martes, junio 09, 2009

Viaje a Essaouira

El lunes me dicen que nos vamos a Marruecos. El martes compro el vuelo. El miércoles renuevo el pasaporte gracias a casualidades de la vida. “Si no tienes cita no puedes renovarlo hoy, necesitas cita,” me dice la señora indiferente mientras ojea mi DNI por encima. Protesto, aunque con la mejor cara de buen chaval que puedo y su respuesta se sale por la tangente. Al darle la vuelta al DNI me espeta: “¡Coño, de Vizcaya! Mi madre era vizcaína pero yo soy guipuchi. Espera un momento.” Vascos por el mundo. A los cinco minutos la impresora-escáner del estado está estampando mi cara en un pasaporte. 20 euros y gracias, no, gracias a usted. ¿Qué pasó el jueves? Ah sí, el jueves estaba en un avión de camino a Marrakech. Lo siguiente destacable puede que sea que el domingo volvía a Sevilla en el mismo avión pero esta vez con cuarenta de fiebre. Tres veces en África y ninguna he vuelto con menos de 38. Se ve que le caigo mal. Aún así aprovecho y os cuento algo de lo que vi entre medias. Sin rencor.


Tras volar hora y media en un avión de cincuenta plazas, más parecido a un Air Wisconsin que a cualquier otra cosa, me decido a contar a mis compañeras de viaje que hemos volado con la compañía Ándalus, formada por los ejecutivos de Air Madrid que no fueron a la cárcel. Decir esto en Marruecos suena mucho menos inquietante que en España, no me preguntéis por qué. No me echan cuentas (al menos no tantas como yo esperaba) y tras regatear con un taxista el precio nos vamos de Marrakech a Essaouira (177 km y dos horas y media de coche) por sesenta euros a repartir entre cinco, el taxista no paga. En el camino nos cuenta que trabajó en Murcia, en Málaga y en Sevilla. Se defiende bastante bien en cinco idiomas y ahora en Marruecos tiene dos trabajos “uno con las manos” dice mientras da golpecitos al volante “y otro con la cabeza y el bolígrafo. Escribo.” Algo no entiendo de este mundo, pero justo cuando estoy a punto de resolverlo, la policía nos para.

En el coche vamos el taxista y yo delante, y cuatro mujeres detrás. La policía hace salir al taxista del coche, y luego me llaman a mí “l’homme, si vous plaît.” Todos acojonados por el policía marroquí, y resulta que lo único que quería era practicar español. Que si cómo te llamas, que si de dónde venís, que si adónde vais, que si vais de fiesta, que si a mí me gusta la fiesta, que si conocemos a alguien o que si vamos a un hotel. Sonrío, le doy las gracias como si fuera japonés (yo, no él) y aupa que nos vamos.


Llegamos a Essaouira, un pueblecito costero un poco por encima de las Canarias. La información sobre el pueblo os la podéis mirar en la Wikipedia, pero lo sí os puedo decir es que en diez años se lo habrán cargado. Las grúas asoman por la bahía, y los apartahoteles a la europea están sembrados por todas partes. El paisaje es carne de cañón y los marroquíes son carne de Occidente.

El pueblo en sí consta de una parte antigua muy valorada, patrimonio de la UNESCO. Los portugueses utilizaron este enclave para abastecer sus rutas marítimas desde el siglo XVI, así que tenemos el puerto, el fuerte, la muralla y el mercado. Parece una ciudad del Civilization, lo sé.


