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lunes, junio 11, 2012
¿Qué celebra Rajoy?
- Que nos rescatan.
- Que él nos rescata.
- Que Nadal, Alonso y la selección de fútbol han quitado la portada a esta vergonzante foto.
- ¡Que empieza la VBelgicamanía!
miércoles, febrero 08, 2012
Nos la están colando
Hay un tipo en mi trabajo que se pasa el día diciendo “ya se sabe, corren malos tiempos para la lírica”, como una muletilla, como si eso explicara todo lo que está sucediendo, como si fuera la última línea de su análisis crítico de la situación política. Lo curioso es que todavía no sé de qué pie cojea esa persona; desconozco su ideología, y hasta dudo mucho que sepa lo que está ocurriendo. En otras palabras, mi compañero no sabe que nos la están colando. Dice que son malos tiempos para la lírica, y ante una frase así todos asentimos, entornamos los ojos, y acompañamos a coro con un “así es”, y ala, ya te puedes ir a casa pensando que acabas de dar con el problema, que acabas de arreglar el mundo. Como mucho una cerveza como recompensa antes de llegar a casa.
Pero el nuevo gobierno, al margen de lo que piensen en mi oficina, está desvelando las dudas que había (que al menos yo tenía) sobre su orientación. Una semana antes de las elecciones comentaba no tener clara todavía la verdadera imagen de Rajoy. Dudaba acerca de si se impondría el ala de los moderados como Gallardón, o si Esperanza y su peculiar forma crear diferencias sociales dominarían la actitud del partido. Me equivoqué de pleno, ni lo uno ni lo otro. Ahora estamos comprobando que la verdadera cara del PP, no es sino Gallardón y su peculiar forma de crear diferencias sociales.
Peaje en el camino: que quede claro, no es el aspecto económico el que resulta inquietante. Al fin y al cabo, el gobierno socialista ya hincó la rodilla y cedió ante las presiones de esos entes llamados “mercados”, y comenzó a aplicar las medidas que le dictaron. No vimos ningún intento de unión política europea, ningún intento de acabar con el fraude, ni con la corrupción, verdaderos agujeros del Estado. El PP no está haciendo sino seguir la ruta ya iniciada por el Gobierno anterior, que consiste simplemente en una suma atropellada y desordenada de medidas que se van tomando siempre en la misma dirección (lastrar a las clases medias y liberar a las altas) pero sin ningún orden. Como si el becario de Botín fuera el que manda en todo esto.
Pasado el peaje vuelvo a la ruta: al margen de la economía, el problema es todo lo demás (¡!). El actual gobierno está aprovechándose de la situación, de una sociedad noqueada, aturdida a merced de esos “mercados”, arrinconada por la amenaza del paro y capaz de cerrar los ojos ante las barbaridades que el gobierno está realizando con tal de mantener viva la esperanza de que “si aguanto todo esto, al final pasará la mala racha y volveré a tener trabajo”. Una curiosa forma de flagelarnos, la nuestra. Para que luego digan que no somos buenos católicos. Dóciles, sumisos y esperando el perdón, mientras cargamos con nuestra culpa. Parece que vamos por la calle rezando “La vida es un valle de lágrimas…” Y mientras tanto nos aprietan un poco más.
El nuevo gobierno, para empezar por lo sencillo, falla en las formas. Mienten al argumentar por qué el toreo ha de protegerse, alegando medidas tomadas en Francia que no son reales. Mienten al justificar la sustitución de Educación para la Ciudadanía por otra asignatura, amparándose en presuntos textos sacados de libros de texto de la asignatura cuando no es así. Y mienten cuando nos cuentan las supuestas bondades que la reforma de la ley de divorcio traerá a nuestras administraciones. Pero efectivamente, estamos hablando de formas. Irrita que no le digan la verdad a uno (por eso perdieron las elecciones de 2004, por mentir), pero no nos podemos detener mucho en esto porque al fin y al cabo no es lo más grave. Lo más grave es el fondo de sus medidas.
Y lo más grave del fondo de las medidas presentadas en las últimas semanas por el nuevo gobierno, es ese carácter anacrónico y retrógrado que lucen. El ambiente huele a moho. De pronto los ministros (por Rajoy ni pregunten, ni está ni se le espera) nos han llenado los telediarios de términos como adoctrinamiento, cadena perpetua, despenalización del aborto, píldora postcoital con receta, términos que creíamos de otro tiempo… el telediario se ha convertido en Cuéntame.
Está mal que propongan que la píldora poscoital se tenga que pedir con receta; asusta a los jóvenes que la pueden necesitar. Está mal que Gallardón pretenda llevar el aborto de vuelta al año 1985 y aleje a las mujeres del derecho a decidir por sí mismas sin tener que sentir más culpables de lo que inevitablemente se han de sentir. Está mal que el PP a bloque lance globo sondas, a ver cómo ciertas ideas opresoras como terminar con las ayudas a los enfermos crónicos calan en la sociedad. Está mal, muy mal, que se plantee la posibilidad de establecer la cadena perpetua en este país, un país que en el artículo 25.2 de su Constitución establece que que “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”; leyendo esto uno diría que esa propuesta es anti-Constitucional, a la baja. Y está mal también que en la propuesta de reforma educativa introduzcan términos como “Estatuto de Carrera Docente” o “Autonomía de los centros educativos”, porque leyendo las explicaciones que dan uno entiende que están proponiendo diferenciar entre listos y tontos (de una manera pueril), y entre ricos y pobres (de una manera cruel).
No entiendo por qué somos incapaces de superar ciertas cuestiones y volvemos siempre sobre los mismos temas, ya lo comenté hace poco, así que probablemente no sea la persona más adecuada para comentar estas propuestas. Pero una sociedad acobardada y paralizada por el amenazante miedo a la falta de empleo no está en condiciones de reaccionar frente a ciertos abusos de sus gobernantes. Estamos dormidos y tenemos que despertar. Cuanto antes.
Pero el nuevo gobierno, al margen de lo que piensen en mi oficina, está desvelando las dudas que había (que al menos yo tenía) sobre su orientación. Una semana antes de las elecciones comentaba no tener clara todavía la verdadera imagen de Rajoy. Dudaba acerca de si se impondría el ala de los moderados como Gallardón, o si Esperanza y su peculiar forma crear diferencias sociales dominarían la actitud del partido. Me equivoqué de pleno, ni lo uno ni lo otro. Ahora estamos comprobando que la verdadera cara del PP, no es sino Gallardón y su peculiar forma de crear diferencias sociales.
Peaje en el camino: que quede claro, no es el aspecto económico el que resulta inquietante. Al fin y al cabo, el gobierno socialista ya hincó la rodilla y cedió ante las presiones de esos entes llamados “mercados”, y comenzó a aplicar las medidas que le dictaron. No vimos ningún intento de unión política europea, ningún intento de acabar con el fraude, ni con la corrupción, verdaderos agujeros del Estado. El PP no está haciendo sino seguir la ruta ya iniciada por el Gobierno anterior, que consiste simplemente en una suma atropellada y desordenada de medidas que se van tomando siempre en la misma dirección (lastrar a las clases medias y liberar a las altas) pero sin ningún orden. Como si el becario de Botín fuera el que manda en todo esto.
Pasado el peaje vuelvo a la ruta: al margen de la economía, el problema es todo lo demás (¡!). El actual gobierno está aprovechándose de la situación, de una sociedad noqueada, aturdida a merced de esos “mercados”, arrinconada por la amenaza del paro y capaz de cerrar los ojos ante las barbaridades que el gobierno está realizando con tal de mantener viva la esperanza de que “si aguanto todo esto, al final pasará la mala racha y volveré a tener trabajo”. Una curiosa forma de flagelarnos, la nuestra. Para que luego digan que no somos buenos católicos. Dóciles, sumisos y esperando el perdón, mientras cargamos con nuestra culpa. Parece que vamos por la calle rezando “La vida es un valle de lágrimas…” Y mientras tanto nos aprietan un poco más.
El nuevo gobierno, para empezar por lo sencillo, falla en las formas. Mienten al argumentar por qué el toreo ha de protegerse, alegando medidas tomadas en Francia que no son reales. Mienten al justificar la sustitución de Educación para la Ciudadanía por otra asignatura, amparándose en presuntos textos sacados de libros de texto de la asignatura cuando no es así. Y mienten cuando nos cuentan las supuestas bondades que la reforma de la ley de divorcio traerá a nuestras administraciones. Pero efectivamente, estamos hablando de formas. Irrita que no le digan la verdad a uno (por eso perdieron las elecciones de 2004, por mentir), pero no nos podemos detener mucho en esto porque al fin y al cabo no es lo más grave. Lo más grave es el fondo de sus medidas.
Y lo más grave del fondo de las medidas presentadas en las últimas semanas por el nuevo gobierno, es ese carácter anacrónico y retrógrado que lucen. El ambiente huele a moho. De pronto los ministros (por Rajoy ni pregunten, ni está ni se le espera) nos han llenado los telediarios de términos como adoctrinamiento, cadena perpetua, despenalización del aborto, píldora postcoital con receta, términos que creíamos de otro tiempo… el telediario se ha convertido en Cuéntame.
