miércoles, mayo 26, 2010

CATÁLOGO NUCLEAR

EPÍLOGO: El alquimista impaciente

Novela de Lorenzo Silva, ganadora del Premio Nadal 2000. Con esta lectura, iniciada dentro de la central y concluida ya alejado de ella, se cierra el catálogo nuclear. Parece un título adecuado para ello, habida cuenta de que Lorenzo Silva trabajó en la central nuclear de Trillo (trabajaba para Iberdrola, de lo que no estoy seguro es de si estaba permanentemente en Trillo, o si su actividad requería que visitara diferentes centrales), la trama arranca con la muerte de uno de los trabajadores de la nuclear (el jefe de Protección Radiológica, puesto que en la vida real ocupaba un tipo al que Silva, digámoslo así, no tenía gran afecto. En la novela aparece muerto en un motel de carretera con un palo atravesado en el culo) y parte de la acción se desarrolla en los pueblos de la alcarria vecinos a la central nuclear.


La novela protagonizada por el sargento de la Guardia Civil Bevilacqua, acompañado de la guardia Chamorro, tiene los ingredientes característicos del relato policial, pero para preparar un buen plato hace falta algo más que los ingredientes que especifica la receta. Sino las novelas las escribirían programas informáticos (estoy seguro que muchos malos escritores lo hacen). El alquimista impaciente cuenta con varios méritos: el personaje de Bevilacqua resulta en ocasiones atractivo, la trama avanza con solidez, el cadáver presenta claro-oscuros eficaces y al final las piezas ocupan en el puzzle un lugar diferente al esperado. Pese a todo ello, como lector, la novela me dejó frío, indiferente. No tuve tentaciones de abandonarla, no me aburrí durante la lectura, pero tampoco despertó mi interés ni recuerdo haber disfrutado leyéndola. Si tuviera que definirla con un adjetivo, este sería indiferente. Quizá mi juicio fuera incluso más severo si la novela no trascurriera en lugares conocidos y transitados, si no contara con el aliciente de la central y su entorno. Francamente, yo no hubiera premiado la obra. Repito, no es mala. Es intrascendente.


No obstante creo que Silva tiene importantes aptitudes como escritor, conoce el oficio y la tradición, su escritura es honesta (huye del efectismo, no busca una espectacularidad formal o estilística, que por lo general sólo sirve para intentar ocultar carencias) y es capaz de escribir doscientas páginas de una historia sin que resulte una patraña. Por ello cuenta con mi respeto, pero además tiene un importante margen de mejora y no me sorprendería que haya escrito o vaya escribir alguna novela realmente notable. Seguro que al poner el punto final de El alquimista impaciente era mejor escritor que cuando comenzó la novela. El fin es el camino, también para el lector.



1 comentario:

srcocodrilo dijo...

Te recomiendo leas La Flaqueza del Bolchevique, una más que correcta novela breve del mismo autor.

En cuanto a El Alquimista Impaciente comparto tu veredicto: correcta pero inocua. Sin embargo, a mí no me dejó un regusto tan acentuado de indiferencia, y sí que hice nota mental de leerme alguna otra historia de las cuatro o cinco que protagonizan Bevilcqua y Chamorro. Y eso que la leí entre la sombrilla y la toalla en mi segundo verano en Cádiz; nada de experiencias en Centrales Nucleares. Aún así coincido en que no cambiará ni la literatura ni nuestras vidas.