martes, septiembre 28, 2010

Si yo voy a la huelga, ¿vendrá ella a mí?

Resulta que por fin, tras más de dos años esperando a que alguien realizara un acto en contra de la crisis, ha llegado el tan esperado día: la huelga general del 29-S. Los sindicatos e Internet se han aliado frente al gobierno, la prensa, la oposición y los analistas políticos; los primeros la reivindican mientras los segundos la denuestan. ¿Y a mí que me parece todo esto? Pues a mí me aburre y además me ocurre como casi siempre, que me siento de lado.

Recopilemos. Los sindicatos convocaron a principios de verano una huelga general para, según ellos, protestar contra una reforma laboral que creían injusta y favorable a los empresarios y de paso, protestar contra la crisis y contra los verdaderos creadores de esta. De acuerdo con todo.

Recientemente, según se acercaba la fecha, resulta que la mayor parte de la prensa ha acusado a los sindicatos de seguirle el juego al Gobierno durante los dos años de crisis, y de planear una huelga ahora que ya está todo hecho para, simplemente salvar los muebles. Y con esto también estoy de acuerdo, a pesar de que sea el mismo argumento que Esperanza Aguirre esté empleando para “demostrar” la inutilidad de los sindicatos y promover leyes que los anulen, muy a la americana ella. Y yo aquí en medio, sintiéndome culpable por coincidir en mi posición frente a la huelga con la señora Aguirre a pesar de que nuestras argumentaciones e intenciones sean bien distintas. Una vez más, aquí no importa lo que nosotros pensemos, sino dónde estamos haciendo bulto porque al igual que ocurre con las elecciones, aquí nadie quiere tu apoyo o tu acuerdo, sólo quieren tu voto. O a favor o en contra de los sindicatos, o a favor o en contra del PP, y siempre en contra del Gobierno.

Pero Internet se resiste. Las revoluciones del s.XXI se hacen en Facebook le pese a quien le pese, y en las últimas dos semanas la cantidad de correos que se han movido por la red promoviendo acudir a la manifestación ha sido más que generosa. De entre estos cientos de correos y artículos comento el que escribió Ignacio Escolar. Argumenta el ex-director de Público cuatro razones para acudir a la manifestación, a ser: a) que no cree en el abaratamiento del despido como receta para solucionar la crisis financiera mundial, b) que se niega a asumir que el fracaso del neoliberalismo se solucione con más neoliberalismo (se repite), c) que aunque no está encantado con los sindicatos, sigue pensando que son necesarios y quiere apoyarlos y d) que teme que la huelga no va a funcionar, pero que tiene debilidad por las causas perdidas (toma ya). En resumen: Escolar, como la mayoría, propone acudir a la huelga para protestar por la reforma laboral y para dar su apoyo a los sindicatos. Y yo respondo.


La reforma laboral, impuesta por las grandes financieras mundiales a toda la Unión Europea (si no apruebas esta reforma, destrozamos tus fondos en la bolsa y hundimos tu economía), es una vergüenza. No por la reforma en sí misma, puesto que el abaratamiento de los despidos no es tan criminal como lo pintan (¿o acaso la gente quiere jubilarse con un despido?) y la prolongación de la edad de jubilación es inevitable, a tenor de lo que propugnan las pirámides de población. Lo verdaderamente vergonzoso es que, muy a pesar de lo que Obama dijo, sólo uno de los hombres que creó la crisis ha pagado por ella: Maddoff. El resto no sólo han quedado impunes, sino que le sacaron dinero a los gobiernos el año pasado para pagar sus cuentas a pesar de que siguieron dando beneficios, y se han negado en redondo a cambiar las reglas del juego. Señores, el crecimiento (económico o no) infinito es una falacia, va contra las leyes de la termodinámica, las burbujas especulativas deberían servir para meter a ciertas personas en la cárcel y nada más, y el capitalismo radical en el que estamos atrapados está sumiendo a Europa en un proceso de Latinoamericanización que da miedo (clases altas en barriadas con vigilancia privada y alambre de espino, y clases bajas en barriadas a secas. La clase media no la busquéis). Que lea a Galeano quien se quiera asustar más aún.

