miércoles, mayo 23, 2012

Es un tema de prioridades

No debería estar escribiendo estas líneas, pero bueno, aquí estoy. Al fin y al cabo, será mejor que vaya dejando un texto de despedida por lo que pudiera pasar… No, no debo pensar en ello, eso tan sólo me fatiga y desconcentra. Al grano.

Sé que poco a poco he ido dejando de lado todas las tareas que se supone debía hacer día a día pero, ¿qué otra cosa podía hacer? En el trabajo no lo entienden. Primero les dije que estaba enfermo. Aunque no quería preocuparlos, prefería eso a tener que revelar la verdad. Al principio no pusieron problemas, pero poco a poco comenzaron a desconfiar y a preguntar demasiado y a inmiscuirse en mis asuntos, así que no me dejaron otra elección. Les dije que dejaran de contar conmigo.

En casa las cosas tampoco iban mucho mejor. Mi compañera de piso se preocupó, así que tuve que revelarle (parcialmente, eso sí) el verdadero motivo que me retenía aquí. No puedo decir que no me lo esperara, pero el caso es que pronto dejé de sentir su apoyo. Con mis amigos resultó más fácil, simplemente les pedí que dejaran de intentar contactar conmigo, al menos hasta que yo diera señales. Para eso están los amigos, ¿no? Ellos sí que saben dejarle a uno tranquilo cuando deben, y no piden más explicaciones. En casa las cosas no mejoraron.

Primero me echó en cara que dejara de trabajar. Le expliqué en vano tantas veces como me fue humanamente posible la importancia de este proyecto. Ella insistía con sus vagos argumentos… que si era una fantasía, que si tenía que tratar de ser realista… pero yo estaba demasiado ocupado como para atender a sus súplicas y enfados. Más adelante me reprochó que tampoco “ayudara” en casa. Ja. Me resulta sorprendente que no comprendiera la importancia de mi misión, y no me gustó que no mostrara ninguna intención de apoyarme. “Es un tema de prioridades”, le dije. “Y en estos momentos mi prioridad es salvar el mundo.” Le expliqué que formábamos un equipo y que contaba con ella para suplirme en todas esas tareas “domésticas” tan importantes. Me llamó malcriado.

Afortunadamente después de aquello dejó de molestarme, lo cual agradecí, pero la estabilidad duró poco. Con la clara intención de llamar la atención, y sin mostrar ninguna voluntad por comprender la importancia de todo esto, decidió irse de casa. Creo que me dejó una nota, pero no la he leído aún (como para leer “notitas” estoy yo ahora…) Al marcharse intentó abortar todo su plan, en una clara muestra de debilidad y poniendo las cartas sobre la mesa: lo único que quería era llamar la atención. Le dije que tenía que concentrarme en mi trabajo, me insultó. Le dije que se acordara de Ender y me dijo algo que me dolió… me dijo “¡Despierta! O crece, ¡me da igual!” Esas fueron las últimas palabras que le escuché.

Tengo que admitir que aunque el nivel de suministros ha bajado desde que estoy sólo, se trabaja mucho mejor. Puede que esté descuidando mi dieta, y no sé por cuánto tiempo me durarán las galletas de las que me estoy alimentando, pero no me queda otra. He de resistir hasta el final.

Obviamente he tenido que cortar todos mis lazos con el mundo exterior. A Ender le pasó lo mismo. No sólo estoy hablando del trabajo, los amigos y mi compañera de piso, también he tenido que cortar lazos con cualquier otra tarea que pudiera entretenerme. Así, el otro día me llamó mi amigo Don. Estaba muy nervioso. Me preguntó si había visto a Meg, que él la había perdido en una estación de servicio a medio camino de Canadá. Le dije que no se molestara, pero que no estaba yo para sus chiquilladas. No sé quién de los dos colgó antes. A los pocos días me llegó una carta de Downton, Inglaterra. El señor Crawley me hacía saber que estaba muy contento por la recuperación de su joven sobrino Mathew, pero que dormía intranquilo. Sus hijas le quitaban el sueño. Todavía no le he respondido ni creo que lo haga, pero seguro que él me comprende. Él también es un verdadero soldado. Más cosas… ah sí, también he tenido que cortar lazos con la AMO. Ni Smiling Jack, ni Seven Moons, ni Shamus Malloy, ni Wild Bill Weber, ni Mott Stocker ni ningún otro. Me traían de cabeza con sus planes para acabar con el mundo y les dije que yo buscaba precisamente lo contrario, salvarlo. Sé que también me comprenden, así que tampoco me preocupa. Sabrán esperarme.

Ya poco más puedo decir, y además estoy cansado. A quien quiera que lea esta nota, espero haberle transmitido que en ningún momento he querido hacer daño a las personas aquí mencionadas, de nuevo todo lo contrario, lo que estoy intentando es salvarlas. Puede que mi acción no parezca heroica, pero tampoco lo parecía la de Ender en un principio. “Un juego” se pensaba él. Ya, pero un juego que nos salvó a todos. Ahora la historia se repite y ya no tenemos a Ender para salvarnos, así que me ha tocado a mí, desconozco el motivo pero no tengo tiempo para plantearme ese tipo de preguntas. Sólo espero estar a la altura. ¿Un juego? Yo creo que no. Hydorah es mucho más.


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