lunes, mayo 03, 2010

Un alegato a favor del tebeo

Probablemente yo no sea el más indicado de este contubernio para hablar sobre tebeos, pero al terminar el libro de Scott McCloud “Cómo entender el cómic” no he podido evitar la tentación de escribir un comentario sobre el mismo, y es que este tebeo-ensayo sobre tebeos es uno de los enfoques más originales e interesantes que se ha realizado sobre el mundo de las viñetas.

El ensayo del señor McCloud se marca dos objetivos claros: el primero es demostrar que el tebeo o cómic es un género en sí mismo, tan válido como cualquier otra forma de expresión artística, y no un simple hijo bastardo o pastiche entre el dibujo y la escritura. El segundo consiste en realizar un estudio detallado del tebeo, a través del análisis de los métodos y recursos que se emplean.

Comienza McCloud su argumentación sobre la legitimidad del cómic como un género en sí mismo con un argumento muy simple: es más antiguo que otras formas de expresión artística, razón por la cual es imposible que sea un torpe sucedáneo. ¿Y cómo que es anterior? Pues porque las más tempranas manifestaciones del cómic, o de las “imágenes yuxtapuestas y otras imágenes en secuencia deliberada” como el autor las define, las podemos encontrar en pinturas rupestres, precolombinas y egipcias. Antes de que el ser humano inventara la escritura, ya utilizaba secuencias de imágenes para narrar acontecimientos e historias.

Continúa su descripción del género estudiando el vocabulario que emplea. Uno de los puntos fuertes del cómic es la capacidad que tiene involucrar al lector en la historia, objetivo de cualquier forma de expresión y que alcanza su punto álgido en los videojuegos. Comenta el autor que “cuando abstraemos una imagen mediante la caricatura, lo que hacemos no es tanto suprimir detalles, sino más bien resaltar ciertos detalles. Al descomponer una imagen a su “significado” esencial, el dibujante puede amplificar dicho significado de una manera que no está al alcance del dibujo realista.” La caricatura de una cara se puede convertir en la cara de cualquiera. Así el lector, al contemplar la caricatura no sólo es testigo de la historia narrada, sino que se involucra en ella de una forma que otros medios no permiten. Si vemos a George Clooney robando un coche, no podemos pasar de ser testigos de ese robo. En cambio, si el robo lo perpetra un personaje caricaturesco, nuestra imaginación vuela con más facilidad hacia la acción narrada.


Los siguientes capítulos los dedica al análisis de unos aspectos muy particulares del tebeo: el efecto de las calles (esos espacios en blanco entre viñetas), la relación de las viñetas con el tiempo y el trazo del dibujo. Llama clausura al fenómeno de ver partes sueltas de una acción, y sin embargo percibir el todo. De aquí parte para demostrar la importancia de calles a la hora de narrar en los tebeos, casi tan vital como la de las viñetas en sí. Por su parte, la relación con el tiempo es un tanto particular, ya que coincide exactamente con el espacio. Según avanzamos en la página el tiempo va transcurriendo, pero un tiempo variable cuyo avance no depende simplemente de carteles que nos anuncien “tres minutos después”, sino también de los juegos entre viñetas y calles que el tebeo realice, los cambios de plano y secuencia, etc. Por último el trazo del dibujo resulta otra herramienta de vital importancia para el tebeo. Al igual que la pintura desde finales de s.XX exploró la transmisión de sentimientos y sensaciones, alejándose de aquel afán realista que persiguió durante siglos, el cómic persigue el mismo objetivo razón por la cual, tanto el trazo del dibujo como los elementos que componen cada viñeta pueden resultar tan importantes.

El libro se completa con una teoría sobre el proceso creativo del artista, un proceso que bien podría ser aplicable a cualquier otro género. Este resulta probablemente el apartado más subjetivo del texto, aunque no por ello menos interesante. Argumenta el autor que dicho proceso se compone de seis pasos, a saber: idea/propósito, forma, estilo, estructura, destreza y superficie (apariencia). Curiosamente el autor argumenta que aunque el proceso de creación de una obra ha de seguir este orden, el proceso de aprendizaje se realiza al revés, y los dibujantes y creadores de tebeos suelen iniciarse en este mundo copiando los dibujos de sus artistas favoritos, y poco a poco evolucionan su estilo hasta (si tienen suerte y son tenaces) finalizar su formación artística creando su propio estilo definido e independiente de los demás (aunque no exento de influencias, obviamente).

Añadimos unos breves comentarios sobre el uso y efecto del color y un resumen sobre todas las ideas expuestas anteriormente, y tenemos en nuestras manos una de los tebeos más importantes y característicos que se hayan hecho, y que forma parte del Olimpo del cómic junto a los Maus, Persépolis, Watchmen, Contrato con Dios, y demás obras cumbres.

Se podría decir que este libro ha creado su propio género (tebeo ensayo), lo que probablemente ya hace valga la pena acercarse a él, y aunque su publicación en España se ha retrasado un poco (la obra data de 1992, pero aquí Astiberri lo publicó en 2005) sigue siendo plenamente vigente, y es que el tebeo no ha tenido tiempo para evolucionar y dejar obsoleta esta obra de referencia. En resumen, se trata de uno de esos tebeos que ningún aficionado se debería perder.

3 comentarios:

CaesarHec dijo...

Sr Cododrilo, ¿desde cuando en este contubernio nos importa ser adecuados o no para hablar de algo? Si fuera así Moro nunca diría nada. A no, espera, que lo dice.

Muy interesante el post. La verdad es que yo no creo que el tebeo necesite mucha defensa (pero sí reflexión teórica. Creo que tiene, corregirme si me equivoco, mucos menos estudios que otros géneros), para mí es una forma de narratividad con un potencial increible. Tiene la plasticidad de la novela para jugar con el tiempo y la fuerzA de la imagen del cine. Casi nada.

Este tipo de obras que se mueven en los márgenes genérico (que no son más que conenciones) son muy atractivos. Como Borges con ensayos quearecen cuentos y cuentos que parecen ensayos, Magris, los libros de viajes etc.

Álvaro dijo...

Tiene pocas reflexiones teóricas comparado con otros artes, que duda cabe, aunque hay cosillas, revistas, incluso tesis y asignaturas en algunas universidades. Quizás le falta cantidad y profesionalidad, como se puede esperar de un medio pequeño y muy "de fieles".

De lo que yo conozco, al menos, poco estudio hay tan ambicioso como lo que plantea este señor. Lo mejor es que, para defender las posibilidades del cómic, no hace un ensayo en prosa... sino en cómic. Predicando con el ejemplo.

CaesarHec dijo...

Estoy completamente de acuerdo. Por desgracia en la postmodernidad el mapa ha sustituido al territorio (la frase creo que es de Borges).

Lo mejor, siempre, es acudir a la fuente. Luego el ensayo puede ser interesante, aclaratorio, crítico etc. Pero la experiencia artística está en la fuente.