Volvemos a Marte, y es que el planeta rojo no sólo mola ahora que el gobierno de los EEUU se plantea relanzar la carrera espacial y aparece en cartelera, así como por azar, una superproducción espacial de Hollywood cada año; es que aquí eso de viajar a Marte nos gusta desde hace tiempo. Esta vez nos lleva Andy Weir con su novela “El marciano” (“The Martian” es su título original, y en Francia la titularon “Seul sur Mars” -“Sólo en Marte”-. No entiendo por qué, pero me hace gracia). Todavía no he visto la adaptación al cine de Ridley Scott, con lo que me guardo otro billete para un nuevo viaje.
La novela, ya antes de que se estrenara la película, tenía colgado el cartel de best seller. La compré, siguiendo un razonamiento que demuestra por qué la sociedad de consumo funciona: porque tenía ganas de ver la película y como la portada del libro era la cartelera de la misma, pensé que mejor leerlo antes. Y, como ya me ha pasado tantas veces, el azuelo mordido tenía gusto amargo.
Nota mental: huir de todo lo que esté marcado como “Best Seller” en una librería, como se debe huir de un desconocido peinado con cortinilla que te ofrece un werters si vas con él a aquel callejón oscuro de ahí detrás y dejas que te enseñe una cosita.