jueves, febrero 24, 2011

La intransigencia del buenismo

No he leído a Céline, pero eso no impide que sepa que su obra Viaje al final de la noche es una de las obras más influyentes de la literatura del s.XX, y más concretamente de la literatura gala. Él figura entre los principales autores en lengua francesa, a la altura de gente como Proust, Camus o Gide. Este año se cumplen cincuenta años de su muerte, y en el país vecino se ha levantado un buen revuelo porque a última hora, el ministerio de cultura ha decidido retirarlo de la lista de conmemoraciones del año.

¿Y por qué? Pues porque además de ser un famoso escritor, a Céline se le ha conocido también por su antisemitismo, sus filias nazis y su estima a la villa de Vichy. Y ya se sabe que no nos gustan los antisemitas, hasta el punto de que queremos borrarlos del mapa y actuar como si jamás hubiesen existido ni ellos, ni sus obras, ni su legado.

El ministro de cultura francés, Frédéric Mitterrand (sí, sobrino del ex-presidente), declaró que “tras una profunda reflexión, y sin dejarme llevar por la emoción del momento, he decidido que no figure Céline en las celebraciones nacionales”. Claro que si las emociones no afectaron al ministro, parece que un tal Serge Klarsfeld, presidente de la asociación de hijos de deportados judíos ha tenido algo que ver al respecto.

No comprendo a qué viene este buenismo desmedido que nos lleva a pasar por encima de todo lo que no nos gusta del pasado. Lo mismo da quitar unos aguiluchos en la Universidad Laboral de Gijón, que hacer como si un escritor no hubiese existido, simplemente por su opiniones personales. Hay ciertas causas contra las que es imposible luchar. Resulta inútil tratar de defender la obra de Céline (que no a su persona) si en frente nos encontramos a alguien agitando furibundo un cartel que dice “antisemita”. Parece que ahí se acaba el debate: si fue antisemita, tenemos que borrarlo del mapa. La Historia es la que es, no se debe escribir sobre la marcha y no debería ser la que nos apetezca contar a tiempo pasado. Además es extremadamente peligroso borrar nuestras huellas, ya que luego correremos el riesgo de no encontrar el camino.

Por otro lado, es cierto que Céline no guardó su ideología para sí mismo; fue muy activo políticamente y puso su pluma al servicio del nazismo publicando panfletos antisemitas (entre los que destaca uno titulado Bagatelas para una masacre). Pero mucho cuidado, porque nadie pide que se le perdone. Las opiniones vertidas a favor de que se le recuerde y conmemore (que no es lo mismo que pedir que se le celebre) no le excusan, ni piden que se dulcifique su recuerdo o se borren sus páginas más oscuras. Entienden que para comprender y conocer al escritor es necesario hablar de todos los aspectos de su vida, y aunque los panfletos antisemitas no se puedan leer hoy en día por estar declarados ilegales (internet aparte), sí que se pueden leer ensayos que comentan dichos textos. Nadie pide ocultar la dualidad del personaje.

Lo que piden sus defensores es que no se borre de un plumazo la existencia de una novela capital para la literatura francesa, y que no se permita debatir sobre ella y también, cómo no, sobre su controvertido autor.



Parece que nos cuesta mucho aceptar que personas capaces de dejarnos bellísimas obras de arte, sean a la vez mezquinos o crueles con otros seres humanos, o racistas, o misóginos, pero la realidad es que la naturaleza del ser humano permite coexistir en un mismo ser, al talento y a la crueldad. Ignorar esto es un acto de necedad muy peligroso. El olvido no nos conducirá a nada bueno. ¿Qué piensa la gente, que los etarras no ríen con sus sobrinos? ¿que no les compran juegos para la wii? ¿que no juegan al fútbol con sus amigos? La necesidad imperiosa que tenemos de sentir que los “malos”, lo son todo el día y que la maldad es una cualidad que afecta a todos los aspectos de la vida es una venda que hace años se nos debería haber caído.