Está mal que propongan que la píldora poscoital se tenga que pedir con receta; asusta a los jóvenes que la pueden necesitar. Está mal que Gallardón pretenda llevar el aborto de vuelta al año 1985 y aleje a las mujeres del derecho a decidir por sí mismas sin tener que sentir más culpables de lo que inevitablemente se han de sentir. Está mal que el PP a bloque lance globo sondas, a ver cómo ciertas ideas opresoras como terminar con las ayudas a los enfermos crónicos calan en la sociedad. Está mal, muy mal, que se plantee la posibilidad de establecer la cadena perpetua en este país, un país que en el artículo 25.2 de su Constitución establece que que “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”; leyendo esto uno diría que esa propuesta es anti-Constitucional, a la baja. Y está mal también que en la propuesta de reforma educativa introduzcan términos como “Estatuto de Carrera Docente” o “Autonomía de los centros educativos”, porque leyendo las explicaciones que dan uno entiende que están proponiendo diferenciar entre listos y tontos (de una manera pueril), y entre ricos y pobres (de una manera cruel).
No entiendo por qué somos incapaces de superar ciertas cuestiones y volvemos siempre sobre los mismos temas, ya lo comenté hace poco, así que probablemente no sea la persona más adecuada para comentar estas propuestas. Pero una sociedad acobardada y paralizada por el amenazante miedo a la falta de empleo no está en condiciones de reaccionar frente a ciertos abusos de sus gobernantes. Estamos dormidos y tenemos que despertar. Cuanto antes.
viernes, octubre 21, 2011
El Dilema Electoral
A estas alturas de la película, a un mes de las elecciones, nadie se pregunta ya quién va a ganar las elecciones, así que la única incógnita que queda por despejar es saber si el PP obtendrá mayoría absoluta o no.
Esa mayoría absoluta no se presenta como la solución a los problemas del país, puesto que uno de los últimos garantes que le quedan a las democracias de occidente, es precisamente el que los partidos de la oposición puedan, en un momento dado, pararle los pies a un gobierno al que se le vaya la mano.
Si atendemos a los telediarios, estas elecciones están marcadas claramente por factores económicos. Pero unos factores económicos que afectan directamente a derechos sociales como la asistencia sanitaria, la educación, las pensiones y el modelo de reparto de la riqueza. En medio de la crisis, los poderes económicos mundiales claman contra los Estados, y piden que para sanear los mercados se haga menguar a los entes públicos y se dote de mayor protagonismo al sector privado, único al parecer capaz de solventar los problemas de gestión, burocracia y corrupción endémicos de las empresas y organismos públicos. Y aquí parece haber dos posicionamientos claros, al menos en nuestro país: la derecha que apoya estas tesis y la izquierda… la izquierda que dice que no las apoya, pero actúa como si sí que lo hiciera. Y empezamos con los problemas.
Así pues, la primera opción de voto no parece muy… adecuada para la situación. Vaya por delante que me desvinculo del discurso victimista que amenaza con que la llegada de la derecha significará el fin del Estado del Bienestar; no creo que sean tan cocos, pero sí que me inquieta que personajes como E. Aguirre o A. Botella toquen tanto poder. Sus tesis políticas enraízan en la noción de que los mercados libres se autorregulan, que no necesitan reglas que los lastren y que en la vida todos tenemos igualdad de oportunidades, así que el que no tiene éxito es debido a que simplemente no quiere, o no sabe. Pues bien, esta idea es falsa, y tiene trampa. No todos tenemos igualdad de oportunidades en la vida; los ricos deben garantizar el acceso a los pobres a esos servicios básicos que son la sanidad y la educación, y las empresas privadas en ningún momento han demostrado ni ser menos corruptas, ni controlar mejor la corrupción que los organismos públicos. Confiar en estos axiomas no sólo no nos sacará de la crisis, sino que puede hacer más profundas aún unas diferencias sociales que en España empiezan a ser alarmantes.
Al hilo de este tema, no comprendo por qué cuando un concejal echa mano a la caja todos nos sentimos robados, y sin embargo cuando se trata de un directivo de banco y sus millonarias pensiones y finiquitos, parece que la cosa no va con nosotros y que no nos afecta.
Y la segunda opción, resulta mucho más dura de defender, en cierto modo. Una izquierda “renovada” por uno de sus más antiguos líderes, parece una izquierda lista para inmolarse. El sacrificio de Rubalcaba para que el partido renazca en cuatro años con Chacón al frente parece claro, quizás demasiado claro. Están cometiendo los mismos errores que Almunia en el año 2.000, tratando de movilizas a los votantes de izquierdas escorando su discurso, y alejándose de los votantes de centro, digamos. Sin embargo, los votantes de izquierdas están muy lejos de ellos.
Los llamados indignados que nacieron como apolíticos, han sido reconducidos poco a poco hacia la izquierda política gracias en parte a las maniobras nada disimuladas de la prensa de derechas, hasta quedar caricaturizados como un grupo de neo-hippies o de radicales, que desde luego no van a cambiar el mundo. Bendita renovación. En Egipto eran libertadores y aquí son simples pies negros. Por una vez casi me convence Sánchez Dragó, para el cual los indignados son “prefascistas, pero ellos aún no lo saben.” No deja de ser cierto en parte, puesto que apuestan por regenerar el sistema al margen del mismo, lo que así enunciado podría parecerse a los métodos de los líderes fascistas de la primera mitad del s. XX, y no dejan de ser una propuesta ademocrática o antidemocrática, con respecto a las instituciones (que no a la población). Claro que la afirmación tiene truco, porque entonces cualquier revolución pasada podría ser tildada de fascista… ¿Católicos fascistas? ¿Franceses fascistas? ¿Rusos comunistas-fascistas? Bueno, lo de Sánchez Dragó buscando publicidad cada vez que quiere publicar un libro ya es una tradición, pero no he podido resistirme a comentarlo.
Para terminar, no creo que en estas elecciones estén en juego algunos derechos sociales recién conseguidos por la sociedad española como puedan ser el matrimonio homosexual o la ley de dependencia (aunque los recortes económicos sí que pueden afectar seriamente a la segunda), y el derecho al aborto ni lo menciono porque ya lleva muchos más años instalado en nuestra sociedad. En estas elecciones nos jugamos que la educación vuelva a entregarse parcialmente a la Iglesia –tan necesitada de ingresos económicos-, que las coberturas sanitarias caigan en manos de aseguradoras ávidas de clientes, y que la forma de recaudar impuestos se oriente más a los indirectos (IVA, copagos, tasas escolares, etc.) o a los directos (rentas, patrimonio…) En resumen, que el país, en estas elecciones, tiene una difícil elección por delante: Se debate entre votar lo que no debe, y lo que no puede.
Esa mayoría absoluta no se presenta como la solución a los problemas del país, puesto que uno de los últimos garantes que le quedan a las democracias de occidente, es precisamente el que los partidos de la oposición puedan, en un momento dado, pararle los pies a un gobierno al que se le vaya la mano.
Si atendemos a los telediarios, estas elecciones están marcadas claramente por factores económicos. Pero unos factores económicos que afectan directamente a derechos sociales como la asistencia sanitaria, la educación, las pensiones y el modelo de reparto de la riqueza. En medio de la crisis, los poderes económicos mundiales claman contra los Estados, y piden que para sanear los mercados se haga menguar a los entes públicos y se dote de mayor protagonismo al sector privado, único al parecer capaz de solventar los problemas de gestión, burocracia y corrupción endémicos de las empresas y organismos públicos. Y aquí parece haber dos posicionamientos claros, al menos en nuestro país: la derecha que apoya estas tesis y la izquierda… la izquierda que dice que no las apoya, pero actúa como si sí que lo hiciera. Y empezamos con los problemas.
Así pues, la primera opción de voto no parece muy… adecuada para la situación. Vaya por delante que me desvinculo del discurso victimista que amenaza con que la llegada de la derecha significará el fin del Estado del Bienestar; no creo que sean tan cocos, pero sí que me inquieta que personajes como E. Aguirre o A. Botella toquen tanto poder. Sus tesis políticas enraízan en la noción de que los mercados libres se autorregulan, que no necesitan reglas que los lastren y que en la vida todos tenemos igualdad de oportunidades, así que el que no tiene éxito es debido a que simplemente no quiere, o no sabe. Pues bien, esta idea es falsa, y tiene trampa. No todos tenemos igualdad de oportunidades en la vida; los ricos deben garantizar el acceso a los pobres a esos servicios básicos que son la sanidad y la educación, y las empresas privadas en ningún momento han demostrado ni ser menos corruptas, ni controlar mejor la corrupción que los organismos públicos. Confiar en estos axiomas no sólo no nos sacará de la crisis, sino que puede hacer más profundas aún unas diferencias sociales que en España empiezan a ser alarmantes.
Al hilo de este tema, no comprendo por qué cuando un concejal echa mano a la caja todos nos sentimos robados, y sin embargo cuando se trata de un directivo de banco y sus millonarias pensiones y finiquitos, parece que la cosa no va con nosotros y que no nos afecta.
Y la segunda opción, resulta mucho más dura de defender, en cierto modo. Una izquierda “renovada” por uno de sus más antiguos líderes, parece una izquierda lista para inmolarse. El sacrificio de Rubalcaba para que el partido renazca en cuatro años con Chacón al frente parece claro, quizás demasiado claro. Están cometiendo los mismos errores que Almunia en el año 2.000, tratando de movilizas a los votantes de izquierdas escorando su discurso, y alejándose de los votantes de centro, digamos. Sin embargo, los votantes de izquierdas están muy lejos de ellos.
