sábado, enero 14, 2012

Ejército enemigo, de Alberto Olmos

Bienvenidos al fantástico mundo del lector malherido. Para los que somos asiduos a su blog, leer Ejército enemigo es como volver a casa. Ahí está todo el coro de personajes que han asomado a su página: el artista incomprendido, el nihilista cabrón, el pajillero, la becaria cachonda. Ha elegido como personajes a los arquetipos que cultiva a diario y se nota: la prosa es ágil hable quien hable en la novela, y salvo dos personajes que comparten la misma voz, el resto son perfectamente distinguibles desde la primera frase. Es de agradecer.

Ejército enemigo figura en las listas de mejores novelas del 2011, lo que no tiene por qué decir nada bueno ni a favor ni en contra, pero no podían dejar de nombrarla: uno de los jóvenes y respetables novelistas españoles, escribe sobre el internet ese y los indignados, en la portada sale la foto de la chavalita esta francesa que dio la vuelta al mundo cuando la huelga gabacha… ¡y encima hay sexo! Si es que no le falta de nada.

Pero basta de pijadas. Ejército enemigo se centra en dos temas: Las intenciones y los resultados de los jóvenes con actitudes sociales y solidarias, y en cómo está cambiando nuestra percepción de la realidad gracias a Internet. Business case: el sexo por internet.

“Internet nos dejó sin intimidad, pero nos había dado en compensación un nuevo derecho: el de permanecer.”


Como en todo buen relato, priman las ideas sobre las acciones. Esto obliga a tratar distintos temas, y anima a pasar de uno a otro a base de digresiones o de cambios de capítulo, as you wish. El sexo no es el tema principal, pero sí que es uno de los actores secundarios que más páginas rellena. Escribir bien sobre sexo es divertido y leerlo aún más, y no todos los escritores lo saben hacer. Existe una especie de pudor a la hora de escribir "polla" o "teta" en un cierto tipo de literatura, y es que "pene" y "pezón" son los términos favoritos de los best sellers, pero son terribles para el apetito sexual del lector. Houellebecq, Ellis, Loriga, Palahniuk y Olmos lo saben, y por eso abusan de ese trapito rojo que los lectores nos tragamos como toritos. Ahí se quedan algunas de las páginas más entretenidas de la novela, siguiendo las andanzas sexuales de nuestro protagonista, incluido el descubrimiento de su paraíso en la red: una página llamada ChatChinko (trasunto de la real y polémica Chatroulette) que le permite ser exhibicionista antes miles de incautas, y encima sin levantarse del sofá.

Pero el trapito no es gratuito.

“Ya nadie hace caso a la calle donde vive. La gente, no cree en la calle, lo que cree es lo que sale por la tele o lo que corre por Internet. Lo que no es público no existe.”


Entra a matar por el flanco y con un libro de Baudrillard en la mano: nuestra vida no es nuestra vida, sino un simulacro de la misma. En la Virtua Verona aunque no quedó escrito, el dr.Alergia y yo comentamos la realidad de los Erasmus 2.0: qué importa lo que hagas; lo verdaderamente importante es que lo cuentes en Facebook. Bien es cierto que Internet no deja de ser un catalizador, puesto que cuando yo fui erasmus lo más avanzado en la red era el Messenger, pero el “vive para contarlo y que le den por el culo al vive: tú cuéntalo” ya estaba a la orden del día. Eso sí, la red y mi nuevo smartphone nos lo ponen mucho más fácil. Aviso para lectores: el sexo no es el único área de dominio de lo simulado, aunque sea una de las más manifiestas.

En este punto del texto me doy cuenta de que una de las razones por las que me ha gustado tanto el Ejército enemigo es porque dice cosas que yo ya sabía, y entonces recuerdo que algo parecido decían en 1984. Bajo la cabeza, y comprendo que todavía no he llegado ni a padawan cuando aquí me tenéis, pidiendo el sable láser y las llaves x-wing.


Siguen divagando nuestro protagonista y sus actores secundarios con el tema de la simulación de lo real, partiendo del über-yo-follador que se ha creado nuestro colega en la red, y extendiéndola a todo su barrio, hasta que desemboca de cabeza en el tema del momento: los indignados. Y ¡zas! En toda la boca.

“¿Sabes cuál es problema de los jóvenes concienciados y activistas sociales y votantes del partido comunista? Que os creéis mejores que los demás (…) Ayudar, apadrinar, concienciar, manifestarse, defender, protestar, donar, reciclar, solidarizarse… Suenan bien (…) Y cuando vosotros, con perdón, hacéis proselitismo, siempre dais la impresión de situaros en un plano moral superior, de estar a la vanguardia de algo que, sin duda, es mejor que lo que tenemos, y de tener que aguantar el lastre de muchas personas que no hacen nada para mejorar el mundo. Sin embargo, ese tío arregla persianas (…) Eso no sólo es hacer algo, sino que es hacer lo mínimo necesario para que el mundo, joder, funcione un poco. ¿Quiénes sois vosotros para joderle con que, además de tener un trabajo socialmente deplorable, encima son unas malas personas, gente que no echa una mano a la gran causa?”


Ahí reside la aportación de A. Olmos a los indignados: incluso el 15-M es parte del sistema. No es una revolución real, es una revolución simulada. En Twitter ha sido la ostia, y los cimientos de Facebook han podido temblar, pero uno sale a la calle y puede comprobar que no ha ocurrido nada. El 15-M no ha existido. No ha servido para nada, es la barrera que contiene los actos que realmente se deberían desencadenar en una situación como la actual, y que ya se han llevado a cabo en otras épocas de nuestra Historia. ¿O acaso alguien cree que la Revolución Francesa se hizo con baguettes?, ¿o que en Rusia acabaron con los zares rompiendo matrioskas contra el suelo? Ya nadie puede negar que la Primavera Árabe sea una mentira, el trending topic del mes de mayo, nada más. Dios, ahora os enlazo No cars go de Arcade Fire, y ya sólo me queda ponerme a vender camisetas con mi cara en blanco y negro…

“Vivimos en un simulacro formado por anuncios publicitarios. Todo es publicidad, la publicidad es ideología. La publicidad afecta a todos los productos de consumo, pero también a la imagen de las empresas, de los gobiernos y de las personas (…) En todo caso, la solidaridad, según este puto esquema, debe iniciar un simulacro hacia la intimidad, es decir, debe ser una acción que a uno le cueste algo, no sólo hacer clic en una de esas payasadas de red social o ir a un concierto. No se puede cambiar el mundo haciendo fiestas.”


Ya sabéis lo que toca: A vuestros puestos de combate.

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