sábado, julio 25, 2015

La jetée, de Chris Marker



”Esta es la historia de un hombre marcado por una imagen de su infancia”.

Con esta evocadora frase se abre este corto de 1962 del cineasta francés Chris Marker. Tras la presentación de los créditos sobre una foto de la jetée (el espigón) del aeropuerto de Orly, se inicia el relato presentado en forma de fotonovela de un hombre que habita el mundo posterior a la Tercera Guerra mundial; un mundo en el que unos pocos supervivientes están condenados a vivir bajo tierra debido a la radiación que hay en la superficie. Sometidos a una especie de régimen de prisión sin que se sepa muy bien por qué, algunos de los supervivientes son utilizados como cobayas para el único experimento que puede salvar a la humanidad: viajar en el tiempo, al pasado, y tratar de evitar lo sucedido, o tratar de conseguir víveres o fuentes de energía alternativas; algo que les permita salir de sus cuevas sin quedar abrasados por la radiación dominante. Como no, el protagonista conseguirá viajar y hacer frente a su destino.

¿Os recuerda a algo? Espero que sí, porque cuando la Universal compró los derechos de este corto lo hizo con la idea de (re)crear uno de los clásicos del cine de ciencia ficción.



Llegué a La jetée buscando en Internet listas de clásicos del cine de ciencia ficción. Antes de eso desconocía su existencia y nunca había oído hablar de Chris Marker, cuya filmografía parece bastante dispersa en cuanto a géneros se refiere (la ciencia ficción no parece su mayor pasión).

Y después de haberla encontrado parece ser que forma parte del Olimpo de relatos y películas de ciencia ficción que todo el mundo debería conocer. No se duda en compararla con Lem, Ballard o Tarkovsky en cuanto a la influencia que ha tenido en obras posteriores. Benditos sean los años sesenta y setenta en cuanto a ciencia ficción se refiere. Parafraseando a Welles, treinta años de Guerra Fría produjeron muertes y terror a una nueva guerra nuclear, pero nos dieron los más fértiles años de ciencia ficción.

Tan sólo dura 28 minutos y el relato ni siquiera alcanza las mil quinientas palabras, pero eso no hace sino añadirle mérito. La sucesión de imágenes, la música que acompaña, el tempo. Pero lo mejor será que no os entretenga más y que lo descubráis por vosotros mismos.

No hay comentarios: