viernes, enero 03, 2014

El francotirador paciente, de Arturo Pérez-Reverte

Para leer este post es indispensable hacer memoria. Dedicad 4 minutos y 21 segundos de vuestro tiempo a rememorar esto:



Y ahora podemos empezar. Aunque parezca mentira, algunas personas pueden acabar convirtiéndose en “Celibrities” de sí mismos. Esto pasa a menudo en la ficción (no hay más que ver las últimas de temporadas de Friends, en las que cada uno de los seis protagonistas se dedica a imitar a su propia versión de las cuatro primeras; ficción dentro de la ficción, un poco raro todo…) pero también les pasa a algunos personajes públicos que, a medida de que la media se hace una idea de su carácter, a cada aparición que sigue se espera un refuerzo de los estereotipos que los definen. O también, por qué no, nos ocurre a cada uno de nosotros cuando nos volvemos a reunir con nuestra pandilla de la infancia. Por mucho que tengamos 30 años y hayamos podido cambiar, en cada reunión los roles se mantienen y el gordo siempre será el gordo aunque corra maratones, el que se cagó una vez en segundo de EGB seguirá siendo “el_cacas”, el que ligaba en séptimo mantendrá su estatus de “dandy” y así hasta el infinito.


Pues Arturo Pérez-Reverte, al menos públicamente, se ha convertido en su propio celebrity. Ejemplo #1:




Ala, ahí tenéis a la realidad superando con creces a la ficción. El Reverte real despachando villanos con más destreza que sus personajes. Pero sigamos. Ejemplo #2, página 213 de El francotirador paciente:

Sonrió un poco. Tenía una mueca simpática, confirmé ecuánime, con aquellos incisivos asomando bajo el bigote rizado en las puntas. Una sonrisa agradable en la cara regordeta y anacrónica de un verdadero hijo de puta. Mientras pasaba por mi lado y salía al balcón, encendiendo allí el cigarrillo, pensé si llevaría encima la navaja que había estado a punto de clavarle al pobre Zomo en la Arena de Verona.
Etiquetas: Ecuánime, hijo de puta, navaja.


De la misma forma que Hugo Pratt era Corto Maltés y Corto Maltés era Hugo Pratt, Arturo (o su imagen pública) se está convirtiendo en una imagen indisociable de Alatriste, y Alatriste está pasando a protagonizar todas sus novelas. Entramos en un mundo de héroes que viven al margen de la ley, con un código moral muy superior, enfrentándose a los malos que operan a un lado y a otro de la legalidad. Corruptos desde dentro o desde fuera tanto da, Arturo lucha contra todos.


Bueno, ¿pero la novela de qué va?

Pues va de Banksy (al que se nombra cada 20 páginas) o de una versión suya alatristerizada. Sniper, el prota, al contrario que el Banksy de carne y hueso es español e íntegro. No se corrompe y se niega a hacer negocio con sus obras. Su arte pertenece a la calle y su único objetivo es desafiar al sistema. Luego llegan los personajes de relleno. Un malo con una justificación más que floja para querer la piel del grafitero, y una prota de cartón piedra con un oscuro pasado (uuuooooo…) y que nos lleva de la mano para acercarnos al inalcanzable Sniper. Una decena de capítulos para contar una docena de escenas no necesariamente hiladas y un giro argumental en el último capítulo para cagarse. Doscientas cincuenta páginas que se leen en dos tardes y te dejan como estás.

Malandrín.

Sexo: ¡Uy! La prota disfruta de la compañía de la virginal Eva, pero cuando llegamos a su lecho la primera no puede dormir y la segunda está ya en fase REM. Una pena que Arturo nos haya censurado una prometedora escena chica-chica, igual de desligada del conjunto del libro que el resto de las escenas.
Naves espaciales: Creí ver una nave espacial pintada en un grafiti. Creí.

3 comentarios:

Morvader dijo...

Todo el blog ya merece la pena sólo por haber metido el celebrity de Reverte.
Buena reseña y gran trabajo Sr. Reptil

CaesarHec dijo...

Cada vez lo veo me río más!! Y además me recuerda el viejo plan de hacer "celebrities" de nosotros... bueno, de vosotros para ser más exacto.

srcocodrilo dijo...

"Celebrities" de nosotros mismos? Mmm... Eso quiere decir que este 2014 queréis que volvamos a grabar vídeos??

Nunca digáis nunca...