sábado, marzo 17, 2012

Las tribulaciones del catedrático

Pasaba las páginas de El Mundo un día de la semana pasada (es lo que tiene leer el periódico en una cafetería, que te tienes que conformar con lo que te toque) buscando algo que no fuera excesivamente ligero o descaradamente panfletario para leer. Tras pasar demasiadas páginas (oh my god! menos mal que esto era un periódico de centro) me encuentro con que le habían dejado una página enterita al señor Manuel Jiménez de Parga, catedrático de Derecho Constitucional, presidente emérito del Tribunal Constitucional y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Toma ya. Ese era el artículo que quería leer, o eso creía. El título era “El fin de la soberanía nacional”.

Empecé a leer y el señor Jiménez de Parga se quejaba: el poder ya no reside en el pueblo español, como dice nuestra Constitución, porque Bruselas nos “exige” ajustes económicos. Mmm.

Seguí, y el artículo divagaba durante 7 párrafos. Una buena y breve clase de “historia del concepto de soberanía en Europa”. Algo así como:

Blablabalablabla Dios blablablablablabla sistema feudal blablablablablablablablablab lablablablablabla blablabla Rousseau blablablabla Revolución francesa blablabla blablablablablablablablabla blablabla blablablablablabla Alemania nazi blablablablablabla Hitler blablablablablablablablabla blablabla blablablablablabla blablabla blablablablablablablablabla blablabla URSS blablabla blablabla blablabla blablabla apertura de los mercados blablabla blablabla blablabla el auge del turismo y otros fenómenos hasta hoy inéditos en la Historia de la Humanidad.

Hasta que llegué al último párrafo:

“En este momento actual, los gobiernos europeos han de estar pendientes de que sus programas se aprueben por quienes mandan de verdad en la Comunidad. Algo parecido sucede, ante los gigantes todopoderosos, en otras zonas del planeta. Por lo que a nosotros se refiere, dentro de poco se colocará la idea de soberanía nacional en el armario de los recuerdos históricos, junto al feudalismo y -si no se interpreta que exagero- junto al hacha de piedra.

Nuestro horizonte político, en definitiva, está cargado de novedades. En el siglo XXI se convivirá de unas formas por ahora desconocidas.”


Y lo releí un par de veces.

La primera palabra que me vino a la mente fue “autarquía”, y la segunda la había leído en el texto: nazi. Para qué irme más lejos, si el tema favorito de todo Internet estaba al alcance de la mano.

Entropa, de David Černý. ¡Construye tu propia Europa!

No alcanzo a comprender cómo una persona con el bagaje de este señor puede escribir este artículo y dormir tranquilo por la noche. Para empezar, tendríamos que hacer un contra-artículo, en el que explicáramos el concepto de nación, que a mi juicio el tan mal emplea.

Entiendo que existen dos acepciones distintas para el término nación: una sentimental y otra legal. La acepción sentimental nunca me ha gustado, y junto con la religión ha sido (y es) uno de los más dañinos conceptos ideados por el ser humano. OK, hasta aquí ya nos los sabemos. Aunque pueda tener su vertiente positiva (en cuanto a la preservación de las distintas identidades culturales se refiere), en general se ha empleado como elemento diferenciador entre personas y pueblos, y por lo tanto ha sido y es una razón de disputa (es decir, guerra). ¿Soy español?, ¿soy asturiano?, ¿soy gijonés?, ¿calagurritano, quizás? Honestamente: espero que ninguno de los cuatro, aunque al mismo tiempo no puedo negar que todos sean ciertos. El sentimiento nacional propio, por oposición al del vecino, nunca nos ha traído alegrías.

Por otro lado, asumo que la acepción legal del término ha de existir y es necesaria. Lo que no alcanzo a comprender, es por qué el señor Jiménez de Parga limita ese concepto al territorio español. Por un lado resulta obvio, pues lo establece la Constitución, pero esto es una obviedad que no necesita ser escrita ya más veces. Y por otro, escribiendo un artículo sobre el futuro de la soberanía popular, uno esperaría encontrarse con algún tipo de propuesta… no sé… ¿como la de extender el concepto de nación a toda Europa, por ejemplo?

Son muchas las voces que claman contra la unión de Europa en los respectivos países, algo que entiendo como normal, el concepto de acción-reacción nos lo enseñó Newton hace un par de siglos. Pero me ocurre lo de siempre, y es que no deja de sorprenderme escuchar estas opiniones por boca de gente educada, casi erudita, gente implicada en el gobierno de otra gente. Este artículo lo podría firmar algún Le Pen, si no fuera por la clase de Historia que ofrece, la cual imagino fuera del alcance de la saga política francesa.

En estos días, y es algo que he echado de menos en campaña electoral (creo que ya lo he comentado por aquí), es más necesario que nunca hablar de Europa, como concepto y como realidad. No podemos aceptar una unión económica, una unión de mercado, ¡una unión de moneda! y no luchar por una unión de derechos y obligaciones que traten a todos por igual y cohesionen a todos los territorios y ciudadanos implicados. Europa necesita (es decir, los ciudadanos que vivimos en Europa necesitamos) integrarnos en un mismo marco jurídico que responda a la realidad social actual.

No estamos a tiempo de debatir sobre Europa sí / Europa no, señor Jiménez de Parga. Es tiempo de debatir sobre cómo construimos Europa, y conseguimos redefinir su idea de soberanía nacional.

1 comentario:

Croqui croco dijo...

Nación, Soberanía, Democracia.....Quizás debiera haber sustituido soberanía nacional por democracia, que sería lo correcto(la soberanía nacional sería la autoridad de una nación, pero sobre qué o sobre quién). Ocurre que democracia implica poder para el pueblo, y el pueblo es algo más que un grupo de personas que viven dentro de unas fronteras trazadas por vete a saber quién y con qué intención (ver el continente africano con el google earth es super entretenido, se podría dar una clase de dibujo técnico sobre él). Por tanto, democracia y soberanía nacional entrarían en una peleilla que no está muy clara y se supone que van de la mano. En cualquier caso, ninguno de estos términos valen, ni han valido nunca, ni valdrán nunca. No nos engañemos. Forman parte del diccionario político del que echan mano cuando quieren y queremos idealizar las reglas que nos imponemos para organizarnos para que luego hagan lo que les da la gana los que se presuponen garantes de todos esos conceptos. La verdad es que nos regimos por la sinvergonzonería. Estoy harto de que se defiendan en mi nombre ideas y actitudes en aras de esa soberanía nacional, democracia...que lo único que persiguen son intereses particulares y económicos. Ni Europa, ni países, ni lineas, ni repartirnos el mundo. Un poco de sentido común sazonado con un poco de ética, buena fe o como queramos llamarlo. (aún así, siempre iré con España cuando juegue una eurocpa o un mundial)