domingo, abril 22, 2007

Popurri

Como hace tiempo que no publico y veo esto un poco dejado de la mano del FSM, nada mejor que un post deslavazado, de esos que no tienen principio ni fin ni estructura ni nada de nada. Un montón de cosas tiradas a la pared, a ver qué se pega. El Architecture in Helsinki de los post, vamos.

Me encanta ir al Carrefour


Ya conocéis alguna de mis vivencias, como la búsqueda del sésamo o mi constante pelea por el reconocimiento de la legitimidad del cilantro. Ese soy yo, un luchador por la libertad culinaria. Lo que nunca he contado claramente son las verdaderas razones que me llevan a someterme a tales experiencias. Podría decirse que es parte fascinación por el comportamiento de la raza humana (sí, vouyerismo y del insano), parte sadomasoquismo y parte haber recibido, gracias a las reverendas madres U.U. de J.C., una educación judeocristiana. De élite, que diría Emma Frost, pero judeocristiana.
Fascinante es comprobar que, un sábado más, con 25 ºC y un sol de justicia, familias enteras tienen que pasar aquí su tarde. Bueno, familias y algún estudiante de doctorado pringado. Digo tienen que, porque no puedo creer que lo hagan por su propia voluntad. Me niego a creerlo.
Es increíble la cantidad de ellas que acuden con niños al hipermercado. Los niños, esa subespecie de los seres humanos con la asombrosa capacidad de ignorar lo que sus progenitores -mayores, con poder sobre su vida y capacidad de ejercer la violencia sobre ellos- dicen, siete veces siete si es preciso. Si los pequeños Martines y Timmys son dignos de estudio, más aun lo son sus padres. Me encanta como pierden la batalla ante seres diez veces más jóvenes y, supuestamente, inexpertos.

Un niño sólo tiene que ponerse cerca de la estantería de los chicles, manosear con delicadeza algunos envases y, si acaso, mirar muy de vez en cuando a los que tienen la cartera con cara de pena. En una primera fase el padre le dira "Pedrito, deja eso". Ignorado, repetirá "Pedrito, DEJA eso y ven para acá". Ignorado pasará a "Pedrito, ¡Ven para acá que ahí no haces nada!" y sin darle tiempo a ignorarle dará dos zancadas, coge al niño de la muñeca, le zarandea un poco y le agarra el envase: "¿Qué es esto? ¡No lo vamos a comprar! Déjalo ahí ya". Si el otro 33% de la familia ya ha vuelto de comprar anchoas o lo que sea, se afirmarán airados y deseosos de aprobación mutua en las palabras que acaban de decir. Inevitablemente, después de unos minutos, Pedrito volverá a la estantería a pasar el dedo por las cajas y a poner cara de pena. Inevitablemente los padres se volverán a cabrear. Inevitablemente le comprarán los chicles, o el queso rallado (¡lo he visto, lo juro!) o lo que sea y comentarán "A ver si así para" o semejante.
Claro, yo no tengo hijos, sólo clones, pero me pregunto qué hace el niño para causar tanto estrés. No se aleja de la vista de los padres porque la estantería está bien cerca, y suele ser suficientemente listo como para no revolver las cajas: las mira, toquetea, pero poco más. Tampoco insisten a lo Dewey ("lo quiero, lo quiero, lo quiero y lo quiero y lo quiero y..."). No hablo de los niños que se dedican a coger paquetes de pan rallado y colocarlos sin preguntar en el carro de la compra: a esos futuros arquitectos, albañiles y poseedores de Lego es fácil sobornarlos dejándoles meter en el mismo lo que de verdad se va a comprar. Generalmente los padres están ocupados mirando las musarañas enlatadas en packs de 3 o las pintas de la gente rara que llega al Carrefour. Y sin embargo veo escenas calcadas a esta sábado sí, sábado también. ¿Por qué tanto estrés?
Si al final superan la angustia existencial que les provoca escoger entre 80 servilletas de capa sencilla o 50 de capa doble y se cambian de pasillo, ¿qué creen que pasará? El niño irá detrás, se parará en el siguiente sitio y se quedará fascinado con otro estante de productos. "Ohhh maicenaaaaaa". ¿Dónde están los chicles ahora? Sigue el familiar toqueteo, mirada con pena, etc. No creo que vaya a guardarles rencor el resto de sus sucias y miserables vidas por haberle privado de harina de maiz en su más tierna infancia, ni que realmente les moleste que el niño esté, esencialmente, no haciendo nada.
En resumen... si vas a llevar al niño a un local lleno de productos de colorines que gritan "¡Mírame! ¡Tócame! ¡Soy tu amigo!", deja que el niño actúe como un puto niño y curiosee por todas partes. Los niños aprenden, los que obedecen se llaman soldados.