Ya es vieja la cantinela de que la Historia es necesaria para no olvidar, que precisamente debemos conocer de dónde venimos para evitar ciertos errores allá adónde vamos. Por mucho que se tiña de buenismo, la oscura maniobra que intenta ocultar a Céline y a sus novelas no deja de ser una simple censura de ciencia ficción orwelliana, que además está consiguiendo el efecto inverso. Nunca nadie podría haber imaginado que se iba a volver a hablar tanto sobre el autor de Viaje al final de la noche.

No he leído a Céline, pero de este año no pasa.

6 comentarios:

Álvaro dijo...

Pero Pablo, este no es un caso en el que se pueda separar entre el arte y el artista, tú mismo dices que parte de su obra son panfletos antisemitas. Tendrá trabajos cojonudos, pero esa parte concreta es aborrecible por su contenido, más teniendo en cuenta que esto sucede en Francia, un país que fue invadido por los nazis y destrozado en la segunda guerra mundial. No es comparable con los casos de autores fantoches y gilipollas, pero que si no les escuchas puedes facilmente ignorar su retraso mental: a este tío lo condenaron a muerte, o sea que me imagino que colaboró activamente con los nazis.

Si me dices que debería haber un poco de frialdad y distancia intelectual para juzgar a nivel literario las obras de este señor sin que alguien grite "¡Disidente!" pues vale, aceptamos perro como animal para carne. Pero que el gobierno francés diga "Este tío era un hijoputa y un traidor, que lo celebren sus nietos si les sale del ojete pero con nosotros que no cuenten" tampoco me parece de cogérsela con papel de fumar precisamente.

Y lo de los aguiluchos de la Laboral... por mi que los quiten todos, junto con los bustos, las estatuas equestres y las calles "División Azul" y semejante. Eso no es cambiar la historia, que ojalá se pudiera, sino cambiar el presente: una vez acabado el régimen acabar también con la propaganda y la exhaltación gratuita. Así que todas fuera, el par de ellas que tengan algo de valor artístico para los museos junto con los cuadros de "La evangelización de los salvajes" y "La quema de los herejes"; la mayoría a embalar y al sótano húmedo de esos museos o, si no valen más que el cobre en el que estén forjadas, a fundir para hacer céntimos. O a ver si los tunecinos van a tener que seguir viendole la jeta a Ben Alí en las fotos de los ayuntamientos "por no pasar por encima de su pasado"...

BJ dijo...

¿leíste esto?

http://www.elpais.com/articulo/opinion/reprobos/elpepiopi/20110130elpepiopi_11/Tes

Por cierto, como diría Bisbal, es horrible lo que está ocurriendo en Libia. Espero que echen pronto a Gadaffi, porque tengo el depósito del coche a punto de agotar la reserva.

BJ dijo...

Que se vayan a este pueblo a celebrarlo

srcocodrilo dijo...

Álvaro, me parece que no has pasado del cuarto párrafo del texto... En ningún momento pido que se celebre la obra de Céline y se obvie el lado despreciable de su obra y su persona, todo lo contrario.

Si por algo es interesante conocer a Céline, además de por sus grandes novelas, es por tratar de comprender un poco mejor como el genio y la barbarie pueden coexistir en un mismo ser.

Pero bueno, mucho mejor lo explica Vargas Llosa en el artículo que enlaza Uosdwis, del que me quedo con las palabras de Bernard-Henri Lévy, y es que se puede aprovechar la ocasión del medio siglo de la muerte de este escritor "para empezar a entender la oscura y monstruosa relación que ha podido existir... entre el genio y la infamia."

... Y en cuanto a los aguiluchos de la Laboral... me temo que seguimos sin estar de acuerdo del todo. La Laboral tiene una historia que, para bien o para mal, no creo que debamos borrar. Tan peligroso me parece la afirmación que cada día se escucha más de que "oye, que Franco también hizo muchas cosas buenas..." como que se trate de disociar la monumental Universidad Laboral de sus orígenes. ¿Cómo si no se puede uno explicar qué sentido tiene ese edificio y con qué intenciones se construyó?