Los llamados indignados que nacieron como apolíticos, han sido reconducidos poco a poco hacia la izquierda política gracias en parte a las maniobras nada disimuladas de la prensa de derechas, hasta quedar caricaturizados como un grupo de neo-hippies o de radicales, que desde luego no van a cambiar el mundo. Bendita renovación. En Egipto eran libertadores y aquí son simples pies negros. Por una vez casi me convence Sánchez Dragó, para el cual los indignados son “prefascistas, pero ellos aún no lo saben.” No deja de ser cierto en parte, puesto que apuestan por regenerar el sistema al margen del mismo, lo que así enunciado podría parecerse a los métodos de los líderes fascistas de la primera mitad del s. XX, y no dejan de ser una propuesta ademocrática o antidemocrática, con respecto a las instituciones (que no a la población). Claro que la afirmación tiene truco, porque entonces cualquier revolución pasada podría ser tildada de fascista… ¿Católicos fascistas? ¿Franceses fascistas? ¿Rusos comunistas-fascistas? Bueno, lo de Sánchez Dragó buscando publicidad cada vez que quiere publicar un libro ya es una tradición, pero no he podido resistirme a comentarlo.
Para terminar, no creo que en estas elecciones estén en juego algunos derechos sociales recién conseguidos por la sociedad española como puedan ser el matrimonio homosexual o la ley de dependencia (aunque los recortes económicos sí que pueden afectar seriamente a la segunda), y el derecho al aborto ni lo menciono porque ya lleva muchos más años instalado en nuestra sociedad. En estas elecciones nos jugamos que la educación vuelva a entregarse parcialmente a la Iglesia –tan necesitada de ingresos económicos-, que las coberturas sanitarias caigan en manos de aseguradoras ávidas de clientes, y que la forma de recaudar impuestos se oriente más a los indirectos (IVA, copagos, tasas escolares, etc.) o a los directos (rentas, patrimonio…) En resumen, que el país, en estas elecciones, tiene una difícil elección por delante: Se debate entre votar lo que no debe, y lo que no puede.
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martes, septiembre 28, 2010
Si yo voy a la huelga, ¿vendrá ella a mí?
Resulta que por fin, tras más de dos años esperando a que alguien realizara un acto en contra de la crisis, ha llegado el tan esperado día: la huelga general del 29-S. Los sindicatos e Internet se han aliado frente al gobierno, la prensa, la oposición y los analistas políticos; los primeros la reivindican mientras los segundos la denuestan. ¿Y a mí que me parece todo esto? Pues a mí me aburre y además me ocurre como casi siempre, que me siento de lado.
Recopilemos. Los sindicatos convocaron a principios de verano una huelga general para, según ellos, protestar contra una reforma laboral que creían injusta y favorable a los empresarios y de paso, protestar contra la crisis y contra los verdaderos creadores de esta. De acuerdo con todo.
Recientemente, según se acercaba la fecha, resulta que la mayor parte de la prensa ha acusado a los sindicatos de seguirle el juego al Gobierno durante los dos años de crisis, y de planear una huelga ahora que ya está todo hecho para, simplemente salvar los muebles. Y con esto también estoy de acuerdo, a pesar de que sea el mismo argumento que Esperanza Aguirre esté empleando para “demostrar” la inutilidad de los sindicatos y promover leyes que los anulen, muy a la americana ella. Y yo aquí en medio, sintiéndome culpable por coincidir en mi posición frente a la huelga con la señora Aguirre a pesar de que nuestras argumentaciones e intenciones sean bien distintas. Una vez más, aquí no importa lo que nosotros pensemos, sino dónde estamos haciendo bulto porque al igual que ocurre con las elecciones, aquí nadie quiere tu apoyo o tu acuerdo, sólo quieren tu voto. O a favor o en contra de los sindicatos, o a favor o en contra del PP, y siempre en contra del Gobierno.
Pero Internet se resiste. Las revoluciones del s.XXI se hacen en Facebook le pese a quien le pese, y en las últimas dos semanas la cantidad de correos que se han movido por la red promoviendo acudir a la manifestación ha sido más que generosa. De entre estos cientos de correos y artículos comento el que escribió Ignacio Escolar. Argumenta el ex-director de Público cuatro razones para acudir a la manifestación, a ser: a) que no cree en el abaratamiento del despido como receta para solucionar la crisis financiera mundial, b) que se niega a asumir que el fracaso del neoliberalismo se solucione con más neoliberalismo (se repite), c) que aunque no está encantado con los sindicatos, sigue pensando que son necesarios y quiere apoyarlos y d) que teme que la huelga no va a funcionar, pero que tiene debilidad por las causas perdidas (toma ya). En resumen: Escolar, como la mayoría, propone acudir a la huelga para protestar por la reforma laboral y para dar su apoyo a los sindicatos. Y yo respondo.
La reforma laboral, impuesta por las grandes financieras mundiales a toda la Unión Europea (si no apruebas esta reforma, destrozamos tus fondos en la bolsa y hundimos tu economía), es una vergüenza. No por la reforma en sí misma, puesto que el abaratamiento de los despidos no es tan criminal como lo pintan (¿o acaso la gente quiere jubilarse con un despido?) y la prolongación de la edad de jubilación es inevitable, a tenor de lo que propugnan las pirámides de población. Lo verdaderamente vergonzoso es que, muy a pesar de lo que Obama dijo, sólo uno de los hombres que creó la crisis ha pagado por ella: Maddoff. El resto no sólo han quedado impunes, sino que le sacaron dinero a los gobiernos el año pasado para pagar sus cuentas a pesar de que siguieron dando beneficios, y se han negado en redondo a cambiar las reglas del juego. Señores, el crecimiento (económico o no) infinito es una falacia, va contra las leyes de la termodinámica, las burbujas especulativas deberían servir para meter a ciertas personas en la cárcel y nada más, y el capitalismo radical en el que estamos atrapados está sumiendo a Europa en un proceso de Latinoamericanización que da miedo (clases altas en barriadas con vigilancia privada y alambre de espino, y clases bajas en barriadas a secas. La clase media no la busquéis). Que lea a Galeano quien se quiera asustar más aún.
Pues bien, ¿qué puede hacer el Gobierno en todo esto? Nada. ¿Y los sindicatos? Más bien poco. ¿Significa esto que simplemente hay que rendirse y dejar la vida pasar? No, pero la respuesta de una huelga general a nivel nacional (por no hablar del bochorno asturiano) no sirve de nada. Una convocatoria a nivel europeo, con una unión sindical trans-europea hubiese sido apetecible, pero no esto.
También nos animaba Escolar a proteger a los sindicatos. ¿A qué sindicatos? ¿A los que no vinieron a visitarnos nunca a la Universidad? ¿A los que me miraban con desprecio y miedo cuando trabajaba en Producción porque yo era mando y no operario? ¿A los que no me han venido a conocer en dos años en este trabajo, y sólo se han pasado por mi planta para hacer fotocopias, hasta hace dos días que nos han pedido cooperación? Los sindicatos tienen un problema con los universitarios, y nosotros lo tenemos con nosotros mismos.
Siempre cuento la misma historia pero no por ello deja de ser menos ilustrativa. Tanto mi padre como yo estudiamos Ingeniería Industrial (y el ejemplo de los ingenieros bien podrá extenderse a cualquier otra carrera), pero con treinta años de diferencia. Cuando el terminó y llegó a su primera empresa, era el único ingeniero que había allí. No sólo eso, sino que era de los pocos que sabía leer y escribir correctamente, ya que la mayoría de los cerca de cien trabajadores habían abandonado los estudios a temprana edad para ponerse a trabajar, obligaciones de la época. Mi padre ayudaba a algunos compañeros a hacer la declaración de la renta. Eso explica quizás, por qué mi padre y su generación pronto alcanzaron puestos directivos.
Cuando yo llegué a mi primer trabajo, en una empresa de quinientas personas había cerca de setenta ingenieros, ¡pero es que la mitad de los empleados eran universitarios!. En mi actual empresa, trabajo en el departamento de Ingeniería, donde más de sesenta personas tenemos esa titulación sólo en mi planta, y trabajo en un polígono con muchos edificios, con muchas plantas. Que alguien todavía piense que esa palabra, Ingeniero (cambiadla por universitario, si queréis), tiene el mismo valor ahora que hace treinta años es que no ha entendido nada. Las carreras universitarias, por fuerza (por oferta y demanda), están devaluadas y hoy en día, se puede afirmar que somos los nuevos curritos. Los de antes le daban al martillo y nosotros a la tecla, pero tenemos las mismas oportunidades de llegar a ser directivos que las que los operarios buenos y avispados de hace treinta años. ¿Por qué entonces los sindicatos se niegan a vernos como lo que somos? ¿Por qué nos siguen despreciando? ¿Acaso no ven la cantidad de afiliados que están perdiendo?
Quizás dentro de quince años me arrepienta y eche de menos a los sindicatos (igual que a los colegios profesionales), pero hay ciertas instituciones que no pueden seguir funcionando con su estructura anacrónica, y que conste que no pienso que no sean necesarios, todo lo contrario. Aún queda mucho trabajo por hacer…
Recopilemos. Los sindicatos convocaron a principios de verano una huelga general para, según ellos, protestar contra una reforma laboral que creían injusta y favorable a los empresarios y de paso, protestar contra la crisis y contra los verdaderos creadores de esta. De acuerdo con todo.
