viernes, noviembre 18, 2011

El cetro envenenado

Corría el año 2013, y el país alcanzó uno de los momentos más bajos de su democracia. Tras casi cuarenta años de elecciones democráticas, se formó un gobierno sin la elección del pueblo. El gobierno saliente había sido incapaz de hacer frente a la presión que los mercados ejercieron sobre el Estado durante una crisis que duraba ya cinco años; la luz al final del túnel de la crisis no se veía.

La solución es por todos conocida, se convocó un gobierno de tecnócratas elegidos a dedo, vinculados casi todos ellos a diversos bancos y contando con pocos representantes de la esfera política, tal y como había ocurrido con Italia, Grecia y otros países de la UE en años anteriores. El nuevo gobierno provocó muchas inseguridades en la ciudadanía, y tuvo que responder tanto de las medidas impopulares que tomaron ellos, como de las que habían tomado acción los gobiernos anteriores. La entrada del copago en la sanidad, la redefinición de las pensiones y su consecuente mengua, las subidas en las tasas universitarias hasta doblar de media las que teníamos dos años atrás y la subcontratación de ciertos servicios por parte del Estado en materia de seguridad, sanidad, educación, justicia y defensa. Todas estas medidas agotaron la paciencia y lo que es peor, la esperanza de los ciudadanos, que salieron a protestar a la calle en numerosas ocasiones. No obstante, el país nunca necesitó de fondos de rescate europeos o del FMI como sí que lo hicieron algunos de sus vecinos europeos, el euro se mantuvo como moneda, y toda la comunidad financiera internacional alabó los esfuerzos que hizo el conjunto del país.

Han pasado ya 400 días desde que el gobierno de tecnócratas tomó posesión del poder, y nos quedan apenas dos semanas para las próximas elecciones democráticas. Estamos a mediados de 2014 y echando la vista atrás, vemos todas las cosas que han cambiado en la esfera política en este país en los últimos años. La derecha sufrió un varapalo terrible al no poder contener a los mercados y tener que ceder el gobierno a unos técnicos. La población no lo perdonó, pero lo que realmente hizo mella en el PP fueron las divisiones internas. Así, por primera vez en democracia, la derecha acude dividida en dos partidos a las elecciones. La ley democrática sigue esperando su reforma, así que sólo son dos partidos los que aspiran a alcanzar la presidencia del gobierno, aunque las encuestas indican que esta vez tendrá que ser un gobierno de coalición. Por otro lado, esta será la primera ocasión en la que dos mujeres sean las principales candidatas a lograr la presidencia del gobierno, hito histórico en nuestro país.


El reto para el gobierno entrante será sin duda alguna el de recuperar el terreno perdido por las funciones sociales del estado. Sabemos que lo que perdimos en una noche, tardaremos años en recuperarlo, y que los mercados no van a aflojar su presión sobre los estados por mucho que la economía haya reflotado. Pero la realidad es que así es. Por primera vez en un lustro, el PIB va a crecer por encima del 3%, y la tasa de desempleo, aunque sigue en un alto 16%, está en una tendencia que hace esperar que en el plazo de dos años más podamos estar por debajo del 10%. Esto nos lleva a pensar que el partido ganador de las próximas elecciones, tiene muchas posibilidades de ganar dos partidos seguidos. Estas, y las próximas elecciones. Navegar con viento favorable siempre es más sencillo.

Lejos quedan ya las elecciones generales de aquel 2011, y pocos se acuerdan ya de la debacle que sufrió el PSOE. Aquel batacazo electoral producido por su pobre gestión de la primera etapa de la crisis financiera mundial, por el que le auguraban una factura de muchos años, ha probado ser menos duro que el golpe que el PP no ha sabido encajar en los años siguientes. Con un partido dividido en dos (habrá que ver qué pactos estarán dispuestos a hacer ambos grupos después de las elecciones), y una prensa de derechas dividida y entretenida en echarse los trastos a la cabeza los unos a los otros en lugar de trabajar unida como antaño, las encuestas le dan al PSOE una ligera ventaja. Ligera, pero impensable en los inicios del gobierno de Rajoy a principios del 2012. Parece que los electores han considerado mayor traición la de la derecha, entregando el gobierno a unos técnicos sin mediar una consulta popular, que las anteriores acciones de los socialistas.

Lejos queda ya aquel 20N pero, visto en perspectiva, aquella victoria fue un cetro envenenado para Rajoy, una batalla vencida pero que ha resultado fatal para la guerra. Hoy, con la suficiente distancia ganada, sabemos que aquel día fue para Rajoy, el primero del final de su carrera política.

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