Pues bien, ¿qué puede hacer el Gobierno en todo esto? Nada. ¿Y los sindicatos? Más bien poco. ¿Significa esto que simplemente hay que rendirse y dejar la vida pasar? No, pero la respuesta de una huelga general a nivel nacional (por no hablar del bochorno asturiano) no sirve de nada. Una convocatoria a nivel europeo, con una unión sindical trans-europea hubiese sido apetecible, pero no esto.

También nos animaba Escolar a proteger a los sindicatos. ¿A qué sindicatos? ¿A los que no vinieron a visitarnos nunca a la Universidad? ¿A los que me miraban con desprecio y miedo cuando trabajaba en Producción porque yo era mando y no operario? ¿A los que no me han venido a conocer en dos años en este trabajo, y sólo se han pasado por mi planta para hacer fotocopias, hasta hace dos días que nos han pedido cooperación? Los sindicatos tienen un problema con los universitarios, y nosotros lo tenemos con nosotros mismos.

Siempre cuento la misma historia pero no por ello deja de ser menos ilustrativa. Tanto mi padre como yo estudiamos Ingeniería Industrial (y el ejemplo de los ingenieros bien podrá extenderse a cualquier otra carrera), pero con treinta años de diferencia. Cuando el terminó y llegó a su primera empresa, era el único ingeniero que había allí. No sólo eso, sino que era de los pocos que sabía leer y escribir correctamente, ya que la mayoría de los cerca de cien trabajadores habían abandonado los estudios a temprana edad para ponerse a trabajar, obligaciones de la época. Mi padre ayudaba a algunos compañeros a hacer la declaración de la renta. Eso explica quizás, por qué mi padre y su generación pronto alcanzaron puestos directivos.

Cuando yo llegué a mi primer trabajo, en una empresa de quinientas personas había cerca de setenta ingenieros, ¡pero es que la mitad de los empleados eran universitarios!. En mi actual empresa, trabajo en el departamento de Ingeniería, donde más de sesenta personas tenemos esa titulación sólo en mi planta, y trabajo en un polígono con muchos edificios, con muchas plantas. Que alguien todavía piense que esa palabra, Ingeniero (cambiadla por universitario, si queréis), tiene el mismo valor ahora que hace treinta años es que no ha entendido nada. Las carreras universitarias, por fuerza (por oferta y demanda), están devaluadas y hoy en día, se puede afirmar que somos los nuevos curritos. Los de antes le daban al martillo y nosotros a la tecla, pero tenemos las mismas oportunidades de llegar a ser directivos que las que los operarios buenos y avispados de hace treinta años. ¿Por qué entonces los sindicatos se niegan a vernos como lo que somos? ¿Por qué nos siguen despreciando? ¿Acaso no ven la cantidad de afiliados que están perdiendo?

Quizás dentro de quince años me arrepienta y eche de menos a los sindicatos (igual que a los colegios profesionales), pero hay ciertas instituciones que no pueden seguir funcionando con su estructura anacrónica, y que conste que no pienso que no sean necesarios, todo lo contrario. Aún queda mucho trabajo por hacer…

2 comentarios:

mitrulk dijo...

parece que la huelga sí que va a algunos, al menos en términos de piquetes """"informativos"""""

http://www.elmundo.es/elmundo/2010/09/29/espana/1285714883.html

Yo por mi parte llevo desde el 1 de septiembre secundando fuertemente esta huelga, a razón de unas 10-11 horas diarias más fines de semana, a lo Japonés

http://es.wikipedia.org/wiki/Huelga_a_la_japonesa

aunque ahora que lo pienso esto explica por que no me funcionan los prototipos...

CaesarHec dijo...

Ayer por la noche escuché en la radio a un representante asturiano de los sindicatos diciendo que los piquetes eran "informativos y convencitivos"

¡¡¡CONVENCITIVOS!!!

Bueno, si el presidente no conoce la ortografía española que vamos a esperar del resto....