miércoles, diciembre 01, 2010

Menos que cero

Suena el despertador. No puede ser, porque yo no tengo despertador y menos en verano, pero alguna alarma ha sonado. Creo que mi hermano, el pequeño, me la ha vuelto a jugar.

Salgo de mi habitación y no veo a nadie por la primera planta. Bajo al salón, y parece que sólo está en casa la limpiadora ecuatoriana, Estíbaliz. Estíbaliz se ofrece a prepararme el desayuno y mientras busco a mi hermano por el jardín, pero no hay rastro de él. Tampoco parece que esté en la piscina y me pregunto de dónde coño habrá salido la alarma.

Voy a la cocina, donde Estíbaliz ya me ha preparado el zumo de naranja y le pregunto si ha oído alguna alarma. Responde que no y me sonríe. En lugar de preguntarle que de qué se ríe, opto por tomarme el zumo y comer algo. Pasada la estéril búsqueda del origen de la alarma me doy cuenta de que tengo una resaca descomunal. Le pregunto a Estíbaliz qué hora es pero ella ya no está.

Subo a mi habitación, me pongo el bañador y cojo el iphone. Bajo a la piscina y enciendo el teléfono, pero antes de mirar los mensajes hago un par de largos para despejar. Me tumbo en la hamaca, y leo los diez mensajes que tengo nuevos. Parece que anoche la liamos pero bien. Jose Carlos me dice que hay que repetirlo otra vez antes de que se termine el verano, el Quique comenta que la coca que pillamos era cojonuda, la mejor que ha probado, y ese capullo ha probado mucha coca. También tengo un mensaje de Tamara. Me dice simplemente: “te quiero. ¿Tú a mí?”. Borro el mensaje. Antes de subir a vestirme miro qué me han dejado en el tuenti y, cómo no, me han vuelto a colgar una foto de la chica pelirroja. Sonríe a la cámara y debajo sólo hay una frase que dice: “Nos ha vuelto a preguntar por ti”, pero yo no entiendo por qué tiene que preguntar por mí una chica con la que no he hablado en mi vida. Además la foto parece que está tomada en uno de esos bares cutres y pequeños de Cimadevilla donde sólo van puretas. Y no me apetece ir a esos bares a buscar a gente que no conozco.



Llamo a mi padre para pedirle el Mercedes pero no me lo coge, así que cojo las llaves y bajo a Villamanín a ver si hay alguien en el Geographic o por ahí. Nadie, todo vacío. La camarera me saluda desde lejos y me grita para que lo oigan los tres paisanos que están tomando café que vaya noche la de ayer; sonrío y me doy la vuelta.

Doy un par de vueltas más con el coche por ahí, a ver si despejo, cuando me llama Alex. Resulta que está con Rivas y con Jaime y con Xabi en casa de Raquel, que vaya para allá. La casa de Raquel es, probablemente, la más grande de Somió. Tiene unas vistas cojonudas de todo Gijón y en las noches de verano, asomado a la terraza de la tercera planta, uno siente que toda la villa le pertenece. Lo malo es tener que aguantar a toda esta panda de borrachos, y justo en el momento que lo pienso me alcanza un balón de voley que me han tirado desde la piscina. Dicen que baje pero yo no tengo ninguna gana. Aún así accedo.

Tengo mi quinto gin tonic en la mano y una sonrisa de gilipollas que no se me quita de la cara. No sé qué pastillas me ha dado el Xabi pero son muy fuertes. Alex se me acerca.
- Vaya, por fin te veo sonreir - me dice mientras me pasa la mano sobre el hombro y me da una palmada-. Por fin tenemos al verdadero George con nosotros.
Me jode que me llamen George, pero Alex siempre lo hace cuanto está pedo, así que decido no hacer ningún comentario, simplemente sigo con mi sonrisa de gilipollas pintada.
- Desde que te fuiste a la capital, tío, a estudiar en la uni, te nos has perdido. Casi no has dado ni señales, y no me irás a decir que esta no es la mejor vida que te puedes pegar a los diecinueve. Creíamos que te habíamos perdido, ¡que te habías hecho del Madrid y todo!
Antes de que yo responda algo se vuelve al resto y les dice que George está aquí, y que está para quedarse. Todos aúllan como aprobándolo, y yo sigo sonriendo. Alex se tira al agua.

