viernes, julio 09, 2010

Un país de pueblo

Esta semana me toca hablar de un tema que no está de moda especialmente, pero una casualidad me lo ha traído a la mente. Se trata de una frase, una opinión o teoría que he expresado varias veces; algo así como que España es un país de pueblo.

Con esto quiero decir que la mentalidad de los españoles es de pueblo, independientemente del número de habitantes que tenga la ciudad o aldea donde viven. Somos pueblerinos y nuestra actitud lo refleja. Pero es más, cuanto más grande sea la ciudad en la que uno vive, normalmente más acentuada es esta actitud.

¿Y a qué me refiero con lo de actitud pueblerina? Pues simplemente entiendo por aldeano o pueblerino aquel que en su discurso, tiene por costumbre o bien relatar las glorias de su tierra, o bien protestar acerca de la tierra en la que se encuentre, o bien alabarla, pero siempre aclarando que en su tierra, ese aspecto concreto que acaba de analizar, es mejor.

Nos encanta contarle a todo el mundo que nuestras fiestas son las mejores, nuestras mujeres las más guapas, nuestro clima el mejor, y que sobretodo en el resto del país no nos valoran lo suficiente. Y por supuesto, si vamos a una gran ciudad esto empeora. A los madrileños y barceloneses de toda la vida, les suele costar bastante visitar otro sitio sin lamentar cuánto mejores son los parques, los bares y las casas de putas si hace falta en su ciudad. Y a la inversa también. Los más cabrones y los peores conductores también están en su ciudad. Simplemente nuestra tierra es superlativa, sea cual sea.

Uno suele pensar que las grandes ciudades, por cosmopolitas, por estar más acostumbradas a la mezcla de razas, lenguas y religiones, debieran ser más generosas con el visitante, más comprensivas con lo ajeno. Sin embargo en el territorio nacional, parece que funciona al contrario.

Y por supuesto, aunque sea algo palpable y notorio, no por ello puedo dejar de mencionar los diversos nacionalismos que habitan la península, ejemplos de todo esto que estoy comentando. Recuerdo que hablando de nacionalismos no podemos quedarnos en los políticos (vasco, catalán, gallego, canario…) sino que los nacionalismos meramente culturales, como el valenciano o el asturiano (y el andaluz también entraría aquí, ya que su vertiente política está próxima a la extinción) son incluso más fuertes.


Al hilo de todo esto me viene al pelo la anécdota que ya he contado varias veces (y de la que yo mismo fui testigo), de aquel madrileño que en una cafetería de Jerez se pidió un café con tostadas.

El camarero le preguntó si quería mollete o baguette, aunque más bien dijo “¿mollete o bagué?” y el madrileño, sorprendido, le hizo repetir dos veces la propuesta. Por su parte el camarero, aunque se esmeró más en pronunciar todas las letras, llegando a decir mo-lle-te-o-ba-gué bien clarito para que lo entendiera su nuevo cliente, no consiguió hacerse comprender. A la cuarta, el camarero se la jugó y le propuso:

- ¿rebaná redonda o alargá? –a lo que el madrileño se sonrió, suspiró de alivio y respondió:
- Ah, ya entiendo. No, verás. Es que vosotros lo decís mal. Eso no son tostadas. Las tostadas son cuadradas –y se acompañó de un dibujo que hizo con su dedo índice en el aire, por si había dudas- y eso es así en todas partes. En Madrid y en todas partes. Una tostada es una rebanada de pan cuadrado. Eso que tú dices… ¿cómo has dicho?
- ¿Mollete y bagué? –respondió el camarero, ahora ya sí con la cara desencajada y mirando alrededor, como buscando una cámara oculta.
- Sí, eso. Eso son bocadillos. Como mucho. Pero tostadas no. Es que aquí lo decís mal.

Finalmente el señor de la capital se tuvo que conformar con su mollete (que por cierto, me la juego a que en su vida probó pan tan bueno), y volvió a su mesa donde se pudo lamentar ante su familia, entre divertido e indignado, de las rarezas de esta gente andaluza, que parece que viven en otro mundo cariño, como te lo digo.



La casualidad que mencionaba al principio del texto consiste en que esta semana he tenido conocimiento de lo poco original de mi propuesta. Alguien se me adelantó.