Recientemente, según se acercaba la fecha, resulta que la mayor parte de la prensa ha acusado a los sindicatos de seguirle el juego al Gobierno durante los dos años de crisis, y de planear una huelga ahora que ya está todo hecho para, simplemente salvar los muebles. Y con esto también estoy de acuerdo, a pesar de que sea el mismo argumento que Esperanza Aguirre esté empleando para “demostrar” la inutilidad de los sindicatos y promover leyes que los anulen, muy a la americana ella. Y yo aquí en medio, sintiéndome culpable por coincidir en mi posición frente a la huelga con la señora Aguirre a pesar de que nuestras argumentaciones e intenciones sean bien distintas. Una vez más, aquí no importa lo que nosotros pensemos, sino dónde estamos haciendo bulto porque al igual que ocurre con las elecciones, aquí nadie quiere tu apoyo o tu acuerdo, sólo quieren tu voto. O a favor o en contra de los sindicatos, o a favor o en contra del PP, y siempre en contra del Gobierno.
Pero Internet se resiste. Las revoluciones del s.XXI se hacen en Facebook le pese a quien le pese, y en las últimas dos semanas la cantidad de correos que se han movido por la red promoviendo acudir a la manifestación ha sido más que generosa. De entre estos cientos de correos y artículos comento el que escribió Ignacio Escolar. Argumenta el ex-director de Público cuatro razones para acudir a la manifestación, a ser: a) que no cree en el abaratamiento del despido como receta para solucionar la crisis financiera mundial, b) que se niega a asumir que el fracaso del neoliberalismo se solucione con más neoliberalismo (se repite), c) que aunque no está encantado con los sindicatos, sigue pensando que son necesarios y quiere apoyarlos y d) que teme que la huelga no va a funcionar, pero que tiene debilidad por las causas perdidas (toma ya). En resumen: Escolar, como la mayoría, propone acudir a la huelga para protestar por la reforma laboral y para dar su apoyo a los sindicatos. Y yo respondo.
La reforma laboral, impuesta por las grandes financieras mundiales a toda la Unión Europea (si no apruebas esta reforma, destrozamos tus fondos en la bolsa y hundimos tu economía), es una vergüenza. No por la reforma en sí misma, puesto que el abaratamiento de los despidos no es tan criminal como lo pintan (¿o acaso la gente quiere jubilarse con un despido?) y la prolongación de la edad de jubilación es inevitable, a tenor de lo que propugnan las pirámides de población. Lo verdaderamente vergonzoso es que, muy a pesar de lo que Obama dijo, sólo uno de los hombres que creó la crisis ha pagado por ella: Maddoff. El resto no sólo han quedado impunes, sino que le sacaron dinero a los gobiernos el año pasado para pagar sus cuentas a pesar de que siguieron dando beneficios, y se han negado en redondo a cambiar las reglas del juego. Señores, el crecimiento (económico o no) infinito es una falacia, va contra las leyes de la termodinámica, las burbujas especulativas deberían servir para meter a ciertas personas en la cárcel y nada más, y el capitalismo radical en el que estamos atrapados está sumiendo a Europa en un proceso de Latinoamericanización que da miedo (clases altas en barriadas con vigilancia privada y alambre de espino, y clases bajas en barriadas a secas. La clase media no la busquéis). Que lea a Galeano quien se quiera asustar más aún.
Pues bien, ¿qué puede hacer el Gobierno en todo esto? Nada. ¿Y los sindicatos? Más bien poco. ¿Significa esto que simplemente hay que rendirse y dejar la vida pasar? No, pero la respuesta de una huelga general a nivel nacional (por no hablar del bochorno asturiano) no sirve de nada. Una convocatoria a nivel europeo, con una unión sindical trans-europea hubiese sido apetecible, pero no esto.
También nos animaba Escolar a proteger a los sindicatos. ¿A qué sindicatos? ¿A los que no vinieron a visitarnos nunca a la Universidad? ¿A los que me miraban con desprecio y miedo cuando trabajaba en Producción porque yo era mando y no operario? ¿A los que no me han venido a conocer en dos años en este trabajo, y sólo se han pasado por mi planta para hacer fotocopias, hasta hace dos días que nos han pedido cooperación? Los sindicatos tienen un problema con los universitarios, y nosotros lo tenemos con nosotros mismos.
Siempre cuento la misma historia pero no por ello deja de ser menos ilustrativa. Tanto mi padre como yo estudiamos Ingeniería Industrial (y el ejemplo de los ingenieros bien podrá extenderse a cualquier otra carrera), pero con treinta años de diferencia. Cuando el terminó y llegó a su primera empresa, era el único ingeniero que había allí. No sólo eso, sino que era de los pocos que sabía leer y escribir correctamente, ya que la mayoría de los cerca de cien trabajadores habían abandonado los estudios a temprana edad para ponerse a trabajar, obligaciones de la época. Mi padre ayudaba a algunos compañeros a hacer la declaración de la renta. Eso explica quizás, por qué mi padre y su generación pronto alcanzaron puestos directivos.
Cuando yo llegué a mi primer trabajo, en una empresa de quinientas personas había cerca de setenta ingenieros, ¡pero es que la mitad de los empleados eran universitarios!. En mi actual empresa, trabajo en el departamento de Ingeniería, donde más de sesenta personas tenemos esa titulación sólo en mi planta, y trabajo en un polígono con muchos edificios, con muchas plantas. Que alguien todavía piense que esa palabra, Ingeniero (cambiadla por universitario, si queréis), tiene el mismo valor ahora que hace treinta años es que no ha entendido nada. Las carreras universitarias, por fuerza (por oferta y demanda), están devaluadas y hoy en día, se puede afirmar que somos los nuevos curritos. Los de antes le daban al martillo y nosotros a la tecla, pero tenemos las mismas oportunidades de llegar a ser directivos que las que los operarios buenos y avispados de hace treinta años. ¿Por qué entonces los sindicatos se niegan a vernos como lo que somos? ¿Por qué nos siguen despreciando? ¿Acaso no ven la cantidad de afiliados que están perdiendo?
Quizás dentro de quince años me arrepienta y eche de menos a los sindicatos (igual que a los colegios profesionales), pero hay ciertas instituciones que no pueden seguir funcionando con su estructura anacrónica, y que conste que no pienso que no sean necesarios, todo lo contrario. Aún queda mucho trabajo por hacer…
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domingo, julio 04, 2010
El desencanto (político)
Avanza España a cuartos, avanza España a semis; una paraguaya con las tetas gordas no sabe qué más hacer para llamar la atención, todo el globo se alegra de la humillación a Maradona y sin embargo la vida sigue. Pero una frase en los comentarios del post anterior me ha hecho reflexionar: Me gusta el cáriz deportivo que está tomando este blog ha dicho Álvaro, y tiene parte de razón. Revisando los textos de los dos últimos meses, tocamos el deporte, la literatura, la música, la ficción; ¿y dónde está la política? Me pregunté. ¿Cómo puede ser que no hayamos hecho ningún comentario en este blog sobre la plaga de noticias de carácter político y financiero que protagonizan los periódicos y noticiarios estos últimos meses?
Es cierto que muchas veces me he sentido tentado de hacer comentarios sobre alguna de estas noticias, pero nunca me he atrevido a escribir el post, y en parte esto se debía a que no me sentía con confianza suficiente para opinar sobre temas que no conocía en profundidad. ¿Por qué, entonces, no era capaz de profundizar más sobre esas noticias? ¿A qué se debía mi inapetencia política?
Simplemente no he sido capaz de interesarme lo suficiente, y no porque no haya habido anuncios importantes, todo lo contrario, pero poco a poco a lo largo del último año me he ido hastiando progresivamente del mundo político, y es que las noticias resultaban demasiado pobres. Me refiero a una pobreza de espíritu, una pobreza moral, tanto de la clase política nacional como internacional; una falta de profesionalidad absoluta para tomar medidas, mezclada con la sensación de impotencia que da ver como esas figuras oscuras y difusas que son los mercados, los lobbies, y las grandes empresas juegan con los gobiernos como hacía yo de pequeño con mis lego. Ningún muñeco se quejó en los diez años que me dediqué a ser su dios. Bien sabemos que conseguir el hastío de la masa, del pueblo llano, es uno de los mecanismos más elementales de la sociedad de consumo tal y como proclaman las teorías de control de las masas, pero qué se le va a hacer, aún y así he caído en la trampa hasta el fondo, me he cansado.
Me he cansado de los estatutos, los Gürtels, las grotescas y descaradas y antidemocráticas maniobras contra Garzón, las esperadas reformas laborales, los recortes salariales, los G20’s y las empresas de ratios. Me canso, sobre todo me canso.
Enciendo la televisión y trato de evitar las sonrisa sádica de Esperanza Aguirre, siempre diciendo barbaridades y poniendo cara de estar hablando del tiempo; o la cabeza encogida, el gesto curil de Zapatero que parece que está pidiendo perdón constantemente; me resulta cada día más insoportable la cara de pánfilo de Rajoy, y sus vacías respuestas (vacías incluso para un político), o la expresión lela de Bibiana y su manido discurso. (Nótese la intencionada paridad en las comparaciones).
Ese sentimiento de que la cosa no va conmigo, con nosotros, inunda cualquier información. Ni piensan en nosotros, ni cuentan con nosotros, ni nos van a dejar hablar (o no nos escuchan, que no es lo mismo pero sí peor). Somos una sociedad huérfana.

Tampoco encuentra uno cobijo en la prensa, que parece haber tomado partido de forma irracional por uno de los dos bandos con capacidad de gobernar. El ciudadano no entiende, el ciudadano no está preparado. Claro que si alguien le hablara claro al ciudadano, quizás este podría posicionarse de forma más clara, o al menos tomar acción propia, al margen de los partidos. Cansan también las portadas de Público de tan amarillas que son, pero no menos que las del ABC o, por qué no llevarlo al extremo, La Razón. Tampoco a uno le reconforta leer los periódicos teóricamente más moderados El Mundo y El País. ¿Y qué ocurre con la televisión? ¿Por qué a partir del canal 20, la TDT está plagada de tertulias Aguirristas cuya única facultad es la de transportar el espectador a tiempos pretéritos, entre el 34 y el 36 más exactamente? Y de nuevo, tampoco los canales tradicionales sirven de cobijo al espectador que busca información. Escuchar el telediario de la Primera es como escuchar a un padre explicando los temas de política a su hijo de tres años, como si profundizar en cualquier tema fuese meterse en un callejón sin salida, y por lo tanto se considera una acción inútil. Y lo de Matías Prats ya es caso aparte. Su padre acabará pareciendo un gran demócrata a nuestros ojos como su hijo siga este camino.
Aunque, quién sabe, puede que siempre haya que confiar en la renovación de las clases política y periodística. En cuanto a lo segundo, los reptiles confiamos plenamente en Internet, hogar de blogs y magazines independientes que pueden encontrar una difusión inimaginable hace diez años. Y por el lado político, por mucho que me tema que algunas de las figuras políticas del momento se van a perpetuar hasta el final de los tiempos (¿alguien más vio a Acebes el otro día hablando en el Congreso?), sí que hay algunos nuevos rostros que auguran tiempos mejores. Son los Patxi López, Basagoiti y Feijoo, que imagino no tardarán en mirar a Madrid. Puede que no conozca sus actuaciones con detalle, pero al menos cuando me topo con ellos en un canal no me siento impelido a cambiarlo. Y es que si la crisis financiera parece profunda y complicada, la política y mediática está en lo más profundo de una de esas simas oceánicas de los documentales de La 2, donde sólo habitan pececitos pálidos y ciegos, de esos que jamás han visto la luz.
Es cierto que muchas veces me he sentido tentado de hacer comentarios sobre alguna de estas noticias, pero nunca me he atrevido a escribir el post, y en parte esto se debía a que no me sentía con confianza suficiente para opinar sobre temas que no conocía en profundidad. ¿Por qué, entonces, no era capaz de profundizar más sobre esas noticias? ¿A qué se debía mi inapetencia política?
Simplemente no he sido capaz de interesarme lo suficiente, y no porque no haya habido anuncios importantes, todo lo contrario, pero poco a poco a lo largo del último año me he ido hastiando progresivamente del mundo político, y es que las noticias resultaban demasiado pobres. Me refiero a una pobreza de espíritu, una pobreza moral, tanto de la clase política nacional como internacional; una falta de profesionalidad absoluta para tomar medidas, mezclada con la sensación de impotencia que da ver como esas figuras oscuras y difusas que son los mercados, los lobbies, y las grandes empresas juegan con los gobiernos como hacía yo de pequeño con mis lego. Ningún muñeco se quejó en los diez años que me dediqué a ser su dios. Bien sabemos que conseguir el hastío de la masa, del pueblo llano, es uno de los mecanismos más elementales de la sociedad de consumo tal y como proclaman las teorías de control de las masas, pero qué se le va a hacer, aún y así he caído en la trampa hasta el fondo, me he cansado.
Me he cansado de los estatutos, los Gürtels, las grotescas y descaradas y antidemocráticas maniobras contra Garzón, las esperadas reformas laborales, los recortes salariales, los G20’s y las empresas de ratios. Me canso, sobre todo me canso.
Enciendo la televisión y trato de evitar las sonrisa sádica de Esperanza Aguirre, siempre diciendo barbaridades y poniendo cara de estar hablando del tiempo; o la cabeza encogida, el gesto curil de Zapatero que parece que está pidiendo perdón constantemente; me resulta cada día más insoportable la cara de pánfilo de Rajoy, y sus vacías respuestas (vacías incluso para un político), o la expresión lela de Bibiana y su manido discurso. (Nótese la intencionada paridad en las comparaciones).
Ese sentimiento de que la cosa no va conmigo, con nosotros, inunda cualquier información. Ni piensan en nosotros, ni cuentan con nosotros, ni nos van a dejar hablar (o no nos escuchan, que no es lo mismo pero sí peor). Somos una sociedad huérfana.

Tampoco encuentra uno cobijo en la prensa, que parece haber tomado partido de forma irracional por uno de los dos bandos con capacidad de gobernar. El ciudadano no entiende, el ciudadano no está preparado. Claro que si alguien le hablara claro al ciudadano, quizás este podría posicionarse de forma más clara, o al menos tomar acción propia, al margen de los partidos. Cansan también las portadas de Público de tan amarillas que son, pero no menos que las del ABC o, por qué no llevarlo al extremo, La Razón. Tampoco a uno le reconforta leer los periódicos teóricamente más moderados El Mundo y El País. ¿Y qué ocurre con la televisión? ¿Por qué a partir del canal 20, la TDT está plagada de tertulias Aguirristas cuya única facultad es la de transportar el espectador a tiempos pretéritos, entre el 34 y el 36 más exactamente? Y de nuevo, tampoco los canales tradicionales sirven de cobijo al espectador que busca información. Escuchar el telediario de la Primera es como escuchar a un padre explicando los temas de política a su hijo de tres años, como si profundizar en cualquier tema fuese meterse en un callejón sin salida, y por lo tanto se considera una acción inútil. Y lo de Matías Prats ya es caso aparte. Su padre acabará pareciendo un gran demócrata a nuestros ojos como su hijo siga este camino.
Aunque, quién sabe, puede que siempre haya que confiar en la renovación de las clases política y periodística. En cuanto a lo segundo, los reptiles confiamos plenamente en Internet, hogar de blogs y magazines independientes que pueden encontrar una difusión inimaginable hace diez años. Y por el lado político, por mucho que me tema que algunas de las figuras políticas del momento se van a perpetuar hasta el final de los tiempos (¿alguien más vio a Acebes el otro día hablando en el Congreso?), sí que hay algunos nuevos rostros que auguran tiempos mejores. Son los Patxi López, Basagoiti y Feijoo, que imagino no tardarán en mirar a Madrid. Puede que no conozca sus actuaciones con detalle, pero al menos cuando me topo con ellos en un canal no me siento impelido a cambiarlo. Y es que si la crisis financiera parece profunda y complicada, la política y mediática está en lo más profundo de una de esas simas oceánicas de los documentales de La 2, donde sólo habitan pececitos pálidos y ciegos, de esos que jamás han visto la luz.
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lunes, junio 28, 2010
Los disparates de los jueces
Esta semana parece que sólo se puede hablar de un tema (ahora que el mundial ha acabado con la crisis, las reformas del trabajo y del sistema productivo, el calentamiento global y, por qué no, dios), y si ese tema ha monopolizado todos los cafés de todas las oficinas de este país, por qué no nos vamos a hacer eco en este sanedrín. ¿Acaso podemos ofrecer un nuevo punto de vista? ¿Una opinión todavía no expresada al respecto? Lo dudo mucho, pero al final, como decía el poeta, lo único que nos queda es la palabra. Desahoguémonos pues.
Una pregunta, ¿y no has encontrado otro tema más interesante del que hablar? Bueno, es cierto que alguno más hay. Podíamos hablar del interminable y épico duelo entre Isner y Mahut, que jugaron durante casi doce horas un partido de Wimbledon a cinco sets que acabó 70-68 en el quinto; o de ese rumano que, enfadado con el público inglés, la emprendió a escupitajos con algunos tiernos espectadores. También podríamos hablar del nuevo y flamante fichaje del Sporting, Nacho Novo, y explicar que la verdadera razón por la que este gallego ha vuelto a España es que le han echado de Escocia tras beberse toda la cerveza que allí había, y era mucha (por favor, a los que vivís en Gijón, no dejéis de dar buena cuenta de sus hazañas. A ver cuántos cacharros promedia esta temporada). Pero nada de eso acapara mi pensamiento como las actuaciones de los jueces.
A estas alturas ya sabemos de qué hablamos: El primer gol de Argentina en los octavos de final frente a México fue en clamoroso fuera de juego, y para escarnio de los árbitros la repetición se vio en todo el campo; a los ingleses les impidieron empatar con Alemania al invalidar un gol que entró por más de medio metro, y en F1, un safety car salió en medio de la carrera, dividiendo a los coches entre los que se libraron de él y pudieron dar una vuelta rápido, y los que se tuvieron que quedar detrás, perdiendo en consecuencia hasta diez puestos en carrera.

La primera pregunta que me surge a la mente es: ¿Cómo? Es difícil de pensar como en plena revolución tecnológica, el fútbol dependa de las miradas de tres incautos, y la F1, en la que las conversaciones entre pilotos y equipo se pueden escuchar en tiempo real y todos los coches tienen limitador de velocidad, dependamos de un cochecito en pista para que todo el mundo sepa que tiene que frenar porque hay peligro en la pista. Esta pregunta es difícil de resolver, ya que la tecnología juega a favor de los jueces en casi cualquier deporte. Los árbitros de rugby pueden repetir jugadas en las pantallas y consultar con otro jueces que ven el partido desde una tribuna rodeados de pantallas, en tenis cuentan con sistema de cámaras que señala los botes de las bolas con una precisión de décimas de milímetros (y aunque no recibió buenas críticas al principio, todo el mundo lo respeta ahora). En definitiva, cuesta creer que los deportes profesionales de hoy en día, con los presupuestos que manejan, no se puedan aprovisionar de sistemas que les permitan tomar decisiones objetivas.
