miércoles, diciembre 18, 2013

Una novela francesa, de Frédéric Beigbeder

Frédéric Beigbeder puede que no sea muy conocido en España, pero en el país vecino sí. Entra dentro de lo que ellos llaman “people” (ellos, que rehúyen tanto del inglés) y nosotros llamamos famoso o “celebrity” o que se yo. Mientras en Francia entre los famosos todavía quedan escritores, en España vivimos bajo el yugo de Ana Rosa Quintana. No eres nadie si no pasas por su programa. Punto para Francia.

Sin embargo Frédéric es un “BOBO”, un “BOhemian BOurgeois”, un vivalavida… Un jeta, vamos. Escribe en Vogue o no sé dónde por el día, y por la noche se va de farra. Los fines de semana, empero, escribe novelas. Supongo. Punto para Frédéric.

Llegué a él gracias a Michel Houellebecq, que lo convirtió en personaje de “El mapa y el territorio”. Luego me enteré de que Anagrama le había publicado en España una novela llamada “Una novela francesa” y la apunté. Dos años después me la he leído, pero ojo, en francés. Leer novelas en francés, en España, lo hacen Javier Marías y dos más, y ninguno de ellos sale en el programa de Ana Rosa, así que no los conocemos. Y es que leer en francés tiene un problema: que no me entero de la mitad. Me entero, sí, de cuándo sube las escaleras y cuándo las baja, pero no me doy cuenta de si apoya la mano en la barandilla o si la escalera siquiera tiene barandilla. Eso condiciona mi lectura y condiciona mi crítica, pero aún y así ¡vamos allá Frédéric!


Esta no es su primera novela, pero puede que sea la última. Antes escribió “Vacaciones en coma”, “13,99 euros” y “Windows on the World” entre otras, aunque sólo hable de estas tres en la última. De hecho, a ésta casi no la podemos considerar una novela, sino una biografía… o más bien una novelización de su vida, ni cierta, ni falsa, pero sí subjetiva y caprichosa. Un suceso clave que desencadena la historia y recuerdos de aquí y allá, deformados, quién sabe si ficticios y sobre todo, a quién le importa. Y esto es lo que hay que decir si queremos hablar bien “Una novela francesa”. Si, por el contrario, queremos decir la verdad, hay que decir lo siguiente: “Una novela francesa” trata sobre el ombligo de Frédéric Beigbeder. Y ya está.

Y sí. El bueno de Frédéric se dedica, durante unas doscientas páginas, a contarnos lo guay que es su vida, lo mucho que él mola, lo poco que le importamos todos los demás y lo mucho que sufre por todo. Luego le dedica un epílogo a su hija, pero eso no se lo cree nadie. Enseña a su hijita a tirar piedras al agua, rebotando. Ricochet dicen en inglés y francés, y ahora no me acuerdo cómo se dice en español. Y ya con eso hay que entender que la quiere mucho y tal… Pero claro, ni Ana Rosa, que todo lo observa y a la que nada se le escapa, se tragaría esa.

El hecho que desencadena la historia (un hecho presente en la novela) es que la poli le detiene por colocar rayas de coca alegremente sobre el capot de un Bentley en medio de una calle de moda en París y luego esnifarlas. Eso lo hace rodeado de modelos y de un colega llamado “el poeta” al que también detienen. La noche o dos noches siguientes que tiene que pasar en comisaría, sufriendo mucho y siendo muy humillado porque la policía y los jueces lo envidian porque es famoso (y le piden autógrafos), ejercen de catalizador de su memoria y ¡pum! de pronto toda su infancia olvidada vuelve a la superficie y Frédéric nos la traslada en forma de relato. Sus abuelos nobles y con patrimonio que sufrieron el paso por dos guerras, sus padres que viven de las rentas y su hermano que pasa su infancia ignorándole y su edad adulta haciéndose merecedor de la orden de mérito de Francia, o la Legión de Honor, o no sé qué condecoración. Y mientras tanto, Frédéric, sufre.

¡Y sí! Sufre porque es feo (según google se da un aire a Federer), porque sus padres se divorcian, porque lee ciencia ficción y su padre le trae discos guays de los EEUU, y luego él tiene que vivir tres años en Manhattan y se tiene que pasar todo el día de farra, y luego vuelve a Francia y la fiesta sigue, y la fama, y la coca, y luego la poli lo detiene.

Frédéric Beigbeder es escritor, o eso dice. Escribe doscientas páginas sobre su vida, y no dedica ni una al oficio de escribir. Punto para Frédéric.

Setecientas y pico palabras llevo escritas y tengo que llegar a las mil, así que aporto más pruebas en forma de cita. Porque eso sí, Frédéric nos ofrece, en la página 222, el capítulo 39, “Mitómanos”, lo que viene a ser la contraportada del libro ya escrita (disculpad la traducción):

“ Es la historia de una Emma Bovary de los setenta, que reprodujo tras su divorcio el silencio de la generación precedente causado por la tristeza de dos guerras.
Es la historia de un hombre que se convirtió en hedonista para vengarse de haber sido dejado, de un padre cínico por culpa de su corazón roto.
Es la historia de un hermano mayor que hizo todo lo posible por no parecerse a sus padres, y de un hermano pequeño que hizo todo lo posible por no parecerse a su hermano mayor.
Es la historia de dos niños que consiguieron realizar los sueños de sus padres para así vengar su fracaso amoroso.
Es la historia de un chico melancólico porque creció en un país suicidado, criado por padres deprimidos por el fracaso de su matrimonio.
Es la historia de la muerte de la gran burguesía culta de provincias y de la desaparición de los valores de la antigua nobleza caballeresca.
Es la historia de un país que consiguió perder dos guerras haciendo creer a todo el mundo que las había ganado, y luego perdió su imperio colonial haciendo ver que aquello no afectaba a su importancia mundial.
Es la historia de una humanidad nueva, o de cómo católicos monárquicos se han convertido en capitalistas globalizados. Esta es la vida que yo he vivido: una novela francesa.”

España mira para otro lado, Francia baja la cabeza y Ana Rosa Quintana le pregunta a su ayudante quién es ese tal Frédéric. Punto, set y partido para Frédéric Beigbeder.

Sexo: ¡Nada! Mucho ladrar y poco entrar en faena.
Naves espaciales: ¡Peor! Leía mucha ciencia ficción de pequeño, dice, pero no le ha quedado ni un poco en la recámara…

1 comentario:

CaesarHec dijo...

Por tu post, da la sensación de que al perderte buena parte de la novela en realidad ganaste. Bien hecho; voy a probar a leer en francés a Lorenzo Silva, Pérez Reverte, Iris Murdoch... Igual son la ostia. Y sobre todo al moderno calvo de bigotes que lo rentó este año con esa novela de mierda. Sobretodo a él.