jueves, julio 28, 2011

CARACAS, AÑO 444, MES 0

La casualidad ha propiciado la coincidencia de estas dos efemérides: año 444 del nacimiento de la ciudad de Caracas, mes 0 de mi vida en ella. Coincidencia en la que por supuesto nadie a parte de mí ha caído y que sólo yo, protagonista de uno de los sucesos, podría poner en plano de igualdad, pero si os paráis a pensarlo es un gesto de generosidad por mi parte... quiero empezar con buen pie.

La cuestión es que llevo tres semanas en la ciudad y es momento de preguntarme si ya estoy adaptado. Evidentemente me queda todo por descubrir, pero no se trata tanto de evaluar mis conocimientos sobre el país sino de valorar mi grado de adaptación al medio. A nivel logístico las cosas no fueron complicadas, llegué con trabajo y casa así que el resto son pequeños ajustes que voy solventando a buen ritmo. El apartamento está bien, y vivo sólo por primera vez en mi vida, para algunos una pesadilla, para mí la quintaesencia de la felicidad. El trabajo es interesante en lo relativo a los análisis políticos del país, el diseño de estrategias y la elaboración de acciones en consonancia con los dos pasos previos. En cambio, la implementación de las acciones resulta un tanto mecánica y tediosa. Pero el equipo de trabajo en la oficina es fantástico, y en ese sentido soy afortunado. Luego está el tema del dinero, un tabú público, todos lo saben, todos lo utilizan, pero que no te pillen hablando de ello, y menos en el ejercicio de tu trabajo, de forma que las instrucciones que recibí a este respecto antes de llegar no fueron muchas. Si tenía un cabo suelto al llegar al país ese era el del cambio de divisas. Hace unos años el valor del Bolívar comenzó a bajar de forma extraordinaria, a lo que el Comandante respondió quitándole tres ceros al Bolívar en su cambio por dólares, y pasando a llamarlo Bolívar Fuerte. Así de fácil. Ahhh si los griegos pudieran hacer lo mismo... Esta medida fue acompañada de un férreo sistema de control cambio, vamos que aquí no puedes ir al banco y decirle cámbieme estos bolívares por dólares o euros”, de haber sido así los Venezolanos hubieran multiplicado por mil su capacidad económica, pero los bancos les hubieran dicho “va a cambiarte perres quien yo te diga, oyisti”, así, con acento de Noreña. Aunque hubiera estado bien que por una vez ganaran los ciudadanos, cuenta el historiador inglés Eric Hobsbawm en su libro “Age of Extremes: the short twentieth century, 1914-1991que la inflación de entreguerras hizo que su padre se gastara el total de su jubilación tras toda una viuda trabajando en un café. Con Hobsbawn un amigo y yo iniciamos una curiosa tradición en la universidad, buscábamos un autor de referencia e interveníamos en clase cambiando el acento o la pronunciación de su apellido de forma exagerada, luego nos dedicábamos a ver cuantos prubinos se pasaban el año repitiendo la paletada. A veces creo que Pablo hace lo mismo con los pilotos de Fórmula 1. Pero me estoy yendo por las ramas, aunque parece lógico si como dice mi amigo Ale tengo la cabeza con forma de rama, que es la única explicación posible para entender la de paxiarinos que se posan en ella. Paxiarinos no, Ale, le dijo siempre, Accipiter gentilis, ya sabéis como los llamamos en Asturias. El caso, si cambias euros en un banco o pagas con tarjeta de crédito, esta ciudad es tan cara como Tokio o Moscú, un desfase. Afortunadamente existe el cambio paralelo, en el que multiplicas por dos el valor de tu moneda. ¿Pero quién es tan tonto como para darte bolívares a la mitad de su valor oficial? Gente que tiene cuentas en el exterior y necesita euros o dólares, porque como he dicho, aquí no puedes comprar las divisas extranjeras que quieras, ni mucho menos. Aún así, Caracas dista mucho de ser una ciudad barata.

