El caso es que a mi siempre me ha gustado la música, eso ya lo sabeis todos, así que una de mis primeras misiones fue enterarme de lo que se cocía por estos lugares, musicalmente hablando. Para mi sorpresa me encontré con que el siguiente fin de semana se celebraba algo llamado "Orange Warsaw Festival", que incluía grupos como Razorlight, Groove Armada o MGMT. Estos últimos fueron, durante el año pasado, objeto de onanismo compulsivo entre los más modernos del moderneo all over the world. Yo también piqué, desde luego, y aunque no son mi grupo favorito precisamente, sí que tienen un par de canciones muy pegadizas.
El primer día conseguí engañar a mis compañeras de piso para que me acompañaran. Tocaba una especie de ídolo local llamado Smilko o Smolik... no se, mucha atención no presté la verdad. No se si en venganza mis acompañantes decidieron que Razorlight era basura para modernos occidentales y que mejor nos tomábamos unas cervezas. 2 contra uno, nada que hacer. O mejor dicho: hombre asentir, seguir mujeres. Empezamos bien el festival este.
El segundo día no podían acompañarme, así que fui yo sólo. Mejor, pensé, no quiero que me la jueguen con el concierto de MGMT. Primero tocaron N.E.R.D. que pese a las altas expectativas generadas por su nombre, resultaron una extraña mezcla de hip hop y metal. A los polacos les volvieron locos, eso sí. Una media hora antes de que acabasen, salí del escenario grande para coger sitio en el escenario pequeño donde tocaban MGMT. Por favor, si por alguna siniestra carambola del destino alguno de vosotros acaba organizando un festival, aquí va un consejo: la idea de poner a un grupo de moda en el escenario pequeño NO es buena. Chocolatina quiero. Lo se, pero a alguien en Varsovia este pequeño detalle se le había pasado por alto.
Empieza el concierto. Minuto 1; ante la imposibilidad de dar un solo paso en cualquiera de los 360 grados que me rodean, decido dejarme arrastrar por la marea. Minuto 5; soy rodeado por una horda de polacas adolecentes histéricas, que me destrozan los tímpanos con una de las piezas más populares del grupo. Creedme, no hay nada peor. Minuto 10: empieza a diluviar, gracias a dios el corchopán me salva una vez más. Minuto 15: ante la imposibilidad de levantar los brazos, decido guardar la cámara de fotos a la espera de tiempos mejores. Minuto 20: la selección natural hace su efecto, las polacas son reemplazadas por los integrantes del equipo nacional de rugby polaco, más silenciosos. Como hecho de menos a las adolescentes. Minuto 25: Descubro con estupor que los polacos sí pueden levantar los brazos. Eso sí, rápidamente les dejo claro quien manda golpeando con saña las partes blandas de mi cara contra sus codos, para que aprendan. A partir de ahí, todo está un poco borroso, sólo se que el volumen de la música estaba bajísimo y no se oía nada. Mientras en el escenario, el más enérgico del grupo, de vez en cuando, levantaba una ceja, mientras los otros se entregaban frenéticamente a una emocionante competición consistente en aguantar el máximo tiempo posible sin pestañear. Toda una fiesta, vamos.
Para desintoxicar un poco de todo esto, decido que ya está bien de moderneo: la siguiente semana toca la ópera. Por supuesto aconsejado por el sabio Caesar, que me dijo que a la ópera en Varsovia podía ir hasta The Economist en persona. Una vez más convenzo a mi compañera de piso, e intento devolverle la jugada, ofreciendole una birra a última hora en lugar de la ópera, pero no lo coge y me mira con desaprobación. En el Gran Teatro de la Opera Nacional de Polonia (na, como el Jovellanos y eso) el espectaculo de esa semana era Oneguin, por el ballet de San Petersburgo, premiere europea. En realidad es una adaptación moderna de una ópera de Tchaikovski que a su vez adaptaba una novela de Aleksander Pushkin escrita en verso (¡toma ya!). Total que la cosa no es una ópera, sino un ballet. La verdad es que no era lo que yo esperaba, y no por lo del oso y el cochecito, sino porque era una mezcla entre ballet clásico y danza moderna. Más que mezcla era una alternancia, y las partes clásicas estaban muy bien, pero las modernas tenían unos arreglos musicales con tendencias jebi-ochenteras que daban ganas de levantarse, tocar la guitarra en el aire y hacer los punteos con la boca. Aún así, es una experiencia la mar de disfrutable, en mi confortable asiento del primer palco... ¿Me estaré haciendo mayor? ¿Es esto madurar? Sí la pregunta se puede intercambiar por: ¿prefieres estar sentado en una cómoda butaca y gorronear canapés en un lujoso vestíbulo o tener tu cara durante 40 minutos presionando las axilas de un maromo polaco? Joder, me encanta madurar.
(...muzika: MGMT - kids...)