Durante tres días nos dedicamos a comer tajines, sardinas a la parrilla, beber whisky bereber (té) y soportar que todos los comerciantes del pueblo (y son muchos) me digan “Alí Babá-ven-comprar.” La razón por la que estamos allí es que una de las amigas de mi compañera de piso se va a casar con un marroquí de allí. Él me cuenta que es del desierto, que su familia es saharaui, pero que allí en el desierto hay poco trabajo y que se ha tenido que venir hasta Essaouira a trabajar porque aquí hay trabajo gracias a la cantidad de turistas que vienen. Al final no se pueden casar ese fin de semana. La burocracia hispano-marroquí es dura, y mucho más en materia de inmigración. Con tal de evitar matrimonios amañados, tienen a las parejas entretenidas durante un año aproximadamente con diversos papeleos, entrevistas, sellos, documentos y demás. Ellos dos hablan de la carpeta de los documentos como si fuera su hija, y en ella llevan partidas de nacimiento, de bautismo (en Marruecos hay que hacerse al Islam para casarse, a menos que se acredita la pertenencia a cualquier otra religión del mundo, y yo me pregunto si la religión Jedi valdrá), fe de vida (un documento que atestigua que existes) y otros documentos que demuestren que no se tienen antecedentes penales, que hablen de trabajos, residencias, patrimonios y demás.

Las relaciones de pareja en Marruecos son duras. Las muestras de afecta en público están prohibidas para ellos (no entre amigos o familiares), y caminar de la mano les puede llevar a pasar la noche en el cuartelillo. Si encima la pareja es interracial, no digamos más. Para los tradicionales, los occidentales sólo exportamos corrupción del alma, y los tradicionales mandan mucho en todas partes. Una noche hacemos barbacoa en la casa en la que nos quedamos (planta baja de la casera, primera planta y azotea para nosotros) y a medianoche nos dicen que tenemos que irnos de la casa, con equipaje y todo. De primeras pensamos que nos quieren echar por el jaleo que estamos armando, pero luego nos explican el por qué. A la casera lo que no le gusta, es que en su casa se monte una fiesta entre occidentales y marroquíes. Soporta que los turistas hagan el pijo, pero al parecer desde que ha visto que los amigos marroquíes suben a la casa a liarla la cosa ha cambiado.

El tema es frustrante, más aún porque nosotros no podemos hablar con ella. Dice que sólo habla marroquí, y sólo habla con los chavales por cuya culpa (en teoría) nos quieren echar. A eso de la medianoche, y tras casi una hora de discusión, le preguntamos si habla francés, le pedimos disculpas muy humildemente, y le rogamos que nos deje quedarnos otra noche, que no molestaremos y que no éramos conscientes de haber estado molestando (en cierto modo es cierto, no sabíamos qué era lo que les ofendía). Accede y todos a dormir. A la mañana siguiente nos vamos sin ver a la casera, preguntamos a nuestros amigos africanos qué pasa con la otra noche que le habíamos pagado por adelantado y nos dicen que va a ser difícil recuperarla, la señora se ha enfadado mucho. Respiramos hondo y nos vamos a desayunar, eso no nos lo quitarán.


Al marchar de vuelta a Marrakech y despedirnos de nuestra amiga y de sus amigos africanos, a uno se le queda un gusanillo en el estómago, como cuando se nos escapa la clave de la película. Hay algo que no he entendido, y es que la barrera cultural y lingüística es muy grande. Al final he pasado tres días en Marruecos, pero entre restaurantes, teterías y tiendas para guiris. Hemos abierto la puerta pero no hemos entrado. Lo que hemos visto gusta, pero hay un velo al final que nos impide ver hasta la pared del fondo. Habrá que seguir llamando a la puerta. Todo esto lo pienso entre mareos y calentones de cabeza, la fiebre empieza a subir y ya es hora de marchar.


En el vuelo de vuelta, aunque la fiebre me tiene un tanto aturdido, el tipo que se sienta a mi lado no me deja tranquilo. Dice llamarse Raymond y no para de hablarme de un amigo suyo, un tal Philip, un detective yankee que va de duro. Me cuenta que está metido en no sé qué berenjenal por culpa de una rubia, o de una pelirroja, no lo tengo claro; lo único que tengo claro es que la mujer esa se la quiere a jugar al detective. Intento decírselo a mi compañero de viaje pero no me escucha. Supongo que será por la fiebre pero tengo la sensación de que está en otro plano, en otra realidad, y que por más que le hable no me va a hacer ni caso. Opto por dormir. Disculpe señor Raymond, necesito descansar.

