sábado, julio 23, 2011

Calorama

Abro los ojos. Tardo un instante en darme cuenta de que estoy despierto, justo cuando mi sistema nervioso se reactiva y siento toda mi espalda húmeda. Un calor sofocante invade la atmósfera y parece como si hubiera menos oxígeno de lo normal en el aire. Giro la cabeza a un lado, y tengo que pulsar un botón para ver que el reloj de la mesita marca las 2:04. –giro la cabeza al otro lado y adivino un bulto oscuro que yace a mi lado y respira profunda y pausadamente. Por detrás, la puerta que da al balcón está abierta. Y más allá, se oye llorar a un bebé.


Me vuelvo a despertar, el sueño ha sido ligero y no he conseguido dormir mucho. Miro el reloj de nuevo y esta vez marca 3:14. “Pi”, pienso, y cambio de postura para ponerme de costado ya que mi espalda está totalmente empapada. A mis oídos vuelve a llegar el llanto del bebé pero queda eclipsado por unas risas estruendosas, que intuyo son las que me han despertado esta vez. Las risas duran unos minutos más, vienen de uno de los pisos del otro lado del patio pero desde la cama no alcanzo a ver cuál es. Sólo calman cuando una voz de mujer suena en todo el patio:

- Silencio, respetad a los vecinos.

Las risas cesan, y una voz indignada las sustituye:

- Vamos, ¡estaría bueno que me manden callar en mi propia casa! –y las risas se renuevan. Al parecer hay un personaje en la televisión que es muy gracioso, o patético, o ambas cosas a la vez. Pero la voz misteriosa vuelve al ataque:

- Si no os calláis, ateneos a las consecuencias –y por fin puedo volver a cerrar los ojos.


El bulto que duerme plácidamente a mi lado sigue imperturbable, sumido en un sueño que se me antoja inalcanzable. “Sueño con un sueño.” Los llantos de bebé parecen haberme vuelto a despertar, pero esta vez los acompaña una voz de hombre:

- ¡No puedo más! ¿Me entiendes? ¡Ya no lo puedo soportar! –y mientras el bebé sigue llorando de fondo, transcurre el tiempo suficiente para que una voz inaudible responda, hasta que el hombre responde:

- ¡Te digo que no lo aguanto más! O los callas tú o no sé qué hacer…

Por fin decido levantarme de la cama, me quedo sentado unos segundos, me doy cuenta de que tengo que respirar hondo para poder sentir aire en mis pulmones. No sé qué temperatura puede haber, pero la suficiente para no poder dormir, salvo para el bulto, que no se queja, y que se sigue meciendo con su suave respirar.

Camino hasta la cocina, cojo un vaso, abro el grifo y dejo correr el agua. Dejo que pasen unos segundos, lleno el vaso y al beber tengo que escupir el agua, debo haberme equivocado porque está caliente. Vacío el vaso, abro el otro grifo y dejo que vuelva a correr el agua, pero no tarda en asomar el vapor de agua. Parece que sólo tenemos agua caliente. Me asomo al balcón y observo todos los pisos del vecindario. Todos tienen las luces apagadas y las ventas abiertas, todos esperan que entre algo de brisa por sus ventanas, pero todo lo que conseguimos son amenazas y llantos y risas y calor. Una noche así no parece real, y que el cielo en lugar de negro sea naranja no ayuda a cambiar de opinión.

Me salgo del balcón y me dirijo al cajón de las medicinas, a ver si encuentro algo que me pueda ayudar a descansar, pero no hay suerte. Omeprazol, paracetamol, sintron, aero-red, antibióticos, dylar, gasas, metamizol (caducado), un envase sin etiqueta pero lleno de pastillas blancas, caramelos de menta, espididol (caducado), plantabén, aspirinas, cremas varias, aután (caducado) y por último, al fondo de todo el cajón, un bote de betadine abierto que ha impregnado medio cajón con una capa roja ahora ya seca y parece una grande y oscura mancha de sangre seca. “¿Quién guardaría sangre en un cajón?” Meto todas las medicinas de nuevo en el cajón salvo las caducadas, y me vuelvo a acostar. Antes de cerrar los ojos miro la hora: 5:34.


No me sorprende abrir los ojos de nuevo, pero sí que me extraño al ver la hora: las 4:42. Juraría que antes era más tarde, y es que la noche se me está haciendo eterna. Me giro, y en lugar del familiar bulto a mi lado duerme un gato persa, blanco intuyo a pesar de la reltiva oscuridad, hecho un ovillo y con expresión de felicidad. Respira profundamente. Mi oído se despereza entonces, y escucho nítidamente las risas de un bebé junto a las otras, las de antes, pero en lugar de reírse de alguien de la televisión parecen estar burlándose de un hombre mientras este se lamenta: “¡no lo soporto más! ¿Por qué os reís de mí?” Desde otro piso una voz avisa: “Atente a las consecuencias, te habíamos avisado.” Me compadezco del hombre y cierro los ojos.


Me despierto otra vez, ahora porque algo me golpea la cara. El bulto que dormía plácidamente a mi lado, ha resultado ser una mujer, posiblemente mi compañera. Se ha cambiado de posición y me ha atizado con la mano, aunque parece no haberlo hecho a propósito puesto que duerme, o eso parece. Miro el reloj y marca las 5:58, casi he conseguido superar la noche. Por primera vez, ningún ruido parece perturbar la tranquilidad, así que una vez el bulto ha vuelto a encontrar la quietud, yo vuelvo a cerrar los ojos; y espero que sea la última.


Y de nuevo: vuelvo a despertarme. Miro la hora pero no sé cuál es, ya que el reloj tan solo dice ER:RO. Trato de cerrar los ojos, me cambio de posición, doy vueltas en la cama sobre mí mismo y no consigo conciliar el sueño, parece que mi cuerpo ya ha alcanzado el amanecer. Resignado, me levanto de la cama dejando atrás al bulto, que sigue disfrutando de un reposo que se me antoja inalcanzable; me dirijo a la entrada del piso y cojo unas llaves y la cajetilla. Subo las escaleras un par de pisos, abro la puerta y salgo a la azotea. Ante mí y bajo el cielo anaranjado se presenta toda la ciudad. El horizonte vibra y se derrite por culpa del calor. Saco un cigarrillo y este se enciende al contacto con el aire, le doy un par de caladas e inspiro profundamente. Miro a mi alrededor y la ciudad, al contrario que yo, parece dormir profundamente, como el bulto. Busco el sol hacia el este, pero todavía no ha salido. Tampoco se insinúa su aura y sin embargo, un neón rojo que jamás había visto brilla con intensidad a unas pocas manzanas en esa misma dirección. Se diría que él sólo es el culpable del color del cielo, de la temperatura y de mi falta de sueño. Una gran estufa, una sola palabra que lo enciende todo: CALORAMA.

2 comentarios:

mitrulk dijo...

aqui hace 24 grados fuera, 34 dentro de mi casa en la que sudo como un pollo. Me suena tu noche, en la mia tenia que salir a hacer unos ejercicios de clase que no había preparado.

Necesitas miolastán en el cajón.

CaesarHec dijo...

Yo para dormir no tengo problemas, bja de la montaña un aire que ye una golosina. Pero por el día sudo como un gochín, me levanto a las 6-15 de la mañana para salir a correr y esquivar al sol pero no sirve de nada: a las 7 de la mañana casca que no veas...


Aaaa xixón, 16 grados, la playa de san lorenzo.....