Álvaro dijo...

A ver si nos entendemos: el gobierno francés ha decidido retirarlo de la lista de conmemoraciones del año. A mi me parece normal que no les apetezca celebrar institucionalmente a alguien que colaboró con un ejército enemigo que invadió el país mientras sin embargo se dedicaba a predicar el odio contra determinados franceses. Eso no es reescribir la historia, chovinismo, patrioterismo ni ser políticamente correcto: es sentido común y un poco de sensibilidad hacia los que sufrieron todo aquello, que alguno quedará vivo aún.
Eso no es que hayan decidido olvidarlo: conmemorar no es lo mismo que recordar, es hacer una celebración alrededor de esa figura. Y como no pueden partirlo en dos y quedarse con la parte buena, el brazo y el hemisferio cerebral de escritor, sin contar con la otra, pues deciden no celebrar a la figura. No quiere decir, como ya comenté, que no puedas leer sus libros o que te gusten, ni que los vayan a eliminar de golpe y porrazo de las universidades. Y por supuesto, ya te dije que estábamos de acuerdo en que debe poderse apreciar su obra sin que alguien grite "Pero... ¡era un antisemita! ¡Caca!". De ahí a rendirle un homenaje va un trecho, y si yo fuera le ministré de culturé seguro que preferiría a uno de los cientos de buenos escritores a los que, sin embargo, no nombraron "desgracia nacional".
Y lo de la laboral, me repito un poco: si se quiere que se entienda su historia el sitio de esos aguiluchos está en alguna de las muchas estancias, con un cartelillo informativo, no bien plantadas a la vista de todos, sin otro contexto que la exhaltación nacional de la cruzada contra la masonería que de ellas irradia, por la gloria de Dios etc etc. No nos engañemos, esos chismes eran carteles propagandísticos bien grandes. Conocer la propaganda como parte de la historia, vale. Tragarse la propaganda hasta la campanilla: no gracias, eso ya lo tuvieron que hacer generaciones pasadas.
Más bien, borrar la historia sería cambiar la arquitectura neoclásica, tan del gusto de regimenes autoritarios; quitar la torre a imitación de un símbolo patrio; demoler la iglesia, católica como gran parte de la enseñanza, forzosamente confesional; cambiar el mismo nombre, que traiciona el espíritu fundacional mismo de estas instituciones: el sitio para los obreros, para que se formen y sean productivos (aunque de pedir derechos laborales ni hablemos, eh). Todos esos elementos se han mantenido, a pesar de ir en mayor o menor medida contra las ideas actuales, y nos hablan de lo que fue la laboral y de la historia del país; pero no son símbolos propagandísticos de un regimen rechazado.

srcocodrilo dijo...

Hablamos de lo mismo aunque con matices distintos, así que corremos el riesgo de seguir así hasta el infinito. No obstante, me resisto a perder la oportunidad de tener la última palabra.

Nadie pide celebrar a Céline. Lo que se pide es recordar (como tú bien distingues) su obra y su persona, y de ahí volver a analizar (no por repetirlo está de más) como un misántropo racista puede ser a la vez un gran escritor. Sin alabanzas ni loas de por medio.

Ejemplos de la contradicción en la que está cayendo aquí el ministerio de cultura galo hay muchos, como el hecho de que el mayor premio literario francés sea el Goncourt, en honor a dos hermanos escritores y tan antisemitas o más que el mencionado Céline. Y aquí no dicen nada. Atacan a Céline porque está de moda, y no dicen nada del Goncourt porque la gente ha disociado el premio de los autores, y no recuerda (o no quiere hacerlo) la vertiente racista de los que dieron el nombre al premio.

Por no hablar del César que esta misma noche le han dado a Polanski, como comentaba Vargas Llosa en su artículo.

Me conformo con llegar a un acuerdo aquí, los aguiluchos los dejo para otro día.