viernes, septiembre 18, 2009

Una noche en Granada

Sonaba una música y tú me dijiste: “báilame hasta que se termine el amor.” Pero, ¿qué sentido tenía? Si total ambos sabíamos que ni ahora ni en el futuro podremos escapar, que no habrá cura para el amor. Entonces me sentí temblar, frágil, como un pájaro en un cable, y me pregunté si algo de todo aquello merecía la pena, ya que como todo el mundo sabe, en mi vida secreta…

Sonaron guitarras

-¿Quién, por el fuego osa molestarme ahora? –grité.
- Soy yo, tu amante, tu amante, tu amante –me respondió una voz y yo, que estaba esperando un milagro, me puse en pie, me llevé la mano al pecho y canté el himno de la Torre de la Canción.
-¿Eres tú, Susana? –pregunté al aire ya que no alcanzaba a verte.
-No. Somos las hermanas de la misericordia –me contestó la misma voz, y mi silencio y desconcierto fueron atravesados por una risa, así como infantil.
Me asomé y te vi, echaste a correr y yo detrás. Te alcancé y peleamos: tú como si fueras la mujer del gitano y yo como un partisano, justo hasta que…

¡Aleluya!

No importa quién venció o quién perdió; lo único que importa es que me dijiste que soy tu hombre. A cambio, te regalé mi pequeño vals vienés, sólo para ti, y juntos, de la mano, partimos lejos tras despedirnos de todos: “¡Adios, Mariana!”

De lo que siguió poco recuerdo, pero sí que recuerdo que primero, tomamos Manhattan. Lo recuerdo bien porque allí perdiste tu famoso chubasquero azul, probablemente en aquella habitación número dos del Hotel Chelsea. Allí también me pediste un beso, y yo contesté, encogiéndome de hombros:
-Si así lo deseas.

Luego más adelante, nos echaron de algún bar gritándonos que era la hora de cerrar, y como lo entendí mal, me asusté y traté de de abandonarte. Fue imposible. Desde entonces, lo único que sé de verdad, lo único que doy por seguro, es que no me queda más remedio que ir adonde tú vayas.

1 comentario:

dr.alergia dijo...

Y yo que pensaba que todo esto me sonaba de algo... pero claro, si fuera famoso, me acordaría no?