martes, enero 14, 2014

El hombre en el castillo, de Philip K. Dick

En 1961 Philip K. Dick seguramente no estaba tan lejos de la realidad como años después, lo que explica que escribiera novelas como esta, un tanto más “cercanas”. Los adjetivos “reales” y “posibles” los dejo de lado porque simplemente no pintan nada aquí, en un texto sobre K. Dick. Aunque esto no quiere decir que, a mi juicio, él sea uno de los escritores que mejor ha descrito nuestros días. La esquizofrenia y alienación que envuelven todo. El “no pienses, actúa; ¡pero sobretodo no pienses!” con el que nos bombardea constantemente la media, ese ruido de fondo que nos permite dejar que pasen los días sin reflexionar cómo, por qué y para qué hacemos lo que hacemos. Todo esto K. Dick lo comprende; lo comprendió hace cincuenta años y lo comprendía mejor que mucha gente que hoy sigue viva y sigue escribiendo sobre pobres mujeres indefensas, cenicientas de la vida, que esperan a que su príncipe azul –ahora rico archimillonario aficionado al BDSM- las destete. Vamos, que la he tomado con Grey como la habría podido tomar con cualquiera. Nada personal Grey. Tu sigue con tu cuero y tus azotainas y tu matrimonio, todo bastante sado la verdad. *** Fin de la digresión dentro de la digresión, la que va de Grey *** Creo que leo a Philip K. Dick porque él me entiende, y sus novelas me explican el mundo. Órdago. *** Fin de la primera digresión, la que explica por qué leo a K. Dick *** El hombre en el castillo, sin embargo, entra mucho más en el mundo de la ucronía que en el de la ciencia ficción. 


Hemos llegado a Marte, of course, hay drogas, religión, percepción de realidades alternativas, objetos sagrados que nos revelan verdades y personajes que de pronto se ven desposeídos de todo lo que tenían, y se dan cuenta de que vivían una mentira y se tienen que reconstruir a sí mismos partiendo de la premisa de que “todo aquello en lo que creías o no vale lo que pensabas, o no es lo que pensabas”. Vale, hasta ahí tenemos otra novela suya. Pero en esta, hay que reconocer que la premisa de partida mola bastante:

Los nazis ganaron la guerra.

Ea. Un par de cambios en la historia y toma realidad paralela. Los alemanes de la mano de los japos, tras conquistar el viejo continente los primeros y Asia los segundos, invadieron los EEUU y se repartieron el país; una costa para cada uno y un terreno neutral en el medio. El gran arquitecto de la reconstrucción de los EEUU se llamó Albert Speer, y las grandes empresas que impulsaron el renacer industrial del país se llaman Messerschmitt, Daimler, Siemenes, Thyssen y Krupp. (Si os queréis hacer una idea, pensad en la reconstrucción de Japón en nuestro mundo real.) Hitler ha muerto hace años, pero ahí siguen todos los viejos dinosaurios del partido: Goering, Goebbels, Heydrich… No me preguntéis qué les pasó a los judíos en América, y de los pobres eslavos ni se habla.

Sin embargo, la historia principal del libro no es macro. K. Dick no jugó al Risk. El hombre en el castillo se centra en unos personajes anónimos que podrían existir y contar prácticamente la misma historia si los nazis hubieran sido derrotados. El telón de fondo de la victoria nazi le sirve para descolocar al lector, para ponerlo en guardia y avisarle de que en cualquier momento se puede encontrar con un imprevisto. Pero lo que le interesa a la historia se saber, entre otras cosas y otros personajes, si Frank y Juliana Frink van a volver juntos a pesar de que hace seis meses que ya no viven juntos ni tienen contacto.

Él trabaja en uno de los negocios más prósperos de la costa Oeste, la fabricación de falsificaciones de antigüedades de la auténtica cultura norteamericana, prácticamente extinta tras la derrota en la II Guerra Mundial. ¡Pam! Imaginaos, imaginaos por un momento que los nativos americanos son invadidos por una civilización externa con más potencial militar y quedan condenados al exterminio y a vivir en pequeñas zonas llamadas “libres” en las que no se pueden desarrollar industrialmente y viven a base de recrear su cultura devastada para disfrute del turista. Pues cambiad los tomahawks y las plumas por revólveres colt y relojes de Mickey Mouse.

Ella por su parte, entablará relación con un hombre que le hace llegar un libro muy especial, una novela prohibida en Europa, una ficción (dentro de nuestra ficción) titulada La langosta se ha posado. Su parte de la historia trata, en cierta manera, de cómo esta novela cambia su vida. ¿Hace falta que os diga de qué trata esta novela prohibida? Bueno va:

Los nazis perdieron la guerra.

Podría seguir hablando del resto de los personajes y de cómo al principio de la lectura no me gustaba la idea de que la novela no se centrara en la descripción de este nuevo mundo dominado por el partido nazi, que era un mundo en esencia igual al nuestro o al menos no tan distinto. Sin embargo Dick opta por centrarse en la vida de estos, y en cómo van tomando conciencia de su propia realidad, gracias en parte a la lectura de un libro que les habla de una realidad alternativa, en la que el hecho más destacable del s.XX transcurrió de forma diferente a la que ellos recuerdan y ello les hace ver su propia vida de forma diferente. Y ya está, así de fácil. De pronto el lector se entera de que se ha convertido en un personaje de la novela y todo lo demás, lo que ocurre alrededor, le preocupa un poco menos.

2 comentarios:

Morvader dijo...

He intentado leer este libro varias veces desde que el tito Avalon me lo recomendase hace eones, pero nunca conseguí pasar de la página 30. Tampoco sabría decir el motivo exacto.

Quizá vaya siendo hora de que le dé otra oportunidad...

srcocodrilo dijo...

Es cierto que el libro arranca de forma un tanto liosa... Los personajes van haciendo aparición sin seguir un orden ni una relación aparentes.

Pero dale un poco más de tiempo y verás como la historia se va consolidando y las relaciones entre los personajes afianzando.

Por otra parte, que digas que el tito Avalon te lo recomendó hace eones y, sin embargo, no se haya pasado todavía por aquí para darnos su opinión me inquieta... O no!