El cómic de la semana


Como no voy a escribir nunca el tocho de Crisis Infinitas (suspiros aliviados, algún que otro "¿Eiññ?", en el fondo sé que todos queréis decir "Ohhhh") por falta de tiempo, voy a recomendaros Sleeper, recién finalizado por Norma Editorial en cuatro tomos. Es una historia de crimen, espías y agentes dobles, de las que nunca sabes exactamente qué piensa cada uno, quién se está adelantando a quién, quién está manipulando a quien... Tiene unos personajes cojonudos, empezando por el protagonista: un agente doble que, para todos menos para su jefe, realmente parece haberse cambiado de bando. ¿Qué pasa cuando su jefe se queda en coma y él se queda en bragas? Empieza a tener dudas sobre qué es realmente su vida y qué es una ficción. Bastardos desalmados pero entrañables que protagonizan una historia densa, con constantes giros, tensión creciente, humor negro, mucha violencia, bastante sexo y muchas, muchas sombras. ¿Es un tebeo de superhéroes? Alguno hay, aunque suele acabar tiroteado en tres viñetas. Lo que en verdad define este tebeo es contar el punto de vista de los criminales, sin idealizarlos pero consiguiendo que te preocupes por ellos. Más Los Soprano que El Padrino, pero en lo suyo tan buena como cualquiera de éstas.

Tengo nueva compañera de piso


Es decir, la habitación de al lado está perdida para la resistencia. Si alguien va a venir a verme tendrá que dormir junto a mis amorosos pies. ¿Ehhhhhhhhhhhhh Moro?
Ah. La pregunta. Ehh NO

Tenemos nueva miembra de la familia


Para los que aún no lo sabéis, mi prima (no preguntéis cual, total siempre las confundiréis. Dejémoslo en "la que estaba embarazada") echó ayer por su cloaca a una nueva larva. O algo así, no presté demasiada atención a las clases de embriología. El nombre de esta nueva Marbana es Marina, y os podéis ir preguntando por qué conocemos a siete Letis y Doce Marinas pero ninguna, qué se yo, Ana. Mantengo mi moción de que todos nos cambiemos legalmente el nombre a Berto, así lo de "Yo, lo que diga Berto" tomará un nuevo y caótico significado.
En fin, contemplad: arrugada pero desafiante, ¡el futuro del frikismo!
Cuando hable con mi prima pienso exigir condicionamiento pavloviano: My Bloody Valentine==>Leche Materna, Sonido de Los Simpson==>Potitos y Olor a cómic recién impreso==>Caluroso abrazo materno. Para que vaya acostumbrando la nariz al papel poroso y la tinta fresca, a nadie le gusta la primera vez pero luego es imposible dejarlo.
Ala, con Dios.

2 comentarios:

BJ dijo...

Menos mal que alguien pone un post, porque ya empezaba a sentirme culpable de que esto estuviese tan abandonado...

Cuando nacemos somos como Gremlins, pero las abuelas, tías y madres ven al instante el parecido con algún miembro de la familia. Tú sin embargo seguirás una temporada larga sin distinguirla de tu Gizmo cantarín.

Te das cuenta de que ya no serás nunca más el pequeño de la familia. Verás cuando tu madre le dé tus comics para que los coloree y tus muñecos de colección para que juegue con ellos. ay! qué bonito es tener primos pequeños.

Álvaro dijo...

Los únicos muñecos de colección que tengo son regalos de mis primas, lo que me hace pensar que existe una conspiración. Pero comics... bufff tengo mogollon malísimos para darle, aprovechando que no puede leerlos y no le pueden afectar al cerebro.
Cuando yo era pequeño ellas me regalaron decenas de Don Mikis. Ha llegado el momento de devolver el favor... envuelto en mallas de colorines.