>Palillu mode="On"<
Del tirón me viene una nueva pregunta a la cabeza; esta vez es ¿por qué? Si está claro que algunos deportes se pueden modernizar sin perjudicar ni al espectáculo ni al espectador, ¿por qué no se hace? Y como los reptiles somos absolutos admiradores de las teorías conspiratorias, lo vemos claro: la culpa es del negocio; del dinero. Tanto el fútbol como la F1 no son meros deportes, sino puro espectáculo, y por espectáculo quiero decir negocio: millones y millones. Sencillamente entiendo que, con todos los millones que Adidas y demás patrocinadores (natillas incluidas) han gastado en Messi o en Cristiano, no se puede asumir que éstos no triunfen. Y aún hay más, los escándalos por amaños en partidos para ganar apuestas son más que numerosos. Hacer negocio con esto es más fácil de lo que parece. A Argentina ya la metieron los árbitros en el mundial (descaradamente en los últimos partidos de la clasificatoria sudamericana), igual que a Francia (aunque poco pudieron hacer por ella en Sudáfrica, pero al menos consiguieron que todas las campeonas del mundo tomaran parte en el torneo), y si tuviera que apostar por un ganador del mundial, lo haría por Argentina. La respuesta es sencilla: todo el mundo conoce a Messi, es el futbolista más reconocido del planeta en estos momentos; quisiera que alguien me nombrara a dos o tres jugadores mexicanos.

En F1 el sistema funciona exactamente igual, y la normativa ambigua, que se renueva a medida que se van cometiendo ilegalidades pero siempre a posteriori, permite a sus patrones (la FIA y las constructoras de coches, y los bancos y las petroleras), otorgar la victoria al mejor postor. Mucho dinero se puede obtener de este negocio, como para dejarlo a su aire. Interesa un reglamente ambiguo, por el simple hecho de que llegado un cierto momento puede interesar interferir en la competición para subir la emoción (y aquí los ejemplos actuaciones arbitrarias son incontables, así que me abstengo de empezar la lista).

Y al final, la última pregunta que queda en mi mente es ¿pero, y realmente todo esto importa algo? ¿Se trata de algo grave, algo que nos perjudique a todos? Pues sí y no. Queda fuera de toda duda que aquí nadie ha puesto su vida en peligro (salvo el mastuerzo de Webber y algún que otro árbitro), y demagogias aparte, todos sabemos de problemas de mayor gravedad. Pero sí que hay algo en todo esto que irrita y con razón, creo. En la vida, digamos real, más o menos todos hemos asumido que la justicia y los gobernantes obedecen a poderes más importantes y convincentes que la población, y el ser humano ha creado una máquina llamada sociedad de consumo o como se quiera, que lo está arrastrando por el suelo sin remisión. En el deporte, como en cualquier otro ocio, le queda a uno la esperanza de que todavía haya reductos en los que se pueda ser testigo de una cierta objetividad u honestidad, de una cierta limpieza. Y da pena que no sea así.
>Palillu mode="Off"<
N. del A: El autor y todos los posibles comentaristas tienen tanto derecho como José Ramón de la Morena a hacer demagogia. Aunque sea de vez en cuando.
Una pregunta, ¿y no has encontrado otro tema más interesante del que hablar? Bueno, es cierto que alguno más hay. Podíamos hablar del interminable y épico duelo entre Isner y Mahut, que jugaron durante casi doce horas un partido de Wimbledon a cinco sets que acabó 70-68 en el quinto; o de ese rumano que, enfadado con el público inglés, la emprendió a escupitajos con algunos tiernos espectadores. También podríamos hablar del nuevo y flamante fichaje del Sporting, Nacho Novo, y explicar que la verdadera razón por la que este gallego ha vuelto a España es que le han echado de Escocia tras beberse toda la cerveza que allí había, y era mucha (por favor, a los que vivís en Gijón, no dejéis de dar buena cuenta de sus hazañas. A ver cuántos cacharros promedia esta temporada). Pero nada de eso acapara mi pensamiento como las actuaciones de los jueces.
A estas alturas ya sabemos de qué hablamos: El primer gol de Argentina en los octavos de final frente a México fue en clamoroso fuera de juego, y para escarnio de los árbitros la repetición se vio en todo el campo; a los ingleses les impidieron empatar con Alemania al invalidar un gol que entró por más de medio metro, y en F1, un safety car salió en medio de la carrera, dividiendo a los coches entre los que se libraron de él y pudieron dar una vuelta rápido, y los que se tuvieron que quedar detrás, perdiendo en consecuencia hasta diez puestos en carrera.
La primera pregunta que me surge a la mente es: ¿Cómo? Es difícil de pensar como en plena revolución tecnológica, el fútbol dependa de las miradas de tres incautos, y la F1, en la que las conversaciones entre pilotos y equipo se pueden escuchar en tiempo real y todos los coches tienen limitador de velocidad, dependamos de un cochecito en pista para que todo el mundo sepa que tiene que frenar porque hay peligro en la pista. Esta pregunta es difícil de resolver, ya que la tecnología juega a favor de los jueces en casi cualquier deporte. Los árbitros de rugby pueden repetir jugadas en las pantallas y consultar con otro jueces que ven el partido desde una tribuna rodeados de pantallas, en tenis cuentan con sistema de cámaras que señala los botes de las bolas con una precisión de décimas de milímetros (y aunque no recibió buenas críticas al principio, todo el mundo lo respeta ahora). En definitiva, cuesta creer que los deportes profesionales de hoy en día, con los presupuestos que manejan, no se puedan aprovisionar de sistemas que les permitan tomar decisiones objetivas.
>Palillu mode="On"<
Del tirón me viene una nueva pregunta a la cabeza; esta vez es ¿por qué? Si está claro que algunos deportes se pueden modernizar sin perjudicar ni al espectáculo ni al espectador, ¿por qué no se hace? Y como los reptiles somos absolutos admiradores de las teorías conspiratorias, lo vemos claro: la culpa es del negocio; del dinero. Tanto el fútbol como la F1 no son meros deportes, sino puro espectáculo, y por espectáculo quiero decir negocio: millones y millones. Sencillamente entiendo que, con todos los millones que Adidas y demás patrocinadores (natillas incluidas) han gastado en Messi o en Cristiano, no se puede asumir que éstos no triunfen. Y aún hay más, los escándalos por amaños en partidos para ganar apuestas son más que numerosos. Hacer negocio con esto es más fácil de lo que parece. A Argentina ya la metieron los árbitros en el mundial (descaradamente en los últimos partidos de la clasificatoria sudamericana), igual que a Francia (aunque poco pudieron hacer por ella en Sudáfrica, pero al menos consiguieron que todas las campeonas del mundo tomaran parte en el torneo), y si tuviera que apostar por un ganador del mundial, lo haría por Argentina. La respuesta es sencilla: todo el mundo conoce a Messi, es el futbolista más reconocido del planeta en estos momentos; quisiera que alguien me nombrara a dos o tres jugadores mexicanos.

En F1 el sistema funciona exactamente igual, y la normativa ambigua, que se renueva a medida que se van cometiendo ilegalidades pero siempre a posteriori, permite a sus patrones (la FIA y las constructoras de coches, y los bancos y las petroleras), otorgar la victoria al mejor postor. Mucho dinero se puede obtener de este negocio, como para dejarlo a su aire. Interesa un reglamente ambiguo, por el simple hecho de que llegado un cierto momento puede interesar interferir en la competición para subir la emoción (y aquí los ejemplos actuaciones arbitrarias son incontables, así que me abstengo de empezar la lista).

Y al final, la última pregunta que queda en mi mente es ¿pero, y realmente todo esto importa algo? ¿Se trata de algo grave, algo que nos perjudique a todos? Pues sí y no. Queda fuera de toda duda que aquí nadie ha puesto su vida en peligro (salvo el mastuerzo de Webber y algún que otro árbitro), y demagogias aparte, todos sabemos de problemas de mayor gravedad. Pero sí que hay algo en todo esto que irrita y con razón, creo. En la vida, digamos real, más o menos todos hemos asumido que la justicia y los gobernantes obedecen a poderes más importantes y convincentes que la población, y el ser humano ha creado una máquina llamada sociedad de consumo o como se quiera, que lo está arrastrando por el suelo sin remisión. En el deporte, como en cualquier otro ocio, le queda a uno la esperanza de que todavía haya reductos en los que se pueda ser testigo de una cierta objetividad u honestidad, de una cierta limpieza. Y da pena que no sea así.
>Palillu mode="Off"<
N. del A: El autor y todos los posibles comentaristas tienen tanto derecho como José Ramón de la Morena a hacer demagogia. Aunque sea de vez en cuando.
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lunes, marzo 02, 2009
I wanna be Nacho Vigalondo
A pesar de que haga campañas para Pikolin.
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lunes, noviembre 12, 2007
Nosotros también podríamos

Ha salido al mercado una nueva campaña de detergentes. En este caso el producto es Puntomatic y la campaña va sobre lo poco limpitos que son los hombres. Tiene su anuncio, su canción pegadiza, su politono, su página web y su repercusión en los medios de comunicación, vía Pedro Jay y su periódico El Mundo.
