martes, octubre 11, 2011

American Psycho, de Bret Easton Ellis

No es la primera novela que leo del señor Ellis, ni la primera vez que hago un comentario sobre ellas, ni será la última. Y es que el americano, al igual que Houellebecq, tiene la habilidad de escribir sobre la vida contemporánea tal y como es. Sus descarnadas novelas no se limitan a ser meras ficciones sin conexión alguna con la realidad, sino incisivas descripciones de nuestras vidas. El vacío, la inexistencia de un sentido de la vida, la pornografía y el aislamiento servidos en bandeja. Hay que tomarlo en pequeñas dosis, pero el amigo Ellis siempre resulta revelador. Él nos ve.

American Psycho nos cuenta el atareado día a día de Patrick Bateman, niño bien de la capa más alta de Nueva York, que tras estudiar en Harvard pasa sus días entre su oficina de Wall Street, el gimnasio, el videoclub y sus citas con sus amigos en los bares de moda. Sus padres son dueños de medio Manhattan y él es rico, inmensamente rico. Por lo tanto, nunca en su vida ha tenido que trabajar ni esforzarse por conseguir nada. Es un niño bien superlativo. En la oficina en la que trabaja ni él, ni ninguno de sus compañeros, da un palo al agua. Las verdaderas ocupaciones de los de su clase son enterarse de cuál es el último local de moda en la gran Manzana, hablar de las últimas tendencias culinarias y machacarse en el gimnasio para, acompañados de una buena batería de cosméticos, parecer salidos de una película en cualquier momento del día. Sin embargo, el bueno de Patrick, tiene otros hobbies más íntimos.

Entre un J&B con hielo y el siguiente, good ol'Pat aprovecha el camino para acuchillar a mendigos, taxistas y niños. Y si la noche es aburrida o la coca que le han vendido está demasiado cortada con laxante, no problem!, siempre podemos llevarnos a dos putas a casa, someterlas a una sesión de mete-saca, mete-saca lo más explícita posible, y cuando llegue el momento de marcharse cada uno a su casa… “Me levanto y me dirijo al vestidor, donde, junto a una clavadora automática, hay una afilada percha, un cuchillo de carnicero oxidado, cerillas de Gotham Bar and Grill y un puro a medio fumar, y dándome la vuelta, desnudo, con la erección apuntando delante de mí, saco esos objetos y explico con un susurro ronco: 

- No hemos terminado todavía…”


Lo de la necrofagia y la necrofilia ya lo dejo para los estómagos más sólidos, que este blog se puede leer a cualquier hora del día.

En serio, son más de cuatrocientas páginas de un torrente de marcas de ropa, porno duro, especificaciones técnicas de equipos de vídeo y música, violaciones, críticas musicales a las discografías de Whitney Houston, Genesis o Huey Lewis and the News y torturas, escritas en primera persona, a modo de diario, y que llevan al lector hacia dos posibles salidas: o bien uno se pregunta a qué carajo está dedicando sus tardes libres, o bien termina sintiendo en sus propias carnes las acciones de Bateman. El texto es absorbente, pero no sólo por la cantidad de sucesos que relata, sino también por la propia forma de escribir de Ellis, que es desbordante. Cientos de nombres propios de personas y de locales, acompañados de otras tantas descripciones de menús exóticos y vanguardistas y absurdos (el sushi acaba siendo de mango y el postre de pollo; por momentos estamos en un delirium tremens) y vestimentas a la moda cuyo único objetivo es crear un ruido de fondo tan potente que aísle al lector y lo centre sólo en los pensamientos y sentimientos de Bateman.

Los personajes se confunden entre ellos, se cambian los nombres, y el propio Bateman narrador también confunde a los que le rodean, y confunde lo que nos cuenta hasta por ejemplo llegar a cambiar el nombre de un personaje en un mismo capítulo (aunque la edición que me he agenciado de “Grandes Best-Séllers” de El Periódico tiene más erratas que una redacción de María Escario en tercero de EGB, y esto podría ser una errata más, pero aún y así daría igual, porque sería una errata genial). Cuatrocientas páginas que dicen lo mismo, y sin embargo esas cuatrocientas páginas son absolutamente necesarias. ¿Para qué? Para que nos demos cuenta de que la novela va de otra cosa completamente diferente.

