domingo, noviembre 29, 2009

Uno frente a sí mismo

Ver estos días a Rafa Nadal sufriendo en la Copa Masters, me ha hecho recordar con viveza mis recuerdos tenísticos. Yo empecé a ir a cursos de tenis con seis años, y jugué de forma continuada hasta los dieciocho. Como federado competí unos siete años, y aunque no tengo las estadísticas, no creo que llegara a ganar ni la mitad de los partidos que jugué. Yo no era bueno, y a mi alrededor había gente que sí lo era; sacar conclusiones de aquí no es complicado. Aun así, guardo bastantes buenos recuerdos, y una sensación general de que, en definitiva, fue una experiencia positiva para mí.

Lo más duro en el tenis (en contra de lo que pueda pensar la gente y me imagino que al igual que en otros deportes individuales), es superar los miedos propios. En la pista estás solo, para bien y para mal, pero cuando se gana nunca hay problema, todo el mundo te felicita, todo son palmadas en la espalda, y si eres profesional, todo el mundo se quiere hacer la foto contigo. Distinto es cuando pierdes. Ahí sí que estás tú solo. Tu entrenador te puede recriminar que hiciste mal esto o aquello, nadie te va a elogiar (salvo en contadas honrosas derrotas) y si eres profesional además tendrás que soportar, o bien la crítica de la prensa o peor aún, la indiferencia.

Está claro que si mañana yo quedo a jugar en el Club de Tenis Betis con Roger Federer, por muy motivado que yo vaya me va a costar ver la bola. Ahí no hay dudas. Las dificultades surgen en los partidos igualados, frente a rivales parejos a ti, en los que el primer set fue para uno y el segundo para el otro. El tiempo pasa y cansa, y un partido de tenis a tres sets suele durar unas dos horas. En ese tiempo, uno no puede hablar con nadie, a lo sumo puede mirar a su gente y esperar que le devuelvan una mirada o un gesto de ánimo, pero nada más. Estás sólo. Si los primeros no entran es tu problema, y si el contrario te las mete todas al revés y no eres capaz de devolver un liftado en condiciones, pues también. Encontrar el punto de equilibrio entre mantener la confianza en uno mismo y hacerse una crítica eficiente no es algo que nos enseñe nadie, pero ahí se van los partidos.

El otro problema con el que tiene que lidiar el tenista a parte de su soledad, es la intensidad del partido. En el fútbol a menudo llega un punto del partido en el que se sabe quién va a ganar, y el resto del partido ambos equipos se dedican simplemente a esperar. En baloncesto, llaman los minutos de la basura a esos instantes finales de los partidos en los que la diferencia entre ambos equipos es tan grande, que resulta imposible ya un cambio en el resultado. Hasta en la F1, se permiten bajar las revoluciones del coche en las últimas vueltas cuando la distancia con los otros coches lo permite. En el tenis no existe ese momento de relajación. Siempre se corre el riesgo de que el ritmo del partido cambie. Perder 7-5 y 5-0 y remontar ocurre. Yo he perdido partidos en el tercer set tras haber disfrutado de tres bolas para ganarlo en el segundo, y viceversa. No hay margen para la relajación y además, según se acerca el final, la caída puede ser cada vez mayor. En el tie break del tercer set, uno está tan cerca de ganar el partido como de perderlo. Es en esos momentos, en los que el rival no está al otro lado de la red, está en tu propia cabeza. El brazo se encoge, la piernas flojean, el cuerpo no gira tan rápido, y hasta la vista nos puede traicionar. Que el rival devuelva o no la bola ya no es tan importante, lo verdaderamente crucial es mandarla al otro lado una vez más.

Todos estos recuerdos me han vuelto por ver a Rafa Nadal estos días. Él, que ha sido (y volverá a ser) el mejor, tiene que superar a esos fantasmas que le frenan. Poco importa que el de enfrente se llame Djokovic, Soderling o del Potro. Él tiene que mandar la bola medio metro más lejos, tiene que meter un 10% más de primeros saques, tiene que dar más reveses a dos manos en lugar de cortar la bola al segundo intercambio del peloteo, y eso no depende del contrario.

Se paró su racha increíble de cuatro Roland Garros seguidos, se quedó sin Wimbledon y toda la prensa española hablaba de un secreto a voces: su coraza, el círculo familiar que al parecer tanto bien le hacía se rompió. Incluso tuvo que conceder una entrevista a televisión española para tranquilizar a la opinión pública y “dar explicaciones” sobre su momentáneo retiro. Yo no sé si eso fue la razón de su traspiés, o se debió al simple hecho de que resulta muy difícil mantenerse como el mejor (o el segundo mejor) jugador de tenis del mundo durante cinco años seguidos. En Agosto volvió, y llegó a las semifinales del Open USA. Sólo del Potro, el ganador del torneo pudo con él, pero eso no es suficiente para él ni para nosotros, es Nadal.

Dicen que desde su retorno a las pistas no ha ganado más que a un top ten, a Tsonga, en el torneo de París. La prensa le ha puesto ahí una traba, un obstáculo. Quizás si se hubiesen fijado en los quince primeros del mundo, las estadísticas de Nadal mejorarían, pero la prensa española quiere que gane a los diez mejores, el resto no cuentan como victorias para él, eso ya se le supone.

Así se fue a Londres, a un torneo que por ser el último del año suele ver a los dos o tres primeros de la clasificación más cansados que al resto, de tantos partidos y victorias que arrastran. Este año Rafa llegaba fresco, pero se fue de vacío. Ni un set. Y sin embargo el juego estaba ahí, y las aptitudes también, los partidos los ha perdido en su cabeza, no en la pista. Ha perdido parte de esa confianza que le hacía mandar la pelota a la raya para salvar una bola de partido en contra. Ahora sólo queda preparar la próxima temporada, y espero que para el año que viene, cuando llegue a Australia, ya se haya vencido a sí mismo.

1 comentario:

mitrulk dijo...

Yo también he jugado a tenis, aunque a otro nivel muy por debajo del de Pablo, y reconozco que es un deporte muy muy psicológico, es bien cierto que juegas contra ti mismo. Cuando las cosas no salen no tienes lugar para guarecerte, estás sólo en la pista (salvo en dobles, en los que siempre puedes culpar al compañero, por eso a los españoles se nos suelen dar bien).

En cuanto a Nadal, en este país yo creo que se crean ídolos solamente para derribarlos luego, así que espero que vuelva por sus fueros como el número 1 que es, sobre todo para cerrar muchas bocazas.