En la página web, aparece una lista de hombres que no son limpitos, y por supuesto no dudéis que los siete integrantes del VB están sumergidos en lo más profundo de dicha lista. Cinco pruebas bastan para demostrar que sí que se puede llegar a ser una persona blanca y pura, con lo que inmediatamente el sujeto es promocionado a la lista limpia.
Espero que ninguno de los refinadous cabalieros inglesses de este contubernio mueva un meñique por salir de una lista tan digna como cualquier otra. Puede que tenga un poco de polvo y alguna mancha de chorizo del bocadillo de la merienda, pero a quién no le apetece un bocadillo de chorizo para merendar.
La campaña intenta causar un poco de polémica, dejarse oir para que se comente el producto. Se podría pensar que intenta dar donde duele a los hombres españoles, recios y firmes, que no ponen lavadoras porque eso es un trabajo de mujeres y aquí, un hombre, no pone una lavadora ni pa Dios, que pa eso tá la muyer, cangunmimantuoh!
Hete ahí mi sorpresa al comprobar que nada más lejos de la realidad, el anuncio va y levanta jaleo. En los comentarios del video del YouTube salen unos cuantos energúmenos indignados porque el anuncio es degradante para la figura del hombre. Por favor, observad el video con atención porque a mí me parece todo menos degradante para alguien. Bueno corrijo, para alguien sí que será degradante: para el que se baje el tono y lo ponga en el móvil, para ése sí que será degradante.
Pero la campaña no se limita a todo lo citado hasta ahora, en su intento por hacerse eco y buscar los quince días de fama que todo el mundo ansia alcanzar en esta vida, los fabricantes han optado por enviar una lavadora a cada una de las eminentes personas de una lista de famosos y gentes de poder. Según el periódico de Pi Jay, entre los famosos destacan el príncipe felipe (el que salía fornicando con su mujer en un periódico de... ay no!), el presidente que consigue todo con una sonrisa, o el primo de un catedrático de sevilla que reunió a los diez mejores científicos del mundo en su casa, les preguntó qué tiempo iba a hacer mañana, y ante su duda, dedujo que el cambio climático no exite. El propio Peter Jota corona la lista.
...
Publicidad para todos los gustos muchachada. Yo, desde mi humilde escritorio, sólo puedo pediros que engordéis todo lo posible la lista de gente sucia de este país y propongo quedarnos ahí, revolcarnos bien, comer algo de cochinillo, y volver a revolcarnos.
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miércoles, septiembre 26, 2007
Que no sea Kang, por favor
Hay una idea que lleva dando vueltas por mi cabeza unos cuantos días, y ya va siendo hora de que la ponga por escrito para compartirla con todos vosotros, o en otras palabras, tengo preparado otro de mis peligrosos monólogos, así que temblad.
La manida idea que no me deja en paz va relacionada con los jóvenes que se incorporan al trabajo, situación nueva para mí y mis amigos aunque creo que ya van unas cuantas personas que han pasado por esa misma etapa a lo largo de su vida. Muy de moda nuestra situación, somos parte de lo que se llama "mileuristas", o la generación de los miles (mil estudios, mil idiomas, mil euros). En mi caso particular no hay quejas por el momento, ya que mi sueldo cubre mis gastos, y además me he convertido en una de las personas más limpias de este país y del viejo continente, cosa de la que pocos pueden presumir. Pero es la situación general la que me preocupa, o más bien el hecho de ver demasiadas situaciones parecidas como para establecer un cierto patrón en cuanto a la situación en la que nos encontramos éstos jóvenes de los que he hablado.
Podría decir que tengo la suerte de pertenecer a un grupo de gente brillante en sus estudios; telecos, informáticos, biólogos, arquitectos, músicos, licenciados de todo tipo entre los que se encuentran algunos con expedientes nada desdeñables, con medias ligeramente superiores a dos, algunas matrículas, algunos premios e incluso algunas tesis cum laude. Por decir más, puedo añadir que conocemos otros idiomas (el inglés la amplia mayoría y en ciertos casos tres idiomas), que hemos viajado, o que tenemos cierto nivel cultural por si de algo sirviera.
Imagino que a tenor de estos perfiles pocos podrían imaginar la situación laboral en la que estamos sumidos: telecos becados por el estado para investigar, a mil euros y no más; biólogos sin trabajo, o en su defecto buscando prácticas en empresa sin remuneración; bioquímicos investigando por no más de mil euros; ingenieros industriales becarios de hasta ocho horas diarias no alcanzando los 600 euros mensuales, arquitectos obligados a darse de alta como autónomos a pesar de trabajar por cuenta ajena; y podría seguir con otras carreras y otros ejemplos, pero la línea es la misma. Precariedad laboral y sueldos mínimos creo que resumen bastante bien las condiciones generales de trabajo descritas.
Por otro lado, la sociedad no puede quejarse de nuestros gastos. Ocio, cultura, deportes, hostelería, viajes, los más atrevidos se aventuran a independizarse de sus padres alquilando estudios, y los ya remotamente temerarios buscan créditos que les permitan comprar un piso para ellos. En relación a nuestros ingresos, probablemente seamos el "sector social" que más dinero gasta, que más "economía mueve", algo que hace las delicias de bancos y ministros de economía según parece ser.
Hablando de alquileres y compras, el gobierno anuncia más que orgulloso las ayudas a la vivienda para gente joven, pero no comenta nada sobre un problema más que serio respecto a esto: los alquileres y compras en negro. ¿Qué porcentaje de la vivienda se exige pagar en negro? ¿Cuántos ven incluido el IVA en sus mensualidades del alquiler? Y en caso de no verlo por ningún lado y pedir una factura en condiciones, no hay que preocuparse, el dueño del piso no tendrá ningún problema en subir el alquiler ya de por sí elevado, incluyendo en él no sólo el IVA, sino la parte proporcional al recargo que Hacienda le hará a él por disfrutar de ese ingreso. Con estas premisas veo difícil acceder a una ayuda estatal digna. Sin "contrato oficial" dudo exista una "ayuda oficial", y los contratos de esas características escasean. Tampoco podemos renunciar a esos contratos, porque entonces ¿cuántos pisos nos quedan?
Y al final de todo esto, sólo queda una pregunta por hacerse: ¿quién nos defiende? ¿quién juega de nuestro lado? A pesar de haberla estudiado en el Instituto como todo el mundo, con el tiempo he olvidado la historia de los sindicatos, pero imagino que dirá algo así como que a finales del siglo XIX o principios del XX, cuando la situación laboral de la inmensa mayoría de los empleados era más que abusiva (niños en la mina, jornadas de 16 horas...) ciertos trabajadores empezaron a unirse en grupos de apoyo que lucharan por los derechos de la mayoría. Pues bien, si bien es cierto que la situación dista mucho de ser tan dramática, hoy en día no sólo no existe (o al menos yo no tengo el placer) un grupo, un sindicato, un ser del futuro, que vele o luche por los derechos de los recién licenciados. Bajo la eterna promesa de "vosotros lo pasáis mal los primeros tres años, pero luego vivís como queréis" cualquiera se aprovecha de los servicios de uno de nosotros. Para mayor desgracia, ni siquiera entre nosotros existe una conciencia de clase que fomente la colaboración entre nosotros mismos, y como ejemplo basta el de las consultoras repletas de jóvenes licenciados, los cuáles a causa de su fiera rivalidad, acaban compitiendo los unos contra los otros a base de trabajar horas extraordinarias sin pedir compensaciones a cambio (ya se sabe, si trabajas más y cobras menos, vales más).
Y es que cuentan que tradicionalmente los jóvenes, eran ese grupo social que se encargaba de empujar a una sociedad cultural e ideológicamente, impulsando los motores de cambio que hicieran evolucionar a esa sociedad y sin embargo, hoy en día, temo que en esta sociedad apolítica, carente de ideologías y donde lo que más prima es el pan para hoy, los jóvenes nos hemos convertido en un mero motorcillo del consumo desmedido y sin sentido del que disfrutamos. Así planteado, no me sorprende que crezcan debajo de cualquier piedra los infelices, los hastiados, los desencantados de todo, y los egoístas que se mueven al son del lema de "yo antes quería comerme el mundo, pero ahora me basta con que me des lo mío. El resto ya no importa".
La manida idea que no me deja en paz va relacionada con los jóvenes que se incorporan al trabajo, situación nueva para mí y mis amigos aunque creo que ya van unas cuantas personas que han pasado por esa misma etapa a lo largo de su vida. Muy de moda nuestra situación, somos parte de lo que se llama "mileuristas", o la generación de los miles (mil estudios, mil idiomas, mil euros). En mi caso particular no hay quejas por el momento, ya que mi sueldo cubre mis gastos, y además me he convertido en una de las personas más limpias de este país y del viejo continente, cosa de la que pocos pueden presumir. Pero es la situación general la que me preocupa, o más bien el hecho de ver demasiadas situaciones parecidas como para establecer un cierto patrón en cuanto a la situación en la que nos encontramos éstos jóvenes de los que he hablado.
Podría decir que tengo la suerte de pertenecer a un grupo de gente brillante en sus estudios; telecos, informáticos, biólogos, arquitectos, músicos, licenciados de todo tipo entre los que se encuentran algunos con expedientes nada desdeñables, con medias ligeramente superiores a dos, algunas matrículas, algunos premios e incluso algunas tesis cum laude. Por decir más, puedo añadir que conocemos otros idiomas (el inglés la amplia mayoría y en ciertos casos tres idiomas), que hemos viajado, o que tenemos cierto nivel cultural por si de algo sirviera.