Como los neutrinos, las hazañas de Patrick Bateman te dan una colleja antes de que la veas venir. Mientras tú estás leyendo el día a día de un psicópata, lo que la novela nos está contando es algo totalmente distinto. Mientras tú estás sufriendo durante trescientas y pico páginas de ultra-violencia, la novela te está golpeando con algo completamente diferente. Mr. Bateman está vacío, se siente sólo, necesita atención desesperadamente y no sabe cómo conseguirla. No es bipolar, ni paranoico, ni esquizofrénico. Es un simple inadaptado aburrido. Como todos nosotros. Sus asesinatos espontáneos son como tus clases de guitarra. Sus violaciones, como las clases de inglés de los martes y los jueves; sus actos de necrofagia, son tus cervecitas con los amigos y sus chutes de coca y valium, un post a la semana. Al fin y al cabo, todo eso es lo que hacemos para llenar lo que nos sobra de tiempo entre que salimos del trabajo y llega la hora de acostarnos. Y si no nos llega, pues algo tendremos que imaginar.

6 comentarios:

Álvaro dijo...

¿soy el único al que le preocupa que Pablo se pueda recorrer todo la obra de Easton Ellis? Luego toca "The rules of attraction": drojas, bisexualidad, David Bowie...

eldiariodeanois dijo...

Muy buena pelicula

mitrulk dijo...

Buf, pese a tus inmejorables loas me da que no seria capaz de acabarlo, todavía recuerdo dejar meridiano de sangre a medias y eso que tiene pinta de ser un don mickey al lado de este.

Por puntualizar, y no cabe la posibilidad de q al ellis este lo q le pasa es q se le pone dura cuando escribe sobre perversiones de este calibre, y se descojona de la soledad del individuo y demás interpretaciones mientras se pajea viendo holocausto caníbal?. Pregunto.

srcocodrilo dijo...

Por partes.

Álvaro: sólo una cosa me inquieta más que el hecho de que yo lea a Ellis, y es que tú ya lo has leído. Cuando yo empiezo la marcha, tu ya descansas al final del camino, maestro...

Iris: Yo no he visto la película, pero espero que se haya ahorrado las partes más gore de la novela. Si son duras de leer, no quiero ni imaginar como resultarían en la pantalla.

Ánimo y suerte con tu blog.

Miññññ: De verdad que no cabe esa posibilidad. El libro no deja lugar dudas: todo es una pantomima, una tomadura de pelo del autor (¿viste Funny Games? muy recomendable y, hasta cierto punto, plantea un juego parecido). Pero tampoco quiero destripar todo el libro; aunque lo pueda parecer, no he contado lo que American Psycho ofrece.

Cuando iba por la página trescientos pensé en tirar el libro por el fregadero, harto de tanto gore, pero al final la historia cobra sentido y se comprende claramente lo que apunto en el post. Pero claro, ¡para eso tienes que leerlo!

CaesarHec dijo...

¿leer antes de opinar?

Pablo, últimamente pienso que no nos quieres por cómo somos...

srcocodrilo dijo...

¿?

Yo no quería reprochar a Miñññ que opine sin haber leído la novela, nada más lejos de la realidad.

Sólo quería decir que en el libro quedan más patentes las verdaderas intenciones del autor que en mi post, y que está hecho así de forma deliberada, para no destripar todo el libro.

Y por eso, le quería animar a leer la novela. Pero para que se quitase la duda, ¡no para ganarse el derecho a opinar!


Nada puedo valorar más que, después de hacer yo el pijo una vez a la semana escribiendo mil palabras, haya alguien al otro lado que tenga la santa paciencia de leérselas...