miércoles, febrero 04, 2015

Capas

Avanzo por la carretera, es veintiuno de diciembre y voy rumbo a Calahorra. Parece que han reservado la autopista sólo para mí. Avanzo por una carretera perdida y no sé si estoy perdido. El único ruido es el de mi motor y la única luz la de mis faros.


Hace ya un par de horas que conduzco por esta carretera, el mismo tiempo que llevo sin cruzarme con señal alguna de vida humana, así que busco compañía y enciendo la radio. La primera voz que surge me recuerda que Pablo Iglesias no ha bajado la basura esta noche, mientras que Rajoy no sólo la ha bajado, sino que además ha dado las buenas noches a los gentiles hombres del camión de la basura. Cambio de canal. Una segunda persona me anuncia noticias de deportes, para a continuación hacerme saber que el espejo del cuarto de baño principal de la casa de Cristiano Ronaldo se ha roto. Fuentes no oficiales han comentado que le belleza hercúlea del luso ha sido una carga demasiado fuerte para el pobre objeto. Antes de que vuelva a cambiar de canal, tengo tiempo de escuchar una segunda noticia deportiva acerca de los asesores fiscales de Messi y una supuesta falsificación de exámenes de matemáticas de algunos niños que viven en la Masía… Último intento. La tercera voz que me habla es la de una chica que me hace saber que esta semana un científico polaco ha descubierto un nuevo planeta que cumple condiciones suficientes para ser habitable. El enésimo de la lista. Lo han bautizado Solaris. La siguiente noticia consiste en una actualización de la crítica situación que vive la ciudad de Tokio. Atacada por unos misteriosos robots rosas, la metrópolis nipona lleva tres días sumida en el más absoluto caos. Las esperanzas de la urbe pasan por una joven llamada Yoshimi. Es experta en karate, dice antes de que apague definitivamente la radio.

Al fondo, arriba en el cielo, descubro el cinturón de Orión marcando el camino, flotando en el cielo sobre mi destino. Pero en el siglo veintiuno disponemos de otras ayudas, así que enciendo le HUD que me acabo de comprar y un mensaje de bienvenida aparece sobre la luna frontal de mi coche: "Procesando Información…" A continuación se despliega ante mis ojos una cantidad de información de poco interés para mí superpuesta a la carretera.

- Capas, –digo en voz alta, y un menú desplegable se abre –capa geográfica –añado.

Un mapa de carreteras me muestra lo que ya sabía, estoy en la autopista que une Logroño con Calahorra, tras haber iniciado mi viaje de hoy en Donosti y haber pasado por Durango. Ayer salí de Nantes. Nada que yo no sepa. “Capas. Capa Personas” digo y ante mí se despliega una especie de mapa neuronal compuesto por nódulos de distintos tamaños unidos entre sí por finas hebras. La geometría dibujada se parece mucho a la que el mapa geográfico me acaba de mostrar, pero esta vez en lugar de ciudades y carreteras veo los nombres de las personas que he visto y que voy a ver en las ciudades de mi viaje. Mi pareja, amigos, mi ahijado, primos y tíos, antiguos conocidos, cada una de esas personas aparece representada por uno de esos nódulos, siendo mayores los correspondientes a las personas que me son más cercanas. Observo distraído las distintas conexiones o sinapsis, y justo cuando empiezo a fijarme en algunas que conectan personas que yo desconozco que tengan contacto entre ellas, el ruido de la rueda contra la línea del arcén me devuelve a la carretera. “Fuera capas”.

Sin embargo no tardo mucho tiempo en volver a llamar al HUD y pedirle que me proponga nuevos mapas y cuando el desplegable se abre ante mí no lo dudo: “Capa pensamiento”. Un diagrama de áreas de distintos colores aparentemente sin sentido se proyecta sobre la luna. “Añadir leyenda y superponer capa geográfica” ordeno y no tardo tiempo en comprender que los distintos grupos de colores indican áreas como cultura, filosofía o política. Le pido quedarme sólo con el mapa político y dos masas informes de color azul y rojo se entremezclan y pasan por todas las ciudades que conozco y en las que conozco gente. Le pido detalles sobre una ciudad concreta y el HUD me empieza a mostrar listados de tweets o comentarios de Facebook de la gente que allí vive relacionados con la política. Cada comentario aparece enmarcado en el color del signo político que defiende. Una España teñida de dos colores, morado y azul, entrelazados se dibuja a partir de los comentarios digitales de mis contactos de google, y manchas de los mismos colores empiezan a salpicar el país vecino.

- Borrar capas. Capas. Capa memoria.

Y una línea del tiempo empieza a dibujarse (aunque tarda su tiempo) marcada con miles de iconos. Durango, Calahorra, Gijón, Glasgow, Grenoble, Sevilla, Nantes… Picos en otras ciudades y países que representan sin duda viajes esporádicos, visitas a conocidos y visitas a lugares desconocidos, mientras esa línea sigue avanzando hasta salir de Nantes, pasar por Donosti otra vez, Durango, Miranda de Ebro y finalmente marcar el punto de la autopista de Bilbao a Barcelona en el que me encuentro, a unos veinte kilómetros de mi destino. Le pido que haga zoom sobre una zona y los iconos que antes me parecían irreconocibles ahora resultan ser fotografías, archivos multimedia, imágenes de whatsapp y Facebook etiquetadas con mi nombre y fechadas, vídeos, archivos de música; escaneados de la era pre digital que alguien habrá hecho en los que aparezco en pañales o con la cara llena de espinillas… Fotos de perfiles profesionales de gente que me he cruzado y con la que he compartido mi tiempo. Gente que ya no está, gente que hace tiempo que no veo y gente que voy a ver dentro de media hora.

- Mostrar todas las capas.

Durante un par de minutos el único mensaje que muestra el HUD es “Procesando…” y de pronto, sobre un mapa de carreteras, aparece una maraña de líneas y colores que conforman una imagen carente de sentido a ojos de extraños, pero que a mí me parece reveladora. El mapa y el territorio. El mapa de mi mente y mi memoria y el territorio de personas y recorridos. Quién fui, quién soy, quién seré, quién está ahí para presenciarlo y dónde. Un viaje que cuesta una vida. Respiro hondo.

Desconecto el HUD y la carretera vuelve a dominar mi campo de visión. Tengo que dejar que mis pupilas se abran durante unos segundos para poder volver a comprobar que el cinturón de Orión sigue frente a mí, en lo alto del cielo, marcándome el destino final de esta carretera. Yo no estoy perdido.

1 comentario:

CaesarHec dijo...

Me gusta la deriva "a lo sebald" de tu literatura.

Va siendo hora de hacer acopio de relatos y mandarlos a algún premio, subirlos a amazon, o autoeditarte...