Conocer y manejar los mecanismos de cambio era una cuestión fundamental, pero nada tiene que ver con estar instalado en una nueva ciudad. Yo, para sentirme en casa, necesito tener una rutina. Y en mi caso tener una rutina se limita a dos sencillas actividades: leer y hacer deporte. Una hora al día para leer, una hora al día para hacer deporte, no necesito más para ser feliz, con eso puedo llamar “hogar” a cualquier sitio. Al día siguiente de llegar ya estaba corriendo por el parque del este, epicentro de mi actividad deportiva durante la semana. A los ocho días de llegar corrí mi primera carrera, 10km, 43:54, entre 60 y 75 segundos más de lo que esperaba, pero no está mal teniendo en cuanta que el recorrido no era nada llano y que hacía mucho calor. Y eso que la carrera empezó a las 7 de la mañana, pero ni con esas. Claro, a esas horas salí de casa sin dorsal y sin chip, bastante que me acordé de poner las bambas. Afortunadamente en este país dan la camiseta cuando recoges el dorsal y no al final de la prueba, menos mal porque todo el mundo sabe que los atletas amateur corremos única y exclusivamente por la camiseta conmemorativa y los favores sexuales que creemos esta nos va a granjear (mmm, corriste la san silvestre vallecana mmm poséeme...). Difícil pero no imposible, sin embargo en previsión de no cumplir tales expectativas, la organización premió a los participantes con el impagable aliento de las chicas “rexona” a un kilómetro de meta, a sus falditas cortas, a sus labios carnosos, a sus pompones rosas rasgando el aire les debo un último kilómetro a cuatro minutos. Hay tanto que aprender de este país. Y por si fuera poco, en la meta nos esperaban las chicas “Dove”, con sus camillas y sus cremas dispuestas a masajearnos como si no hubiera mañana. En serio, tanto que aprender. Dentro de 10 días tengo una carrera de montaña por el Ávila, 12km partiendo de una cota de 1000m y acabando a 2100m, va, un desnivel acumulado curiosín. Creo que puedo decir que ya he conseguido incorporar el deporte a mi día a día. Con la literatura me costó más, me pasé casi dos semanas si leer una página, pero desde el pasado fin de semana he cambiado la tendencia. A ello ha contribuido conocer a Rodrigo Blanco Calderón, joven promesa de las letras venezolanas y profesor de teoría de la literatura en la universidad central de Caracas, me he comprado uno de sus libros de relatos y en septiembre me incorporaré a algún curso de la facultad. La lectura de “Las rayas” me ayudó a recuperar el ritmo y ya he logrado un espacio diario para literatura, lugar que ya han ocupado Herta Müller y Tabarovsky, Massiani espera su turno. Por tanto, también he encajado esta pieza.

En resumen, ya no sólo vivo en Caracas, ahora resulta que también es mi casa.... hay que joderse.

¿Y las mamellas? Bien gracias.

4 comentarios:

Morvader dijo...

No lo tengo claro, fueron las chichas rexona o los playerinos de cien euros los que te hicieron correr el último kilómetro a 4 min?

CaesarHec dijo...

no sé, los playeros llevelos todo el tiempo, las chicas rexona aàrecieron a falta de 1000 metros....

¿y cuánto dicen que costaron? No tenía ni idea....

srcocodrilo dijo...

¿Pero cien euros bolivarianos o americanos?

Echo de menos alguna llamada a la revolución en tu post, cualquiera diría que en lugar de Venezuela no vives en Madrid, o en Boulder, o en Salamanca... No espera, si no hay Decathlon no puede ser Salamanca.

Bueno, seguiremos pendientes de tus avances y conquistas, ferre.

BJ dijo...

Si... una fea pero necesaria costumbre la de cambiar el nombre a ciertos personajes para evitar el tedio de ciertas cosas. Aun recuerdo al famoso físico holandés GÜIIINGEEEEENN!!!! que hizo la física de 2º de Bachillerato un algo menos insoportable de lo que era.

Al regalarte los playeros nuestra intención era evitar que te cogiesen, como le ocurrió a Jesucristo.

Ah! y lo que no se puede es soltarnos una parrafada sobre correr y libros y dejar la parte interesante escasamente desarrollada y para el final. No quiero volver oírte criticar Perdidos.