sábado, diciembre 15, 2007

Una historia de pueblo

En la pequeña villa vasca de nombre impronunciable los días pasan sin dejar rastro. Un grupo de pequeñas casas agrupadas en la ladera del monte y un par de caseríos a las afueras son toda la indicación de vida que aparece ante los viajeros que penetran en Vizcaya procedentes de tierras burgalesas. Trabajar en el campo, recoger la cosecha, cortar leña y jugar a los bolos son suficiente para ocupar por completo las preocupaciones de los habitantes del lugar. Un pueblo como otros muchos, estaréis pensando. ¿O puede que no?.
Una vez al año, gentes de todo el mundo vuelven la vista hacía este lugar. Muchas personas procedentes de distintos y remotos lugares se acercan para presenciar una competición, ahora ya célebre. El primer año de su celebración marcó para siempre el espíritu del evento, y esa historia es la que voy a relatar aquí.

El alcalde reunió a los participantes en torno a la fuente, y todo el pueblo se aglomeró alrededor. -Ya está decidido. El que consiga completar las dos tareas se llevará el premio: este precioso bolo de oro puro de 3 kilos de peso.
- ¿Qué tenemos que hacer? - preguntó John McNally, el viajero inglés y primer participante.
- Prestad atención. Vuestra primera tarea es subir al monte y matar al oso que allí mora desde hace muchos años. Luego debeis volver aquí, cortejar a la preciosa y voluptuosa hija del panadero y acostaros con ella. Si lo conseguis, podréis llevaros el oro merecidamente y séreis recordados siempre como héroes en estas tierras.

De inmediato, McNally cogió su rifle Remington de 15 milímetros, guiñó un ojo a la apetitosa joven a la que deseaba desde hacía tiempo y partió raudo hacia la cima del monte. Al poco rato todos le perdieron de vista, y sólo un disparo hizo recordar a los participantes que lo que se estaba desarrollando no era solamente un juego. Comenzó entonces un estruendo, un sinfín de ruidos, golpes, disparos, rugidos, indicativos de una dura y cruenta batalla que el valiente hombre llevaba a cabo contra la bestia. De pronto, solo silencio. Expectantes, todos los presentes se miraron nerviosos, hasta que el alcalde hizo un gesto con la cabeza.
- Creo que este pobre hombre ha fracasado. Era un valiente, pero no ha podido con esa miserable bestia.
Todos asintieron con la cabeza. Pero Francoise Lebegue, el aventurero francés y segundo participante, enfurecido por el destino de su amigo y decidido a vengarle y también a ganar la competición, comenzó a correr hacia la cima. Tras unos minutos, otra vez se desató el infierno. Rugidos, golpes, árboles temblando, disparos,... y luego el temible silencio. Minutos más tarde, el alcalde, cabizbajo, volvió a intervenir.
- Dios mío, también el valiente Francoise ha perecido. - dijo volviendo su cabeza hacia el tercer participante. Pero Patxi Arrigalagarregui no se asustaba fácilmente. Su familia había poblado estas tierras desde la época de los dinosaurios. Ahora era su turno de demostrar de que madera estaban hechos los verdaderos vascos. Se dirigió a la cima de la montaña a paso ligero, sin más armas que su hacha de leñador y un pañuelo rojo anudado a la cintura.

Las gotas de sudor serpenteaban sobre las caras contraídas de los espectadores. De repente, un fuerte golpe desencadenó el holocausto. Más violento si cabe que los anteriores, incluso los propios árboles salían disparados, arrancados de raíz. Pero, tras unos minutos que parecieron eternos, los rugidos de la bestia y los gritos del hombre también se extinguieron.
El alcalde se encontraba a punto de pronunciar otro epitafio cuando vió que alguien descendía del monte y se dirigía hacia el pueblo. Un murmullo creciente acompañó los pasos de Patxi hasta la fuente, donde todos le esperaban sobrecogidos por su aspecto: cubierto de sangre y con la ropa destrozada, parecía una sombra de sí mismo. Presentaba profundos cortes en todo el cuerpo y jadeaba cubierto de sudor y de tierra. Cuando se colocó frente al alcalde, pronunció la frase que, a lo largo y ancho de todo el mundo, dió a conocer la competición e hizo que los vascos fueran desde entonces mucho más respetados y admirados.

- A ver, donde está la mujer a la que hay que matar.

;-)

4 comentarios:

BJ dijo...

Está claro que esta historia nunca ocurrió, un francés y un inglés amigos.

Si los vascos ya ocupaban las montañas y valles de euskalherría en la época de los dinosaurios, ¿habrá algún mosquito conservado en ámbar que contenga el adn del vasco primigenio?

Para cuándo una de spielberg sobre el "Patxi Jurásico", o mejor aún, una de Lars...

Y ya de paso veis el de Ahmadineyad

CaesarHec dijo...

jjajaa ese pachi debe ser el celebre vasco de otras historias como la del frontón del pueblo visto desde el espacio o la de infinito, sólo?....jjaa muy bueno miguel, me gustó mucho, esta muy bien escrito....hombre si lo hubieras ambientado en Nueva Orleans hubiera sido mejor pero....jajajaja

Morvader dijo...

Joder Miñññ, ese chiste es más viejo que la tos, si por lo menos hubieras ambientado este

- Hola Patxi, ?Cómo estas?
- Pues mal!
- Anda!!! y eso???
- Pues, porque el otro día me violaron!!
- Joder, y tu que hiciste?
- Pues nada, que iba a hacer, apreté el culo y me lo lleve a comisaría!!!

CaesarHec dijo...

joder miñññ moro te acaba de dejar el chiste a huevo...