sábado, diciembre 31, 2011

Discos de modernos: Wilco - A Ghost is Born

Hay modernos y modernos, como de todo en esta vida. Uno puede caer en el error de pensar que cualquier tipejo con camiseta a rayas y gafas de pasta es un moderno y ya está, ya sé todo lo que hay que saber sobre el tema. Pero si uno piensa así se equivoca.

Así que hoy vamos a conocer una clase muy concreta: el moderno pureta, o moderno superior.

Como ya sabemos todos (o deberíamos), el primer rasgo distintivo de un moderno, al margen de las gafas y otros adornos corporales varios, es que reniega de su propia condición de moderno y se defiende a capa y espada a grito de “dios, ¡como odio a esos modernos!”, como si la cosa no fuera con él, o el fuera distinto, o incluso mejor. Hay muchas variantes de este tipo de desprecio, y una de mis favoritas es la indiferencia. La indiferencia, amigos, es el arma más poderosa del moderno. Mucho más que una expresión vehemente o que un dedo señalando con odio y tensión, la indiferencia, ese leve gesto de la cabeza, entre un “no” y un “sí” pero que se queda en un sencillo cabeceo hacia un lado, como apartando la mirada, duele mucho más que el común “yo ya los conocía antes de que fueran famosos”. Probadlo, amigos, probad la superioridad que concede la indiferencia.

¿Y quiénes la practican mejor? Pues los que no se visten de indiferencia, sino los que son auténticamente indiferentes a todo aquello que les rodea. Y en este mundillo, amigos, esta casta superior la representan los modernos puretas. Han sido y son modernos, como cualquier otro, así que definitivamente es el “pureta” del término, el que marca la diferencia. Y es que no hay nada tan envidiable en el mundo que habitamos, que poder decir eso de “cualquier tiempo pasado fue mejor, y yo lo viví”; y claro, para esto, la edad siempre es un grado.

Nadie te puede pintar mejor la cara en una sociedad moderna que aquel que ha visto a David Bowie en concierto y encima te lo dice sin darse importancia, como si no supiera que ya es remotamente imposible igualar semejante gesta. Llevándolo a un extremo radical, un moderno sólo puede hincar la rodilla en el suelo ante alguien que promete haber pisado Woodstock en el ‘69, haber visto a Lou Reed tocando hasta arriba de heroína en su mítico concierto de Madrid (creo que duró 2 minutos antes de desvanecerse) o haber estado a menos de doscientos metros de Brian Jones en un concierto. Digo que lo llevo a un extremo radical porque modernos con este currículum es muy probable que se traten de modernos retirados, pero de todo podemos ver en este mundo. La experiencia es un grado, dicen ellos.

¿Y qué pinta Wilco en todo esto? Pues ahora lo vemos. It’s Download time baby!


A pesar de toda la parrafada anterior Wilco es un grupo actual, y todo el que tenga un mínimo de ganas de verlos en concierto puede hacerlo, ya que han venido y con seguridad vendrán más veces a este territorio patrio nuestro (tendría que buscar el post en el que iba a comentar el concierto en el que los vi, pero me da pereza). ¿Y entonces, de qué va esto? Pues de que para llegar a Wilco hay que esperar unos años de vida moderna. Y normalmente esos años suelen llegarle a uno a la edad pureta. ¿Y por qué? Pues porque el moderno jovencito, el que da sus primeros pasos, suele tirar por el moderneo hype (Alaaaaa), y para esto me remito a wordreference: promoción exagerada, bombo.

Por definición, el más estándar de los chavales modernillos obedecerá a la NME, a las listas de Pitchfork, o al jenesaispop (dios nos coja confesados). ¿Y Wilco por qué no pasta por aquí? Pues, según una teoría puramente personal, porque estos tipos pasan de hacerse fotos poniendo cara de “estoy cansado de follar, y además tengo resaca”. Aunque claro, también puede ser porque no tengan canciones pegadizas de tres minutos. Su estilo es otro.

Jeff Tweedy y compañía se destacan por tener una instrumentación sobresaliente, por tener dos guitarristas cojonudos (el propio Tweedy y Nels Cline), por adentrarse en el country hasta oler la paja y ponerse el sombrero de ala ancha, por darle a las drogas pero para mal (estos no molan, como los planetas –punto 8 de la entrevista-, esta gente lo pasa mal y tiene depresiones y canta sobre ello y esto claro, no vende) y reflejarlo en sus letras y, si no lo he dicho ya, por tener dos guitarristas cojonudos.

Aunque haya elegido A Ghost Is Born, la crítica parece alabar más otros discos de la banda como el Being There, el Summerteeth o el Yankee Hotel Foxtrot, pero hay dos piezas en este, que son el “At least that’s what you said” y el “Spiders (Kidsmoke)”, que me parecen terriblemente conmovedoras y no precisamente por las letras o el tono de las mismas. Es esa guitarra la que marca la diferencia, esa guitarra que te pide paciencia para que la escuches detenidamente, sin prisa, que te absorbe y te abstrae de todo lo que te rodea y sobre todo te permite olvidarte de esos chavalitos que brincan como energúmenos delante de ti. ¿Modernos, dices? ¿Dónde? Ni me había fijado que andaban por aquí. ¿Que nos estaban llamando puretas? Bah, tanto da. Déjalos, son chiquillos…

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