Entonces Tamara, a la que todavía no había saludado, se me acerca y mientras me acaricia la espalda me reprocha que no todavía no la haya saludado.
- Me vas a tener que compensar por esto - me susurra y me mete la lengua por la oreja mientras sus manos bajan por mi espalda, y bajan.
Nos vamos a una de las habitaciones vacías de la casa y para hacer conversación le pregunto si sabe cuándo vuelven los padres de Raquel. Y parece ser que hasta octubre nada, que ese ha sido el regalo que le han hecho por cumplir los dieciocho, dejarla sola en la mejor casa de Gijón dos meses.

Ya en la habitación, ella saca una papelina de un bolsillo interior de la falda. Sólo lleva la falda y una camiseta de tirantes, me comenta, porque se ha bañado antes y tenía toda la ropa interior mojada.
- Mejor así, que si no me voy a resfriar.
Prepara dos rayas y después de metérnoslas se abalanza sobre mí diciéndome que me ha echado mucho de menos. Sin saber muy bien por qué, estiro el cuello hacia atrás evitando que me pueda besar, y antes de que yo me arrepienta ella se da cuenta y se coge un buen mosqueo.

Discutimos. Bueno, discute ella porque lo que es yo, no puedo parar de sonreír y claro, eso la cabrea mucho más. Al final me dice que no me comprende, y que he cambiado mucho este año y que ya sabía ella que la distancia iba a acabar con nuestra relación y que la deje en paz. Se pone a sollozar torpemente, falsamente, y saca otra papelina esta vez sí que no sé de dónde y me da la espalda.

Salgo otra vez a la piscina y el ambiente ha cambiado por completo, se les ha cortado el buen ambiente y todo son caras largas, como en un funeral. Al parecer Alex y Quique, que acababa de llegar, han tenido que llevar a Raquel al hospital porque le ha dado algo, no saben muy bien qué es. Primero hablan de que ha podido coger frío en la piscina, luego dicen que quizás el ron no era bueno, que habían comprado la bebida en el Árbol para ahorrar, y finalmente alguien dice por lo bajo, con un hilo de voz, que la coca que se ha metido tampoco habrá ayudado. Y yo, por más que lo intente, no consigo sentir ni un poco de pena. Me da absolutamente igual. Xabi se debe de dar cuenta y a él tampoco le tiene que importar mucho, porque me dice que nos vayamos por ahí, que hoy había concierto en Poniente y que seguro que hay cachondas esperándonos.

Bajamos a Gijón en su Z3 pero antes de tirar para Poniente, me grita para que le oiga por encima del ruido del motor, tenemos que pasar a ver a un colega suyo, que pasa una química cojonuda, así que tenemos que hacer una parada en la Arena.

El colega suyo, que tendrá unos veintialgo, nos está esperando en una esquina de la calle Aguado. Nos pide que bajemos un segundo del coche, que prefiere hacer la transacción en un portal en lugar de ahí en medio con dos tíos montados en un Z3, que eso da mucho cante. En el portal, en lugar sacar la mercancía, coge a Xabi por la camisa con una mano y con la otra saca una navaja y se la pone en la mejilla.
- Ya te vale de hacerte el listo conmigo, pijo de mierda.
- ¿Pero qué dices tío? ¿De qué hablas? - le responde mi amigo, lívido. Yo por mi parte tengo todos los músculos agarrotados, no me puedo mover. Creo que por fin se me ha quitado la sonrisa de la cara.
- Pues de que ya va siendo hora de que me devuelvas mi puta pasta
- ¡Pero si te dije que te pagaba al final de la semana!
- Ni al final ni ostias. O mañana o me quedo con esto - y antes de que Xabi pueda reaccionar le quita la cartera que tenía medio saliendo de un bolsillo del pantalón. Lo suelta y le dice que hasta mañana; mismo sitio y misma hora.


