lunes, septiembre 19, 2011

Relato soñado, de Arthur Schnitzler

“Ningún sueño es totalmente un sueño”, amenaza uno de los personajes hacia el final de este relato, y podemos añadir que ninguna fantasía es del todo fantástica, y más allá aún, que ningún flirteo es totalmente inofensivo. El deseo llama y tienta, y muchas veces produce más placer que la propia carne. De eso nos habló el bueno de Arthur.

Schnitzler pertenece a un grupo de novelistas de Europa del Este (Austria y Hungría principalmente), judíos todos ellos, que le dieron una vuelta de tuerca a la novela del s.XIX a principios del siguiente siglo. Él, junto a Sandor Marai, Josep Roth, Stefan Zweig y otros. Mientras tano en los EEUU, los Hemingway, Miller (Arthur), Scott Fitzgerald o Faulkner, ya estaban reventando la literatura. Estos judíos europeos guardaron temáticas y estructuras más tradicionales en sus textos que algunos de sus contemporáneos, pero fueron capaces al mismo tiempo de ser notablemente distintos a sus predecesores rusos y franceses aunque eso sí, la vanguardia les quedó muy lejos.

Relato soñado es un viaje al corazón de las tinieblas (y la comparación también se puede extender a la manera en que fueron adaptadas al cine ambas historias, actualizadas soberbiamente sus formas sin que se abandonaran sus punzantes intenciones) de un médico que, empujado por unos celos creados por su mujer casi a su propia demanda, se adentra, según avanza una noche, en el tiempo y en el espacio, en la exploración de sus propios límites. ¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar por sentirse deseado? ¿Cuánto estaría dispuesto a sacrificar de su vida y cuánto dolor es capaz de infringir a otras personas por conseguir su objetivo? Si habéis visto la película, os puedo decir que Kubrick no fue ni mucho más audaz ni mucho más carnal que el señor Schnitzler, y eso que habían pasado casi ochenta años entre libro y película, Eyes wide shut, por cierto.

Los flirteos que Fridolin (el médico) y su mujer Albertine tienen más allá de su relación, se los cuentan y los comparten y se ríen de ellos sabiendo que el amor que les une es más fuerte y que tan sólo se trata de un juego. Previsible es decir que el juego se torna oscuro, y que uno de los dos siempre pierde, el que primero se acojona y siente ganas de parar el juego, porque los flirteos de su pareja le duelen más de lo que le satisfacen los suyos propios. Herido en su orgullo, Fridolin fantaseará con la idea de abandonar a su pareja, envuelto en ensoñaciones o en historias que lo parecen, se verá arrastrado a un mundo dominado exclusivamente por el deseo. Una huída hacia adelante por reafirmar su independencia de Albertine, por la que el señor Schnitzler nos arrastra a voluntad.


Pero el relato funciona tan bien a costa de una pequeña trampa. Leyendo la novela hoy en día, uno piensa que fue escrita en la época en la que se ubica el relato, y no en la que fue realmente escrita. El relato está ambientado al filo del cambio de siglo, y está escrito en un estilo que para los años veinte en que nació ya no era vanguardista, no impresionaba; él no era ni Hemingway ni Miller, en sus historias nadie se corre en el vestido de ninguna francesa mientras baila con ella los servicios de un café parisino, el estilo es casi decimonónico. Así, un relato que en el momento de su publicación pudo parecer un poco anticuado, cambia la impresión que produce en el lector del s.XXI. Visto así, esta novelilla, en el presente, se presenta como un texto audaz y atrevido para la época relatada, confundida con la época en que fue escrita. La trampa convierte Relato soñado en una vanguardista novela de finales del s.XIX.

Pero al margen de este pequeño trampa en la que tenemos que caer irremediablemente, tanto Schnitzler como Kubrick años más tarde nos permiten asomarnos de forma asegura a ese mundo prohibido, mucho más elaborado y complejo que la simplona industria pornográfica de hoy en día, puesto que no se centran en el deseo físico, sino en ese mundo privado que cada uno guarda con celo: sus propias e inconfesables fantasías. La última frase de la película, que no aparece en la novela, el “tenemos algo que hacer con urgencia: follar”, es una llamada a la acción, una especie de carpe diem guarrón. El curioso y quién sabe si voluntario epitafio de Kubrick en el cine, esa llamada a abandonar la especulación y la retaguardia que anima al espectador a tomar las riendas de su vida (en cierto sentido), resume bastante bien el sentir del relato. Y además, hay que reconocerlo, mola.

3 comentarios:

mitrulk dijo...

No me dejes con esta angustiaaaaaaaa y explicate

Na, así también hago yo un post...

BJ dijo...

Pero los acontecimientos posteriores demuestran que eso no pasó porque es un secreto a voces que a Tom le pasa algo ahí abajo...

CaesarHec dijo...

Ostias, he visto dos o tres vídeos de Chris Isaak, ese cabrón se lo sabe montar....

Yo creo que si hiciera una canción benéfica contra el hambre en somalia o la violencia en la favelas, se las arreglaría para salir restregándose con alguna cachonda....