio, bloqueándola a pesar de su anchura.

Como no parece que haya nadie dentro del coche, pitáis con cuidado para haceros oír sin ser demasiado estruendosos. Os sorprendéis del atronador claxon del todoterreno y escucháis volar a una bandada de pájaros. Al minuto aparece una pareja despeinada y a medio vestir por entre los árboles, os pide perdón y arrancan. Vosotros les seguís hasta llegar a un cruce que os obliga a tomar una decisión.
Si te apetece visitar el Centro de Interpretación del Parque, vete al capítulo 5.
Si quieres continuar por la pista hasta el nacimiento del Guadalquivir, adelanta hasta el capítulo 12.

10: Seguís por la carretera hacia la Cerrada del Utrero hasta que os encontráis con un cartel que indica que habéis llegado. La senda parte de una curva de la carretera, y a su vera hay un bar (cerrado a cal y canto) rodeado por un improvisado parking con decenas de coches aparcados en los arcenes colindantes. El gentío va y viene, y es muy variopinto. Tacones, botas de monte, jerseys al hombro, camisas de leñador, perlas, gafas de sol, pantalones vaqueros y camisetas del Betis. Comenzáis a andar por la senda, y la variedad de ruidos humanos os impiden dejaros llevar por el paisaje. El camino, que rodea un cerro, enlaza con la bajada de Guadalquivir, que en este punto ya baja con una fuerza considerable y forma cascadas y desfiladeros. La gente por su parte, va escuchando canciones en su teléfono móvil, le pide a gritos a su hijo que no corra, que no salte y que no mire y saca fotos. La palabra romería se te pasa por la cabeza, pero al pensar que formas parte de lo mismo no llegas a pronunciarla. Por fin, llegáis al punto en que camino y río se juntan. Reconoces que el paisaje es hermoso, pero eres incapaz de pararte a disfrutarlo con tanto gentío. Decidís comer y esperar a que el sitio se despeje, pero la gente no parece marcharse: Tenéis que tomar una decisión.
Si esperáis a que la gente se vaya para disfrutar del sitio, y os quedáis al lado de la cascada unas tres horas continúa en el capítulo 15.
Si por el contrario decidís volver ya al hotel, vuelve al capítulo 8.

11: Aparcáis el coche tras un par de kilómetros, en un aparcamiento con cabida para unos doscientos coches, a medio ocupar. Seguís los carteles indicadores, al igual que otras treinta personas que caminan con vosotros. Iniciáis la ruta al atravesar una barra que corta el tráfico a los vehículos de motor. De todas formas, la pista está acondicionada para el paso de vehículos, así que los primeros pasos son cómodos, y además poco a poco el camino se va despejando de gente. A medida que os adentráis en la garganta el paisaje se va volviendo más agreste, más salvaje, y al cabo de una media hora de camino, os desviáis de la pista para adentraros en una senda señalada.
Continúa por la garganta del Borosa en el capítulo 13.


12: Tras libraros de la berlina en el cruce, seguís por la ancha pista que por momentos se complica y estrecha. Ahora la cosa se pone emocionante y lo sientes. Le dices algo parecido a tu pareja, que no parece estar gozando del viaje tanto como tú. Las curvas se suceden tan rápido que la visibilidad es prácticamente nula, árboles al frente y árboles por los tres retrovisores; sentir que controlas el coche y el camino te produce un secreto regocijo. Bajas la ventanilla del coche y respiras hondo, no hay nada como respirar aire puro. Afinas el oído a través del rugido del motor y adivinas que poco se esconde más allá: si acaso el arroyo que ha de ser el Guadalquivir a estas alturas de su recorrido, y algún que otro avecilla. Notas un gusto a humedad en el ambiente, sientes que estáis cerca del nacimiento y un cartel te lo confirma: “Nacimiento del Guadalquivir, 150mts.” Estás a punto de gritar de júbilo cuando giras la última curva, pero algo te lo impide. No puedes creer lo que tienes ante ti.
Continúa en el capítulo 14.