Vuelve a sonar la puta alarma, y esta vez estoy convencido de que está sonando de verdad, pero una de nuevo no encuentro a nadie por casa por más que busque. Por no estar, ni siquiera encuentro a Estíbaliz. Al menos esto me viene bien, y me permite buscar algo de pasta para Xabi por casa, porque anoche me dijo que estaba pelado y que si le podía ayudar a pagar al loco ese. Por un momento me pasa por la cabeza la idea de que todo es un montaje para sacarme pasta y que los dos están compinchados, pero pronto desaparece. Continúo la búsqueda. En la habitación de mi hermano pequeño no hay nada, como siempre, el muy cabrón lo esconde todo muy bien. Pruebo suerte en la de mi hermano mayor, que es más inocente y no suele esconder tanto las cosas. Entro y veo encima de la mesita de noche un libro. Siempre está con libros. Yo creo que prefiere leer libros a salir por ahí el muy capullo. El libro se titula “Menos que cero” y es de un tal Bret Easton Ellis. Seguro que es un coñazo de libro, a saber de qué coño irá. Pero bueno, sigo buscando y parece que con algo de suerte, se puede decir que un par de billetes amarillos son un buen comienzo.

7 comentarios:

CaesarHec dijo...

Lagarto, deja tu trabajo de obrero encorbatado y ponte a escribir. O por lo menos escribe de forma habitual, lo de mandar a la mierda el trabajo acabará por llegar.

Álvaro dijo...

¿Qué te pareció el libro, le viste la relación con Loriga? (la del Kronen ni la pregunto, la temática es calcada)

srcocodrilo dijo...

Gracias Hec, pero me temo que me he limitado a copiar - en versión playa- al bueno de Bret Easton Ellis. El mérito para él. Yo me conformo con llegar a ser su Bartleby.

El libro me gustó mucho. Pero resulta más sorprendente aún el hecho de que lo escribiera en 1985. Sólo me hace pensar que desde entonces, todas las pajas mentales acerca del sexo y las drogas en la adolescencia que hemos leído y visto en el cine son sólo eso, pajas mentales. La pólvora ya la habían descubierto hace 25 años.

Y por supuesto que se barre a Ray Loriga, a José Ángel Mañas, a Nacho Vegas y otros cuantos más, aunque eso no quita que leer a Loriga, de joven, esté de puta madre. Habrá que seguir leyendo a este tipo, pues: Glamurama, Luna Park, American Psycho... parece que tengo deberes.

mitrulk dijo...

Me uno a las felicitaciones, chico hay quien tiene talento y a ti te sobra (que no te cieguen los rumores de que copio las criticas literario-deportivas a Hector), asi que por lo menos entretennos una vez por semana! Es como leer un libro pero resumido y más rápido.

Menuda historia, por un momento pensé que era autobiografica...

CaesarHec dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
CaesarHec dijo...

Yo salí corriendo a por uno de sus libros, fui a la biblioteca, busqué en el ordenador y recorrí los estantes hasta encontrar Glamurama: 540 páginas!!!! cago´n ros....

Ahora estoy con "Los detectives salvajes", de Bolaño. Lo digo porque me parece lo mejor que he leido en bastante tiempo.

Sr. Cocodrilo, puedes seguir mintiéndonos y poniéndote excusas todo el tiempo que quieras, pero deberías escribir. Copiar es lo que llevan haciendo los autores desde la noche de los tiempos, sólo que ellos lo llaman "influencias" o "tradición".

srcocodrilo dijo...

Así que los Detectives Salvajes, ¿eh, Hec?... También yo pienso que es de lo mejor que he leído.

Mucha literatura hay en sus páginas.

Y por cierto, hablando de los detectives y aprovechando que Miñññ ha mencionado el "talento", os recomiendo "El talento de los demás", de Alberto Olmos. Se trata de mi última y provechosa lectura, de la que el autor no puede negar la referencia bolañiana.