4 comentarios:

Álvaro dijo...

Unos breves apuntes:
-Parece que sí, era cierto, the culo is back y en forma suficiente para cambiar de contintente. Bien por él y por los pelos/tarzanitos que mantienen ambas ñalgas unidas por un efecto velcro.
-A mi las diferencias culturales me parecen de puta madre, soy un progre de pro, leo el País, juego al alianza de Civilizaciones (IV) y todo eso... pero si a la señora le parece bien que los guiris hagan algo en su casa y no que lo hagan sus vecinos, la señora es una hipócrita. O todos o ninguno. En ese último caso a lo mejor los guiris prefieren irse a Almuñecar, ojo, pero medias tintas no o rompemos la baraja.
-Si cojéis la última foto... entre el paisaje propio de ese país, los pantalones piratarastreros, la camisa arrugada y suelta y la chica de al lado, clarísimamente engañada, ¿no os parece que detrás de tan verde y escamosa fachada puede ocultarse otro ilustre participante de este contubernio virtuabartolil que actualmente está barriendo el suelo con nosotros en la Racing League?
No, no hablo de Moro; él estaría en la foto, pero en medio de los dos tocando los güevos.

CaesarHec dijo...

La foto del señor cocodrilo con la heroína de comic es lo mejor, si yo supiera usar el fotoshop no veas como ganaría mi "meta-realidad"....

Qué te pareció Essaouira? Yo estuve cerca de ir y nos la vendían como un remanso de paz donde se retiraba la crema y anta de la intelectualidad progresía marroquí para leer, escribir, pintar e introducirse en las fiestas de los guiris con la intención de reventarlas.... te dio esa impresión???

El tal Raymond no atendió a tus advertencias porque el tal Philip debe ser el típico que siempre va acompañado de sus amigos "crochet de derechas" y "gancho de izquierdas", y claro, no le debe de ir mal. Súmale un par de frases ingeniosas del tipo:

Vivian Sternwood: Ha ido demasiado lejos, Marlowe

Marlowe: Duras palabras para un hombre, especialmente cuando está saliendo de su dormitorio.

y entonces tenemos al tipo que siempre hemos querido ser..... Qué sería de nosotros si no pudiéramos sublimar en la literatura...

srcocodrilo dijo...

Las diferencias culturales, Álvaro, hay que verlas en su contexto (as we know). Culpa mía por no detallar toda la historia, pero lo hice por no excederme demasiado. La hipocresía, cuando se vive en una sociedad hipócrita (y para ciertas cosas la sociedad marroquí es mucho más hipócrita que la nuestra) es un mecanismo de defensa tan lícito como otro cualquiera.

La mezcla no está bien vista en Marruecos, y a esa señora no le compensaba cobrarnos 40 euros (aunque al final bien se quedó) a cambio del revuelo que iba a montar en el barrio, "hay que ver la orgía del otro día en tu casa, mari."

Si yo fuera de Felechosa, no me gustaría que en mi casa de alquiler veinte rusos metieran en el piso a las diez mozinas del pueblo; por salvar mi vida, básicamente.


¿Que la intelligentsia marroquí se europeiza en Essaouira? Mmm... Puede ser.

La foto de la plaza la saqué desde la terraza del "Pink Bar", un bar llevado por dos argentinas donde se bebía el 75% del alcohol de pueblo. Esa misma noche hubo una party (que es como una fiesta, pero con famosos) montada por una gente que estaba rodando allí un documental histórico, con actores de la televisión española y todo.

Todo esto para decir que no puedo confirmar tus sospechas Hec, pero desde luego pintan ciertas. Eso sí, no sólo bohemios marroquíes se retiran allí; al parecer tanto en Marrakech como en Essaouira, muchos famosillos españoles tienen enésimas residencias.

Anónimo dijo...

http://viajechaouen.blogspot.com