Resulta que un tal Ortega y Gasset, que al parecer fue uno de los pensadores españoles más importantes del siglo XX ya hablaba de esto, más o menos. Decía Ortega en España Invertebrada, obra publicada en 1921, que “somos un pueblo “pueblo”, raza agrícola, temperamento rural… Cuando se atraviesan los Pirineos y se ingresa en España se tiene siempre la impresión de que se llega a un pueblo de labriegos”. Noventa años dan para mucho, incluso para que un pueblo cambie su actitud y forma de pensar; aunque puede que ocurra todo lo contrario. Puede que noventa años simplemente sirvan para reforzar y remarcar algo que por mucho que nos pese, es inevitable.

4 comentarios:

Álvaro dijo...

Bueeeeeeno Ortega y Gasset seguro que tenía razón cuando veía un país de pueblerinos... en los años 20. A lo mejor esperaba calles repletas de artistas bohemios, fábricas y luces de neón. Ye lo que hay (había)

Pero al grandonismo cultural (yo vivo en Salamanca y me relaciono con muchos latinoamericanos, los veo sufrirlo a diario) también hay que sumarle el derrotismo como rasgo de caracter, ¿no? Lo de que fuera siempre atan los perros con longaniza, aquí todos los políticos son unos chorizos y en otras partes unos perfectos caballerous ingleses, que nunca pasaremos de cuartos... Somos un país raro y contradictorio.

Eso sí, me juego la paletilla derecha a que cosas como lo de la tostada pasan en todos los países... con gente de "capital" visitando las rústicas "provincias". En fin, los de Madrid, que son muy finos, con sus rebequitas y su carne de morcillo.

CaesarHec dijo...

Este post que has escrito está bastante bien, la verdad, pero hay uno en mi pueblo que los escribe en versos endecasílabos que es la ostia, tú.

Yo estoy con álvaro, no creo que sea una actitud exclusiva de los españoles (tú viviste en Francia...), si aquí está más acentuada es algo que no alcanzo a valorar.

Eso sí, el madrileño estaba equivocado, el vocablo "tostada" hace referencia a un trozo de pan tostado, nada se dice respecto a la forma del mismo:

http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=tostada

mitrulk dijo...

Simplificando, yo comparto algunas cosas, es verdad que aquí hay mucha tendencia a estar apegado a nuestro terruño, con todo lo que eso conlleva. Supongo que por la falta de "aperturismo" que en otros sitios pueden tener desde pequeños. En fin, lo que siempre hemos comentado de estudiar fuera, de que tus padres cambien de trabajo fácilmente y vayan a otro sitio o a un país distinto, etc. [añadir típica cita: "pues en el país X donde yo estuve y donde son mucho más inteligentes, altos y guapos lo hacen de otra manera"]

ahora, el derrotismo al que álvaro se refiere que impregna el post también hay que sumarlo, la mitad de nosotros apostaría hoy mismo a que España no pasa de cuartos en este mundial, joder y ya estamos en la final...

srcocodrilo dijo...

Desde luego que el derrotismo es otra característica de la idiosincrasia patria. Sin duda. Siempre las universidades son mejores más allá de los Pirineos, la cerveza es mejor, y sobretodo, la gente más educada y honrada.

En cuanto a lo de que esta actitud aldeana no sea exclusiva de nuestro país... creo que discrepo. Sí que podríamos extenderla a otros, pero creo que me quedaría en el Mediterráneo.

Los franceses son muy chauvinistas (no en vano inventaron la palabra), pero el centralismo parisino le ha quitado demasiado carácter a las provincias, y creo que eso se nota. Están orgullosos de su origen, pero tienen una mentalidad más abierta y viajera que nosotros. En el Reino Unido ocurre algo parecido. Todos odian a Inglaterra, que efectivamente se mira el ombligo de lo lindo, pero no defienden tanto su patria como nosotros (en contra de lo que pueda parecer).

Un buen ejemplo sacado del erasmus, es que si algún tipo se llevaba una bandera consigo, obviamente era la de su país. En el caso de los españoles, sin embargo, había tantas banderas regionales como nacionales.

Es ya mítico ver en cualquier evento internacional ikurriñas, senyeras, banderas asturianas y demás. ¿Reconoceríais la bandera de la Bretaña? ¿La de la Toscana? ¿La de Sajonia, quizás? No lo creo.

Por una vez y sin que sirva de precedente, creo que en esto somos los primeros.