13: La senda, estrecha, vadea el río por ambas riberas, cruzando de una a otra por puentes. A medida que avanzáis la garganta se va estrechando y el río va ganando fuerza. El paisaje es una justa recompensa a todo el viaje.

Os paráis aquí y allá, admiráis flores y arbustos que crecen en lugares insospechados, piedras que supuran agua fresca, remansos del río, rápidos… hasta que os dais cuenta de que habéis perdido la noción del tiempo y de que toca regresar, pues ya empieza a oscurecer.
Continúa en el capítulo 15.

14: Tus ojos no dan crédito a lo que están viendo, y es que ante vosotros están aparcados una docena de todoterrenos, blancos todos ellos, con el mismo rótulo impreso en el lateral: “Rutas Turísticas Arturo: Elige tu Propia Aventura.” Aparcáis el coche al lado y camináis unos metros por la única senda que se vislumbra, no apta ya para los 4x4. A los pocos metros ya comenzáis a escuchar un rumor lejano, que poco a poco se va aclarando hasta convertirse en un inconfundible coro de voces. Para cuando alcanzáis a verlos la estampa ya no os sorprende, y es que delante de vosotros se presenta un grupo de unos cincuenta jubilados en zapatillas blancas y chándal. Algunos se están haciendo fotos, otros comen manzanas, los de más allá se lavan la cara en lo que probablemente sea el nacimiento del Guadalquivir, y dos mujeres, muy próximas a vosotros, están sentadas sobre una roca acariciándose la espalda con gesto de cansancio.
- ¡Venga jóvenes! ¡Probad el agua que está fresquísima! –os dice una de ellas.

Sonríes, bajas la cabeza y obedeces. Efectivamente está fresquísima. Efectivamente estáis en un paraje incomparable, salvaje, uno diría que casi está aún por descubrir.
- ¡Eh! ¡En el bar de ahí detrás tienen cervecita! ¡Que le den a la fuente! –exclama un hombre de la que entra en escena. Lleva tres latas de Cruzcampo en las manos.

Vuelves a obedecer, y tomando cervecitas te dan las ocho de la tarde. Tu pareja te pregunta que por qué estás tan callado, pero no sabes bien qué responder y apenas aciertas a decir que simplemente estás disfrutando de la Naturaleza. A la vuelta no puedes conducir, y te toca ir de copiloto. Os acostáis pronto.
Continúa en el capítulo 8.

15: Volvéis al coche deprisa porque ya está atardeciendo y no queréis que la noche os pille perdidos por estas pistas y carreteras. Una vez en el parking, al ver que todavía quedan otros coches, os cambiáis de ropa tranquilamente, merendáis y descansáis un poco para reponer fuerzas hasta que al poco tiempo, no sabéis cuánto pero no mucho, notáis que el resto de coches se han ido y nuevamente os habéis quedado rezagados. Subís al coche y emprendéis la marcha, ahora sí, para abandonar el Parque Natural de la Sierra de Cazorla.

Pero a los pocos cientos de metros algo ocurre. Se enciende un piloto del salpicadero, fallo en la inyección. Escasos metros más adelante el acelerador deja de funcionar y os veis obligados a parar. Ni siquiera os echáis a un lado, ya que al fin y al cabo no queda nadie más por volver por ese camino. Al abrir el capot del coche no veis nada raro, pero al intentar volver a arrancar el coche no podéis, parece que también hay un fallo eléctrico. Miráis alrededor mientras cogéis aire y os dais cuenta de que es más oscuro de lo que parecía, la noche se echa encima rápido en el valle. Buscáis en la guantera el teléfono móvil pero no hay cobertura. El teléfono de vuestra pareja tampoco da línea. Cerráis las puertas, intentáis arrancar el coche varias veces sin suerte y llenos de rabia perdéis la cuenta del número de intentos, hasta que vuestro copiloto posa una mano en vuestro hombro para calmaros. Os detenéis y os dejáis caer rendidos sobre el respaldo del asiento. Parece que reina el silencio, hasta que poco a poco el oído se va a acostumbrando a la penumbra y el vacío del entorno. Efectivamente, no estáis solos.

