domingo, enero 23, 2011

Welcome (back) to Boulder, CO

Ganas tenía de copiar-pegar el blog que en su momento abrió mi primera etapa en esta ciudad, pero solo por no aguantar las quejas de moro casi prefiero escribir uno nuevo. Como sabéis todos, menos seguramente ángel que se habrá olvidado, ya me encuentro instalado a unos 8000 kilómetros de distancia del lugar al que solía llamar casa. Aunque reconozco que ahora mismo, gracias a la maravillosa internet, casi puedo oler el césped del molinón mientras veo al sporting ganar 1-0 al atlético de madrid (live). Hoy tengo que terminar de rellenar los papeles del seguro y creo que en la parte de comentarios adicionales voy a poner que si tienen que enviar a casa mi cadáver me pongan la camiseta de Barral. Y sin más comienzo la historia que ha dado con mis huesos en este lugar. Caesar, aviso, estos párrafos parecerán sacados directamente de una novela negra del siglo XIX.

Todo comienza una tarde de Septiembre de 2009, en uno de esos viajes a conferencias que por trabajo tenemos la suerte de disfrutar. En la ciudad de Atlanta, el director del Colorado Center for Power Electronics (omito cualquier nombre para evitar nuevas discusiones sobre confidencialidad y demás), me pregunta si estaría dispuesto a irme a Boulder cuanto antes. Al regresar, y tras hablar con mi jefe en España, decidimos una fecha: el 17 de Enero de 2011. Así, porque sí. Toma ya.

Después recuerdo muchos fines de semana preparando las prácticas, escribiendo la tesis, muchas noches victoriosas al futbolo en las que salimos a hombros de distintos bares gijoneses, un viaje a Nueva Nueva York, otro a Calahorra, unas navidades aceleradas.

Y el lunes día 10 de Enero de 2011 voy y, de repente, leo la tesis doctoral. Demasiado tarde ya para cambiar el título, claro.
Y, sin darme cuenta, dos días más tarde me estoy subiendo en un tren con destino a Madrid. Y, justo en ese momento, todo lo sucedido en los últimos meses vuelve de repente a mi cabeza. Y mentiría si dijese que no lloré mientras los edificios de la que hasta ahora era mi ciudad, donde nací, me crié, fuí al colegio y a la universidad, conocí a todos mis amigos, tuve mi primera novia, pasé tardes buenas y malas, y días de playa y leí muchos libros y vi muchas películas, se alejaban al ritmo pausado marcado por la locomotora de Renfe. Pues sí, lloré, y me enorgullecí de hacerlo porque me hizo darme cuenta de que quiero a mi ciudad. Y que no me olvidaré de ella, ni de lo que allí hay.

Pero la inmediatez de las cosas a veces tiene sus ventajas, y en menos de 6 horas, tras alguna de trabajo y muchas páginas de Los detectives Salvajes, llego a Madrid. Cuando ya parece que no puedo aguantar una despedida más, toca hacerlo con mi hermano y su novia. Y la realidad vuelve a tirar de mi sin darme tiempo a entristecerme, porque a las 10 de la mañana estoy sentado en un avión con destino a nueva york. Y mi compañera de viaje me hace recordar que cuando algo se acaba empieza una cosa nueva, así que me duermo tranquilo rumbo, por quinta vez en menos de dos años, a la ciudad que nunca duerme.


Y allí me espera el frío y mucha nieve, un Central Park cubierto por un manto blanco. Y algo me revuelve las entrañas y me conduce al Frick Museum, porque aunque estoy más lejos de casa estoy más cerca de otras cosas que intento que me guíen. Y me paso varios minutos en silencio delante del jinete, mientras me hace saber que se alegra de tenerme más cerca. También lo hago delante del cuadro de Felipe IV pintado por Velázquez, sin dejar de sentir un extraño orgullo patrio, ese que nos asalta en cuanto cruzamos la frontera. Una historia fascinante la que se esconde detrás del cuadro, y del rey. Pero eso para otro día.

Sin tiempo para más, la mañana siguiente salimos en un vuelo de Frontier con destino al aeropuerto internacional de Denver. Y aterrizamos en un sitio familiar, en el que he estado dos veces, y pienso en lo difícil que sería todo si viniese por vez primera. Incluso más difícil.

