martes, noviembre 16, 2010

Dos lecciones sobre Ingeniería

 Primera lección

Se encuentran dos antiguos amigos, compañeros de estudios de Ingeniería, años después de haber terminado la carrera de nuevo en la universidad. Se abrazan, “¡Hombre, Arturo!”, “¿Qué tal Ernesto?” y cosas de esas. (Se pueden cambiar los nombres por los que se desee).

Uno le pregunta al otro que qué es de su vida, y el otro responde que bien, que está trabajando de director de producción de una empresa que hace sistemas de tuberías a medida, y que tiene unos sesenta trabajadores a su cargo y que aunque trabaja cincuenta horas a la semana le va bastante bien. Está contento. ¿Y tú? Pues el otro responde que es feliz, que al final se quedó estudiando en la universidad para sacarse el doctorado, que ahí está esperando a ver si se lo saca este año pero que eso le llena.

Ambos sonríen, asienten, y comienzan a caminar hasta la puerta sin dejar de evocar viejos recuerdos de pronto vueltos de la nada. Al llegar al parking, se paran delante de una moto espectacular.



- ¿Y esta moto? –le pregunta el director de producción al profesor.
- Pues ya ves. ¿A que te gusta? –responde humilde el amigo.
- Ya te digo. Pero una pregunta, ¿cómo has hecho para pagártela con tu sueldo de becario?
- ¡Qué va! ¡No me hizo falta! Fue un regalo; te cuento. El otro día salía de la universidad, a eso de las diez de la noche, y me encuentro todo este parking completamente vacío salvo por una moto parada aquí en medio. El motorista se bajó, se quitó el casco y resultó ser una rubia despampanante. Agitó su melena, miró a un lado y a otro y luego clavó su mirada en mí. Sonrió y comenzó a bajar lentamente la cremallera de su mono mientras se contoneaba suavemente. Vi que debajo no llevaba nada pero antes de que me enseñara demasiado paró y me dijo “coge lo que quieras. Es todo tuyo.” Así que yo cogí la moto y me fui rápido antes de que cambiara de opinión.

Ambos se quedan en silencio un rato, el estudiante de doctorado mirando al suelo y rememorando a la rubia y el otro con la mirada perdida en el infinito. Al tiempo asiente con la cabeza como para sí mismo y le dice:
- ¿Sabes qué?
- Dime –responde el pre-doctor.
- Pues que creo que hiciste de puta madre. Aquel mono te hubiera quedado estrecho.


Segunda lección

Era un día soleado de primavera, de esos en los que a uno le apetece salir a dar un paseo por el campo y tumbarse sobre la hierba, y aspirar profundamente ese aire que no está viciado y poder dejar la mente en blanco y luego cerrar los ojos y descansar. Por el aire, un hombre pilotaba a duras penas un complicado aparato, una especie de autogiro que le habían encargado llevar a cierto sitio. Desorientado y cansado de tratar de controlar aquel artilugio en vano, trató de tomar tierra para pedir ayuda. Finalmente consiguió aterrizar en un descampado, y como la maniobra le llevó tanto tiempo, un extraño tuvo tiempo suficiente de acercarse.



- Buenos días señor –le dijo al extraño el piloto, mientras trataba de zafarse de los arneses que lo ataban a aquella máquina infernal. El otro lo miró con curiosidad -¿me podría decir dónde estoy?

El otro hombre asintió con la cabeza, y continuó mirándolo con seriedad durante unos instantes hasta que por fin se atrevió a hablar, justo cuando el intrépido piloto ya estaba perdiendo la paciencia y sus nervios comenzaban a desbordarle.

- Con la que poca información de la que dispongo, le puedo decir que usted pilota una aeronave de ala rotativa, también conocida como autogiro. El día es soleado, la temperatura cercana a los treinta grados centígrados, algo elevada para esta época del año en este lugar del planeta, la humedad relativa es del veintiocho por ciento lo que nos da una baja probabilidad de precipitaciones y el viento aunque tenue, sopla en la misma dirección en la que usted avanza, lo cual dificulta el desplazamiento de la nave y provoca un anormal gasto de combustible. Aunque desconozco si usted llenó el depósito antes de salir, así como ignoro también su lugar de procedencia, me atrevería a decir que puede usted estar teniendo problemas de falta de combustible, lo que le ha llevado a realizar un aterrizaje de emergencia no muy elegante aunque si bien es cierto que dentro de los parámetros que ha estipulado la autoridad vigente en esta materia, en este descampado privado del que tanto usted como yo desconocemos quién es su propietario y cuánto tardará en llegar alertado por su ruidoso aparato.

El piloto, ya desembarazado de los arneses y del casco que tanto le oprimían antes, le dio las gracias al extraño y añadió si podía preguntarle un asunto personal. El otro respondió que por qué no.

- ¿Es usted ingeniero? –le dijo el piloto.
- Pues efectivamente así es. ¿Le puedo preguntar ahora yo a usted cómo lo ha sabido?
- Por supuesto. Se lo diré. Usted, respondiendo a una pregunta que yo le había hecho, me ha respondido con una interminable lista de datos y hechos perfectamente razonados y absolutamente objetivos pero que no responden en absoluto a mi duda. Usted me ha dado un montón de datos inútiles que no sólo no solucionan mi problema sino que además lo prolongan.

Tras un incómodo silencio, no muy extenso, el ahora ya desenmascarado ingeniero le preguntó a su vez al piloto si podía devolverle la pregunta personal, a lo que el otro respondió afirmativamente.

- Y por casualidad, ¿no será usted directivo?
- Vaya. Pues así es –respondió visiblemente sorprendido el a partir de ahora directivo -¿y cómo lo ha sabido usted?
- Pues ha sido fácil. Usted pilota una nave de la cual desconoce completamente su funcionamiento, no sabe a dónde tiene que llevarla ni tampoco dónde se encuentra en estos momentos, y encima lo único que se le ocurre para resolver su problema es echarle la culpa al primero que pasaba por aquí cerca.

Unos ladridos lejanos interrumpieron esta interesante conversación.

5 comentarios:

Álvaro dijo...

Ahora dinos qué parte está basada en hechos reales y qué parte es pura fantasía, para comparar con los Hechos de Hec recogidos en ese valioso documento, "El Ferre Roxu".

mitrulk dijo...

jajajaja

real como la vida misma, falta la historia de la vaca esférica

Morvader dijo...

jejeje, un poco Dilbertiano, no?

Mala semana en el curro?

CaesarHec dijo...

El profesor miente, la moto es de su padre.....

srcocodrilo dijo...

Me encantaría poder decir que las historias son mías, pero obviamente no lo son. Si acaso la forma de contarlas sí que lo es (es decir, no he hecho un copia-pega), pero poco mérito me puedo atribuir por eso.

Cambiar un profesor de universidad por un estudiante de doctorado no hace sino darle más verosimilitud a esa primera historia, ¿verdad?

Y en cuanto a la segunda, el hombre que nos la contó, acostumbrado ya a sus cerca de setenta años a narrarla delante de directivos y demás fauna de la empresa privada, nos contó el truco para que el relato triunfe al ser contado. Tras desenmascarar al ingeniero todo el mundo ríe, incluidos los propios ingenieros. Y ahí es donde hay que hacer la parada porque posteriormente, al desenmascarar al directivo, las risas se van a tornar en silencios incómodos. Mucho más divertidos, por supuesto.