jueves, marzo 11, 2010

Elige tu propia aventura. Vacaciones en la Sierra de Cazorla

Llega el viernes, pero estás más contento que de costumbre: el lunes es fiesta. Es una ocasión ideal para salir de la rutina de los fines de semana caseros, así que le dices a tu pareja que haga la mochila rápido, que os vais de viaje. Adónde te pregunta ella, y tu le respondes que a la Sierra de Cazorla. Hace tiempo que quieres conocer el valle donde nace el Guadalquivir, y ante ti se presenta la oportunidad ideal.
Viaje tranquilo, relajado, y al cabo de unas horas de coche llegáis al pueblo de Cazorla. Callejeáis un poco y encontráis vuestro hotel. La primera noche os dedicáis a dar un tranquilo paseo por el pueblo, disfrutando del aire del campo y de sus calles empedradas, pero os volvéis pronto para madrugar al día siguiente.
Amanece y tras desayunar os dirigís a la oficina de información y turismo. Recopiláis planos, folletos y panfletos, y entre todo lo que habéis recogido os llama la atención uno de alquiler de 4x4. La chica del mostrador os dice que el Parque Natural de la Sierra de Cazorla es interesante visitarlo en todoterreno, ya que hay muchas pistas de tierra habilitadas para ello y que además, con las lluvias recientes, no están en muy buenas condiciones para los turismos. ¿Qué haces?
Si alquilas el todoterreno vete al capítulo 2.
Si prefieres seguir con tu Peugeot continúa en el capítulo 3.


2: Le dices a la chica que os gustaría alquilar el todoterreno, y a la media hora os encontráis delante de esto.
Coges las llaves del coche sin poder disimular una sonrisa triunfal, y le preguntas cuál es el camino más corto para llegar al corazón del parque. Ella te responde que tenéis dos opciones.
Si cogéis “la agradable carretera de incomparables paisajes” vete al capítulo 4.
Si cogéis “el atajo bueno pero peligroso” vete al capítulo 9.


3: Confiáis en vuestro coche de toda la vida para vuestro fin de semana en la montaña, pero antes decidís conocer el pueblo. Como la tarde anterior había oscurecido demasiado pronto, os quedasteis con las ganas de visitarlo en condiciones. Lo primero de todo os dirigís al castillo que gobierna Cazorla, ya que desde ahí las vistas han de ser excepcionales. Curiosamente os encontráis con gente conocida que se ha acercado hasta Cazorla con el mismo plan que vosotros, y antes de despediros y desearos un buen fin de semana os recomiendan un sitio estupendo para comer platos típicos en la plaza empedrada situada bajo el castillo. Volvéis al pueblo y seguís paseando por las calles hasta que vuestras tripas empiezan a rugir. Os tomáis la cervecita de rigor y os planteáis qué hacer.
En caso de querer ir al parque para aprovechar el viaje (ya comeréis un bocadillo de camino), continúa leyendo el capítulo 4.
Si por el contrario, prefieres comer un buen plato de migas, vete al capítulo 6.


4: Cogéis la carretera que sube al puerto, para adentraros posteriormente en el esperado valle. Brilla el sol y efectivamente las vistas son magníficas. Mientras subís podéis contemplar los olivares de Jaén, y una vez comenzáis la bajada tras superar la cima, os adentráis en el denso pinar que ve nacer al Guadalquivir a diario. A medida que la carretera va descendiendo, se va perdiendo la visión del paisaje que os rodea y os adentráis en el bosque. La sinuosa carretera apenas te deja ver a más de una treintena de metros, y al mirar por el retrovisor la visibilidad es casi nula: el bosque os rodea. Al llegar al fondo del valle, un cruce te obliga a elegir camino.
Para ir al Centro de Interpretación del Parque, vete al capítulo 5.
Si por el contrario prefieres ir a la Cerrada del Utrero, vete al capítulo 10.