Y a partir de aquí comienza mi nueva rutina, y no hay mucho que contar: mi casa es estupenda, con salón, cocina americana, una habitación luminosa y sitio de sobra para meter mis cosas. Estoy muy cerca de la universidad y del Recreation Center, del que por supuesto ya me he hecho socio (para los alarmistas, desde que soy socio ya he ido a nadar y a hacer bici, para correr hace frío y falta el sol). Y esta primera semana la he pasado entre papeleos, tratando de comenzar a existir en este país, comprando un móvil para comunicarme con el exterior, abriendo una cuenta (no en el Bank of America, gracias Julian), todavía sin internet ni número de la seguridad social. Y con mi compañera de viaje ayudándome con las compras, la instalación, y mil cosas más que hubiesen sido infinitamente más complicadas de estar yo solo. Empezando a ver cómo va a ser el trabajo, la cantidad ingente de cosas que habrá que hacer y que tendré que aprender, sin apenas descanso desde el final de mi etapa anterior. Pero los trenes pasan cuando pasan, y hay que cogerlos, igual que tuve que coger el tren que salía de Gijón el miércoles. No pasa nada, la vida sigue. Ah! Y mi casa tiene unas bonitas ventanas.


Aunque de noche, cuando fae frío de verdad y ponse a nevar, pienso que esti nun ye un sitiu pa un playu.

Un abrazo fuerte a todos!

6 comentarios:

Andre dijo...

"mi casa es estupenda, con salón, cocina americana, una habitación luminosa y sitio de sobra para meter mis cosas"

Por mucho que intentes mandar mensajes subliminales, ya te lo dije: yo no voy a ir a verte a Boulder jiijjii

srcocodrilo dijo...

Buah, si no fuera porque no dices Gijón hasta el séptimo párrafo, este texto, que destila asturianía, dígote yo que hacíate merecedor del Premio Playu 2011. Ni Barral ni leches. Tú (dedo apuntando hacia ti) haces ganar al Sporting.

Por lo demás, espero impaciente nuevas noticias sobre tu vida boulderiana.

Morvader dijo...

Me alegro de que todo sean buenas noticias!.
Y no ye por nada, pero las vistas desde tu ventana me recuerdan enormemente al casco histórico de Calahorra.

BJ dijo...

Con esa fachada de ladrillo y la nieve alrededor parece que estés en una casa rural. Qué buena pinta.

¿Te vas a comprar la mecedora y el winchester? No lo dejes, si algo hemos aprendido es que no hay que esperar a estar furioso para comprarse un arma.

"mi casa es estupenda, con salón, cocina americana..."

Allí la llaman simplemente cocina, pero ya te irás adaptando a estas cosas.

A ver si te pillo al Skype cuando termine de "trabajar".

CaesarHec dijo...

Andre, lo de "sitio suficiente para meter mis cosas", a mí me suena más a indirecta para que no vayamos ninguno....

Mi subconsciente ha vuelto a jugarme una mala pasada, o en la segunda foto, al fondo, había un banco????? Buah, me siento como ETE, mi caaasaaaaa........

Nadar, bici, y nieve. Un regalo para cada cosa. Perfecto!

Cómo viste al sporting? En la página de El Comercio se pueden comprar los partidos por 5 euros.

Y mándanos tu teléfono americano, ayer te quería mandar un mms con el molinón coreando el nombre de Preciado...

Álvaro dijo...

"mi casa es estupenda, con salón, cocina americana, una habitación luminosa y sitio de sobra para meter mis cosas"

A mi me sonó vagamente sexual. Brrrrr. Mamaaaaaaaaaaaaa no quieeeeeeero ir con Miiiiiiiiiiiiiiiiiñññññ.

Yo ya te lo dije. Fue irte tú, el Sporting comenzó a ganar y el Madrid comenzó a sufrir. Cuando sobornamos a los yankis para que te hicieran una oferta que no podías rechazar no sabíamos el favor que te estábamos haciendo. Eso sí, espero que cuando te vayamos a ver (todos menos TUUUUUU Andrew) hayas enseñado a esos foriatones de Colorado a cantar el Asturias patria querida y que haya una estatua de Pelayo en la plaza del pueblo. Disfrazado, a ser posible.