Imagino que a tenor de estos perfiles pocos podrían imaginar la situación laboral en la que estamos sumidos: telecos becados por el estado para investigar, a mil euros y no más; biólogos sin trabajo, o en su defecto buscando prácticas en empresa sin remuneración; bioquímicos investigando por no más de mil euros; ingenieros industriales becarios de hasta ocho horas diarias no alcanzando los 600 euros mensuales, arquitectos obligados a darse de alta como autónomos a pesar de trabajar por cuenta ajena; y podría seguir con otras carreras y otros ejemplos, pero la línea es la misma. Precariedad laboral y sueldos mínimos creo que resumen bastante bien las condiciones generales de trabajo descritas.
Por otro lado, la sociedad no puede quejarse de nuestros gastos. Ocio, cultura, deportes, hostelería, viajes, los más atrevidos se aventuran a independizarse de sus padres alquilando estudios, y los ya remotamente temerarios buscan créditos que les permitan comprar un piso para ellos. En relación a nuestros ingresos, probablemente seamos el "sector social" que más dinero gasta, que más "economía mueve", algo que hace las delicias de bancos y ministros de economía según parece ser.
Hablando de alquileres y compras, el gobierno anuncia más que orgulloso las ayudas a la vivienda para gente joven, pero no comenta nada sobre un problema más que serio respecto a esto: los alquileres y compras en negro. ¿Qué porcentaje de la vivienda se exige pagar en negro? ¿Cuántos ven incluido el IVA en sus mensualidades del alquiler? Y en caso de no verlo por ningún lado y pedir una factura en condiciones, no hay que preocuparse, el dueño del piso no tendrá ningún problema en subir el alquiler ya de por sí elevado, incluyendo en él no sólo el IVA, sino la parte proporcional al recargo que Hacienda le hará a él por disfrutar de ese ingreso. Con estas premisas veo difícil acceder a una ayuda estatal digna. Sin "contrato oficial" dudo exista una "ayuda oficial", y los contratos de esas características escasean. Tampoco podemos renunciar a esos contratos, porque entonces ¿cuántos pisos nos quedan?
Y al final de todo esto, sólo queda una pregunta por hacerse: ¿quién nos defiende? ¿quién juega de nuestro lado? A pesar de haberla estudiado en el Instituto como todo el mundo, con el tiempo he olvidado la historia de los sindicatos, pero imagino que dirá algo así como que a finales del siglo XIX o principios del XX, cuando la situación laboral de la inmensa mayoría de los empleados era más que abusiva (niños en la mina, jornadas de 16 horas...) ciertos trabajadores empezaron a unirse en grupos de apoyo que lucharan por los derechos de la mayoría. Pues bien, si bien es cierto que la situación dista mucho de ser tan dramática, hoy en día no sólo no existe (o al menos yo no tengo el placer) un grupo, un sindicato, un ser del futuro, que vele o luche por los derechos de los recién licenciados. Bajo la eterna promesa de "vosotros lo pasáis mal los primeros tres años, pero luego vivís como queréis" cualquiera se aprovecha de los servicios de uno de nosotros. Para mayor desgracia, ni siquiera entre nosotros existe una conciencia de clase que fomente la colaboración entre nosotros mismos, y como ejemplo basta el de las consultoras repletas de jóvenes licenciados, los cuáles a causa de su fiera rivalidad, acaban compitiendo los unos contra los otros a base de trabajar horas extraordinarias sin pedir compensaciones a cambio (ya se sabe, si trabajas más y cobras menos, vales más).
Y es que cuentan que tradicionalmente los jóvenes, eran ese grupo social que se encargaba de empujar a una sociedad cultural e ideológicamente, impulsando los motores de cambio que hicieran evolucionar a esa sociedad y sin embargo, hoy en día, temo que en esta sociedad apolítica, carente de ideologías y donde lo que más prima es el pan para hoy, los jóvenes nos hemos convertido en un mero motorcillo del consumo desmedido y sin sentido del que disfrutamos. Así planteado, no me sorprende que crezcan debajo de cualquier piedra los infelices, los hastiados, los desencantados de todo, y los egoístas que se mueven al son del lema de "yo antes quería comerme el mundo, pero ahora me basta con que me des lo mío. El resto ya no importa".
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jueves, mayo 17, 2007
Cuestión de principios
Este blog, debido a nuestra separación física actual por razones que no comentaré aquí, nació con la idea de recrear en la web nuestro lugar de reunión por defecto, "El Bartolomeo", de aquí, para aquellos que nos leen (?¿?¿), surge su nombre.
Ya son muchos post los que se han escrito, y últimamente la mayoría de ellos, exceptuando el de Berto cuando se quedó atrapado en el ascensor, están tomando un tono demasiado didáctico/instructivo. Y... ¡vamos tios! seamos serios, quedábamos en el Bartolo para quemar neuronas a base de biosolanes, reirnos de los motes de la gente del colegio, acordarnos de aquella vez que Héctor trajo a su primo a jugar a la pocha, hacer picar a alguien para que se coma la patata frita más roja, recordar mi viaje a Ceceda, conseguir que a Berto no se le olvide lo feo que es, mirar el cielo cada vez que recordamos la muerte de Lola Flores para seguidamente fijar nuestra ojos acusadores en Héctor y una lista sin fin de pijadas una tras otra.
Pero lo que quiero dejar claro es que nunca, y repito lo de NUNCA!, aprendí nada en ninguna ocasión en la que estuviera con alguno de vosotros, ni siquiera en mis viajes, eehhh Miñññ??!!. Es por esto que en este post me gustaría daros una lección de principios y recuperar el verdadero espíritu de aquellos días y lo que debería ser este blog.
Y para ello no se me ocurre otra cosa que hablaros de aquel ser incomprendido, sin muchos amigos, que solo pretendía ser feliz y que alegró nuestra más tierna infancia. Y este personaje no es otro que..... BAT BOY.

Según fuentes, somos de la misma quinta, ya que nación en 1982 pero no supimos de su existencia en España hasta el 7 de Noviembre de 1994.
Al igual que Spiderman, con imagen de entre héroe y villano debido a su condición de mitad hombre, mitad murciélago, ha sido eje fundamental en la historia reciente de EEUU, al alistarse en los marines y colaborar en la captura de Sadam Hussein, además de ser consejero personal de Al Gore y dar una paliza a Santa Claus.
Todas estas hazañas hicieron que su popularidad fuera en aumento tanto es así que ya tiene un musical en Broadway e incluso varios medios serios dan cobertura a este esquivo personaje, llegando a tener pruebas grabadas para quién todavía dude de sus existencia.
Espero que esto os haya recordado quiénes sois y sobre todo que no solo venís de un agujero peludo, sino que antes fuisteis verdaderos hombres Bartolo. Yo, a la espera de vuestros desvaríos sigo estudiando más casos interesantes para futuros posts.
Y para dejarlo todo en su sitio, nadie echa nada el falta en nuestras reuniones virtuales??
Los buitres quieren tu voto, no seas carroña
Ya son muchos post los que se han escrito, y últimamente la mayoría de ellos, exceptuando el de Berto cuando se quedó atrapado en el ascensor, están tomando un tono demasiado didáctico/instructivo. Y... ¡vamos tios! seamos serios, quedábamos en el Bartolo para quemar neuronas a base de biosolanes, reirnos de los motes de la gente del colegio, acordarnos de aquella vez que Héctor trajo a su primo a jugar a la pocha, hacer picar a alguien para que se coma la patata frita más roja, recordar mi viaje a Ceceda, conseguir que a Berto no se le olvide lo feo que es, mirar el cielo cada vez que recordamos la muerte de Lola Flores para seguidamente fijar nuestra ojos acusadores en Héctor y una lista sin fin de pijadas una tras otra.
Pero lo que quiero dejar claro es que nunca, y repito lo de NUNCA!, aprendí nada en ninguna ocasión en la que estuviera con alguno de vosotros, ni siquiera en mis viajes, eehhh Miñññ??!!. Es por esto que en este post me gustaría daros una lección de principios y recuperar el verdadero espíritu de aquellos días y lo que debería ser este blog.
Y para ello no se me ocurre otra cosa que hablaros de aquel ser incomprendido, sin muchos amigos, que solo pretendía ser feliz y que alegró nuestra más tierna infancia. Y este personaje no es otro que..... BAT BOY.

Según fuentes, somos de la misma quinta, ya que nación en 1982 pero no supimos de su existencia en España hasta el 7 de Noviembre de 1994.
Al igual que Spiderman, con imagen de entre héroe y villano debido a su condición de mitad hombre, mitad murciélago, ha sido eje fundamental en la historia reciente de EEUU, al alistarse en los marines y colaborar en la captura de Sadam Hussein, además de ser consejero personal de Al Gore y dar una paliza a Santa Claus.
Todas estas hazañas hicieron que su popularidad fuera en aumento tanto es así que ya tiene un musical en Broadway e incluso varios medios serios dan cobertura a este esquivo personaje, llegando a tener pruebas grabadas para quién todavía dude de sus existencia.
Espero que esto os haya recordado quiénes sois y sobre todo que no solo venís de un agujero peludo, sino que antes fuisteis verdaderos hombres Bartolo. Yo, a la espera de vuestros desvaríos sigo estudiando más casos interesantes para futuros posts.
Y para dejarlo todo en su sitio, nadie echa nada el falta en nuestras reuniones virtuales??
Los buitres quieren tu voto, no seas carroña
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