5: Para llegar al Centro de Interpretación, situado en el corazón del valle, atravesáis veinte kilómetros de árboles. Un par de casas y un parador que parece abandonado son las únicas notas discordantes. Finalmente la carretera llega a un claro extenso que os permite ver las montañas que os rodean, como si os hallarais en el fondo de una olla. En un extremo, un edificio grande, de madera, parecido a las cabañas del parque de Yellowstone. Al otro lado, un cartel que señala hacia La garganta del río Borosa. Miras sonriendo a tu pareja, tú sabes adónde quieres ir.
Si os quedáis en el Centro de Interpretación, vete al capítulo 7.
Para seguir la carretera hasta garganta, salta hasta el capítulo 11.

6: El mesón Cristina que os han recomendado vuestros amigos, situado en la Plaza Santa María, en un extremo del pueblo bajo el Castillo de la Yedra, es el sitio ideal. Al entrar te encuentras rodeado por el horno de leña, la chimenea, una barra en la que está Cristina (supones que es ella) y tras ella una espléndida colección de licores de la tierra. Os acompaña al comedor del primer piso el camarero, que junto con Cristina, vienen de Europa del Este (a juzgar por el acento).
- Yo ya ocho años en este país, y nunca tan poca gente como este año. Crisis mala. –te dice, y tu no puedes más que sonreírle y decirle que al menos vosotros habéis llegado hasta allí. Tú sonríes pero a él parece no haberle divertido tu comentario.
Coméis eternamente: un plato, dos platos, tres platos, postre, café y chupito… te sientes agotado, con ganas de dormir. Antes de pagar la cuenta observas como tu pareja cabecea, y lo siguiente que recuerdas es que te despiertas en medio de la noche, a oscuras completamente. No hay nadie más que tu pareja y tú. La despiertas, os miráis los bolsillos y están vacíos pero no importa, al menos os han dejado las llaves del coche. Bajáis corriendo y abres la puerta de un golpe, sin pensar. Corréis hasta el hotel, pedís la llave de la habitación pero la recepcionista dice no conoceros, no hay ninguna habitación a vuestro nombre. Suspiras. Tratas de reflexionar pero ni siquiera intentas discutir con ella, directamente os vais al coche a dormir el resto de la noche.
Continúa en el capítulo 8.

7: Entráis en el Centro y lo primero de todo os sorprende el tamaño del interior. Visto desde afuera parecía notablemente más pequeño. Frente a vosotros, un enorme plano indica todas las estancias del edificio: tienda de regalos, sala audiovisual, 2 salas de exposiciones, cafetería, restaurante, museo y por detrás del edificio, un zoo y un jardín botánico. Decidís tomar un café y al llegar a la cafetería resulta ser un Starbucks en toda regla. No sabíais que la cadena hubiese llegado al corazón del parque. Hay docenas de personas tomando todo tipo de frapuccinos, gente trajeada, grupos de amigas con carpetas y aspecto de universitarias, funcionarios, todo tipo de fauna.

Tras terminar vuestros cafés, decidís dar un paseo por el resto de estancias. Os defraudan las salas de exposiciones, vacías, y la sala de audiovisuales, con la pantalla encendida pero no reproduciendo más que ruido. El museo es aceptable aunque pequeño, y el botánico y el zoo están cerrados. Descartáis comprar nada en la tienda de regalos por ser todo demasiado claro y abandonáis el Centro para continuar la visita del parque, pero al salir sentís una extraña sensación: está amaneciendo. Miras el reloj y efectivamente lleváis 24 horas metidos ahí dentro, y tú habías estimado haber estado tan sólo unas dos o tres. Contrariado y aturdido, le dices a tu pareja que hay que emprender el camino de vuelta.
Continúa en el capítulo 8.

8: Se termina el fin de semana, toca volver a casa. Además preferís volver pronto, ya que al día siguiente trabajáis y hay que madrugar. Volvéis por la autopista tranquilos, disfrutando del viaje. Enciendes la radio y buscas alguna emisora en la que suenen canciones conocidas, de esas que los dos podéis tararear. Y así, mientras miras al frente y cantas una famosa canción noventera, meditas sobre el fin de semana que acabáis de pasar. Sonríes a tu pareja, y ella te devuelve la sonrisa como dándote la razón: sí, está bien volver a casa. Es una lástima que no hayáis podido conocer Cazorla a fondo; otra vez será.